Discurso del presidente del Gobierno en funciones en el debate de investidura a la Presidencia del Gobierno en el Congreso de los Diputados. (Parte 3)

30.8.2016

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Congreso de los Diputados, Madrid

Los españoles no pueden permitirse que sus representantes, sea cual sea el color de sus escaños, se conformen con ser espectadores de excepción de los acontecimientos que afectan a sus vidas. Tenemos una responsabilidad con aquellos a los que representamos, por supuesto; pero también en el contexto internacional en el que nuestro país tiene voz y debe ejercerla.

Señorías,

Permítanme reafirmar hoy el compromiso de este Parlamento y de la Nación a la que representa con el proyecto europeo y mi firme voluntad -espero que compartida por la inmensa mayoría de ustedes- de seguir participando en su consolidación. La política europea es un ámbito donde de nuevo quiero proponer un amplio acuerdo para consensuar la actuación del Gobierno de España durante la próxima Legislatura.

Europa hoy se encuentra frente a varios desafíos capitales: el primero, sin duda, es superar la crisis surgida de la decisión británica de abandonar la Unión; en segundo lugar, lograr un crecimiento económico que posibilite la creación de empleo; también la necesidad de alcanzar una política migratoria común, sostenible y solidaria; y, por último, fortalecer nuestra cooperación frente a aquellos que amenazan nuestras libertades, singularmente el terrorismo yihadista.

En todas estas cuestiones, en todas, España puede y debe aportar su rotunda vocación europeísta y sus experiencias de éxito. España, insisto, tiene mucho que aportar al futuro de la Unión y sería lamentable que, por la ausencia de un Gobierno con un amplio respaldo, no pudiera ocupar en estas materias una posición de liderazgo.

Señorías,

Nuestra plena integración en Europa ha sido un factor de riqueza y prosperidad indiscutible. Les recuerdo que España es el cuarto país del mundo donde más ha crecido la renta per cápita en los últimos cuarenta años. Europa ha contribuido decisivamente a mejorar nuestras infraestructuras, a elevar el nivel de renta de nuestros agricultores, a facilitar los intercambios educativos y culturales entre nuestros jóvenes, y a tantas otras ventajas que no creo necesario enumerar, porque son de sobra conocidas y valoradas por nuestros compatriotas.

Pero también España ha contribuido al diseño de la Unión Europea de nuestros días. España ha sido un socio activo, diligente y dispuesto siempre a ofrecer soluciones para mejorar el proyecto europeo. Fueron españolas numerosas propuestas que hoy son realidades europeas plenamente asumidas. Me refiero, por ejemplo, al principio de cohesión económica y social, al concepto de ciudadanía europea, a la euroorden de busca y captura que tuve el honor de impulsar como ministro de Interior durante la Presidencia Española de la Unión en 2002, o a los estatutos de las regiones ultraperiféricas, que queremos seguir desarrollando aquí, en colaboración con el Gobierno canario.

Más recientemente también hemos contribuido con importantes aportaciones al diseño de la Unión Bancaria y a nuevos objetivos de integración, como el Mercado Común de la Energía, de la economía digital, de los servicios o a los proyectos de Unión Económica, Fiscal y Política.

Pues bien, Señorías, con esa vocación, con esa experiencia y con el consenso de la gran mayoría de la sociedad española, debemos participar activamente en el proceso que ahora se abre para dar un nuevo impulso político a la Unión de los Veintisiete. Europa ha superado todas sus crisis con más integración y así debe ocurrir también en este caso.

La crisis del "Brexit" sólo se podrá superar con la sólida determinación de permanecer unidos y profundizar en la construcción europea. Debemos reconquistar el vigor del espíritu fundacional de la Unión Europea, que, pese a todos los contratiempos, es el mayor espacio de paz, libertad y prosperidad de toda la historia de la Humanidad.

Tenemos que responder a las expectativas de nuestros ciudadanos, que deben encontrar en la Unión la garantía de su seguridad, su prosperidad y su esperanza de un futuro mejor, sobre todo, en beneficio de los jóvenes. Creo que este objetivo es ampliamente compartido por esta Cámara y por ello me comprometo a hacer los esfuerzos necesarios para mantener y reforzar el consenso que siempre ha presidido la política europea, independientemente del signo político de los distintos Gobiernos.

De la misma manera, Señorías, no tengo ninguna duda de que la política exterior exige una necesaria visión de Estado y un consenso sincero para desarrollarla. Creo que no hacen falta grandes esfuerzos para convenir los ejes de nuestra política exterior: nuestra histórica relación con Iberoamérica y el renovado vínculo trasatlántico con Estados Unidos; la colaboración con la ribera sur del Mediterráneo, en particular con Marruecos, en muchos asuntos, en especial en algunos tan cruciales como la seguridad o la gestión migratoria: y nuestro compromiso con el desarrollo democrático, económico y social en el continente africano. Todos ellos han centrado y deben seguir centrando nuestra agenda internacional.

Señorías,

Ese acuerdo constante en política exterior también es esencial para afrontar una visión coordinada y consensuada de la política de defensa, como base para la protección de nuestros derechos, de nuestras libertades y de los valores humanos y democráticos. Les propongo seguir trabajando en una respuesta eficaz a los diferentes riesgos y amenazas de carácter transversal. Considero esencial, para ello, mantener un papel activo de España en la OTAN y mantener nuestros compromisos con la Política Común de Seguridad y Defensa de la Unión Europea, asumiendo las responsabilidades internacionales acordadas con nuestros socios y aliados para garantizar la seguridad y promover la paz y la estabilidad.

En ese ámbito, resulta esencial el agradecimiento, lleno de orgullo, a todos nuestros compatriotas desplegados en el exterior, por su labor a favor de la seguridad, la estabilidad y la paz.

El terrorismo es la principal amenaza contra los valores democráticos, de respeto a los derechos humanos y las libertades esenciales que representamos las naciones más democráticas del mundo. Yo les propongo continuar impulsando una estrategia integral y global contra el terrorismo, persiguiendo a los terroristas y sus colaboradores donde se encuentren; denunciando y persiguiendo cualquier acto de enaltecimiento u homenaje a los terroristas, e impidiendo, con todos los medios posibles, la propagación y difusión de su ideario, y la radicalización violenta. Una estrategia global que nos implique a todos, como la recogida en el vigente Pacto contra el Terrorismo Yihadista.

Me comprometo a que este Pacto sea el canal de comunicación entre el Gobierno y el conjunto de las fuerzas políticas, y la vía de información de los acontecimientos y avances que se produzcan en esta área; que sea también el foro de reflexión sobre las futuras medidas que debamos adoptar y, sobre todo, el reflejo permanente de la unidad de los demócratas en la defensa de la vida y la seguridad de los ciudadanos, como garantía del pleno desarrollo de los derechos y de las libertades de los españoles.

El Pacto contra el Terrorismo Yihadista y la referencia moral que significan las víctimas de cualquier atentado, su recuerdo, su dignidad y su testimonio, han de ser nuestra principal fortaleza para lograr el objetivo de preservar y mejorar nuestra defensa de la libertad y nuestro compromiso con la democracia.

Señora presidenta, señoras y señores diputados,

Acabo de exponerles los ejes fundamentales del proyecto político para España que presento a esta investidura y que cuenta ya, como saben, con un amplio apoyo parlamentario. Vuelvo a agradecer la lealtad y la colaboración de los partidos de Ciudadanos y de Coalición Canaria que han mostrado un compromiso con la gobernabilidad de España que quiero expresamente volver a reconocer. Sin embargo, este proyecto no estaría completo si no hiciera mención al reto más grave que tiene planteado España en estos momentos.

Señorías,

Como todo el mundo sabe, España sufre una amenaza explícita contra su unidad territorial, contra la igualdad de los españoles y contra su convivencia. Por eso, Partido Popular y Ciudadanos, y los demás partidos que nos apoyan, hemos incorporado a nuestro acuerdo el impulso de un pacto por la unidad de España y en defensa de la Constitución.

Señorías,

El desafío que, paradójica y abusivamente, se plantea desde las instituciones autonómicas de Cataluña de ninguna manera se puede atribuir a los catalanes en su conjunto. Afortunadamente, Cataluña es una comunidad muy heterogénea; plural, muy plural. Basta recordar el resultado que allí se ha producido en las últimas elecciones legislativas del 26 de junio. Una vez más, hemos constatado una verdad conocida: que Cataluña es mucho más que los políticos independentistas y que éstos no podrían llevar a cabo sus objetivos sin provocar una enorme fractura de la sociedad catalana.

No se me malinterprete. No digo que rechazamos la independencia porque la reclamen pocos; digo que su pretexto, su excusa más fuerte, esa supuesta ansia popular insatisfecha y desatendida, carece de fundamento.

Tampoco es cierto, como pretenden argumentar algunos, que la autonomía de las regiones españolas implique una cuota de soberanía que permita a cada una de ellas decidir unilateralmente asuntos que también afectan al resto de los españoles. Señorías, en esto no cabe la ambigüedad. En términos políticos y constitucionales, el único pueblo soberano es el pueblo español y nada puede menoscabar ese fundamento sobre el que se basa todo nuestro sistema democrático. El pueblo español en su conjunto es el único soberano. Por eso, cualquiera de sus Señorías, cualquiera, representa, tanto a los españoles de Cádiz, como a los de Valencia. Se nos elige para representar a la soberanía completa.

Esto que digo yo ahora no lo hemos inventado esta tarde. Esto es así desde el día de San José de 1812, hace doscientos años, y ustedes lo saben, cuando, por primera vez en España, el mando supremo, el poder de legislar, es decir, la soberanía, que hasta entonces correspondía exclusivamente al monarca, fue asumida por los españoles, que dejaron de ser súbditos y se convirtieron en ciudadanos. Y todas las Constituciones españolas --cuando digo "todas", digo exactamente "todas"-- incluida la actual de 1978, no han hecho más que ratificar ese principio democrático.

Pues bien, Señorías, lo que algunos están planteando no es un mero debate sobre el modelo de Estado, ni sobre su articulación territorial. Para todo eso existen cauces y escenarios. Lo que aquí se nos plantea es la liquidación de la soberanía nacional y del respeto a la Ley, que es la expresión democrática de esa voluntad soberana. Estamos hablando, por tanto, de los derechos de los españoles y el primero de todos ellos, el primero, Señorías, es la capacidad de decidir sobre su propia nación.

Nadie puede privar al conjunto del pueblo español, nadie, del derecho a decidir sobre su futuro. Ni el Gobierno, ni esta Cámara, ni ningún otro poder del Estado pueden hacerlo.

En suma, Señorías, nuestra primera obligación, la del Gobierno, la de estas Cortes Generales y la de todos los miembros de estas Cortes Generales, es preservar la soberanía nacional y, con ella, la unidad de España, la igualdad de los españoles y sus derechos fundamentales. Y no le corresponde al Gobierno interpretar la unidad; lo que le corresponde es defenderla tal y como la entienden los españoles y la Constitución.

Señorías,

Estamos hablando de la unidad, no de cualquier cosa. En toda nación, en toda, la unidad es el primero de sus valores por ser el fundamento de los demás. Y en España, también, porque no nos hemos inventado la unidad en esta Legislatura. Los españoles llevamos formando parte de la misma nación, la más antigua de Europa, desde hace siglos, en los que hemos compartido nuestra historia y nuestra cultura, nuestros éxitos y nuestros fracasos, mezclando nuestras sangres y nuestros destinos.

La unidad es, por tanto, nuestro mejor patrimonio histórico; pero también la base más sólida y más segura sobre la que proyectar nuestro futuro. Es la casa que habitamos, es nuestra fuerza, la que nos permite forjar proyectos y realizarlos, la que nos abre paso en el mundo y el marco que alberga nuestra igualdad.

Pero, además, Señorías, unidad es lo que nos exige el respeto a la voluntad que los españoles plasmaron en la Constitución y, mientras esa voluntad no cambie, así debe continuar. Y creo, Señorías, que ni queremos ni nos conviene cambiarla, porque juntos estamos mejor y porque la unidad garantiza, además, la igualdad y la solidaridad entre españoles.

Con esta firme convicción he actuado en todo momento y por ello también, como presidente del Gobierno, he hecho todo lo que estaba en mis manos para que ningún ciudadano catalán se pudiera sentir desprotegido, preterido u olvidado por el Gobierno de España. Nos hemos centrado en atender las necesidades reales de los catalanes y de los demás, pero también las de los catalanes, porque es nuestra obligación y porque nos importan; y porque el presidente del Gobierno de España --hoy, yo; en el futuro ya veremos-- lo es también de los siete millones de españoles que viven en Cataluña.

Señorías,

Durante la última Legislatura, mi Gobierno ha mantenido una total disposición al diálogo y a la cooperación con la Generalitat. Son muchos los ámbitos en los que hemos trabajado juntos, son muchos los beneficios que se han generado y muchos los perjuicios que dicha colaboración ha evitado a los ciudadanos. Hemos evitado el "default" de la deuda pública de la Generalitat, hemos garantizado el cobro de sus proveedores, incluso el de sus funcionarios, y hoy el Gobierno de España sigue facilitando mecanismos de liquidez financiera muy ventajosos para la Administración autonómica, porque somos iguales y porque somos solidarios todos los españoles entre nosotros.

Señorías,

Cataluña siempre ha sido tierra de acogida, fértil y cálida; una tierra que muchos españoles nacidos fuera de allí han convertido en su casa, porque en ella han encontrado oportunidades para una vida mejor, para criar a sus hijos, para crecer y para prosperar. Así queremos que siga siendo, porque esa capacidad de acogida y esa diversidad conforman una de sus señas de identidad, y nutren su enorme potencial demostrado a lo largo de los años.

Siempre he estado dispuesto a trabajar con los catalanes desde el convencimiento de que España acoge su diversidad como un factor de riqueza del que todos nos beneficiamos: su lengua, su cultura y su espíritu emprendedor. Siempre he estado dispuesto, también, a buscar fórmulas que acomoden mejor la necesaria solidaridad interregional. Una unión más justa y más equilibrada es, sin duda, una unión más sólida y más duradera. Pero, insisto, el primer requisito, para que nadie se llame a engaño, para cualquier solución justa es el respeto a la legalidad y a los derechos de todos los españoles.

Señorías,

Ésta es la España unida, próspera y solidaria que quiero y para la que solicito el voto de investidura de la Cámara. El caso es que, como todo el mundo sabe, yo sólo no puedo dar a los españoles lo que yo creo que necesitan. Los electores han dispuesto que el Partido Popular gane las elecciones, pero no le han otorgado los votos suficientes para formar un Gobierno en solitario.

Como es sabido, acudo a esta investidura después de haber dialogado con todos los Grupos que se reúnen en esta Cámara. He conocido la opinión de todos ellos, del mismo modo que todos ellos conocen la mía. He ofrecido un proyecto abierto, al que me parece que merece la pena sumarse y que podemos enriquecer mediante el acuerdo; un proyecto en el que caben todos los que defiendan los principios que recoge nuestra Constitución, las normas básicas de nuestra convivencia.

Los resultados de mis gestiones, Señorías, son conocidos. Acudo hoy, además de con el apoyo de Unión del Pueblo Navarro, Partido Aragonés y Foro Asturias, con el respaldo del Grupo Parlamentario de Ciudadanos y el de la representante de Coalición Canaria. A ambos les vuelvo a agradecer su gesto responsable, no sólo por facilitar la conformación de lo que es una amplia mayoría, sino por haber establecido acuerdos en los que se basa el programa de gobierno que. en sus líneas generales, acabo de exponerles a todos ustedes.

Es evidente, Señorías, que no basta con estos acuerdos para completar una mayoría suficiente. Esto equivale a decir que el futuro inmediato de España está pendiente de lo que se decida en este Debate, lo cual significa que, si para formar Gobierno se precisa la aprobación, como mínimo, de una mayoría simple en segunda convocatoria y de mayoría absoluta en la primera, estamos ante una responsabilidad compartida, ineludiblemente compartida, ante la que nadie debiera mostrarse indiferente.

Salvo que en este debate alguien exprese lo contrario, debo suponer que todos deseamos que España evite unas nuevas elecciones. ¿O es que alguien aquí está pensando en convocar nuevamente a los españoles a las urnas? ¿Y cuántas veces estaría dispuesto a hacerlo? Debo creer, salvo que me corrijan, que estamos de acuerdo en que los españoles esperan hoy que respondamos, no desde nuestros valores partidarios y discrepantes, sino desde aquellos que todos compartimos con la mayoría de los ciudadanos, nos voten, que en el caso de todos es la minoría, o no nos voten, que en el caso de todos es la mayoría.

Si todo esto es así, Señorías, y yo creo firmemente que es así, todos los Grupos aquí representados somos corresponsables: compartimos la obligación de velar por el futuro de todos los españoles, una responsabilidad solidaria que no podemos eludir gratuitamente nunca y, menos aún, cuando no es posible buscar una salida individual a los conflictos.

Esto es algo que nada tiene que ver con el papel que cada uno desempeñe a lo largo de la futura Legislatura, sea en el Gobierno o sea en la oposición. Obviamente, debe haber una oposición --yo no pretendo estar ahí, pero debe haber una oposición-- porque alguien debe controlar al Gobierno, pero para que haya una oposición tiene que haber un Gobierno; si no, no es posible que haya oposición. Y, Señorías, como este Gobierno no vendrá solo, es evidente que, o colaboramos para crearlo, o no podrá haber ni Gobierno ni oposición.

España, Señorías, ha conocido muchas encrucijadas en su historia y ésta es una de las más graves que hemos vivido en los últimos cuarenta años. Lo es por los retos a que nos enfrentamos, por la gravedad y la urgencia de muchos de ellos, porque está en juego la recuperación económica y porque jamás en nuestra historia, ni en la de Europa, se han tenido que repetir unas elecciones por falta de acuerdos entre las fuerzas políticas.

Señorías,

Estamos en una situación excepcional, todos lo sabemos, y lo importante es que sepamos afrontarla con esa responsabilidad y ese interés por el servicio a los españoles del que todos los presentes hacemos gala.

Apelo de manera especial a los grupos que defienden los valores que la Constitución proclama. Me refiero a la unidad, a la soberanía, a la igualdad de los españoles, al respeto riguroso por los principios de la democracia, a la defensa de la legalidad..., en una palabra, a aquellos valores que forman la urdimbre del consenso básico de la sociedad española, sobre los que se teje nuestra convivencia desde 1978; porque esos acuerdos básicos pesan más, importan más y obligan más que las incontables diferencias que pudiéramos todos exhibir en este momento.

Y no son las diferencias las que hoy cuentan, sino las concordancias. Ya llegará la hora de las diferencias, una vez que hayamos creado las condiciones para que las diferencias puedan exponerse.

Señorías,

Insisto, vivimos una situación excepcional, tenemos que actuar en consecuencia y esta responsabilidad compromete especialmente a quienes desde el Gobierno de España hemos contribuido, con planteamientos distintos, a engrandecer nuestro país.

Lo que España entera quiere es que seamos capaces de articular el Gobierno que la magnitud de los problemas reclama. Si no lo hacemos, dado que podemos hacerlo y dado que no existe alternativa viable, será exclusivamente porque nos falte la voluntad. Lo que las circunstancias reclaman en este momento es que nos pongamos todos al servicio del consenso, que es tanto como decir al servicio de los españoles.

Señorías,

Escucharé con mucho gusto la opinión de todos ustedes, su disposición para resolver un problema que nos afecta a todos y espero que, al final del debate, demostremos que hemos sido capaces de anteponer el interés de todos al interés particular, y, en consecuencia, pueda salir de aquí el Gobierno que los españoles están esperando.

En cualquier caso, quiero agradecer la atención y el respeto con el que han escuchado. Se lo agradezco como lo siento. Ahora ustedes, como representantes de la soberanía nacional, tienen la respuesta.

Nada más, señora presidenta, señoras y señores, muchas gracias.