Intervención del presidente en el encuentro sobre el Tratado Internacional de Pandemias

20.4.2021

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Andorra La Vella

Muchas gracias, Rebeca, Majestad; Cap de Govern; presidente de Guatemala; presidente… Querido Emmanuele; presidente de Chile, Sebastián; querido Carlos, presidente de Costa Rica. Muchísimas gracias.
Aquí, Rebeca, tienes la representación de distintos países que claramente hemos apostado por liderar la iniciativa de un tratado internacional de pandemias.
Y la pregunta sería efectivamente, ¿por qué no? ¿Un tratado internacional de pandemias? Y creo que la respuesta es bien clara: no podemos olvidar, tenemos que aprender muchas de las lecciones que estamos extrayendo de manera dramática en muchas ocasiones de esta pandemia.

Si yo echo la vista atrás y pienso en mi experiencia como presidente del Gobierno, ¿cuáles son los defectos que hemos visto?, ¿los errores que se han cometido? ¿Las carencias que hemos detectado y que se han subrayado por parte de los colegas que me han precedido en el turno de la palabra?
Claramente el 14 de marzo en España, que fue la primera vez que aprobé el estado de alarma, creo que puedo compartir con el resto de compañeros de gobierno que nos manejábamos en la oscuridad. Nos estábamos enfrentando a un virus desconocido por la ciencia, como se ha dicho.

Y en segundo lugar, no habíamos tenido la capacidad de anticiparnos. Yo tuve que aprobar el estado de alarma, entre otras cuestiones, porque la ciencia me decía entonces ya, que muy pocos días, en muy pocas semanas, si no tomábamos decisiones drásticas, las UCIS, las presiones hospitalarias en los distintos países, también de España, iban a verse sobrepasadas como consecuencia de los contagios.
Por tanto, es evidente que los gobiernos no contamos con instrumentos de prevención ni de conocimiento de la información y, por tanto, de anticipación a la pandemia.
En segundo lugar, yo creo que, como bien ha comentado antes el primer ministro de Portugal, Antonio, hemos visto también la fragilidad de la cadena de suministro. Para que se hagan una idea, todos ya conocemos la importancia de los respiradores para hacer frente al COVID. En España entonces, en el 14 de marzo, solamente había dos pequeñas empresas familiares que fabricaban respiradores en un país de 47 millones de personas.

Tuve que llamar a la canciller Merkel, al primer ministro sueco, porque era allí donde se fabricaban en Europa la totalidad de respiradores que se suministraban en el continente europeo.
Bueno, nos vimos obligados a no voy a decir intervenir, pero sí a colaborar con estas pequeñas empresas familiares para poder escalar en cuestión de días la fabricación de respiradores. Y otro tanto ocurre efectivamente con las mascarillas y con otros muchos materiales que se han revelado como fundamentales para los profesionales sanitarios garantizar su seguridad, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. En fin, todos los trabajadores y el resto de la población.
Por tanto, junto con la carestía y la precariedad de la información y por tanto de la capacidad que tenían los gobiernos de prevención y anticipación a la pandemia.
En segundo lugar, una fragilidad clarísima en la cadena de suministros. Nosotros en España, como el resto de gobiernos, ¿cómo los suplimos?, lo suplimos en muchas ocasiones gracias a la colaboración de las grandes empresas que tenían contactos e información y lógicamente clientes en China, principal productor, en este caso mundial, de mascarillas en esos momentos tan difíciles.

Me gustaría también reconocer el compromiso de las grandes empresas españolas y de la comunidad iberoamericana para proveer a los compatriotas, a nuestros compatriotas en los momentos más difíciles y más duros de la pandemia.

Y finalmente, la ciencia, como bien se ha referido aquí. Y en eso suscribo todas las palabras que han intervenido de los distintos líderes de Chile, de Costa Rica, de Francia y de Portugal.
Dos cuestiones más que me gustaría decir en relación con la prevención y la calidad de la información.
En Europa estamos haciendo bastante en este aspecto. Es verdad que los países hemos tenido que reforzar una política que, reconozcámoslo, habíamos debilitado a lo largo de estos últimos años, de estas últimas décadas que fue precisamente la salud pública.
Las antenas para saber exactamente cuál era la evolución o el riesgo de cualquier pandemia que pudiera surgir en nuestros países. Pero es verdad también que ha habido una carestía y una precariedad en cuanto a la información que compartíamos dentro del seno de la Organización Mundial de la Salud, para saber exactamente cuál era la evolución de la pandemia de manera fiable en todos y cada uno de los países.

Por tanto, el impulsar mecanismos de comunicación, de interoperabilidad transparentes y de intercambio de datos entre países es fundamental. Y esto es algo que se está planteando también en este tratado internacional de pandemias, el compartir información, el compartir también conocimiento.
Yo recuerdo que los primeros momentos de la pandemia, cuando la Organización Mundial de la Salud llamó a la puerta del Gobierno de España para conocer cómo estábamos respondiendo a la pandemia, nosotros abrimos las puertas, quisimos que viniera porque así también nosotros podíamos no solamente compartir información que seguro iba a ser relevante para otros gobiernos, sino que nosotros también podíamos aprender de lo que la Organización Mundial de la Salud nos decía que estaban haciendo otros países de manera eficaz.
Y otro tanto ocurre con el conocimiento científico.

Yo quiero, por ejemplo, poner en valor un estudio que ha hecho, ha impulsado precisamente el Instituto Carlos III, una institución científica muy relevante en el entramado científico español llamado el estudio de seroprevalencia, en el que nos ha permitido no solamente publicar en la revista científica Lancet los resultados de estos de este estudio seroprevalencia, sino que también nos ha permitido contar con herramientas para conocer exactamente cuál era la capacidad diagnóstica de nuestro país y, por tanto, saber cuál era la real dimensión de las olas cada vez que venían.
De hecho, gracias a ese estudio de seroprevalencia, sabemos que en marzo, cuando sufrimos la primera ola, solamente detectamos el 10% del total de contagios. Esa era la precariedad con la que estábamos trabajando. Y que en cambió hoy, pues muy probablemente estemos en torno a un 80 o un 90% de la capacidad de diagnóstico y sepamos exactamente cuál es la dimensión de la ola. Lo digo por complementar lógicamente algunos de los aspectos que se han comentado por parte del resto de colegas.

Y finalmente, yo comparto con los colegas el que, en efecto, no vamos a estar seguros hasta que todos estemos seguros. Y en ese sentido, yo creo que la comunidad iberoamericana y, sin duda alguna, Europa tenemos muchísimo que hacer, no que decir, sino hacer en ese ejercicio de solidaridad.
Porque creo que no solamente tenemos la obligación, el deber, sino que efectivamente, como bien ha dicho el presidente de Chile, la solidaridad tiene que ser una de las principales lecciones que extraigamos de esta pandemia.

Yo quiero finalizar con algo que ha dicho el presidente Piñera y que me parece relevante, me parece muy importante porque, además, en la comunidad iberoamericana y cuando hablo, por ejemplo, ayer que tuve la ocasión de hablar con el presidente de Guatemala o con el presidente de la República Dominicana, o incluso con el propio Carlos Alvarado, ¿no?, lo hemos comentado en muchas ocasiones: la emergencia climática.
Para eso sí que no hay vacuna. Para eso sí que no hay vacuna.

Y por tanto, creo que si tenemos que extraer una lección de esta pandemia es que tenemos inevitablemente que reforzar el uso de instrumentos multilaterales y tenemos que redoblar y reforzar nuestros compromisos multilaterales, sobre todo los vinculados con el cambio climático.
Tenemos a las puertas una COP en Glasgow y creo que son muy buenas noticias las que nos llegan de países que, hasta hace muy poco, renunciaron a estar en la cumbre de París, a cumplir con los compromisos de París. En este caso, la administración estadounidense.
Y espero que, efectivamente, esto sea un antes y un después también en uno de los principales compromisos que tiene la humanidad que es la mitigación y adaptación al cambio climático.

(Transcripción editada por la Secretaría de Estado de Comunicación)
(Intervención original en español)

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