Intervención del presidente del Gobierno en el debate general del 73º periodo de sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas

27.9.2018

  • x: abre ventana nueva
  • Whatsapp: abre ventana nueva
  • Linkedin: abre ventana nueva
  • Enviar por correo: abre ventana nueva

Asamblea General de Naciones unidas, Nueva York

Señora presidenta de la Asamblea General, secretario general de las Naciones Unidas, jefes de Estado, jefes de Gobierno, ministros, ministras, delegados y delegadas, tengo el honor de dirigirme a ustedes como presidente del Gobierno de España. Lo hago con la emoción que me inspira esta sala. Y con el respeto a los valores que dieron origen y guían la labor diaria de esta Organización.

Quisiera comenzar mi intervención destacando que, por primera vez en la historia, una mujer latinoamericana, preside esta Asamblea. Un símbolo más de que la gobernanza global en el siglo XXI no puede entenderse sin el liderazgo de la mujer. Yo me defino como un político feminista, y este es, sin dudas, el tiempo de las mujeres.

Siempre he tenido la convicción de que el multilateralismo permite conseguir cotas que serían inalcanzables desde la acción individual de los Estados.

Y quiero, desde esa idea, reivindicar el valor del acuerdo y del diálogo para enfrentar los desafíos que tiene por delante la comunidad internacional. Desafíos que España, mi país, encara desde la esperanza de la acción común frente a quienes infunden temor e incertidumbre.

Nuestro compromiso con Naciones Unidas surge de unos mismos valores y de una misma convicción; la búsqueda de la justicia en todas sus manifestaciones, mediante el respeto a la dignidad humana, la democracia, la libertad, la igualdad y los Derechos Humanos, haciendo nuestro, hoy más que nunca los objetivos de promover la paz y el bienestar de los pueblos.

Las Naciones Unidas, señoras y señores, al igual que el proyecto europeo en el que cree firmemente mi Gobierno, no nacen de una utopía idealista, como algunos quieren hacer ver con desdén. Nacen de la victoria sobre las fuerzas del odio, el racismo y la tiranía.

El mundo se enfrenta hoy a grandes desafíos globales. Aquí se han explicado muchos de ellos. Y se nos piden hechos, por parte de la población de cada uno de nuestros países. Se nos pide, y se nos exige una auténtica agenda del cambio.

Este tiempo no requiere de mensajes nacionales o de mensajes excluyentes. Es el momento de forjar --como dijo el Secretario General en su intervención-- un nuevo liderazgo cooperativo, desde la voluntad, no sólo de escuchar al otro --que, por supuesto, es importante-- sino de entender el porqué de sus razones. De asumir, con un profundo sentido de empatía, que nadie, por sí solo, tiene el monopolio de la verdad, que necesitamos liderazgos capaces de construir consensos, forjar acuerdos y encontrar soluciones aprovechando sinergias.

No podemos despreciar todo lo que hemos conseguido trabajando juntos, que es mucho. El mundo es hoy un lugar mejor de lo que era. Y mucho mejor de lo que habría sido si Naciones Unidas no hubiera existido. Pero la verdadera fuerza de esta organización, a mi juicio, no reside en los méritos pasados, que han sido muchos, sino en todo aquello que podamos construir para ganar el futuro. Y el momento es ahora, señoras y señores,

Somos la última generación, --se ha dicho en muchas ocasiones-- que tiene en su mano frenar las consecuencias del cambio climático. Y la primera generación que tiene las herramientas para erradicar la pobreza del planeta.

No se trata de ver obstáculos, en consecuencia, sino oportunidades. Se trata de convertir el cambio en un catalizador para alcanzar el desarrollo sostenible. Y este no es un ideal, es una auténtica necesidad, como se ha compartido por parte de muchísimas intervenciones que me han precedido en el turno de la palabra.

Muchos países se enfrentan hoy al dilema de seguir siendo sociedades abiertas o de transformarse en sociedades ensimismadas, en sociedades cerradas. Como si el retorno a una falsa calma de las fronteras y la renuncia a la acción colectiva fueran la única receta ante las incertidumbres de nuestro tiempo. Y ya sabemos a dónde conducen esas ideas.

Es, por tanto, de mirar más allá de lo que nos dicta la inmediatez de un tiempo en el que todo parece acelerarse de repente.

Dejemos atrás la década perdida de la crisis económica y la desigualdad creciente, que sufren nuestras sociedades. Nuestro compromiso tiene nombre, tiene fecha, tiene metas, es la Agenda 2030 para los Objetivos del Desarrollo Sostenible, en los que está completamente comprometido el Gobierno de España.
De Kofi Annan, a quien hoy quiero rendir tributo con mis palabras, aprendimos muchas cosas, pero una de ellas me gustaría compartirla con todos ustedes. Aprendimos que los Derechos Humanos, el desarrollo económico y social, y la seguridad se alimentan de forma recíproca. Y quiero apelar a estos ejes desde una concepción de partida, y es que debemos situar la dignidad del ser humano en el centro de la acción pública, de nuestra acción política.

Los principios que nos trajeron a este momento de nuestra historia no están ni estarán nunca en retirada, sino más vigentes que nunca. Y ahí va estar España, ahí va a estar el Gobierno de España en la defensa de estos valores. Porque sin dignidad, sin igualdad entre hombres y mujeres, sin respeto a los Derechos Humanos no habrá ni paz ni desarrollo en el mundo.

Como Estado miembro del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas hasta el año 2020, apoyamos las iniciativas que refuercen la capacidad del Consejo y de la alta comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Y tenemos, además, la fortuna de que quien ejerce esa responsabilidad hoy en día, sea alguien de la talla política y de la calidad humana de la chilena Michelle Bachelet.

La Declaración Universal de Derechos Humanos, de la que celebramos su 70 aniversario, nos ofrece el marco de referencia para seguir avanzando.

Señora presidenta, no hay mayor injusticia que aquella que define lo que un ser humano será o no en la vida dependiendo de que nazca hombre o de nazca mujer.

¿Cómo podemos medir todo lo que nuestras sociedades han perdido cuando aceptaron durante generaciones esa discriminación entre hombres y mujeres?
La humanidad no puede tolerar esta injusticia. Debemos desarrollar una auténtica hoja de ruta global para erradicar todas las discriminaciones que todavía, a día de hoy, en las sociedades del siglo XXI, en el mundo del año 2018, sufren las mujeres por el hecho de ser mujeres, ya se llame la violencia de género, ya se llame la trata de mujeres o la mutilación genital.

Cuenten, en este sentido, con el compromiso inequívoco de España para lograrlo.

El Gobierno que presido, señoras y señores, tiene un 60% de mujeres porque aspirar a liderar desde el ejemplo. Porque la batalla que se libra en las sociedades, en la educación y en la sociedad, tiene mucho que ver con la igualdad de género. Liderazgo allí donde las inercias siguen construyendo techos de cristal, por calificarlo de una manera benigna.

Por eso, quiero felicitar púbicamente al secretario general, por haber logrado la paridad entre hombres y mujeres en su equipo directivo y de gestión por primera vez en la historia de Naciones Unidas.

España, señoras y señores, seguirá impulsando la Agenda de Mujeres, Paz y Seguridad, y la participación de la mujer como gente de paz, a nuestro juicio, en todas y cada una de las fases de los conflictos resulta clave para su resolución.
Seguiremos, también, apoyando la indiscutible labor de ONU Mujeres, a cuya creación contribuimos muy activamente, siendo el primer donante que estableció un Marco de Asociación con esta organización.

Y nos hemos sumado, como Gobierno, además, al Círculo de Liderazgo que impulsa el secretario general para combatir la explotación y los abusos sexuales en las operaciones de Naciones Unidas. Es imprescindible promover una cultura de tolerancia cero en este territorio

Señora presidenta, no hay atajos ni soluciones inmediatas para enfrentar los grandes desafíos de nuestro tiempo, como son crisis que nos tocan muy de lleno, y de manera muy directa, a países como España, como es la crisis de los refugiados y la crisis de las migraciones.

La humanidad no puede aceptar como algo inexorable que 68 millones de personas estén desplazadas de forma forzosa en el mundo, de los cuales más de 25 millones son refugiados y más de 3 millones demandantes de asilo.

En este periodo de sesiones, la Asamblea General adoptará algo muy importante para este Gobierno, que es el Pacto Mundial para los Refugiados. Y este, a nuestro juicio, es un gran salto adelante, que queremos aplaudir.

Debemos trabajar estrechamente con el alto comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados y reconocer la situación que este drama provoca, sobre todo, en los países receptores. Sobre todo, sabiendo que el 85% del total de refugiados y refugiadas de demandantes de asilo se concentran en países que están en vías de desarrollo.

Empatía y compromiso con esos Estados. Y, por encima de todo, justicia y reparto equitativo de esta responsabilidad en la que todos tenemos la obligación de ayudar, y, desde luego, España en ello está.

Señora presidenta, España ha sufrido los embates de la crisis económica como pocos Estados en la Europa Occidental. Y pese a ello, a mí me gustaría compartir con todos ustedes, que la inmensa mayoría de la sociedad española, jamás ha dado la espalda al drama migratorio. Y me siento orgulloso de ello, y me gustaría subrayarlo. Me siento orgulloso de una sociedad que no se ha dejado radicalizar al calor de un discurso xenófobo y basado en la cultura del miedo al diferente.

Quizás, señoras y señores, tenga mucho que ver como con el recuerdo de nuestra historia como país. Fuimos país de emigrantes. Y de refugiados también. Y, por ello, no vamos a escapar de nuestros compromisos internacionales. Y si acogemos un barco a la deriva en el Mediterráneo con 630 seres humanos es tanto porque la legislación internacional lo exige, como porque es un imperativo moral, al cual España quiere dar respuesta.

España da la bienvenida al Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular, que deberá ser aprobado en un país hermano, con el que compartimos tantas cosas, como es Marruecos, en Marrakech, el próximo mes de diciembre.

Cuando la migración, señoras y señores es segura, ordenada y regular es posible beneficiarse de esos aspectos positivos. Y frente a la imagen de países fortaleza, de narrativas excluyentes y xenófobas, el Gobierno de España y nuestro país reivindican las ideas de solidaridad, de humanidad y de respeto. Desde España sabemos bien lo que representa este desafío. Somos, a fin de cuentas, un país de origen, de tránsito, de destino y de retorno.

Defendemos una política migratoria cuyo objetivo último sea abordar las causas profundas de la migración, como la pobreza, como la degradación ambiental o como la ausencia de expectativas para muchísimos jóvenes del mundo.

En última instancia, deberíamos aspirar a que la decisión de migrar sea una opción libre, y no una necesidad. Esta política a juicio del Gobierno de España, pasa por el diálogo y la cooperación con los países de origen y de tránsito. Especialmente con África, y en ello estamos haciendo un trabajo como Gobierno de España, y también como Unión Europea importante

Señora presidenta. Hay muchas formas de pobreza. Muchas formas de pobreza. Permítame que señale la inmoralidad de la pobreza infantil y la que afecta a las mujeres. Más de 15 millones de niñas --quiero repetir esta cifra-- 15 millones de niñas, en edad escolar, no tendrán nunca la oportunidad de leer o escribir en la escuela primaria, 15 millones de niñas. Y 330 millones de mujeres viven con menos de 2 dólares al día.

Para combatir éstas y otras formas de pobreza quiero hablar del porqué de una perspectiva global, que me parece importante compartirla con ustedes. Del porqué de un nuevo humanismo del siglo XXI, basado en los valores que han proporcionado mayor prosperidad a la humanidad a lo largo de nuestra historia. La Agenda 2030, con sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, representa, a nuestro juicio, la actualización de ese espíritu en el que el ser humano y el planeta ocupan un lugar central. Debemos asumirlo como un nuevo Contrato Social Global, eso es la Agenda 2030, esos son los 17 objetivos de Desarrollo Sostenible, un nuevo Contrato Social Global, que nos obliga a todos a todas y que nos vincula a todos y a todas con las generaciones que están por venir.

España va a trabajar con determinación en este camino. Hemos aprobado un Plan de Acción para la aplicación de la Agenda 2030 y vamos a poner en marcha una Estrategia Nacional de Desarrollo Sostenible.

De hecho, muchas de las medidas adoptadas por el Gobierno de España, en estos cien días que llevamos de vida, de forma directa o indirecta, trasladan nuestra voluntad de cumplir los objetivos de la Agenda 203: luchar contra la violencia de género, medidas contra la pobreza infantil --que hemos implementado en el Gobierno de España--, contra la pobreza energética, recuperar la sanidad pública en nuestro país, las política de becas para fomentar la igualdad de oportunidades entre los jóvenes de nuestro país, y mejorar los derechos laborales. Son, en resumidas cuentas, acciones que entran de lleno y están alineadas con la Agenda 2030.

España, en consecuencia, avanza en la senda trazada por Naciones Unidas, en la Agenda 2030. Lo hicimos en el pasado, de hecho, siendo impulsores, hace ya años, de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, con la mayor contribución realizada por un solo donante en el sistema de Naciones Unidas, y de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

También creamos, hace años, el Fondo de Cooperación para el Agua y el Saneamiento para América Latina y el Caribe, destinando más de 800 millones de euros.

Pero nada de todo lo dicho hasta el momento tiene sentido si no atajamos la gran amenaza de nuestra generación, que no es otra que los efectos del cambio climático.

Les hablo desde un país, España, en el que el 40% de su superficie está amenazada por la desertificación. Por tanto, tenemos que dar esta batalla a todos los niveles. Eso supone atender los efectos inmediatos, pero también atender a las causas estructurales, que intensifican este cambio climático que estamos viviendo.

Por eso, somos conscientes de la necesidad de emprender una descarbonización, controlada, de nuestra economía.

Ayer anuncié que España se sumará a la Coalición para la Neutralidad del Carbono. Y con ello, nos comprometemos a poner en marcha estrategias a medio y largo plazo con objetivos ambiciosos de reducción de emisiones de CO2 de gases de efecto invernadero, que nos permitan dar pleno cumplimiento al Acuerdo de París.

Y es que resulta inaplazable poner en marcha un proceso de transición ecológica justa, para sentar las bases de un cambio en nuestro modelo productivo, con el que está comprometido el Gobierno de España.

Nuestro futuro, señoras y señores, pasa por las energías renovables, por las tecnologías limpias, y sólo desde esta perspectiva, se podrá compaginar el bienestar material con la justicia social y con la sostenibilidad ambiental.

También quiero compartir con ustedes que vamos a participar de manera activa y de manera constructiva en la COP24 , que se va a celebrar en Polonia este año, y, por supuesto, también en la Cumbre de Cambio Climático que va a organizar el secretario general de Naciones Unidas el año que viene, y que esperamos que sea un éxito. Desde luego, España va a contribuir de manera constructiva y activa en su consecución.

Tenemos, en definitiva, señoras y señores, que ser capaces de avanzar en el cumplimiento del Acuerdo de París y estas reuniones ofrecen, a nuestro juicio, la ocasión para avanzar y lograr nuestros objetivos.
Señora presidenta, nos corresponde también avanzar en la seguridad, pero una seguridad centrada en el ser humano.

Hemos tardado mucho, a mi juicio, y me gustaría compartirlo con todos ustedes. Hemos tardado mucho en aprender que la seguridad es mucho más que un concepto ligado a la defensa, en el sentido militar del término. En definitiva, el concepto de la seguridad, su razón de ser, no tanto en la ausencia de conflicto, sino en la garantía de que el ser humano pueda ejercer su libertad.

El terrorismo continúa siendo una de las principales amenazas contra esa libertad que reivindico. Un fenómeno que no nace de un presunto choque de civilizaciones, como se defendió ya hace algunas décadas.

Hay pocos ámbitos en los que la cooperación, el multilateralismo --que está aquí representado en la Asamblea de Naciones Unidas y el liderazgo cooperativo, colaborativo al que apeló el secretario general de Naciones Unidas en su intervención-- pueden dar más y mejores frutos. La lucha contra las redes de financiación; la lucha y la cooperación policial y judicial a nivel internacional o el intercambio de información e inteligencia son aspectos fundamentales que estoy convencido, todos los que estamos aquí presentes, compartimos.

Pero también es imprescindible combatir el eco del odio y la violencia en todos los foros en los que participemos. Debemos hacer todo lo posible para evitar que nuestros jóvenes caigan presos del fanatismo y de discursos radicales y excluyentes.

Gobiernos, empresas, sociedad civil, en definitiva, tienen que apostar por la integración social y económica, capaz de evitar que las redes de captación ocupen ese espacio. Es ahí, en el vacío de la expectativa de desarrollo personal, donde tenemos que dar y ganar la batalla contra el terrorismo.

Del mismo modo, hemos de ser capaces de superar cualquier atisbo de fractura y resentimiento construyendo una narrativa de memoria y solidaridad que incorpore el relato de las víctimas de terrorismo y que refuerce la cohesión de nuestras sociedades.

Invertir, en definitiva, señoras y señores, en educación, en la juventud, adoptar un enfoque integrador en la cuestión migratoria y dar herramientas a los medios de comunicación para combatir los discursos del odio, que están muy presentes en el debate público global y luchar contra los estereotipos resultan esfuerzos también, sin duda, esenciales. Esas son precisamente las áreas de acción de la Alianza de Civilizaciones, un instrumento de diálogo entre culturas y religiones, que el Gobierno de España defiende.

Es preocupante la tensión creciente en el ámbito de la proliferación nuclear y las armas de destrucción masiva. El mundo no puede permitirse otra carrera de armamentos. Y debemos, en consecuencia, esforzarnos en recuperar el consenso perdido y fortalecer el régimen de no proliferación. En eso, desde luego, podrán contar con el concurso y con el compromiso del Gobierno de España.

La propagación de los conflictos armados y su naturaleza cambiante, cada vez más híbrida y compleja, también requiere nuestra atención. Y España apuesta decididamente por reforzar el papel de Naciones Unidas en el mantenimiento de la paz y la seguridad internacional.

Apoyamos, en consecuencia, algo que dijo en su intervención el secretario general de Naciones Unidas, las medidas impulsadas por esta institución de hacer de la prevención y la consolidación de la paz el centro de la acción de Naciones Unidas.

También apoyamos sus esfuerzos para reformar la arquitectura, el funcionamiento y la gestión de las Operaciones de Mantenimiento de Paz, a las que España contribuye de manera muy activa y lo ha hecho durante estas últimas décadas.

Para que se hagan una idea, a lo largo de estos años, han sido más de 160.000 soldados españoles lo que han participado, creo que con lealtad, con compromiso, y con el concurso y con la empatía de mucha de la población a la cual han servido fuera de nuestras fronteras, en las Operaciones de Mantenimiento de la Paz de la Organización de Naciones Unidas.

Y, en coherencia con ello, España suscribió la Declaración de compromisos compartidos sobre las operaciones de mantenimiento de la paz impulsados por el secretario general.

Pero no es suficiente sólo con prevenir, mantener y consolidar la paz, sino que allí donde el conflicto se produce, debemos actuar. Y, por tanto, reivindicamos la aplicación y el respeto del Derecho Internacional Humanitario, de tal manera que su violación nunca quede impune.

Apelo, en consecuencia, a la justicia para perseguir y enjuiciar a quienes cometen crímenes de guerra, genocidio y lesa humanidad. El trabajo de la Corte Penal Internacional en este sentido es, a nuestro juicio, irremplazable.

Y hago, también, un llamamiento a la responsabilidad de los Estados y de la comunidad internacional de proteger a las poblaciones civiles, y esto me parece que es importante subrayarlo en esta Asamblea. España apoya de manera decidida la iniciativa de Francia y de México para limitar el uso del veto en el caso de atrocidades masivas. Catástrofes humanitarias como las de Siria o como las de Irak nos recuerdan el precio a pagar por no llegar a tiempo.

Señora presidenta, para que el sistema multilateral sea eficaz, creo que necesitamos renovarlo y reforzarlo. Y este es un debate recurrente en el seno de estas Asamblea. Porque así estaremos defendiendo aquello en lo que creemos, que es el multilateralismo.

Apoyamos, en consecuencia, decididamente la reforma del sistema de Naciones Unidas impulsada por el secretario general. Tenemos por delante el reto de integrar de forma clara los pilares de la paz, del desarrollo y de los Derechos Humanos. Y de evitar las duplicidades y solapamientos que lastran el trabajo de esta Institución.

Tenemos que reconquistar --y esto me gustaría también hacer una reflexión ante todos ustedes-- tenemos que reconquistar a la opinión pública. Esto me parece vital. Ganarnos el favor de la ciudadanía en la que ha crecido-reconozcámoslo-- un cierto escepticismo acerca de una organización que no puede vivir solamente de los réditos de la historia, que han sido importantes, muchos, que tenemos que reivindicar, pero que tiene que encarar con ambición la tarea de seducir a las nuevas generaciones. Toda nuestra fuerza descansa en aquello que Naciones Unidas es capaz de proyectar al mundo.

Por ello, creo que es muy importante, fundamental, la máxima ejemplaridad. Estar a la altura de quienes representan lo mejor de ella misma, que son sus trabajadoras y trabajadoras que están en las zonas de conflicto. A todos ellos, y a todas ellas a quienes ponen cara al trabajo diario sobre el terreno, mi reconocimiento sincero.

El desafío del descrédito de la política también se juega en el ámbito multilateral. Tenemos que ganar esa batalla, y la tenemos que hacer frente a quienes extienden la sombra de la incertidumbre con un solo propósito, que es, la de sembrar la duda en la labor de las organizaciones internacionales como Naciones Unidas. Somos, en este sentido, un aliado fiable para esta causa.

Señora presidenta, hay dos asuntos en el marco de Naciones Unidas que deseo, también traer a colación para ir acabando mi intervención, el primero es Gibraltar.

En relación con Gibraltar, la posición de España es conocida y se alinea con la doctrina de Naciones Unidas, y es bien conocida por la Asamblea de Naciones Unidas. La decisión del Reino Unido de abandonar la Unión Europea conlleva la salida de Gibraltar también de la Unión Europea y deseo, como Gobierno de España que aprovechemos esta circunstancia histórica para que la nueva relación que pueda establecerse entre Reino Unido y la Unión Europea, y que ha de pasar inevitablemente por España aporte prosperidad y beneficie a toda la región, a los gibraltareños y, por supuesto, también al área más amplia del Campo de Gibraltar.

La segunda cuestión que nos preocupa es, lógicamente, el Sahara Occidental. España, como saben, defiende la centralidad de Naciones Unidas y desea contribuir a los esfuerzos del secretario general y de su enviado especial para alcanzar una solución política, justa y duradera y mutuamente aceptable, que prevea la libre determinación del pueblo del Sahara Occidental en el marco de las disposiciones conformes a los principios y propósitos de la Carta de las Naciones Unidas.

Señora presidenta, España es una democracia plena. Este año celebramos el 40º Aniversario de nuestra Constitución, la Constitución que trajo la democracia a nuestro país. Es una democracia plena, bien posicionada en todos los índices globales que miden la calidad democrática de nuestras instituciones. Y que ha hecho de la defensa y del compromiso con el multilateralismo una de sus señas de identidad. Una de las banderas que enarbola con fervor y con convicción cuando salimos de nuestras fronteras.

Hoy, como hace ocho décadas, el mundo se enfrenta a grandes amenazas, y aquí se han compartido por distintos intervinientes. El liderazgo cooperativo, del que España es parte, exige una renovada apuesta por el multilateralismo. Los problemas globales sólo encontrarán solución a través de la cooperación entre Estados. Esa es la condición del Gobierno de España y del conjunto de la sociedad española.

Hagamos posible que la década por llegar, represente la victoria del consenso y la derrota de quienes sólo pretenden escuchar el eco de su propia voz.

Les hablo desde una ciudad, Nueva York, que vio llegar a millones de seres humanos huyendo de la pobreza y de la persecución política, racial y religiosa. Y en su inmensa mayoría, muchos de los que llegaron aquí, a este país, eran europeos, fueron europeos. Hoy, desde las dos orillas del Atlántico Norte un velo de amnesia colectiva se extiende sobre el recuerdo de lo que fuimos y de lo que somos. En definitiva, somos pura diversidad.

Como dijera un gran poeta español del exilio León Felipe, le cito textualmente: "Lo que importa no es llegar solos y los primeros; sino llegar todos y todas juntos y a tiempo".

Nada define mejor los objetivos de Naciones Unidas que la vitalidad de la Agenda 2030. Nos muestra el horizonte de esperanza de esta década que tenemos que ganar para llegar, por fin, --como decía el poeta-- juntos y juntas, y a tiempo, sin dejar a nadie atrás. Que así sea.

Muchas gracias.

(Transcripción editada por la Secretaría de Estado de Comunicación)

Más información