Clausura del Foro económico global entre América Latina, España y Estados Unidos

24.9.2019

  • x: abre ventana nueva
  • Whatsapp: abre ventana nueva
  • Linkedin: abre ventana nueva
  • Enviar por correo: abre ventana nueva

Nueva York

PEDRO SÁNCHEZ, presidente del Gobierno en funciones.

Buenas tardes, amigos y amigas, señoras y señores,

Quiero agradecerle, sinceramente, a la Cámara de Comercio de Estados Unidos y también al diario El País, del Grupo Prisa, la labor desarrollada por organizar este encuentro.

Eventos como este ayudan en algo crucial a los negocios internacionales, y es en abrir puertas, permitir un mejor conocimiento mutuo de los países, también de sus instituciones y, por encima de todo, derribar fronteras y trabas para el comercio. En definitiva, construir confianza, que hace falta en la política global en la actualidad. Algo especialmente valioso en unos tiempos de pulsiones proteccionistas como las que vivimos y como las que todos somos conscientes de que atraviesan la política global y la economía global.

Este año, además, esta Cámara, la Cámara estadounidense, cumple 60 años. Y por eso quiero, en primer lugar, trasladarles un mensaje de gratitud en nombre del Gobierno y el conjunto de la sociedad española. Agradecimiento y felicitación que hago extensivos a la Cámara de Comercio de España y a su presidente, José Luis, que está ahí presente, en primera fila.

Gracias y enhorabuena por seis décadas de trabajo para que dos países unidos por tantas cosas, como antes recordaba el embajador, encuentren cada día más razones para compartir ese futuro y también el desarrollo económico.

Bueno, entrando en materia, saben ustedes que hoy el Banco de España y, además, hemos tenido la ocasión de poder escuchar la intervención del Gobernador del Banco de España, ha revisado las perspectivas económicas de España y su crecimiento para este año y para el año siguiente. Son unas perspectivas de crecimiento más semejantes a las que el Gobierno de España había mantenido desde el principio de este año. Y hace apenas una semana también la OCDE volvió a revisar a la baja los datos de crecimiento global para este año y también para el año 2020.

Se trata de una revisión intermedia y que, por tanto, no afecta o no desciende a nivel de país, mejor dicho. Y, aun así, el economista jefe de este organismo, de la OCDE, indicó durante la presentación del Informe, y cito textualmente, que España resiste mejor la desaceleración de la media de la zona Euro.

Este juicio, por positivo que sea --que lo es, sin duda alguna--, reafirma la voluntad del Gobierno de España de trabajar por ofrecer dos valores decisivos en un contexto como el que atraviesa ahora mismo la economía global y la economía europea, y es la estabilidad y la certidumbre.

Como presidente del Gobierno en funciones quiero hacer un diagnóstico realista sobre ese contexto; no minimizar los riesgos, que son evidentes. Y estoy convencido de que a lo largo de la jornada habrán podido ustedes compartir algunos de esos riesgos. Pero tampoco exagerar las fortalezas y las debilidades que tiene nuestra economía. Ni complacencia, por tanto, y tampoco pesimismo, sino responsabilidad y confianza en las potencialidades, no solamente ya de la economía española, que son muchas, sino del conjunto de la sociedad española; de sus grandes firmes, aquí presentes, de las pequeñas y medianas empresas, que tienen internacionalizarse mucho más, de nuestros emprendedores y de quienes están abriéndose paso en nuevos mercados de ideas innovadoras para encarar los retos que tenemos por delante.

Desde finales de 2017 nos enfrentamos a un escenarios global especialmente complejo. Cada día más complejo. Un entorno con notables incertidumbres, probablemente, no, seguro, vinculadas más a lo político que a lo económico, como señalan las principales firmas y también los principales organismos de forma reiterada.

Me gustaría centrarme en tres de ellas. Somos testigos, en primer lugar, de una deriva proteccionista sin precedentes en los últimos años, en las últimas décadas, con tensiones crecientes entre Estados Unidos y China, las dos superpotencias que se traducen en un juego de suma cero en el que no hay un ganador y, desgraciadamente, sí va a haber muchos perdedores. También en Estados Unidos y en China.

Debemos confiar, al menos así lo hace el Gobierno de España, en la resolución de dicho conflicto del mejor modo posible en el corto plazo. De lo contrario, la única consecuencia cierta será una ralentización del comercio global de la que ya hay señales más que evidentes.

En segundo término, asistimos a un auténtico cambio en la hoja de ruta de los principales bancos centrales del mundo. La reserva federal ha rebajado sus tipos de interés por segunda vez consecutiva, mientras que el Banco Central Europeo, por su parte, ha abandonado la subida de tipos que hasta hace muy poco tiempo, se recordaba por parte de los medios económicos especializados, iba a hacer. Que se esperaba, en consecuencia, que pudiera darse, ya en la recta final de este año y también los siguientes.

Y ha vuelto a poner en marcha toda una batería de medidas no convencionales entre las que destaca la reactivación del programa de compras de deuda pública que tanto ha caracterizado el mandato de Draghi y al que tanto se han opuesto algunos de los halcones más ortodoxos, en particular de Alemania.

Seguimos esperando que la inflación se normalice. Se trata a mi juicio, a juicio del Gobierno de España, de un síntoma inequívoco de que la economía mundial todavía arrastra secuelas de la última gran crisis financiera internacional y, más de una década después, los niveles de endeudamiento global siguen siendo elevados y limitan las posibilidades, en consecuencia, de actuación correctora por parte de los poderes públicos, como nos ha recordado recientemente el Banco Central Europeo.

En tercer lugar, junto a estas dos cuestiones que antes les planteaba y ya en el marco de la Unión Europea, nos enfrentamos a un riesgo real de salida del Reino Unido de la Unión Europea sin acuerdo, un Brexit duro, que podría materializarse el 31 de octubre.

Me he referido en muchas ocasiones, en términos públicos y también en conversaciones privadas con el actual primer ministro británico, que el Brexit es una decisión contraria a la lógica de los tiempos. Tiempos que requieren una mayor integración. Esto se lo digo también a los independentistas catalanes. En todo caso, seguimos trabajando desde las instituciones europeas para buscar una solución.

Hoy, además, quiero trasladar un mensaje de confianza, porque es verdad que el Gobierno de España ha hecho los deberes. Estamos preparados aunque, evidentemente, si se produce ese Brexit duro estaremos entrando en un territorio ignoto, inédito y, por tanto, tendremos que estar muy pendientes del desafío que pudiera entrañar.

El Gobierno, en todo caso, ha tomado las medidas de contingencia necesarias y está preparado desde hace meses para cualquiera de los escenarios. De hecho, esta misma semana nos vamos a reunir a través de la Conferencia de Asuntos Relacionados con la Unión Europea con los distintos Gobiernos autonómicos, también con los Ayuntamientos vinculados a algunos de los territorios más afectados por ese Brexit duro para engrasar, digamos, la maquinaria en caso de hubiera un Brexit duro.

En semanas recientes hemos reforzado, en consecuencia, los mecanismos de coordinación y reevaluado todos los parámetros de respuesta, insisto, ante cualquier escenario. Me he referido brevemente al contexto al que nos enfrentamos y me gustaría centrarme, a continuación, en las actuaciones que, a mi juicio, deben servir para enfrentar las perspectivas de enfriamiento económico global en el corto y en el medio plazo. Y lo haré desde una consideración de partida, y es que no hay motivo para la ralentización del ciclo. O no hay motivo, mejor dicho, para que la ralentización del ciclo se convierta en algo más.

La sociedad española es una sociedad europeísta. El Gobierno está orgulloso de recoger esa pulsión europeísta, como antes recordaba el embajador, y la hace suya con convicción, pero también con un afán renovado de que España participe en los grandes debates pendientes y que, bajo mi criterio, convergen en un mismo punto, que he defendido siempre en todos los Consejos Europeos, y es fortalecer la Unión Económica y Monetaria.

España quiere fortalecer, proteger el ideario europeo para construir una Europa que proteja a su ciudadanía y también a sus empresarios.

En el ámbito de la zona Euro es necesario completar la actuación monetaria del Banco Central Europeo con reformas estructurales que eleven la productividad y, especialmente, con una política fiscal que ayude a sostener la demanda, como señala el presidente del Banco Central Europeo.

España lleva tiempo defendiendo esa idea ante las instituciones europeas. Por ejemplo, mediante la constitución, de una vez por todas --a ver si lo logramos durante estos cinco años próximos que tenemos-- de un verdadero Presupuesto europeo con funciones anticíclicas, estabilizadoras, complementando también una idea que defiende el Gobierno de España que es la de la constitución de un Seguro de Desempleo Europeo que actuaría como un factor de estabilización, también, de la zona Euro y que, lógicamente, sería complementario también a lo que podemos tener de protección al desempleo cada uno de los Estados miembros.

Es cierto que el Consejo Fiscal se concentra en algunos países bien señalados, el paradigma de ellos es Alemania, mientras otros carecen de ese elemento. Pero la situación de conjunto de la zona Euro deja cierto margen de actuación en condiciones de financiación excepcionales. Yo creo que tenemos que aprovecharlas. Es, quizá, el mejor momento para recordar que la gobernanza económica internacional debe basarse en el multilateralismo y creo que esta semana y, precisamente, en esta ciudad, reivindicar el multilateralismo es algo fundamental. Sobre todo después de haber escuchado algunos discursos a lo largo del día de hoy por parte de algún líder político en la Asamblea General de Naciones Unidas. No quiero decir su nombre.

La respuesta a los grandes desafíos globales no pueden basarse en lo contrario, ¿no?, en un retorno al unilateralismo. Desafíos como el comercio global, la fiscalidad internacional, la migración, que está tan presente en la política europea y, quizá, menos en la política española --pero porque somos una sociedad diversa, integradora-- y, por encima de todo, el cambio climático y lo que representa. Y aquí quiero reivindicar, también, el buen hacer de grandes empresarios que han visto eso desde el principio y que han puesto las luces largas, y que ahora son referentes también no solamente del empresariado español, sino del empresariado internacional. El cambio climático y los demás que he dicho antes son retos globales que necesitan una respuesta coordinada y también constructiva.

Me he referido al papel de España en el ámbito de la Unión Europea a partir de una idea: promover un renovado protagonismo de nuestro país. Y quiero extender ese objetivo a los grandes foros multilaterales de los que somos una parte activa. Estamos listos para jugar un rol más activo en los grandes ámbitos de la nueva gobernanza global. Esa es, yo creo, la idea, y el papel que merece la pena consolidar por parte de nuestro país. Un país que, como todos nuestros grandes emprendedores, superó el contexto económico difícil, creyendo en sus posibilidades, conquistando nuevos mercados y abriendo fronteras que tiempos atrás parecían infranqueables.

Por tanto, fortalecimiento de la arquitectura institucional de la zona Euro --yo creo que esta es una de las principales reflexiones que me gustaría trasladarles-- y, sobre todo, compromiso del Gobierno de España para los próximos cuatro años; el que tengamos, definitivamente, una arquitectura institucional del Euro que nos permita responder, desde el punto de vista supranacional, a potenciales crisis.

En segundo lugar, como les decía antes, confianza en los foro multilaterales y la función de un papel más activo en ellos.

Y, por último, un objetivo crucial en este contexto, que es la estabilidad. Estabilidad para afrontar de manera responsable los grandes retos a los que se enfrenta nuestro país.

Les señalaba al principio de mi intervención que la economía española está aguantando bien el deterioro del contexto económico global. Y esto no significa que seamos inmunes, lógicamente, a la ralentización de la economía mundial. Pero hay un dato incuestionable: de entre todas las grandes economías de la zona Euro, la nuestra, la economía española, es la que resiste con más solidez las turbulencias. Las cifras de los organismos internacionales son claras en este sentido. Y nuestra economía, a mi juicio, resiste bien por tres motivos. El primero, porque el ciclo no se ha agotado. O no está agotado. Nuestra recuperación, si miramos y echamos la vista atrás, se inició más tarde que en otros países. En Francia y Alemania, por ejemplo, tardaron unos tres años en recuperar el Producto Interior Bruto anterior a la crisis económica. Mientras que en España se necesitó casi una década. Tres años Francia y Alemania, casi una década España. Eso no es solamente la prueba de la profundidad de la crisis que hemos sufrido durante estos últimos años, sino, también, la capacidad que tenemos todavía de prolongar ese ciclo económico en el que estamos.

Crecemos más que estas economías pero desde hace menos tiempo. Y es lógico, por tanto, que nuestro ciclo expansivo todavía tenga recorrido.

En segundo lugar, porque no sólo crecemos, sino que, gracias también a la aportación de las empresas en el sector exterior, lo hacemos de forma más equilibrada, sin desequilibrios internos, tampoco, externos; no hay burbujas inmobiliarias como pudimos tener en un pasado y, por tanto, no tenemos desequilibrios que deban corregirse en el corto plazo a diferencia de lo ocurrido en otras ocasiones.

Los ciclos económicos no se agotan porque sí, lo hacen por el impacto de factores externos, el contagio de una crisis como la de las subprime, por ejemplo, o bien por la acumulación de desequilibrios excesivos. El déficit exterior recurrente y elevado ha sido uno de los talones de Aquiles de la economía española durante los últimos 30 o 40 años.
Hoy no se dan. Llevamos varios años creciendo a tasas superiores al 2%, con superávit exterior, con capacidad de financiación positiva y con una contribución equilibrada de los diferentes sectores.
Y la tercera razón por la que nuestra economía resiste comparativamente mejor es que hemos acumulado ventajas competitivas durante la última década que no se van a diluir en el corto plazo. El aumento gradual de los salarios está ayudando a las familias a mejorar su capacidad de consumo, sin que se esté trasladando a los precios, como vemos, en la inflación, que crecen por debajo de lo que hacen en el conjunto de la zona Euro.

Además, nuestras empresas han saneado sus cuentas y hoy su nivel de endeudamiento es inferior al del promedio europeo. Y, también, los hogares españoles han completado de manera agregada su proceso de desendeudamiento.

España, en definitiva, sigue inspirando confianza. Y tres indicadores lo atestiguan de forma clara. Uno es la evolución de la prima de riesgo. El segundo es el éxito de las subastas de deuda. Y el tercero es la inversión extranjera directa.

No les hablo desde la complacencia ni tampoco desde el conformismo. No me malinterpreten. Ustedes mejor que nadie saben que réditos pasados no garantizan rendimientos futuros, que tenemos mucha tarea por delante, que tenemos que superar este bloqueo político para poner en marcha esas transformaciones. Que se trata de lo que debemos hacer de aquí en adelante: seguir creciendo de forma equilibrada. Y tengo la certeza, reitero nuevamente, de que nada contribuye a ello de forma más clara que la estabilidad. Estabilidad para emprender reformas, como les he dicho antes, que no pueden aplazarse indefinidamente; estabilidad para despejar las incertidumbres que condicionan las decisiones de algunos inversores, a la espera de la formación del Gobierno. Y estabilidad, en definitiva, para mirar al futuro con optimismo y confianza en nuestras capacidades, que son muchas, que son muchas. Hoy, España crece y genera empleo y debe continuar haciéndolo. Sin embargo, el deterioro del entorno exterior aconseja prudencia.

Les he dicho antes que la economía española viene creciendo al 2% o más y todo apunta a que seguirá manteniendo su crecimiento cercano a ese nivel en los próximos trimestres. Seguiremos generando empleo de manera robusta; 480.000 empleos se han creado durante estos últimos 12 meses. La tasa de paro se reducirá hasta el 13,8% este año y al 12,3%, según las previsiones el año que viene.

Y, en cuanto a las finanzas públicas, el compromiso del Gobierno de España es firme. Firme. La reducción del déficit de 2018 permitió a España salir del brazo correctivo del Procedimiento de Déficit Excesivo, en el que estábamos desde el año 2009. Mantenemos el objetivo de reducir el déficit público hasta el 2% este año, frente al 3,1%, en el que se encontraba nuestra economía cuando llegamos al Gobierno en junio de 2018. Y todo indica que cumpliremos, tal y como ha señalado, recientemente, la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal en su último informe.
Antes aludía a algo que ha pasado desapercibido en los medios de comunicación pero que me parece un hecho relevante, importante, y es la emisión de deuda pública como indicador de confianza.
La semana pasada la agencia de calificación Standard & Poor's elevó la nota de la deuda española hasta situarla en su mejor nivel desde hace siete años. Se trata de una mejora notable que amplía la última revisión al alza de marzo de 2018. Y en el último informe, que justifica por parte de esta agencia su decisión, se citan aspectos a los que antes he hecho mención: crecimiento equilibrado, reducción de la deuda pública y también privada y comportamiento del sector exterior español.

En definitiva, España inspira confianza, como demuestra el hecho de que nuestra emisión de deuda pública ha sido premiada recientemente. Además, este año vamos a emitir un volumen inferior al previsto y, por primera vez desde el año 2012, se va a situar por debajo de la cifra de 200.000 millones de euros.

El objetivo en este sentido es claro, seguir reduciendo la ratio de la deuda, de acuerdo a nuestros compromisos europeos.

España muestra buenos datos coyunturales pero, más allá de ellos, acumulamos fortalezas estructurales que hacen de nuestro país un país especialmente atractivo. Somos una de las 20 democracias plenas del mundo, según dice una revista británica bien influyente como es The Economist, y uno de los países más libre del mundo, como sostiene el informe anual Freedom in the World en el año 2019. Además, según la OCDE, España es el noveno país del mundo con menos restricciones regulatorias al capital extranjero.

Ofrecemos, en consecuencia, un entorno institucional sólido, las bases de nuestro Estado de derecho proporcionan seguridad física, jurídica, para los negocios y gozamos de un marco de diálogo social enraizado. Esto creo que es importante volver a subrayarlo y recuperarlo; reconstruir el diálogo social, que garantiza, en definitiva, la estabilidad social y un buen clima para el emprendimiento. Contamos con una de las mejores redes de infraestructuras físicas y digitales del mundo. Una red desplegada durante décadas que ha convertido a España en el país europeo con la mayor cobertura de fibra óptica hasta el hogar, alcanzado el 77,4%. Por poner esta cifra en contexto para que nos hagamos una idea de la magnitud del avance alcanzado en este ámbito, se trata de un volumen superior a la suma de las grandes economías europeas.

, además, tenemos un potente tejido empresarial que abarca grandes empresas, pequeñas y medianas empresas, aquí representadas, que han resistido a la crisis con capacidad de autofinanciación, con un gran potencial de crecimiento y, también, con proyección internacional.

Este último aspecto de la proyección internacional a mí me parece que es un valor clave en este nuevo contexto económico en el que nos movemos.

España no es sólo atractiva por la inversión extranjera o para la inversión extranjera por el potencial de su mercado doméstico. También lo es por su capacidad de proyectarse como plataforma internacional de negocios e inversiones a diferentes regiones, como América Latina o como Estados Unidos.

España, en definitiva, cuenta con las mejores credenciales para estar a la vanguardia en los ámbitos relacionados con la revolución tecnológica. Contamos con empresas libres mundiales en sectores como el bancario, el energético, infraestructuras, editorial… Pero quizás es menos conocido el desempeño de muchas pequeñas y medianas empresas que lideran desde la innovación en ámbitos que van a cambiarlo todo radicalmente, que lo están cambiando ya.

Hace unos días cité en una intervención el ejemplo de una empresa vitoriana de impresión de 3D, que crea prótesis médicas ultrapersonalizadas punteras en biotecnología, y hay muchos ejemplos más. Empresas capaces de fabricar colchones inteligentes que recogen información sobre el descanso de las personas, que evalúan cómo mejorarlo. Firmas que aúnan tradición y modernidad, como las bodegas de Ribera de Duero, que utilizan el big data, o la inteligencia artificial, para tomar decisiones de cómo mejorar la productividad. En fin, podría poner muchísimos ejemplos, como el de nuestra industria de contenidos audiovisuales, pura creatividad que expande nuestra cultura y nuestra lengua global y crea riqueza y de calidad desde las nuevas plataformas.

En estos últimos meses, créanme, he tenido el privilegio de conocer de cerca a emprendedores y emprededoras españoles por cuyo trabajo merece la pena mostrar un legítimo orgullo.

España es un gran país. Es un gran país. Nos lo decimos poco. Cuando lo decimos, lo decimos fuera de España. Pero vivimos en un gran país, pertenecemos a un gran país. Con condiciones únicas para que quien quiera emprender pueda hacerlo en un entorno favorable. Es algo que el Gobierno que presido, y el que tengo la intención de formar si obtengo la confianza de la ciudadanía nuevamente el próximo 10 de noviembre, siempre va a tener claro.

Me gustaría concluir con una referencia oportuna en una semana en la que la Agenda global ha estado centrada en el desafío del cambio climático. O la emergencia climática, como ha dicho el Secretario General de Naciones Unidas, que, por cierto, creo que es digno subrayar el liderazgo que está teniendo en todo lo vinculado con el cambio climático.

A lo largo de estos últimos 15 meses de Gobierno España ha mostrado un compromiso claro en la lucha contra el calentamiento global. La transición ecológica de la economía es la respuesta. Actuar no es solo una obligación sobre la que rendir cuenta a las generaciones futuras, empezando por la de nuestros propios hijos e hijas. Es también, y esto es lo que me gustaría reivindicar en este foro, una enorme oportunidad. Una enorme oportunidad para construir, si se me permite la idea, una imagen de Marca para España: un país abierto, solidario, comprometido con las otras causas globales como la de la igualdad, la diversidad, el feminismo… Que movilizan a millones de jóvenes y no tan jóvenes en todo el planeta.

Un país que apueste por la electrificación del sector energético, que sea pionero en el desarrollo de las renovables, como somos. Que avance en la transformación del sector de la movilidad y de la edificación. Un país, en definitiva, que aúne conciencia ambiental y fomento de la innovación para promover una transición ecológica que tiene que ser justa. Justa.

En los próximos 12 años activaremos más de 200.000 millones de euros, de los cuales el 80% serán capitales privados. Les hablo, en consecuencia, de, junto con la revolución tecnológica, una auténtica palanca de transformación económica y social para nuestro país. Un Green New Deal, una nueva ilustración ecológica basada, como aquella, en la razón y el conocimiento. Yo creo que puede ser un punto de inflexión para nuestro país. Estoy convencido de ello.

En un evento como este, me gustaría reafirmar la disposición de España a tejer complicidades, en particular, con inversores, con empresas norteamericanas que compartan nuestra visión y nuestra ambición. No solo son bienvenidos, son imprescindibles para llevarlas a cabo. Les queremos y les necesitamos. Así que cuenten, para ello, con todo nuestro apoyo.

Les decía, señoras y señores, al comienzo de mi intervención, que foros como este sirven como punto de encuentro fundamental para construir confianza. La confianza es la base de los negocios y, hoy, quiero ofrecerla en nombre de España. Un país en el que merece la pena creer y que mira con decisión y con optimismo al futuro. Un país orgulloso de sus vínculos únicos con todo el continente americano y con Estados Unidos, un país al que nos unen lazos que se remontan al nacimiento mismo de esta gran Nación.

Hagamos uso de ello para construir juntos y juntas un futuro más próspero para nuestras sociedades.

Muchas gracias por su atención.

(Transcripción revisada por la Secretaría de Estado de Comunicación).