Intervención en la entrega del Premio Nacional de Arquitectura

30.10.2020

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PEDRO SÁNCHEZ, PRESIDENTE DEL GOBIERNO

Caro Primer Ministro Costa, querido António.

Querido Ministro, miembros del jurado, equipo del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana.

Estimado Álvaro Siza, amigos y amigas:

Hace unos años tuve la ocasión de visitar en Finlandia algunos edificios de otro insigne arquitecto, Alvar Aalto. Recuerdo bien la impresión que me produjo una obra en concreto, en un pequeño ayuntamiento de ese país. Ante él, experimenté hasta qué punto, política y arquitectura pueden llegar a confluir e identificarse.

Más allá del edificio en sí, lo que me fascinó fue la capacidad de la arquitectura para materializar un lugar que represente los intereses de la ciudadanía. Un lugar donde se puede dirigir y administrar la vida política de una ciudad, de un municipio en concreto y que el conjunto de ciudadanos y ciudadanas se pudiera ver representado en él.

El año 2019, como bien ha dicho el primer ministro portugués, por primera vez en nuestra historia, recibe un arquitecto, en este caso portugués, este insigne premio, Álvaro Siza. Y, en su arquitectura, al igual que en la de Aalto, la construcción del lugar aparece como un interés constante. En sus edificios, se acaba dibujando un telón de fondo donde trascurre la vida de las personas, acompañándolas, dignificando el lugar en el que habitan.

Con frecuencia, sus obras aparecen en continuidad con el paisaje existente. Obras que celebran el respeto por el medio ambiente. Que establecen asociaciones inesperadas, revelando aquello que ya existía en el lugar pero que nadie se había detenido a mirar.

Y además de ese papel pedagógico, la arquitectura de Álvaro Siza posee otro valor ante la sociedad. Y no es sólo el de la belleza, que también ha sido evocado por los distintos intervinientes, es su capacidad de mejorar el bienestar de las personas.

Desde el Gobierno queremos impulsar, como saben, la arquitectura de calidad, no sólo con las herramientas normativas a nuestro alcance, lógicamente, sino siendo proactivos en la divulgación de sus intereses inherentes. Entendemos la importancia de visibilizar las relaciones de afecto que se establecen en cuanto a escala, materiales y la vinculación con lo existente. Relaciones que intervienen directamente en el entorno social y también en la calidad de vida de los ciudadanos y ciudadanas.

La pandemia que estamos viviendo, la emergencia sanitaria que estamos atravesando, nos ha hecho cuestionarnos muchísimas cosas: nos ha hecho cuestionarnos nuestra forma de vivir, nuestra forma de trabajar, también de relacionarnos desde el punto de vista social. Y si ha puesto en valor, más si cabe, es la necesidad de dotar al conjunto de ciudadanos y ciudadanas de espacios de dignidad. De lugares donde poder desarrollar sus actividades y relacionarse de forma segura.

En este sentido, los arquitectos, las arquitectas, deben jugar un papel fundamental, diría yo, en esta transformación que está demandando el conjunto de la ciudadanía. Y hacerlo desde su conocimiento y sabiduría, pero también desde su espíritu cívico y convicciones personales, como tan bien representa el premiado. Porque en sus manos está hacer propuestas que mejoren el entorno donde vivimos, tanto a escala doméstica como en el ámbito urbano y también territorial.

Esta pandemia, que estamos sufriendo, dejó hace unos meses desnudas nuestras calles y nuestras ciudades, permitiendo que, en el silencio que provocaba el vacío, ese enorme vacío, pudiésemos escuchar sus latidos de una manera que desconocíamos. En el medio de ese silencio, la pandemia mostró con crudeza la necesidad de tener edificios que tengan una dimensión humana. La necesidad de llamar a esos espacios hogar.

Por eso debemos dar un nuevo enfoque a nuestro entorno construido. Un enfoque que impulse, algo tan fundamental como es la cohesión social, que reduzca las desigualdades, que hay un riesgo cierto de ensancharse como consecuencia de esta emergencia sanitaria, económica y social. Que se adapte a las transformaciones que se han acelerado como consecuencia de la pandemia: la transformación digital, y que asegure la sostenibilidad medioambiental. Que proteja, en definitiva, la salud y el bienestar de todos, y aplique transversalmente aspectos fundamentales como es la inclusión social o la perspectiva de género.

Un enfoque que tampoco olvide, por supuesto, la belleza, porque la arquitectura no es solo la expresión física de los lugares donde viven las personas. No es sólo la belleza de lo que vemos o el lugar por el que pasamos.

Es también un hecho artístico de primera magnitud. Es, incluso, un símbolo de nuestra identidad, de nuestra sensibilización y de nuestros deseos como sociedad.

Como saben, trabajar por una España verde y una España cohesionada e inclusiva son dos de las directrices que vertebran el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia que ha presentado el Gobierno de España ante las instituciones comunitarias y ante el conjunto de la ciudadanía española. Sobre ellas se construyen diez políticas palanca, cuatro de las cuales tienen que ver con la arquitectura y también con el urbanismo: en primer lugar, la Agenda urbana y rural, y la lucha contra la despoblación, uno de los principales retos que tiene nuestra sociedad; en segundo lugar, la creación de infraestructuras y ecosistemas resilientes; en tercer lugar, la transición energética justa e inclusiva; y por último, el impulso de la industria de la cultura.

Queremos una España referente en la protección y en la conservación de nuestras riquezas naturales.

Queremos un crecimiento económico sostenible, apoyado en la innovación social.

Queremos una España que impulse ciudades saludables, desde las grandes áreas metropolitanas a los pequeños municipios. Y que lo haga mediante la rehabilitación urbanística, la búsqueda constante de la eficiencia, la implantación de energías renovables y la configuración de una movilidad que debe ser sostenible.

Queremos una España que planifique considerando la edad de las personas y el género. Una España orientada a devolver espacios peatonales y a garantizar la conectividad física de aquellos que viven en zonas más despobladas, remotas o dispersas.

En este empeño, los españoles no viajamos solos. Nunca lo hemos hecho. De hecho, ahí está el impulso a la construcción europea, que distintos países hemos liderado a lo largo de toda su historia. Y sin duda ahí está la tradición de la cooperación ibérica entre España y Portugal data de largo, como cabe esperar de dos países limítrofes, con una historia común y compartida que hace gala de la riqueza de nuestro patrimonio y de la defensa de la diversidad cultural.

Sobre esa vocación de universalidad reflexionábamos hace unos días en Guarda, en la cumbre hispano-portuguesa el primer ministro Costa y yo mismo. Y me agrada poder retomar hoy, de nuevo con el Primer Ministro Costa, algunas de las ideas que apuntamos entonces sobre el potencial de nuestra identidad y de nuestras culturas.

Álvaro Siza, el ganador del Premio Nacional de Arquitectura, ha estado siempre en sintonía con esos valores que compartimos, como es el reequilibro social la reducción de las desigualdades o la mejora de la calidad en la construcción con relación al lugar en que se construye. De hecho, gran parte de su trabajo se centra en la vivienda social.

La arquitectura de Álvaro Siza reivindica su capacidad de abordar todas las brechas que, como sociedad, queremos cerrar. Aspiramos a cerrar. La arquitectura es el rostro de una ciudad, de un paisaje, y se convierte por tanto en el espejo de su alma, como dice el conocido refrán español.

Álvaro Siza sabe que el paso del tiempo -y los acontecimientos que no esperábamos, como esta pandemia- demuestran que la gran arquitectura no solo tiene que ver con el hecho físico de la construcción y sus materiales, sino también con la escala, la proporción, la belleza estética, la funcionalidad, la vinculación con el exterior, el suelo, la sostenibilidad, la durabilidad o la flexibilidad a lo largo de los años.

España tiene mucho que agradecer a un gran arquitecto como Álvaro Siza, un maestro que ha influido tanto en la arquitectura española. Ha influido en los arquitectos y arquitectas de nuestro país con su obra, convirtiéndola en un modelo de inspiración para varias generaciones de arquitectos. Mujeres y hombres que, con su trabajo, participan en este proceso de transformación social que estamos viviendo. Arquitectos y arquitectas que son, y seguirán siendo, protagonistas activos de reactivación y modernización de nuestra economía.

Nuestra Carta Magna, en el artículo 47, dice que "todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada". Y que los poderes públicos deben promover las condiciones necesarias para ello. El derecho de cualquier persona a vivir dignamente; no simplemente a sobrevivir. Porque, casi siempre, construir puede ser un acto de belleza; pero también un acto, y es lo que me gustaría reivindicar, de humanidad.

Por ello, quiero subrayar el compromiso de seguir trabajando para garantizar el derecho a una vivienda digna; de seguir promoviendo una arquitectura cada vez más sostenible; de desarrollar nuevos modelos urbanísticos centrados en la ciudadanía; y de afianzar la protección, conservación y rehabilitación de nuestro rico e inmenso patrimonio histórico.

Los lugares donde los seres humanos vivimos, donde nos reunimos, donde levantamos nuestros ayuntamientos, parlamentos o nuestras bibliotecas, donde amamos y donde soñamos. Eso es la arquitectura. El lugar en el que nos cobijamos en cada momento. Por eso quiero felicitar de nuevo al premiado, Álvaro Siza.

Como bien ha compartido él mismo en alguna otra ocasión: "Aprender a ver es fundamental para un arquitecto y para cualquier persona. Aprender no solo a mirar, sino a ver en profundidad, en detalle, globalmente". Todos debemos aprender a ver. No basta con mirar. Hay que saber descifrar y entender.

Hoy da también la casualidad, estimada Marta, de que estamos entregando este premio precisamente en el día en que estamos conmemorando el nacimiento hace 110 años de un poeta universal como Miguel Hernández.

Uno de sus poemas, de los más célebres, se titula "Las manos". Y define a las manos, esas manos que hemos visto en muchos de los dibujos de Álvaro Siza, como herramientas del alma; su mensaje.

Pues bien, muchísimas gracias querido maestro, por demostrarnos que las manos de la arquitectura sirven para unir, para cohesionar, para cerrar brechas.

Gracias por la inspiración que tu obra ha dejado en tanto arquitectos y arquitectas y en aquellos que nos aproximamos a la arquitectura como personas amantes de la belleza que tu representas.

Muchas gracias.

(Transcripción editada por la Secretaría de Estado de Comunicación)