Sevilla (España)
INTERVENCIÓN DEL PRESIDENTE DEL GOBIERNO, PEDRO SÁNCHEZ
Ministros, excelencias.
Esta Conferencia de Sevilla aborda desafíos cruciales como es la financiación al desarrollo, la cooperación internacional, la deuda y la fiscalidad global.
Evidentemente, estos son retos urgentes, importantes, porque los números hablan claro.
El mundo necesita movilizar 4 billones de dólares al año para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Y 3.400 millones de personas en el mundo viven en países cuyos gobiernos dedican más a pagar los intereses de la deuda que a la inversión en salud o en educación de su juventud.
Es una realidad que no solamente es injusta, sino también inaceptable.
Evidentemente no estamos aquí para rendirnos. Estamos aquí para demostrar que es posible avanzar, que hay soluciones.
Y, además, creo que es importante reivindicar que la historia lo confirma.
En estos últimos 50 años la esperanza de vida ha aumentado en 14 años. El PIB per cápita mundial se ha más que duplicado, y un simple teléfono móvil tiene hoy más potencia de cálculo que un superordenador de hace medio siglo.
Por tanto, lo que quiero decir con esto es que el progreso no ha caído del cielo.
Fue fruto de algo muy concreto. Uno del comercio, dos de la ciencia y tres de la cooperación.
Las tres C del éxito, el comercio, la ciencia y la cooperación, que solo pueden darse en su plenitud en sociedades abiertas.
Y, sin embargo, ese motor que impulsó el desarrollo, hay que reconocer que hoy está gripado.
Se habla cada vez más de aranceles, de restricciones, y de guerras comerciales. Y lo peor es que ya no es solo retórica.
Si miramos los datos entre 2025 y 2026, el crecimiento mundial caerá por debajo del 3%, que es el umbral donde resistía tras la pandemia.
Por tanto, ¿quién paga el precio? Pues evidentemente los de siempre, fundamentalmente los más vulnerables.
Y por eso quiero dejar algo claro. Los aranceles no son un arma arrojadiza, son un freno.
La sobrecapacidad industrial o la competencia desleal son desafíos reales, evidentemente. Pero responder con barreras solo lleva a una derrota colectiva, porque no hay ganadores en una economía que se encierra en sí misma.
Por eso yo coincido con la Presidenta. Es más que urgente reforzar el sistema multilateral.
Es más que urgente reforzar y renovar el papel central de la Organización Mundial del Comercio. Y, reconocer, por tanto, que el mundo de hoy poco tiene que ver con el que vio nacer el GATT, hace casi 80 años, o la propia Organización Mundial del Comercio hace 30 años.
La economía global ya no se mueve solo por mercancías.
Son los servicios, son las inversiones o las compras públicas las que van marcando el peso.
En una economía cada vez más virtual y digitalizada, pues evidentemente, con las reglas que tenemos, tenemos que adaptarlas.
Esa es la tarea que tenemos por delante.
También han cambiado los equilibrios geopolíticos. Hoy hablar de país en desarrollo no puede ser una categoría eterna, automática o interesada.
Necesitamos criterios objetivos: PIB per cápita, consumo energético, pertenencia a foros internacionales.
Las reglas deben reflejar el mundo que es hoy, no como era, no como fue. Y deben aspirar a construir el mundo que queremos.
Por ello, y para ello, necesitamos una palanca clave, que es el conocimiento. Sin ciencia compartida no hay, evidentemente, soluciones para todos. Sin cooperación tecnológica no hay transformación justa. Sin innovación inclusiva no hay futuro sostenible.
Si seguimos encerrándonos en bloques, si nos resignamos, por tanto, al aislamiento, todos vamos a salir perdiendo.
Y en ese sentido, quiero también referirme a cuál es la posición de España, que, desde nuestro punto de vista, tenemos tres prioridades muy claras.
La primera: creemos en una ciencia abierta. El conocimiento no puede ser un privilegio. Lo impulsamos tanto a nivel nacional como también en los foros multilaterales, convencidos de que compartir el conocimiento es la única vía para afrontar los desafíos globales.
La segunda es la igualdad y la inclusión, porque durante siglos prescindimos del talento de la mitad de la población, excluyendo sobre todo a las mujeres del espacio de poder y también del conocimiento.
Y la pregunta que tenemos que hacernos es: ¿de verdad vamos a hacer lo mismo, por ejemplo, con los pueblos indígenas o con las comunidades locales?
Y finalmente, el acceso equitativo, porque hay muchos países que no solamente están enfrentando barreras para innovar, sino también para acceder al saber que otros generan. Y eso creo que es una brecha que, antes al contrario, lo que hace es multiplicar las desigualdades. Y en ese sentido, España defiende una cadena de innovación justa desde el origen hasta la aplicación.
Y no hablamos solo de principios, estamos hablando también de hechos.
Ahí está PRIMA, la iniciativa que lideramos junto a otros 18 países del Mediterráneo para impulsar la investigación, por ejemplo, en sostenibilidad agroalimentaria y en la gestión de un recurso cada vez más escaso como es el agua.
Ciencia, por tanto, al servicio de la vida. Ciencia al servicio del desarrollo económico. Cooperación transformada en soluciones.
Comercio, ciencia y cooperación. No son conceptos abstractos, son instrumentos de progreso, y también son herramientas de justicia.
Porque el desarrollo no solo será verdadero si no es compartido. Y es lo que tenemos que hacer: expandir el desarrollo a todas las capas de nuestras sociedades y a todos los países. Y solo es duradero si está basado en reglas claras y equitativas.
Termino.
Termino con un compromiso. España está comprometida. Frente al ruido, defendemos las reglas. Frente a la fragmentación, defendemos trabajar juntos. Y, frente al miedo, defendemos el optimismo y la esperanza.
Nada más y muchas gracias.
(Transcripción editada por la Secretaría de Estado de Comunicación)
(Intervención original en español)