Intervención del presidente del Gobierno en el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía 2022, organizado por Naciones Unidas y el ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico

17.6.2022

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Madrid

INTERVENCIÓN DEL PRESIDENTE DEL GOBIERNO, PEDRO SÁNCHEZ

Presidenta, ministros, Ibrahim Secretario General de la Convención contra la Desertificación, Patricia, activista y fundadora de Pa Tree y Alain-Richard Donwahi presidente de la COP 25 y ex ministro de Bosques y Agua de Costa de Marfil.

Me gustaría, en primer lugar, en nombre del Gobierno de España, dar la bienvenida a esta jornada para la concienciación y la reflexión por el Día Mundial contra la Desertificación y la Sequía.

Fue hace 28 años, un 17 de junio, cuando se aprobó en París la Convención de Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación con el consenso de más de un centenar de naciones.

Y por tanto, es un honor para España haber sido elegido, como decía antes el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, anfitrión este año en el que nos reunimos bajo un lema como es el de "superamos juntos la sequía".

En primer lugar, quisiera hablar de la situación climática que estamos atravesando en estos últimos días. Estamos viviendo a una inusual ola de calor para estas fechas del mes de junio, con temperaturas extremadamente elevadas en la mayor parte de la Península Ibérica y también de las Islas Baleares. Por tanto, debemos estar alerta.

Me gustaría aprovechar esta tribuna para pedir a todos los ciudadanos y ciudadanas que extremen las precauciones para protegerse y sobre todo, durante las horas centrales del día, que eviten, en definitiva, la sobreexposición al sol, que se hidraten y que cuiden de los más vulnerables para que no sufran un golpe de calor.

En definitiva, que nos cuidemos y que también cuidemos a nuestro entorno, que extrememos las precauciones contra los incendios protegiendo nuestro medio ambiente.

Que pensemos en todos aquellos que se están jugando literalmente la vida en este momento, en primera línea de los incendios que estamos sufriendo para apagarlos y que ahora mismo necesitan de la colaboración del conjunto de los ciudadanos y ciudadanas, además de las instituciones públicas. Pensemos en quienes van a tener que hacerlo también durante este verano y los próximos meses.

Evitémoslos y entre todos trabajemos por anticipar y prevenir esta ola de calor y también, lógicamente, de incendios que estamos sufriendo.

Miren, muchas veces hablamos del calor de forma anecdótica, comentamos que nos hemos quedado sin primavera, sin días de entretiempo, o comparamos hasta incluso las máximas históricas en las temperaturas.

Pero el tiempo pasa y llega el otoño y nos volvemos.

O mejor dicho, no volvemos a acordarnos de esto hasta que el año siguiente regresan las temperaturas altas y cada vez, por cierto, más tempranas.

Entonces vemos como los termómetros marcan los 43 grados en varios lugares de España, cuando apenas estamos rozando mediados de junio y por lo tanto estamos ante temperaturas que ya no son solamente una anécdota, sino que además tienen efectos muy adversos sobre medio ambiente de nuestro país, como son los que se van a analizar precisamente en esta jornada de hoy.

Por eso el Día Mundial contra la Desertificación, para mí supone una oportunidad para no dejar de señalar el cómo tenemos que relacionar todos estos signos con el reto global al que nos estamos enfrentando juntos y cuanto antes, que es la adaptación y la mitigación contra ese desafío global que es el cambio climático.

Un proceso que, primero, es imposible negar porque estamos ante una evidencia científica y negarlo es una irresponsabilidad, un insulto a la inteligencia, un insulto a la inteligencia del conjunto de la sociedad y cuya lucha, la lucha contra el cambio climático vertebra una de las transformaciones más importantes que tenemos por delante como país, que es una transición ecológica, que tiene que ser justa, que tiene que ser inclusiva desde el punto de vista social y también desde el punto de vista territorial.

Nos jugamos mucho en esta batalla.

Debemos hacer frente al negacionismo y a sus consecuencias.

Ellos hablan del fanatismo climático, hablan de la religión climática, pero no hay mayor fanatismo que el de quienes niegan la evidencia científica y, por tanto, no existe alternativa.

El único camino serio, responsable, solidario, es el de la sostenibilidad, el de la transición ecológica y el de la protección del planeta. Como dicen los más jóvenes, no puede haber un plan B porque no existe un plan B.

Por tanto, el calentamiento global trae consigo la multiplicación de eventos climáticos extremos, como las olas de calor que ahora mismo estamos atravesando y sufriendo en nuestro país.

Y quisiera ofrecer algunos datos que nos permiten valorar en qué situación nos encontramos y a qué tenemos que hacer frente.

El 6.º informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático indica que los cambios inducidos por la actividad humana han aumentado la frecuencia y la intensidad de las sequías en todas las regiones del planeta.

La región mediterránea en la que se encuentra España es una de las más afectadas y donde mayor evidencia es la influencia humana en el medio ambiente.

Un aumento de la temperatura de 1,5 grados duplicaría la frecuencia de las sequías que actualmente tienen lugar cada diez años con un aumento de dos grados.

Las sequías serían 2,4 veces más frecuentes y si no se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero, 1/3 de la superficie terrestre estará afectada por una sequía de tipo moderado antes del año 2100 y en el año 2050, entre 4800 y 5.700.000.000 de personas sufrirán, como bien se ha comentado antes, la escasez del agua al menos una vez al mes.

Según los datos del Banco Mundial, hasta 216 millones de personas se van a ver forzadas a migrar por esa escasez y por factores asociados a ella, como por ejemplo, la degradación de la tierra, como aquí se ha referido, o la consecuente reducción de la producción agrícola y o el ascenso del nivel del mar, y sin duda alguna, también la superpoblación.

Y un aumento de cuatro grados supondría que el 50% de todos los habitantes del planeta estarán afectados por la sequía y en nuestro país se confirman además, por desgracia, esas tendencias.

La Península Ibérica es un territorio cada vez más seco.

El caudal de nuestros ríos ya es menor que hace 40 años, debido a un uso ineficiente también e insostenible del agua.

22 millones de personas, prácticamente la mitad de nuestra población, vive en lugares donde el consumo de agua supera la cantidad disponible.

3,3 millones de personas padecen escasez severa y si no acometemos la transición ecológica, el 70% del territorio padecerá con frecuencia eventos extremos como los que estamos viviendo durante estos últimos años con particular insistencia.

Y serán además cada vez más intensos y 27 millones de personas a la postre vivirán en zonas con escasez de agua.

Y una última cifra, probablemente la más dura, la más dramática. Y es que más de 11.700.000 personas en el planeta murieron en este último siglo debido a la sequía en el conjunto del planeta Tierra.

En definitiva, las sequías no son solo falta de precipitaciones, también provocan degradación, crisis climática. Tienen un impacto negativo sobre los ecosistemas, afectan la estabilidad económica, social y, en consecuencia, también política de las naciones, e incrementa la vulnerabilidad ante otros desastres naturales, como puedan ser las inundaciones o las olas de calor.

Y, por tanto, la desertificación es la degradación de las tierras en zonas secas.

Y evidentemente, aunque tiene causas muy variadas, principalmente son consecuencia o bien del cambio climático o bien de la sobreexplotación insostenible de los recursos naturales.

Por eso no podemos ni desentendernos ni desatender a estos datos.

Debemos actuar juntos y debemos hacerlo ya, como aquí se ha dicho por parte del resto de intervinientes, porque sabemos que, si no tomamos medidas ahora no, no va a haber margen para respuestas meramente reactivas, improvisadas. Yo diría que, hasta incluso coyunturales, ya que los ciclos serán cada vez más recurrentes, más prolongados y mucho más severos.

Por tanto, el futuro inmediato se define con una palabra que es la adaptación y la forma de gestionarlo se resume con un enfoque imprescindible que es el de la planificación.

La estrategia de adaptación al cambio climático de la Unión Europea creo que aborda numerosos aspectos relativos a la mejora de la información del conocimiento para poder dar respuestas sólidas a ese futuro.

Y en el nuevo programa de trabajo para el periodo 2022 - 2024 de la Estrategia Común de Implementación de la Directiva Marco del Agua, se reconoce la necesidad de incrementar la atención en cuestiones relacionadas con la gestión eficaz y eficiente de los recursos hídricos.

En España, sin ir más lejos, la Ley de Cambio Climático y Transición Energética que aprobamos hace ya un año establecía y establece que los objetivos de los planes hidrológicos deben velar por conseguir la seguridad hídrica de las personas por preservar y mantener una rica biodiversidad que tenemos afortunadamente en nuestro país y lógicamente también por la estabilidad de las actividades económicas.

Y junto con ello, el segundo Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático 2021- 2030 tiene como objetivo la construcción de un país que debe ser necesariamente menos vulnerable y, en consecuencia, más seguro frente a los impactos y los riesgos derivados del cambio climático.

Tenemos que conseguir ser un país capaz de resolver y responder a esta adaptación de nuestro entorno al cambio climático.

Y bajo estas premisas estamos culminando en estas semanas el Ciclo de Planificación Hidrológica de nuestro país para el periodo 2022 2027.

De él forman parte, como saben ustedes, los planes especiales de sequía, que están basados en un sistema de indicadores que definen de forma objetiva cada situación, señalando cuándo actuar y cómo actuar.

La nueva estrategia de lucha contra la desertificación a nivel estatal identifica también la creciente acidificación y la mayor intensidad y frecuencia de sequías, como dos de los factores que aumentan el riesgo de la desertificación y sus impactos sobre los ecosistemas y el bienestar humano.

Y a su vez, la estrategia aboga por una gestión sostenible de los recursos terrestres y del agua y de la restauración de las zonas degradadas como las medidas más eficaces para eso, para minimizar los impactos de la sequía y la desertificación en nuestro país.

Por eso me gustaría anunciarles una iniciativa que es la iniciativa Restaurando paisajes y agua para la adaptación y la resiliencia (Restoring Landscape and Water to Adapt and Resilience).

Esta iniciativa lo que va a hacer es reforzar los vínculos que tenemos de colaboración con el continente africano, luchar conjuntamente contra la desertificación en ese continente que es, por desgracia, uno de los más afectados.

Y en esta lucha, en este trabajo que tenemos que emplearnos con determinación, debemos realizarlo bajo el liderazgo inequívoco del multilateralismo y de las Naciones Unidas, sumando esfuerzos, alineando estrategias, ejecutando coordinadamente las acciones.

Y en ese sentido, propongo que todos nos sumemos a esta iniciativa con el objetivo simple y sencillo de fortalecernos más aún frente a uno de los desafíos de nuestro siglo, como es la lucha contra la desertificación y la sequía.

Porque sinceramente, señoras y señores, pocas cosas hay más urgentes y también más importantes que ocuparnos de hacer de nuestro planeta un lugar habitable para las generaciones de hoy y para las generaciones del futuro.

Sabemos que la vegetación, sobre todo los bosques, tienen una gran importancia en un contexto como en el que estamos de cambio climático, porque capturan, almacenan carbono y favorecen la conservación de nuestra biodiversidad.

Pero los bosques no solo crecen donde hay un clima propicio, también condicionan ese clima y los ciclos del agua son críticos para esos ecosistemas. La relación bosque-agua y tierra y atmósfera, es decir, el papel de la vegetación en el ciclo del agua y también la influencia sobre el clima, nos plantea interesantes posibilidades de cómo restaurar la cubierta vegetal para aumentar, precisamente la resiliencia de las áreas que tienen un riesgo muy alto, muy elevado a la desertificación.

Esta iniciativa de restauración de paisajes y de agua se enmarca en la década de la restauración, promovida, precisamente, por las Naciones Unidas y por su Secretario General, y va a contribuir a lograr la neutralidad en la degradación de la tierra; una de las principales metas dentro del Objetivo 15 de la Agenda 20 30 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

De esta forma, ¿qué es lo que estamos haciendo? Bueno, pues yo creo que lo que estamos haciendo es priorizar la restauración del ciclo del agua mientras se equilibran otros bienes, como por ejemplo la captura y almacenamiento de carbono, la conservación de la biodiversidad y también la seguridad alimentaria.

Queremos, en definitiva, conectar el conocimiento y la práctica a diferentes escalas, buscando distintos actores que de forma voluntaria recopilen, compartan, ejemplos prácticos que sean exitosos -También los fallidos son importantes para saber dónde están los errores y cómo tenemos que mejorar- y lógicamente, que se puedan transferir y se puedan replicar en todas las regiones del planeta.

A partir de la ciencia y con la promoción de diálogos científicos, dando acceso a la información, al intercambio de conocimiento y, lógicamente también, desarrollando proyectos piloto, creo que podemos liderar junto a otros muchos países esta gran iniciativa y que muchas otras regiones puedan beneficiarse de ese conocimiento científico que vayamos adquiriendo, recopilando y compartiendo.

Concluyo haciendo, haciendo una reflexión sobre el futuro.

Hace tiempo recibí una carta en el Palacio de la Moncloa que decía textualmente lo siguiente. Planteaba una pregunta y era la siguiente: ¿Qué sentirían ustedes si fueran niños como nosotros y tuvieran toda la vida por delante en un planeta como este? Esta era una carta que firmaban los alumnos y las alumnas de una clase de 4 º de primaria de un colegio de Andalucía.

Y creo que es una pregunta pertinente. Es una pregunta directa que me ha acompañado desde entonces, desde el momento en la que le recibí. Porque nos apela como adultos y también como representantes y responsables públicos y políticos. Porque de ellos y de ellas es ese futuro. Son ellos y ellas los que verán como su vida esté condicionada a los cambios que se produzcan como consecuencia del clima y del paisaje.

Creo que la gestión que cada uno de nosotros hacemos del uso de la tierra modula el impacto de estos fenómenos extremos a los cuales estamos ahora mismo viéndonos abocados, incluidas las sequías o las olas de calor que ahora mismo estamos sufriendo en la Península Ibérica.

Por tanto, es nuestra responsabilidad. Es nuestra responsabilidad que ese futuro y este planeta sean habitables, como dice el lema de hoy "Superemos juntos la sequía y luchemos desde ya contra el cambio climático", que es sin duda el mayor desafío que tenemos por delante.

Y hoy ahora, como ha dicho el secretario general Guterres, es más urgente que nunca.

Así que muchas gracias y enhorabuena por la celebración de esta convención aquí en Madrid.

(Transcripción editada por la Secretaría de Estado de Comunicación)
(Intervención original en español)