Intervención y coloquio posterior del presidente del Gobierno en el foro "La Razón de..."

25.2.2016

  • x: abre ventana nueva
  • Whatsapp: abre ventana nueva
  • Linkedin: abre ventana nueva
  • Enviar por correo: abre ventana nueva

Madrid

Señor presidente del Grupo Planeta, señor presidente de "La Razón", señor director de "La Razón", señoras y señores ministros, autoridades, señora presidenta de la Comunidad de Madrid, secretaría general del partido, queridas amigas y amigos todos,

Antes que nada, muchísimas gracias por su asistencia a este acto. Me reconforta. Es un momento político muy importante, como decía en su intervención el director de "La Razón", y yo intentaré aquí exponer, de manera clara, con la brevedad que un acto de estas características requiere, la posición que el Partido Popular va a mantener ante los acontecimientos que se están produciendo en España en las próximas fechas.

Como ustedes saben, dentro de una semana en el Pleno del Congreso de los Diputados se votará la candidatura del secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, a la Presidencia del Gobierno. Independientemente de cual sea el resultado de la votación, quisiera subrayar algunas consideraciones previas:

  • Será la primera vez en nuestra historia democrática que se someta a la investidura para ser elegido Presidente alguien que no ha ganado las elecciones.
  • Y segunda reflexión, aunque directamente relacionada con la primera, será la primera vez que alguien aspira a formar gobierno en España con un grupo parlamentario compuesto por sólo noventa diputados.

Les recuerdo que en 1996, con 141 diputados y sólo 300.000 votos menos que el Partido Popular, el PSOE renunció a cualquier intento de formar una mayoría alternativa contra el vencedor de las elecciones que, como recordarán ustedes, había sido José María Aznar. Las diferencias entre aquel PSOE y éste, y entre aquel líder y éste las dejo a su consideración.

Estamos, pues, ante un hecho sin precedentes: la pretensión de gobernar España sin haber ganado las elecciones y con un grupo parlamentario que no llega a cien diputados. Por tanto, no resulta extraño que algunas de las cosas que estamos viendo estos días tampoco tengan precedentes en nuestra vida democrática.

Después de más de tres semanas de reuniones, fotos, declaraciones, entradas y salidas, ruedas de prensa, escenas de cortejos y escenas de celos, en definitiva, todo un catálogo de situaciones propias de una comedia de enredo, el señor Sánchez ha conseguido reclutar a última hora un socio que le permite presentarse ante los militantes de su partido con un pacto para someter a consultas. No diré más de este proceso, porque ya lo ha definido certeramente un militante socialista de esta manera: un insulto a la inteligencia.

Pero las cuitas del PSOE son del PSOE y yo no voy a entrar en ellas. Lo que sí voy a hacer, de entrada, y para despejar cualquier tipo de duda, es adelantarles que el Partido Popular, con sus 123 diputados, va a votar "no" a la candidatura del señor Sánchez.

Votaremos "no" y lo haremos porque nos asisten para ello poderosas y muy democráticas razones:

  • Primera, porque nosotros hemos presentando un proyecto distinto: mejor, más inclusivo, más estable y más coherente con lo que se hace en los principales países de Europa. Luego me referiré a ello con más detalle, pero ahora solo quiero remarcar este punto: votaremos "no", porque tenemos un proyecto mejor.
  • Segunda razón, porque un gobierno de 90 diputados o uno de 130 --lo mismo da-- son gobiernos imposibles, entes de ficción. No me parece responsable ni honesto para con los ciudadanos pretender dar apariencia de gobernabilidad a fórmulas que claramente no la tienen. Que no cuenten con el PP para tomar el pelo a los ciudadanos y menos, para alimentar ficciones condenadas al fracaso y a la frustración.
  • Por supuesto, votaremos "no" por coherencia con nuestras posiciones políticas de siempre y con la labor que ha desarrollado el Partido Popular al frente del Gobierno en los últimos cuatro años. Un gobierno como el que pretende el señor Sánchez, cuyo único proyecto común es la oposición al PP y derogar, como ha dicho en numerosas ocasiones --la última, ayer-- , todas las reformas que hemos hecho y que han sacado a España de la crisis, no puede contar, como es perfectamente entendible, con el apoyo, ni activo ni pasivo, del Partido Popular.
  • Más razones: votaremos "no" por respeto a los más de siete millones de votantes que nos han dado la victoria en las pasadas elecciones. Como he dicho en más de una ocasión, vamos a defender nuestra victoria electoral y no se le puede pedir al partido más votado que apoye a quien ha sacado 1.700.000 votos menos y ha despachado con displicencia y desplantes las razonables ofertas de diálogo que hemos planteado.
  • Y por si todo esto fuera poco, por una razón tan sencilla como ésta: ni siquiera nos lo han pedido. El señor Sánchez ha dicho que del PP no quiere ni el apoyo ni la abstención, y, por lo tanto, no tenemos, ni siquiera, que plantearnos la cuestión.

Señoras y señores,

No sé lo que harán otras formaciones políticas, pero desde luego les aseguro que el Partido Popular, que es el primer partido de España, no está para firmar contratos de adhesión a pactos que han cocinado a sus espaldas y contra sus logros políticos. Tampoco está para hacer de actor secundario en un sainete que tiene como único horizonte una nueva campaña electoral.

Dicho de otra manera, no vamos a participar en una ceremonia de confusión y engaño a los españoles. No se puede contar con el Partido Popular para ello.

Creo firmemente que España necesita tener un gobierno, un gobierno sólido y estable, y un gobierno cuanto antes. La interinidad no es la mejor manera de enfrentarse a los retos que tenemos ante nosotros, que son muchos y muy exigentes: consolidar la recuperación, acabar con el desempleo, garantizar el sistema de bienestar: las pensiones, la sanidad pública, la educación de calidad....

Necesitamos un gobierno que pueda hacer frente con seguridad y con liderazgo al problema del independentismo catalán, que cada día busca nuevas fórmulas para desafiar la legalidad democrática española. En otros países no está amenazada, ni la integridad territorial, ni la soberanía nacional. Lamentablemente, en España sí y debemos dar una respuesta a la altura de este reto.

Lo mismo podría decir de la amenaza del terrorismo o de nuestra posición en Europa.

Necesitamos un gobierno, sin duda; pero no un gobierno "como sea", ni un gobierno de "cualquier manera", ni un gobierno a "cualquier precio", y mucho menos un simulacro de acuerdo de investidura que no se creen ni sus firmantes. Lo que necesitamos es un gobierno que pueda gobernar y en eso está el Partido Popular.

Es cierto que la fragmentación política que arrojaron los resultados electorales no hace fácil la formación de un gobierno estable. Como todo el mundo sabe, mi partido, el Partido Popular, ganó las elecciones del 20 de diciembre con claridad y mucha ventaja sobre sus rivales: Obtuvimos, como he recordado antes, 1.700.000 votos más que el segundo partido, el Socialista; tenemos 123 diputados en el Congreso, muy por delante del Partido Socialista (90), Podemos (69) o Ciudadanos (40); mayoría absoluta --a veces se olvida-- en el Senado, y hemos ganado en 39 de las 52 provincias y en trece de las diecisiete Comunidades Autónomas.

Pero, siendo esto cierto e inapelable, no es menos cierto que por primera vez desde 1977, por primera vez, ni el PP a pesar de su victoria está en condiciones de formar un gobierno monocolor. Resulta, por tanto, evidente que los españoles han pedido pacto, diálogo y acuerdo entre los distintos actores políticos. El pacto, y su necesidad, es el verdadero cambio que han traído las urnas. Los españoles nos han dicho: hablen, entiéndanse y compartan la tarea.

Así lo hemos entendido en el Partido Popular desde el primer momento. Por eso, desde nuestra responsabilidad como fuerza más votada, el día después de las elecciones ya formulamos el ofrecimiento público de un gran acuerdo al PSOE y a Ciudadanos; insisto, al día siguiente de las elecciones: el 21 de diciembre del pasado año 2015. Una propuesta que intenté trasladar personalmente al secretario general del PSOE el día 23 de diciembre, aunque no quiso escucharlo, cosa que he de confesar es la primera vez que me ha pasado en mi larga trayectoria política. También en esto nos encontramos ante conductas sin precedentes en nuestra historia democrática.

Tampoco quiso enviarnos unas semanas después su propuesta de negociación. El señor Sánchez nos concedió el mismo tratamiento, es decir, el mismo desdén, que a los independentistas catalanes o a los proetarras de Bildu. Malo sería que este desprecio se dirigiera en exclusiva a mi persona; pero es mucho peor el desprecio gratuito y sectario que se hace a los 7.300.000 votantes del Partido Popular en toda España.

El diálogo siempre es necesario en política, siempre; pero, en un panorama de fragmentación como el que ha emergido de las pasadas elecciones en España, esa exigencia moral se convierte en una obligación inexcusable por razones puramente prácticas. Pretender excluir al partido que ha ganado las elecciones, aislarlo o establecer los antidemocráticos "cordones sanitarios" siempre es éticamente reprobable; pero intentarlo en el actual escenario político de España es, sobre todo, un absurdo condenado al fracaso.

Tomemos, por ejemplo, esta reforma constitucional que todos proclaman como absolutamente imprescindible y que es uno de los señuelos del pacto que ayer nos presentaron. Dejando al margen las consideraciones sobre su contenido, vamos a la cuestión previa: ¿Cómo se puede prometer una reforma constitucional, y además "exprés", como la calificaron, que no es cualquier caso, sin tener en cuenta que el Partido Popular cuenta con más de un tercio del Congreso y la mayoría absoluta en el Senado? Quien lo propone, o pretende engañarse a sí mismo, o pretende engañar al conjunto de los españoles. Y quien lo suscribe, o pretende engañar a su socio, o sabe con certeza que se trata de un brindis al sol.

Francamente, con el Partido Popular que no cuenten para pantomimas de esta naturaleza.

No quiero extenderme más sobre este asunto. Sólo remarcar que en este nuevo tiempo de la política española sobran los intentos de exclusión, sobra el sectarismo y sobra la criminalización del adversario que nos han brindado en estos días. Sobran porque son democráticamente inaceptables y porque, además, conducen a un bloqueo político que no se puede permitir nuestro país. Y ese acuerdo que ayer nos han presentado no es fruto del diálogo, sino del proyecto de exclusión del vencedor de las elecciones, que ha sido el Partido Popular.

Señoras y señores,

Por más literatura que hagan los firmantes, por más vueltas que pretendan darle o por más imaginación que se le quiera echar al panorama, la aritmética es tozuda: en España --llevamos diciéndolo desde el día 20 de diciembre-- sólo hay dos opciones de gobierno, sólo hay dos, si queremos evitar ir a una repetición de las elecciones: un gobierno de exclusión contra el PP o un gobierno de consenso, que es el que propone el Partido Popular. La única mayoría, la única, que puede hacer al señor Sánchez presidente del Gobierno exige inexcusablemente --repito, inexcusablemente--, por acción u omisión, la presencia de los 69 diputados de Podemos.

En este asunto conviene hablar con absoluta claridad: el señor Sánchez sólo puede ser presidente con los votos de quienes quieren acabar con nuestro orden constitucional y, salvo que el señor Rivera, en su fulgurante evolución ideológica, descubra que también es compatible con Podemos, ese acuerdo necesitaría además, de una u otra manera, del concurso de los independentistas.

Ese es el único gobierno, el único, que puede enviar a la oposición el vencedor de las elecciones; repito, el único.

Es cierto que los números permiten ese gobierno, pero a costa de someter a la sociedad española a una fractura y a un nada recomendable proceso de radicalización, por no hablar de las consecuencias que tendría para nuestra economía, ahora que estamos encarando con paso firme la senda de la recuperación.

La recuperación económica de la que, como decía el director de este periódico en su intervención inicial, ahora nadie habla; esa recuperación no ha caído del cielo. Nos la hemos trabajado a pulso los españoles gracias, entre otras cosas, a la estabilidad política y a las reformas que el Gobierno puso en marcha.

Conviene recordar esto porque, entre el ruido y los fuegos de artificio, no se pueden olvidar las cosas importantes, como que España ha pasado de una recesión y de una caída de la actividad del 2,1 por 100 al inicio de la Legislatura a un crecimiento del 3,2 por 100 en el último año; simplemente, el mayor crecimiento de entre los grandes países europeos.

Conviene recordar que cogimos un país en el que el paro aumentaba a un ritmo del 10 por 100 anual, que se dice pronto, mientras que ahora el paro se reduce a un ritmo de 8 por 100 anual.

Conviene no olvidarlo, porque no nos podemos permitir el lujo de volver a las andadas, y esto es lo que sucederá si se prolonga mucho tiempo la incertidumbre o acabamos teniendo algunos de los Gobiernos que circulan por ahí.

Si sólo consideramos los números, ese gobierno de exclusión contra el PP es posible; pero no lo aconsejan ni el interés general, ni la voluntad de los españoles, ni la coherencia de las distintas fuerzas políticas y ni la naturaleza de los desafíos a los que nuestro país tiene que hacer frente.

Pues bien, señoras y señores, frente a este gobierno hipotecado y bloqueado por sus propias contradicciones internas --el único, insisto, que puede presidir Pedro Sánchez--, existe otra propuesta, la que yo he formulado desde el día siguiente a las elecciones: un gobierno de consenso integrado por el Partido Popular, el Partido Socialista y Ciudadanos, aunque no sea necesaria esta última política; pero creo que es positivo que también se integrara en ese gobierno. Entre esos tres partidos reunimos 252 escaños en el Congreso de los Diputados, a los que hay sumar la mayoría absoluta de la que dispone el Partido Popular en el Senado, y esos 252 diputados en el Congreso y esa mayoría absoluta en el Senado son suficiente garantía de estabilidad, de eficacia y de fortaleza.

Estos escaños son, además, escaños coherentes, que se pueden sumar, porque, por encima de sus intereses particulares, comparten los mismos valores que la mayoría de los españoles. Me refiero a conceptos como la unidad y la soberanía nacional, la igualdad de los españoles, el respeto riguroso por los principios de la democracia, la defensa de la legalidad, la lucha contra el terrorismo… Es decir, todo aquello que conforma la urdimbre del consenso básico de la sociedad española, la base sobre la que tejemos nuestra convivencia.

Ese gobierno de consenso, impuesto por la fragmentación del voto, nos brindaría, por paradójico que parezca, la oportunidad de acometer reformas ambiciosas y profundas con la garantía de que iban a permanecer en el tiempo, porque nacen a salvo de distintas coyunturas políticas. Se trata de convertir una situación de dificultad objetiva en una oportunidad o, como dice el castizo refranero español, "hacer de la necesidad virtud".

Tomemos, por ejemplo, el asunto de la reforma de la financiación autonómica que ahora reclaman con urgencia tantos presidentes autonómicos socialistas. Es un asunto esencial del que apenas nada nos ha contado el candidato. En cambio, nos proponen como gran novedad la supresión de las Diputaciones, algo que sólo puede plantear quien únicamente ha vivido en grandes ciudades, pisa moqueta y desconoce por completo cuál es la situación de los pequeños pueblos de España, como se han encargado de recordar unos cuantos dirigentes socialistas.

Me refiero también al pacto educativo que proponemos. Permítanme que llame su atención sobre este hecho en el que nadie ha deparado: por primera vez estamos en condiciones de lograr que la educación pase de ser una cuestión de confrontación política a un gran pacto de estado, que quede a salvo de cambios de gobierno.

Pero la estabilidad de ese pacto educativo y su permanencia en el tiempo no depende del acuerdo que presenten 130 diputados, el que se presentó ayer. Para estar a salvo de las vicisitudes de la alternancia política, necesita los 90 del PSOE y los 123 del Partido Popular.

La coalición que propone el Partido Popular es la misma fórmula con la que conservadores, socialistas y liberales estamos haciendo frente en Europa a los populistas antieuropeos de toda condición. Es la misma coalición, exactamente la misma, que gobierna, por ejemplo, en Alemania, en Austria, en Finlandia o en Holanda: la derecha con la izquierda en un gobierno que preside quien tiene más apoyos populares.

Y la pregunta que cabe hacerse es: ¿por qué lo que es normal en toda Europa no puede suceder en España? Además de todo lo dicho, ésa sería la fórmula de gobierno más respetuosa con la voluntad de los españoles y la que mejor refleja los resultados electorales de diciembre. Los españoles, como he dicho, no han pedido, como afirman algunos, cambio; lo que han pedido es pacto. El cambio ¿en qué consiste? ¿En qué hay que cambiar a quien gana las elecciones? Y el pacto más democrático, que es lo que han pedido los españoles, como todo el mundo puede entender fácilmente, es aquel liderado por la formación política que ha ganado las elecciones.

Este es el Gobierno que nos permitiría continuar avanzando en la senda de la recuperación y de la creación de empleo, incorporando nuevas visiones y nuevos socios a ese gran objetivo nacional que es la salida de la crisis. Sería, además, un acuerdo que enviaría hacia el exterior una señal de enorme potencia. Es un gobierno para mantener la confianza ganada, como saben ustedes, con tanto y tanto esfuerzo.

Y ¿qué decir del desafío catalán? ¿Es que se puede dar a los secesionistas y a quienes están en un pulso permanente con nuestra legalidad democrática mayor y mejor respuesta democrática que un gobierno con una mayoría de 252 diputados dispuestos a defender activamente la unidad de España, la soberanía nacional y la igualdad de todos los españoles?

Lo mismo podría decir de otros retos que tenemos que abordar, como son la lucha contra el terrorismo yihadista o, en otro orden de cosas muy distinto, la lucha contra la corrupción.

Señoras y señores,

Permítanme insistir en esto: yo fui el primero en proponer acuerdos. Lo hice después de las elecciones. Era y es una propuesta para fijar objetivos comunes; unos objetivos comunes que para nosotros son los siguientes, los cinco grandes objetivos para esta Legislatura:

  • Primero, seguir creciendo y creando empleo, de lo que ya nadie habla en nuestro país, pero que sigue siendo la gran necesidad para el conjunto de los españoles.
  • Segundo gran objetivo, consolidar el Estado de Bienestar: pensiones, sanidad y educación; uno de los grandes retos del futuro, de España y del resto de los países de la Unión Europea, los únicos países del mundo donde existe eso que conocemos como Estado de Bienestar: un sistema de pensiones público, una sanidad pública universal y gratuita, y una educación igual.
  • Tercer gran objetivo, defender la unidad de España.
  • Cuarto gran objetivo, luchar contra el terrorismo.
  • Y quinto, luchar contra la corrupción.

Ésos son los objetivos y para eso hay que consensuar, y no es tan difícil con un gobierno como el que yo he planteado, cinco grandes pactos transversales:

  • El primero, por el crecimiento y el empleo.
  • El segundo, por la reforma fiscal y la financiación de las Autonomías.
  • El tercero, un pacto social.
  • El cuarto, un pacto por la educación
  • Y el quinto, un pacto por el fortalecimiento institucional.

No renuncio a esa propuesta, porque creo que es la mejor para España, porque creo que es la que mejor refleja la voluntad de los españoles emitida libremente en las urnas, porque creo que se ocupa de los problemas reales de los ciudadanos y porque fija claros y entendibles que son los que le importan al conjunto de los españoles.

No renuncio a esa propuesta, aunque haya sido rechazada --no ha querido ni escucharla-- por el Partido Socialista e ignorada por Ciudadanos, porque sé que frente a ella la única alternativa es un gobierno de Podemos presidido por Pedro Sánchez.

Señoras y señores,

Voy terminando para ajustarme al tiempo que se me ha pedido consumir.

Los españoles votaron el 20 de diciembre del año pasado, hace ya más de dos meses, y ya va siendo hora de que cuenten con un gobierno.

Llevamos dos meses de idas y de venidas, de ruedas de prensa, de negociaciones en abierto y en cerrado, de discursos vagos, de maniobras de distracción y de operaciones de imagen; pero los números, tan tercos, siguen sin cuadrar.

Ya hemos manoseado todos los topicazos posibles: "la nueva política", "la segunda transición"," las fuerzas del cambio" y tantos otros más que se le puedan ocurrir a cualquiera; pero los números siguen sin cuadrar.

Dentro de una semana, escasa, veremos si el señor Sánchez es capaz de ofrecer en serio un proyecto de gobernación para España o si sólo ha estado ocupado en una gigantesca campaña de imagen y de promoción personal. Estaremos muy atentos y también, porque es nuestra obligación, muy exigentes.

En cualquier caso, el Partido Popular va a seguir haciendo valer su victoria, defendiéndola siempre, con inteligencia, con tenacidad, con serenidad y con templanza; virtudes que siempre son necesarias, pero ahora, a ustedes no se les escapa, algo más.

Muchas gracias.

COLOQUIO CON EL PRESIDENTE DEL GOBIERNO

Gloria Lomana .- Bienvenido, presidente. Si fracasa la investidura de Pedro Sánchez, usted ya ha dicho que estaría dispuesto a aceptar un nuevo encargo de S.M. el Rey. Y yo le digo: ¿por qué ahora sí y antes, no, si ahora, al parecer, tampoco contaría con apoyos? Incluso, visto el panorama que hemos visto en las últimas horas, incluso Ciudadanos ya da por cerrado con el PSOE y dice que será inamovible, e incluso el señor Rivera quiere verse con usted para insistir en pedirle la abstención, para que usted apoye a Pedro Sánchez. O sea, que las posiciones, aparentemente, estarían aún más lejos.

Presidente.- Es una pregunta, pero, en realidad son varias preguntas y voy a intentar contestarlas de manera ordenada.

La primera, ¿por qué no he ido yo al Debate de Investidura? Yo no he ido al Debate de Investidura por algo que se entiende muy bien: porque la Constitución dice que al Debate de Investidura se va para ser investido presidente y, cuando uno tiene la total y absoluta certeza de que es imposible que sea investido presidente, no tiene ningún sentido que comparezca ante el Congreso de los Diputados y yo tenía --fue lo que le dije a S.M. el Rey-- la total y absoluta certeza de que más de la mayoría absoluta de la Cámara me iba a votar en contra. Simplemente, me iban a votar en contra, Podemos --ya no entramos en más detalles-- y el Partido Socialista. ¿Y por qué sabía que el Partido Socialista me iba a votar en contra? Porque ya me lo había comunicado. Por tanto, no tenía ningún sentido que fuera.

Además, no le hice perder el tiempo al conjunto de los españoles, lo cual es importante, porque no estamos precisamente en nuestro país en una situación para perder el tiempo, sobre todo, en relación con lo que es nuestra economía, los esfuerzos que hay que hacer y las reformas que todavía hay que plantear.

Después, S.M. el Rey encomendó al señor Sánchez que se sometiese a la investidura y el señor Sánchez entendió que iba a tener los apoyos suficientes. Para ser investido el señor Sánchez necesitaba, o entenderse con el Partido Popular, o entenderse con Podemos. Cualquier otra situación hacía imposible, porque los números son los que son, que el señor Sánchez fuera investido.

El señor Sánchez estuvo un mes, ¡un mes!, reuniéndose con unos y con otros, con los empresarios, con los sindicatos, con los agricultores, con los sindicalistas de Radiotelevisión Española, cosa que a mí me parece muy bien… Es bueno reunirse con todo el mundo pero, claro, cuando de lo que se trata es de ser investido, conviene que se reúna también con los que pueden investirlo. Y con el Partido Popular no se ha reunido nunca, porque ha dicho que del Partido Popular no quería nada: ni el voto a favor, ni el voto en contra, ni la abstención. Entonces, tenía que haberse reunido con Podemos porque, si no, era imposible, como dije antes, que fuera investido. Pero con Podemos se reunió sólo un día, a la vez que se reunía con Ciudadanos, sabiendo que Podemos le había advertido que, si pactaba con Ciudadanos, con ellos no iba a pactar.

De suerte, que, al final, el señor Sánchez no tiene los votos para la investidura, porque había dos que podían dárselos: con uno no quiere ni hablar y el otro no le hace caso a lo que plantea. Y hemos tenido un mes de dimes, diretes, idas, venidas, presiones, editoriales, cosas, discursos, etc. etc., que no han servido absolutamente para nada.

Y ahora me dice usted, que era la primera parte de su pregunta: si el señor Sánchez no consigue ser investido, ¿usted está dispuesto a ir a la investidura? Yo le digo que el señor Sánchez no va a conseguir ser investido, precisamente por esta razón, porque ha hecho las cosas muy mal. Ha despreciado al que podía darle los votos y no le ha hecho caso al otro, y ha pactado con uno, cosa que no sirve absolutamente para nada. Y éste es el gran fraude y el gran engaño que se ha pretendido hacer al conjunto de la opinión pública española.

Si no sale elegido, yo iré, naturalmente, si S.M. el Rey me lo plantea y si tengo los apoyos suficientes para ello. Y creo que el planteamiento que he hecho es un planteamiento irreprochable.

Yo quiero lo mismo que en Alemania. En Alemania ganó las elecciones el Partido Popular, la coalición CDU-CSU, y el segundo fue el Partido Socialdemócrata. Nadie tenía mayoría. Los socialdemócratas podrían haber hecho una coalición con los dos partidos de izquierda. Fueron responsables, no lo hicieron y hay un gobierno de coalición presidido por el que ganó, el Partido Popular, y vicepresidido por el segundo, el Partido Socialdemócrata. Eso también pasa en Austria, sólo que en Austria ganó las elecciones el Partido Socialista y el Partido Socialista, con tres puntos más que el Partido Popular, preside el Gobierno y lo vicepreside el Partido Popular, que es la segunda fuerza política.

Eso es lo que ocurre en quince países de la Unión Europea, en quince, nada menos que en quince, y eso es lo que ocurre en las instituciones europeas, donde de hecho hay una coalición entre Partido Popular, Partido Socialista y Partido Liberal. Como el Partido Popular fue el partido más votado en las elecciones europeas del año pasado o de hace dos, en 2014, el señor Juncker, del Partido Popular, es el presidente de la Comisión y el señor Schulz, que era el candidato socialdemócrata, es el presidente del Parlamento. La ministra de Asuntos Exteriores y vicepresidenta de la Comisión es del Partido Socialista y, a partir de ahí, se distribuyen las responsabilidades según los resultados y los apoyos electorales que haya tenido cada uno.

Son gobiernos sensatos, son gobiernos que representan a la mayoría moderada de la población, son gobiernos que hacen conjuntamente, de una manera inteligente, frente a los populismos de todo tipo que hay en Europa y son gobiernos que respetan a la gente y a lo que vota la gente, porque es verdaderamente inaudito que algunos sostengan, sin ningún rubor, que tiene que gobernar el que no ha ganado las elecciones. Entonces, la pregunta que cabe hacer es: ¿oiga, y para qué sirven las elecciones? ¿Para qué los ciudadanos se pronuncian?

¿Hay alguien que me pueda explicar esto? No, y le voy a explicar por qué: porque no tiene explicación. Lo que hay son intereses de algunos y los demás estamos para decirle "no estamos de acuerdo", entre otras cosas, porque yo no voy a reírme de los españoles. Eso será lo último que haga en mi vida.

G. Lomana.- Le voy a hacer mi segunda y última pregunta, y no quiero ser tramposa, pero voy a hacer un poco como he hecho antes, para aprovechar ¿Usted, en la hipótesis de que al final que haya que ir a elecciones, será el candidato del Partido popular sí o sí, más allá de lo que digan las encuestas? Si le dice una encuesta que el Partido Popular iría a la baja, ¿también sería candidato? ¿Y si hubiera voces críticas en el partido? No hay ninguna en público, pero hay quien va diciendo o va escribiendo que puede haber alguna por ahí. Incluso, en ese caso, en el caso de que surgieran voces críticas, en ambas situaciones no agradables, ¿usted, en todo caso, sí o sí sería el candidato del Partido Popular?

Presidente.- Creo que es una pregunta muy razonable. Hace usted muy bien en formulármela, porque estoy seguro, aunque a mí no me lo cuenten, de que hay gente en ello.

Mi intención, si hubiera elecciones generales, es presentarme a las elecciones generales y sólo necesito una cosa para presentarse a las elecciones generales: que me apoye mi partido. Hasta ahora yo he tenido la fortuna y la suerte de recibir siempre el apoyo de mi partido. Lo he recibido en circunstancias muy difíciles y eso a mí me compromete mucho.

Yo empecé en esto pegando carteles cuando preparaba oposiciones en el año 1977. Yo estudiaba de seis y media a dos, y de cuatro a nueve, y a las nueve de la noche salía a pegar carteles de mi partido. He perdido más elecciones que nadie; he formado parte de una junta local en la que todos teníamos cargos porque, como éramos cinco, todos teníamos alguna responsabilidad, y he sido militante de base, presidente de la junta local de una ciudad, provincial y secretario general regional. Aquí he sido vicesecretario de todo, secretario general del partido y llevo de presidente del partido once años. Y estoy muy honrado. Le he dedicado una parte muy importante de mi vida a esta fuerza política. Creo tener el respaldo y el apoyo de muchos. He sido el candidato de este partido hace nada, cuando ganó las elecciones. Es que acabamos de ganarlas.

Algunos escriben o dicen: "Rajoy tiene que dimitir". Oiga, ¿y el que quedó segundo? ¿Y el que quedó tercero? ¿Y el cuarto? No queda nadie, entonces. ¿Le parece razonable?

Por tanto, si mi partido quiere, yo estoy dispuesto a dar esa batalla como he dado otras cuantas a lo largo de mi vida. Y sobre lo que digan los demás, probablemente tengan mala suerte. Cada uno debería dedicarse a lo suyo.

Julián Cabrera.- Presidente, yo quería recoger un par de enunciados de su intervención: uno, el de la interinidad política, y, otro, el del riesgo a la recuperación económica. Llevamos, desde el 20 de diciembre, más de dos meses buscando una fórmula de acuerdo de Gobierno, previa investidura, y hay otras partes en Europa que siguen rodando. Ayer mismo, sin ir más lejos, la Comisión Europea emplazaba, recordaba, a España y a otros países a que ya mismo, en el próximo mes de abril, hay que presentar un plan de estabilidad y hay que presentar una serie de reformas económicas que abunden en las que ya se están llevando a cabo.

La pregunta es si no corremos el riesgo de empezar a no hacer esos deberes; si no corremos, además, el riesgo de que lo que se ha conseguido en los últimos cuatro años, gracias a los sacrificios de clases bajas y medias en este país, se vaya por el sumidero de la inestabilidad política y, sobre todo, eso ocurra porque nos veamos abocados a unas elecciones, una repetición electoral, que supondría que no habría nuevo Gobierno hasta el próximo otoño o, incluso, más allá.

Presidente.- Hasta ahora hemos hablado, incluso yo en mi intervención, de temas más partidarios que de temas que me corresponden también a mí atender en mi responsabilidad más importante, que es como presidente del Gobierno, aunque sea en funciones.

Usted ha dicho una cosa muy puesta en razón: en el mes de abril todos los Gobiernos de la Unión Europea tenemos que hacer algo que es muy importante: presentar nuestro Plan de Estabilidad y presentar nuestro Plan Nacional de Reformas. Y allí tenemos que presentar nuestro escenario de déficit público y, también, el conjunto de reformas que pretendemos seguir haciendo en el futuro para mejorar la competitividad de la economía española.

No sé en qué situación estaremos en el mes de abril. Nosotros, evidentemente, ya estamos preparando todo lo que vamos a presentar a la Comisión Europea. Nosotros siempre hemos dicho que reducir el déficit público era algo capital y que un país que debe lo que no tiene no es un país libre. Por reducir el déficit público que nos encontramos, por encima del 9 por 100, que ya se dice pronto, hoy lo hemos dejado reducido a la mitad y lo hemos hecho con dos años de recesión económica, y, por tanto, con los ingresos públicos cayendo.

Creo que España ha hecho un gran esfuerzo, creo que se ha valorado y creo que eso ha sido muy positivo, porque a España se la tomó en serio. Los agentes económicos y sociales y los mercados dijeron: "España se toma las cosas en serio". Precisamente por haber controlado el déficit público, nuestra prima de riesgo, que llegó a ser de 639 puntos básicos, hoy está en ciento y pico puntos básicos, aunque la incertidumbre, sin duda alguna, siempre está ahí y puede amenazar la prima de riesgo.

Pero nosotros estuvimos --ahora no lo recuerda nadie-- al borde de la quiebra, estuvimos; y estuvimos al borde del rescate, estuvimos, y a mí se me presionaba, privada y públicamente, para que España pidiera el rescate, por escrito y verbalmente, igual que ahora se me presiona por los mismos para otras cosas diferentes. Hay gente que no descansa nunca.

España y los españoles hicieron un esfuerzo importante. Yo recuerdo que el bono a diez años llegó a estar al 6 o al 7 por 100 y, luego, España se ha financiado a intereses negativos, algo que no ha ocurrido nunca en la historia. Cuando las cosas se hacen bien… Esto es como en cualquier faceta de la vida: lo único serio es ser serio y, normalmente, cuando uno hace las cosas bien, los resultados se acaban produciendo por muchas que sean las dificultades. Hay algunos países en Europa que por hacer experimentos han empezado a ver cómo su prima de riesgo se ha, incluso, duplicado. No voy a entrar en detalles, ni mucho menos en nombrar a nadie.

Por tanto, seguir reduciendo el déficit público es muy importante; pero también tengo que decir una cosa: del 9,1 por 100 a prácticamente la mitad en cuatro años, con dos años de recesión, no es algo ciertamente fácil. Vamos a intentar seguir reduciendo el déficit, porque creemos en ello y porque es positivo para España, es positivo para nuestro bienestar y es un compromiso con Europa.

En segundo lugar, está el Plan Nacional de Reformas, que es otro de los documentos importantes que hay que presentar en la Unión Europea, porque es el plan que tiene un país, en este caso el nuestro, para mejorar la competitividad de nuestras empresas y, por tanto, para crear empleo, para mejorar el bienestar de la gente, para poder recaudar y para poder mantener los servicios públicos.

A lo largo de estos años hemos hecho toda suerte de reformas. Curiosamente, las reformas que hemos hecho son las que se quieren derogar ahora por este gobierno que se nos ha anunciado y, encima, pretenden que votemos para derogar las reformas que hicimos y que han dado los resultados que todo el mundo conoce, lo cual tendrán ustedes que convenir conmigo en que es algo verdaderamente notable:

  • La reforma laboral yo no la voy a derogar. El acuerdo que se firmó ayer sí dice que la va a derogar y el secretario general del PSOE, señor Sánchez, también dice que la va a derogar.
  • Hemos hecho una Ley Orgánica de Estabilidad Presupuestaria y esa Ley Orgánica trae su origen en la modificación del artículo 135 de la Constitución, que también quiere liquidar el acuerdo que se firmó ayer; artículo 135 de la Constitución cuya reforma hicimos el entonces presidente, señor Rodríguez Zapatero, y yo mismo, como presidente del Partido Popular.
  • Hicimos una reestructuración completa del sistema financiero, al borde de la quiebra muchas de sus entidades en aquel momento.
  • Hicimos una reforma eléctrica, porque tenía un déficit el sector de veintisiete mil millones de euros, y que ahora también se quiere derogar.
  • Hicimos una reforma de la educación para mejorar la calidad, sin sectarismos, sólo para mejorar la calidad, que ahora también se quiere derogar.
  • Iniciamos una reforma de las Administraciones Públicas, que ahora también se quiere derogar.
  • Pusimos en marcha, por primera vez en la historia, una ley para que en España hubiera algo tan razonable como unidad de mercado, que ahora, si no se quiere derogar, se quiere reformar y, desde luego, si lo hicieran, vamos a estar en una cosa distinta de la que hemos planteado.

Por lo tanto, hay que hacer reformas y yo creo que no se deben derogar las reformas que se hicieron porque, entre otras cosas, esas reformas que se hicieron fueron las que han dado lugar a que hayamos pasado de un crecimiento negativo, como he dicho en mi intervención, del 2,1 por 100 a un crecimiento positivo del 3,2 por 100, que es el mayor de los grandes países de la Unión Europea. Pero el sectarismo tiene un problema: es que acaba pudiendo con todo, incluso con los resultados, la lógica y el sentido común.

Por tanto, mi intención es --no sé cómo se producirán los acontecimientos en próximas fechas-- plantear el Plan de Estabilidad en la Comisión Europea y plantear nuestro Plan Nacional de Reformas, estemos en funciones o no estemos. Estar en funciones permite hacer algunas cosas y una de ellas es cumplir nuestras obligaciones como nación, y ésta es una obligación como nación.

Lo ideal, sin duda alguna, es que hubiera un gobierno y que fuera un gobierno el de sentido común, el que da un buen mensaje fuera. Los mercados, los inversores extranjeros, si ven un gobierno presidido, como el alemán, por el que ha ganado, el primero, el Partido Popular, un partido moderado; luego, el segundo, el Partido Socialista, que es un partido que está en varios gobiernos europeos también en coalición; y, luego, un partido liberal, o lo que pueda ser Ciudadanos, creo que dábamos un buen mensaje al conjunto de estos agentes económicos y sociales y dirían: "éste es un país serio". Si estamos ocho meses sin que eso sea posible, desde luego, pueden pensar otra cosa.

J. Cabrera.- Mi segunda pregunta, Presidente, puede que se extienda un poco menos, porque no va a ser económica. Va a abundar más en la segunda pregunta que hacía Gloria Lomana hace un momento. Se entiende que ahora la prioridad de usted es que se clarifique el panorama político y saber quién o quiénes nos van a gobernar en España en los próximos años, y puede que en segundo plano quede lo que se llama el debate del partido, que está ahí, de alguna forma también latente, como apuntada Gloria.

Hay dirigentes de su partido, importantes, territoriales, en Baleares, País Vasco, Andalucía o Madrid, por ejemplo, que se han venido pronunciando en algún momento en torno a la conveniencia o la idoneidad de que los congresos se lleven a cabo de una forma, digamos, abierta y en lo más parecido a unas primarias, y siempre buscando el voto directo de la militancia. Yo quería saber si a usted esa música le suena bien, si eso lo ve exportable al ámbito nacional del partido y, en esa misma línea, recogiendo lo que apuntaba Gloria, si usted en todo caso se vería o se ve, a día de hoy, a medio o largo plazo, si no consigue gobernar, como presidente del partido y jefe de la oposición en el Parlamento.

Presidente.- Ésta ya es una pregunta para nota. Yo creo que los partidos funcionan cada uno con las normas que se dan los propios partidos. Nosotros tenemos un sistema de funcionamiento que es por delegados; entonces, los militantes eligen a los delegados por provincias y esos delegados son los que votan los partidos. Es un sistema que tenemos desde que prácticamente existe el partido, desde los años 1977-1978, y con ese sistema nos hemos manejado.

Creo que el partido ha funcionado razonablemente, es un partido muy consolidado, está en toda España, mantiene y defiende las mismas posiciones en toda España, y tiene muchos apoyos entre los ciudadanos españoles. Ahora bien, yo no renuncio, y sería absurdo que lo hiciera, a mejorar el funcionamiento del partido. Lo que pasa es que lo que tenemos que hacer es tomar decisiones para que las cosas se hagan bien. Claro, lo que no podemos hacer es como el Partido Socialista que hace primarias y luego le hacen una gestora, en Madrid, por ejemplo, y le cambian la cerradura --conviene hacer las cosas de una manera razonable--; o como otros partidos que hacen primarias y sólo se presenta un candidato, y nunca se presenta una persona distinta a ese candidato.

Por tanto, los partidos podemos mejorar, como cualquiera puede mejorar o como puede mejorar un medio de comunicación en su funcionamiento, o como puede mejorar cualquier empresa; pero es importante que haya un partido con una estructura y con una dirección que tome las decisiones más importantes y en la que confíen los militantes. A partir de ahí, cuando tengamos el próximo congreso, podemos estudiar fórmulas para hacer planteamientos mejores y más eficaces para el partido, porque nuestros congresos son muy participativos, con ponencias en las que interviene mucha gente y donde todo el mundo dice lo que estime oportuno y conveniente. Pero yo nunca me voy a negar, porque no me he negado, a que las cosas se puedan hacer mejor; pero lo más importante es que los resultados también sean mejores para el partido.

J. Cabrera.- ¿La última parte, la de si usted se ve jefe de la oposición y presidiendo el partido?

Presidente.- Yo me veo en muchos sitios. Tengo fuerzas para hacer muchas cosas y muy diversas, ¡eh!

Pilar Gómez.- El señor Rivera hoy ha planteado que quería reunirse con usted antes del día 5 y ha dicho que le iba a trasladar ese pacto. Quería saber si el señor Rivera ya le llamado, si se van a ver antes del día 5, si va a haber esa reunión.

Presidente.- El señor Rivera, efectivamente, me ha mandado una carta y en la carta me ha dicho que ha llegado a un acuerdo con el Partido Socialista para que Pedro Sánchez sea presidente. Me ha dicho que el documento que yo le entregué en su día al señor Rivera lo había leído, cosa que hasta hoy yo desconocía, que le parecía muy razonable --creo que tiene toda la razón en hacer esa afirmación--, que él pensaba que lo que había acordado con Sánchez podía encajar en esos planteamientos que yo le hice y que, por tanto, quería explicármelo.

Yo le he contestado, como es lógico y natural, y le he dicho que no hacía falta que me enviara una carta porque podía descolgar el teléfono, como ha hecho siempre, y yo estaría ahí esperando y le contestaría; que tampoco era necesario formalizarlo con una carta y, simplemente, se podía hablar con tranquilidad.

Pero, claro, también le dije que yo respetaba sus decisiones y los acuerdos a los que él pudiera llegar, como es lógico. Tengo que respetarlas. Si el señor Rivera considera que el señor Sánchez tiene que ser el presidente del Gobierno y que eso es lo que han dicho los electores del señor Rivera, yo no tengo nada que decir. Simplemente tengo que respetarlo. Ahora bien, también le dije que, en justa reciprocidad, no sería malo que respetase las decisiones que tomara el Partido Popular.

Entonces, resulta que al Partido Popular se le pide lo siguiente: Se le pide que vote al señor Sánchez, oiga --está bien, pueden pedirlo--; pero, claro, se le pide después de que el Partido Popular haya ganado las elecciones. Somos la primera fuerza y se nos pide que votemos al señor Sánchez. Se nos presenta un contrato de adhesión; es decir, han llegado a un acuerdo, del cual a nosotros se nos ha excluido, y ahora se nos dice: "aquí está este papel y usted lo firma". Se presenta un documento en el cual lo que dice es que va a derogar todas las reformas que nosotros hemos hecho, como les dicho a ustedes antes.

O sea, el documento, primero, es un contrato de adhesión; luego se dice "ustedes lo han hecho muy mal y lo que vamos a hacer es derogar lo que ustedes han hecho". Luego, el señor Sánchez no habla con nosotros, no quiere hablar, como ustedes saben, se ha negado a reunirse con nosotros, y, además, ha dicho que no quiere del Partido Popular, ni el voto a favor, ni el voto en contra, ni quiere la abstención, y que su única línea roja es que no gobierne el Partido Popular..

Entonces, yo tengo que votar eso porque el señor Rivera ha decidido que él tiene que votar eso. ¡Hombre!, no me parece justo ni razonable y, por tanto, yo me reúno cuantas veces quiera, pero le agradecería que no me tomara el pelo.

P. Gómez.- Ya como última pregunta, algo que también se ha planteado, o han planteado otros compañeros: si el señor Rivera y el señor Sánchez, en esta suerte de cálculos que ellos hacen, después del día 6 le dicen "el PP gobierna con PSOE y Ciudadanos, pero el señor Rajoy no es el presidente", ¿qué les diría?

Presidente.- ¡Ah!, no creo que se les ocurra decir eso. No, es que antes de hacer ese planteamiento tienen que ponerse de acuerdo a quién quieren como tercer socio, porque ellos dos solos, en ese intento de engañar a la gente, no pueden gobernar; necesitan un tercer socio. Entonces, el señor Rivera parece que quiere que el tercer socio seamos nosotros, por el afecto que nos tiene, sin duda alguna; pero el señor Sánchez quiere que no seamos nosotros, quiere que sea Podemos, porque su línea roja es que el PP no puede participar en este acuerdo. Entonces, conviene que se pongan de acuerdo para resolver este tema, porque es que, si no, va a llegar la investidura la próxima semana y no van a tener los votos y los apoyos suficientes, y la gente se va a dar cuenta de que los han engañado.

Además, figúrese usted que el señor Rivera nos convence a nosotros y el señor Sánchez convence a Podemos. Entonces, puede ser a cuatro. Es que esto es una broma, que es lo que no le han dicho al conjunto de los españoles.

Muchas gracias.

Más información