Sevilla (España)
INTERVENCIÓN DEL PRESIDENTE DEL GOBIERNO, PEDRO SÁNCHEZ
Secretario general, querido António. Es un honor inaugurar junto al secretario general Guterres este foro empresarial de la Cuarta Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo.
No andaré con circunloquios: creo que todos somos conscientes de que mentiríamos si dijese que llega en el mejor momento. La Agenda 2030, que representa nuestro compromiso común con el desarrollo más justo, sostenible e inclusivo, está totalmente amenazada. Lo está por los avances insuficientes, sin duda alguna, pero también por algunos movimientos políticos retrógrados que la atacan sin ningún fundamento.
Y, por tanto, la realidad es innegable: los desafíos globales no hacen más que crecer. Desde el cambio climático hasta la desigualdad, pasando por la lucha contra la pobreza o la causa de la igualdad real y efectiva entre hombres y mujeres, sin olvidar, lógicamente, la energía y su transición hacia energías limpias, o la salud, la sanidad. Y a todo ello se suma, desgraciadamente, cada vez con más fuerza, cada vez con más presencia, la guerra, o las guerras.
Frente a este panorama, necesitamos una nueva ambición colectiva para alejar los nubarrones que amenazan la paz, el comercio mundial y por tanto el orden multilateral. Y esa ambición debe contar con el sector privado como uno de los actores determinantes para lograrlo. Las empresas tienen una capacidad única de transformar ideas en soluciones, riesgos en oportunidades. De generar, con sus inversiones, prosperidad y empleo en las sociedades.
Y lo diré sin ambages: falta más inversión. Desde la crisis financiera de la década pasada -algunos datos son muy elocuentes- la inversión extranjera directa ha reducido a la mitad su peso en el PIB de los países en desarrollo: mientras en 2008 representó casi el 5%, en 2023 hoy equivalía a apenas al 2,3%. 5% en el 2008, 2,3% en el 2023.
De hecho, el promedio de los últimos tres años, alrededor de 900.000 millones de dólares anuales, es inferior al de 2015-2019 (alrededor de 1,1-1,3 billones de dólares).
Por tanto, la primera obligación es revertir esta situación y lo tenemos que hacer también con gobiernos y las instituciones multilaterales. Y para eso estamos aquí. Para asumir nuestra responsabilidad, que es crear las condiciones para que sus inversiones sean posibles. Y lo vamos a hacer con medidas en tres grandes ejes:
El primero de ellos es reducir y compartir riesgos. Nadie le puede pedir a una empresa que invierta si no tiene la seguridad, la garantía de recibir un retorno o puede perderlo todo ante cualquier imprevisto. Por eso, debemos multiplicar los instrumentos de financiación mixta, los seguros y garantías de crédito, la primera pérdida, y otros mecanismos que amplifiquen el alcance y la eficacia de las inversiones.
Segundo, hay que dar pasos para facilitar los proyectos de colaboración público-privada.
Yo creo que los gobiernos y las empresas van a menudo de la mano en infraestructuras, en inversiones en infraestructuras. Pero creo no es suficiente y debemos hacerlo también en áreas como la educación, como la digitalización, como la sanidad o como la economía verde. Proyectos, en definitiva, que creen empleo de calidad y progreso económico y social en los países que más lo necesitan.
Y tercero y último. Urge reformar el sistema financiero internacional. Necesitamos que cumpla plenamente con su función que es la de catalizar el desarrollo. No basta con buenas intenciones; hacen falta hechos. Por tanto, más recursos, más coordinación y mayor voluntad política.
Podemos ver el progreso como un juego de suma cero, con ganadores y perdedores, o podemos también concebirlo como una oportunidad para la prosperidad compartida.
Personalmente y también desde el Gobierno de España estamos convencidos de lo segundo. Es decir, que la verdadera cuestión es una cuestión de voluntad política.
Pienso en África, por ejemplo. Un continente donde la clase media, nada más y nada menos, va a sumar 1.000 millones de personas en el año 2060, según todas las proyecciones. Y que, por tanto, va a multiplicar por tres su contribución al PIB mundial a mitad de siglo. Y que ha triplicado en tan solo una década el número de start-ups que reciben financiación.
No vamos a dejar que la miopía del presente nos haga ver como competidores a quienes pueden ser nuestros aliados y también socios en el futuro. Porque la estabilidad y la prosperidad del llamado Sur Global son imprescindibles para la seguridad económica y la prosperidad económica del conjunto del planeta.
El desarrollo sostenible solo será posible si incluimos a todos. Y estamos decididos a actuar en las tres vías que acabo de referir para conseguirlo.
Excelencias, yo no os puedo pedir que arriméis el hombro si nosotros, los gobernantes, no lo hacemos. Pero necesitamos que la comunidad empresarial nos acompañé. Necesitamos que apuesten por los países en desarrollo. Que inviertan allí donde otros solamente ven incertidumbre. Que ayuden a generar riqueza, a crear empleo, tecnología y cadenas de valor sostenibles en estos países.
Es evidente, lo sabemos, no es fácil. Ustedes se deben a sus accionistas, a sus consejos de administración. Tienen que rendir cuentas ante ellos y obtener los lógicos beneficios.
Pero nadie pide una quimera. El pesimista se queja del viento; el optimista espera que el viento cambie; y el realista ajusta las velas. Yo hoy les animo a que ajusten las velas. Todos juntos -el sector público y el sector privado, los gobiernos y las empresas- tenemos una gran oportunidad por delante. Una oportunidad para combatir la pobreza, para reducir la emergencia climática y también la volatilidad financiera que aquejan a los países del Sur Global. Para no dejar atrás a millones de personas que viven aquí enfrente, justo enfrente se Sevilla, a solo 14 kilómetros de las costas de España en Andalucía. Pero también para que los logros que consigamos redunden en lo mejor que tenemos y es el privilegio de habitar esta otra parte de la orilla.
Estamos a tiempo de ampliar los mecanismos de financiación innovadores que impulsen inversiones transformadoras, inversiones estables, orientadas al largo plazo, que generen verdaderas oportunidades en los países receptores.
Los países en desarrollo deben crear un entorno más propicio. Por tanto, más seguridad jurídica. Empresas que quieran invertir, crear empleo y pagar los impuestos que les permitan progresar a estas sociedades. En eso consiste el contrato global por el desarrollo sostenible que proponemos.
No lo olvidemos: sin sistemas fiscales sólidos, estas naciones no van a poder financiar sus servicios públicos esenciales, tampoco las infraestructuras, ni la estabilidad institucional que, a su vez, son condiciones necesarias para la inversión. Para su inversión. La prosperidad debe ser un círculo virtuoso, no un juego de suma cero.
Termino. Este foro empresarial nace precisamente con esa vocación: construir alianzas sólidas entre lo público y lo privado. Porque no es posible el desarrollo sostenible sin una participación mucho más decidida de las empresas.
Mi país, España, está plenamente comprometida con esta visión donde la rentabilidad económica, la sostenibilidad medioambiental y la justicia social vayan de la mano.
Y queremos liderar, junto a Naciones Unidas, un esfuerzo global para movilizar más inversión responsable y también sostenible en los países que más la necesitan. Aprovechemos este foro empresarial para conectar ideas con capital, para buscar soluciones, propuestas, alianzas, personas y posibilidades.
El coste de no hacer nada son cientos de oportunidades perdidas para nuestras empresas, pero también millones de vidas que se pueden quedar por el camino.
Porque cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible no es solo una meta política. Es un imperativo ético. Y también una oportunidad económica y social de una extraordinaria magnitud. Hagámosla realidad.
Nada más y muchas gracias por su atención
(Transcripción editada por la Secretaría de Estado de Comunicación)