Discurso del presidente del Gobierno en el acto de conmemoración del XXX aniversario de la firma del Tratado de adhesión de España a las Comunidades Europeas

24.6.2015

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Madrid

Majestades, autoridades, señoras y señores,

Desde el pasado 12 de junio, se han sucedido los actos para conmemorar el trigésimo aniversario de la firma del Tratado de adhesión de España y Portugal a las entonces Comunidades Europeas. Hoy lo hacemos en aquel mismo Salón de Columnas, bajo la Presidencia de S.M. el Rey Don Felipe VI y acompañados de S.M. Don Juan Carlos I, en quien quiero reconocer un protagonismo decisivo para la consecución de aquel gran objetivo nacional.

A nadie se le oculta la trascendencia histórica de nuestra adhesión a las Comunidades Europeas. Recordamos con emoción aquel día. Fue la culminación natural de una Transición ejemplar hacia la democracia. Fue la consecución del sueño europeísta de modernidad que habían reclamado nuestros mejores pensadores. Y, si reintegrarnos al concierto de las naciones europeas fue importante para España, no fue menos importante para las Comunidades Europeas contar entre sus filas con una de las naciones más antiguas, porque ni España se entiende sin Europa, ni el ideal europeo puede estar completo sin España.

Me hubiera gustado que nos acompañara quien fuera presidente de la Comisión Europea en aquel momento. Jacques Delors no ha podido estar hoy aquí por motivos de salud, pero quiero dejar muestra de mi agradecimiento hacia su gran labor. Por ella, conjuntamente con el presidente de la República Francesa, he solicitado que el Consejo Europeo le conceda el título de Ciudadano de Honor de Europa.

Majestad,

El éxito que cosechó España con la adhesión fue, ante todo, la expresión de un deseo compartido --como aquí ya hemos escuchado-- por todos los españoles y de su esfuerzo no sólo para volver a Europa, sino, efectivamente, para estar en Europa y llevar a cabo la transformación estructural que requería nuestro país, y avanzar, al mismo tiempo, hacia una mayor integración de nuestro continente.

Este esfuerzo colectivo de la sociedad española resultó imprescindible para contribuir, en tanto que Estado miembro, a la consecución de los objetivos de la Unión; unos objetivos que, en el primer momento del proyecto europeo, se habían limitado, como saben, al comercio del acero y del carbón, y que con el paso de las décadas se han ido enriqueciendo hasta nutrir nuestras libertades y derechos, y lo mejor de nuestros ideales.

Precisamente, la ambición del ideal europeísta se cifra de modo inmejorable en sus aspiraciones de hoy: de la promoción de la paz a la defensa de la libertad, la democracia y el Estado de Derecho, así como la voluntad de avanzar efectivamente hacia una mayor integración política y económica.

Majestad,

En conmemoraciones como ésta, es natural hacer balance del camino recorrido y aún más cuando se trata de un viaje que dura ya tres décadas. Permítanme que le dedique unas pocas palabras para dejar constancia de que el activo de estos treinta años supera con creces al pasivo, tanto para España, como para Europa. Nuestro país ha avanzado en todos los órdenes en gran medida gracias a su participación en la integración europea. Además, España ha aportado, y mucho, a la Unión; y ello, tanto en tiempos de bonanza y calma, que los ha habido, y muchos, como de crisis y de tormenta, que también los ha habido.

Éste ha sido el caso de la mayor crisis que asoló nuestro continente desde la constitución de las Comunidades y que ya estamos superando. Europa fue capaz de tomar en poco tiempo decisiones de enorme calado, como la creación de los instrumentos financieros para asegurar la estabilidad, la profundización de la Unión Económica y Monetaria, y las medidas de liquidez del Banco Central Europeo. España, por su parte, impulsó un programa de reformas estructurales en todos los ámbitos, procedió al saneamiento de sus cuentas públicas y llevó a cabo la reestructuración de una parte de su sector financiero con ayuda y con solidaridad europea.

Conjugando la solidaridad de Europa con la responsabilidad de España, nuestro país ha pasado de ser parte del problema a la mejor referencia de que la estrategia europea para salir de la crisis, tarde pero está funcionando. Es evidente que aún queda mucho por hacer; pero hoy somos la economía europea que más crece y, gracias a ello, alcanzar en la próxima Legislatura los 2veinte millones de empleos no es un sueño, sino una aspiración a nuestro alcance.

Señoras y señores,

Permítanme que dirija mi mirada hacia el futuro, aunque también reivindique el pasado, porque muchas veces tenemos una cierta proclividad a hablar de lo que no ha estado bien; pero también hay que tener en cuenta lo que ha estado bien, que ha sido más que lo contrario.

Creo que la principal preocupación de los europeos y, en consecuencia, lo primero que reclaman a sus Gobiernos y a Europa es la creación de empleo y la preservación de la dimensión social de nuestro espacio común. Para ello es necesario impulsar el crecimiento, aumentar las inversiones y fomentar las reformas que favorecerán la competitividad. Con tal fin, las apuestas europeas son tan concretas como ambiciosas: del conocido como Plan Juncker de inversiones a la vocación de completar el mercado único de bienes y servicios, así como lograr también un mercado único en el ámbito digital. Y no podemos dejar de mencionar hitos como la apertura de nuestras economías con acuerdos como la Asociación Transatlántica con Estados Unidos o la apuesta por el empleo de los jóvenes con el Plan de Garantía Juvenil.

Otra prioridad es la creación de una Unión de la Energía, que tanto está impulsando España, encaminada a obtener una energía asequible, segura y sostenible. Y también quiero citar entre las prioridades el desarrollo de una Unión de Libertad, Seguridad y Justicia, que deberá contar con una verdadera política europea de migración que permita gestionar adecuadamente unos flujos migratorios que van en aumento, facilitando la integración social y laboral de los acogidos, evitando perniciosos "efectos-llamada" y avanzando en la prevención y lucha contra el terrorismo y la delincuencia organizada.

Respecto a estas tres prioridades europeas, España tiene ideas e iniciativas para enriquecer este proceso. Ya lo hemos hecho, y con éxito, en los últimos treinta años, y hay que reivindicarlo. La cohesión económica y social; los derechos inherentes a la ciudadanía europea, a los que se refería en su intervención el presidente del Parlamento; la Eurorden de detención y entrega, tan decisiva para acabar con el terrorismo de ETA, o la aportación de nuestra dimensión mediterránea y nuestras privilegiadas relaciones con Latinoamérica, son otras tantas contribuciones españolas al acervo de todos los europeos.

Vamos a seguir haciéndolo. Acabamos de presentar una propuesta para mejorar la gobernanza de la zona euro donde propugnamos la transferencia a la Unión Europea de la soberanía nacional sobre políticas de gastos e ingresos; abogamos por un presupuesto específico para la eurozona y postulamos una Agencia de deuda común.

En el Consejo Europeo que comienza mañana España impulsará medidas de solidaridad para paliar situaciones específicas que requieren la intervención humanitaria, dentro de una acción política global orientada hacia la cooperación al desarrollo y a actuar sobre las causas que provocan las migraciones.

Estas prioridades que he señalado delimitan los contornos de la Europa que queremos hoy: una Europa solidaria, con reglas claras; una casa común de libertades, y también de obligaciones, algo de lo que tenemos todos una cierta tendencia a olvidarnos; un continente con fronteras comunes a todos, y defendidas también por todos, algo que, a veces, también algunos olvidan; una Europa competitiva, sin la cual son imposibles el progreso, el bienestar y la riqueza; competitiva, en un mundo que no espera a nadie; y una Europa con alma social, sostenible para las siguientes generaciones.

Majestad,

España aporta algo muy importante para el futuro de la Unión: me refiero al sólido compromiso de los españoles, que se sienten orgullosos de formar parte de la familia europea y nos piden más y mejor Europa.

España es una gran nación. Al igual que hace treinta años el acto que conmemoramos, al igual que entonces, nos ayudó a recuperar la autoestima y supuso una inyección de confianza en nuestro porvenir, hoy el estar saliendo de la crisis económica, aunque algunos no lo quieran decir, gracias a nuestras fuerzas, es decir, a las de los españoles; con nuestro esfuerzo, el de los españoles; con nuestra determinación, la de los españoles, deben servirnos de acicate para encarar el futuro con esperanza.

Señoras y señores,

En los últimos cuarenta años España es uno de los cinco países del mundo donde más aumentó la renta per cápita. No sólo por eso, pero también por eso, es un orgullo ser europeos para todos los españoles. Yo hoy apelo aquí a ese espíritu de ambición colectiva de todos los españoles para que juntos emprendamos un camino que nos lleve a celebrar dentro de treinta años los mismos éxitos que hemos conmemorado en este día y, si puede ser, que todos estemos aquí entonces, dentro de treinta años.

Muchas gracias.

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