Discurso del presidente del Gobierno en funciones en el debate de investidura a la Presidencia del Gobierno en el Congreso de los Diputados. (Parte 1)

30.8.2016

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Congreso de los Diputados, Madrid

Señora presidenta, señorías,

Las razones por las que he aceptado el encargo de Su Majestad y solicito la confianza de la Cámara para mi investidura son tres: España necesita un gobierno con urgencia; los españoles han señalado con claridad su preferencia por el Partido Popular, y, en tercer lugar, no existe una alternativa razonable.

En primer lugar, como digo, España necesita un Gobierno eficaz, y lo necesita con urgencia. Hemos conseguido que, tras dos elecciones y ocho meses con un gobierno en funciones, la frase "España necesita un Gobierno" se haya convertido ya en un clamor popular.

No insistiré, porque todos ustedes la emplean y la escuchamos todos los días en todos los ámbitos: en los medios de comunicación, en las empresas, en las Administraciones locales y autonómicas, entre nuestros vecinos, con nuestros socios europeos, etcétera. En todas partes, por parte de todos y desde hace tiempo. De hecho, el 1 de marzo de este año, cuando el señor Sánchez se presentó a la investidura en esta Cámara, argumentó en varias ocasiones "España necesita con urgencia un Gobierno". Desde entonces han transcurrido casi seis meses.

Afortunadamente, tuvimos la previsión de aprobar los Presupuestos para este año y, afortunadamente también, las medidas adoptadas durante la pasada Legislatura han permitido que en 2016 continúe el crecimiento económico y la creación de empleo. España es hoy el país, de entre los grandes de la Unión Europea, que presenta mayor crecimiento económico. Exactamente, estamos creciendo a un ritmo que es más del doble de lo que crece el conjunto de la zona euro y, lo que es más importante, gracias a ese crecimiento de la economía, el empleo en España sigue aumentando a un ritmo de medio millón de personas al año. Así lo confirman los últimos datos conocidos: somos el país de Europa donde más empleo se crea.

Parece evidente que, pese a las limitaciones del Gobierno en funciones, estamos logrando que la confianza en la economía española supere a la incertidumbre política que nos está acompañando durante estos meses. Sin embargo, señorías, todo tiene un límite y esto puede cambiar. De hecho, ya son muchos los avisos que recibimos, desde dentro y fuera de España, sobre la necesidad de contar con un Gobierno en plenitud de funciones a la mayor celeridad posible. En caso contrario, las cosas se podrían torcer y evolucionar a peor.

Y esto es algo que bajo ningún concepto debemos permitir. Los españoles han realizado durante los últimos años un trabajo extraordinario para superar dificultades económicas extremas; los españoles han protagonizado una historia de éxito que se reconoce y se admira fuera de nuestras fronteras; han empezado a ver un horizonte de esperanza después de la peor crisis económica que hemos vivido en décadas y, por tanto, no sería justo nublar ese horizonte de prosperidad o malograr la recuperación en marcha por culpa de la parálisis política.

Además, hay razones urgentes que también nos exigen la pronta formación de un gobierno. Como saben, España ha negociado recientemente con las autoridades europeas un importante grado de flexibilidad para continuar el proceso de reducción del déficit público, retrasando hasta 2018 el momento en que se nos exige situarlo por debajo del 3 por 100 del PIB. En consecuencia, es inaplazable adoptar las medidas necesarias para conseguir ese objetivo. Para ello es imprescindible el cumplimiento estricto de los términos del acuerdo con Europa antes del 15 de octubre.

Señorías,

Como he señalado, ésta es la tarea más urgente. Las consecuencias de fallar en esta cuestión serían de extrema gravedad; entre otras, se derivarían sanciones para nuestro país o la pérdida de importantes fuentes de financiación europeas, por no hablar del serio menoscabo de la credibilidad ganada, con tanto esfuerzo, a lo largo de estos años.

Quiero poner especial énfasis en la necesidad de remitir a estas Cortes el Proyecto de Presupuestos Generales del Estado para el año 2017, no sólo porque constituyen el elemento central de nuestro compromiso con Europa, sino porque afectan a millones de personas. Les recuerdo que casi catorce millones de españoles perciben algún tipo de prestación pública en nuestro país todos los meses. De los Presupuestos dependen esas prestaciones, pero también la financiación de la Comunidades Autónomas y las Corporaciones Locales y, por tanto, los servicios sociales que prestan. De los Presupuestos dependen también las inversiones, las Ofertas de Empleo Público y tantas otras cuestiones esenciales en la vida de un país.

Por todas esas razones les digo que es urgente que España disponga lo antes posible de un Gobierno capaz de actuar y responder. Por eso, y por poner fin a la anomalía democrática que supone la existencia de un Gobierno en funciones durante ya más de ocho meses y dos procesos electorales; un gobierno que, precisamente por estar en funciones, está limitado a la hora de adoptar decisiones que afectan o convienen al interés general.

Podría dar más argumentos; pero creo que los que acabo de señalar son suficientes para fundamentar la primera razón de mi presencia aquí: la urgencia en constituir el Gobierno.

Ésta es la primera razón, pero no es la única. La segunda razón, señorías, es que así lo han dispuesto los españoles al pedir con claridad que gobierne el Partido Popular. No me refiero solamente a los que, con sus votos, han acentuado el peso de nuestro partido en la vida española; incluyo también al resto de los votantes que, cuando se les pregunta en las encuestas, responden mayoritariamente que debe gobernar el Partido Popular. Son, pues, los españoles quienes también me traen a esta tribuna. No sólo ha sido escogido el Partido Popular como opción electoral preferente en dos votaciones sucesivas, sino que ha sido el único partido que ha visto crecer el apoyo de la gente, mientras que sus posibles alternativas eran relegadas en las urnas.

El resultado electoral del pasado mes de junio ha sido inequívoco. Nunca, salvo en el caso de las mayorías absolutas, ha habido tanta distancia entre el primero y el segundo partido.

Señorías,

Siempre es útil saber con qué mensajes no están de acuerdo los votantes pero, sobre todo, importa saber qué es lo que defienden. Pues bien, durante las dos últimas campañas electorales, algunos de nuestros adversarios no quisieron reconocer nada bueno en lo realizado por mi Gobierno. Si tenemos en cuenta que se condenó insistentemente nuestra labor, nuestros esfuerzos y nuestros resultados, hemos de reconocer que los electores se han fiado más de lo que ven con sus propios ojos que de lo que les cuentan algunos. Por eso han respaldado lo que hace el Partido Popular, al tiempo que han negado la razón a quienes pretendían desmantelar una tarea que tiene mucho más de encomiable que de lo contrario. Basta ver cómo estaba España a finales de 2011 y cómo está hoy en términos de crecimiento económico, creación de empleo y reducción de paro.

En rigor, los españoles han valorado, como el resto de Europa, la fortaleza de un Gobierno que en circunstancias muy penosas, y en un plazo sorprendentemente breve, ha logrado enderezar la situación, salvar al país de un desastre, situar a España a la cabeza de Europa en crecimiento y abrir el horizonte de bienestar y de empleo que desea la mayoría.

Es decir, señorías, estoy aquí también porque así lo han querido los españoles, porque lo que se debe hacer en España les parece muy importante y porque no les consta que otros puedan, o quieran, o sepan, continuar la tarea, tal y como conviene a la gente.

Y, en tercer lugar, estoy aquí porque la alternativa que yo planteo, además de ser la más respetuosa con la voluntad de los españoles, es la más conveniente y razonable. Salvo que alguien pretenda juguetear de nuevo con el interés y la paciencia de los españoles, o prefiera repetir las elecciones, la opción que traigo a esta Cámara es la única que parece viable.

Las razones son evidentes y no necesito detenerme mucho en ellas. Mi propuesta es la única posibilidad real de que España pueda disfrutar de un Gobierno moderado, que no sea una aventura de radicalismo, ineficacia e incertidumbre; un Gobierno que continúe la tarea emprendida, fomente la actividad económica, anime la inversión, cree empleo y extienda, dentro y fuera de España, el clima de confianza política y económica que necesitamos;

un Gobierno que pueda trabajar desde el primer momento, desde el primer minuto, sin tener, como otros, que perder un año más en ponerse al día y en resolver sus contradicciones internas, antes de comenzar a ejercer. Esto, que siempre es recomendable, se antoja imprescindible cuando existe urgencia para responder eficazmente a los apremios a plazo fijo que nos aguardan en pocas semanas.

En suma, señorías, no existe alternativa que responda a los deseos de los españoles, que atienda a sus intereses, que cubra sus necesidades, que suscite confianza y que esté en condiciones de intervenir inmediatamente. Si existiera, sería para otra cosa; sería para conformar un modelo de gobierno de mil colores, radical e ineficaz, que ni conviene a España ni desean los españoles; un Gobierno que, además, vendría hipotecado por las exigencias de partidos cuyo principal objetivo es desafiar a nuestras instituciones democráticas y romper nuestra unidad territorial.

En resumen, señorías, como he señalado al comienzo de mi intervención, las razones por las que solicito la confianza de la Cámara son tres: España necesita un Gobierno eficaz con urgencia; los españoles han señalado con claridad su preferencia por el Partido Popular y, en tercer lugar, no existe alternativa viable.

Por todo ello, acepté el encargo de Su Majestad y acudo hoy a solicitar la confianza de la Cámara. Cumplo, así, con mi obligación de hacer cuanto esté en mi mano para que España pueda contar con un Gobierno lo antes posible y no nos veamos abocados a una nueva consulta electoral. Me lo exige, repito, el impulso de los ciudadanos, que han colocado en el primer lugar de sus preferencias, por dos veces consecutivas, al Partido Popular. Y me obliga, en fin, que mi propuesta sea la única razonable en las actuales circunstancias.

Señorías,

Es importante que España pueda contar con un Gobierno, pero con eso no basta, porque es obvio que no le sirve a España cualquier Gobierno. Nos estaríamos engañando, peor aún, engañando a los españoles, si les dejáramos creer que basta con elegir no importa qué Gobierno, sea el que fuere, para resolver la papeleta o, como dicen algunos, "para desbloquear la situación".

Lo que España reclama es, obviamente, un Gobierno que pueda gobernar, que atienda eficazmente los problemas, lo cual exige un Gobierno que sea estable, duradero, sólido y tranquilizador. Un Gobierno estable es un Gobierno que no está sometido a vaivenes constantes, porque todos cumplen con lealtad sus compromisos.

A España, además, no le sirve un Gobierno para un año, ni siquiera para dos. Sus problemas reclaman que pueda disponerse de más tiempo. Por mucho que aprovechemos el tiempo, tenemos por delante tareas extraordinarias, de las que hablaré luego, como alcanzar los veinte millones de españoles con trabajo, asegurar la plena recuperación económica o proteger nuestra unidad territorial. Cualquiera de ellas, y otras a las que me referiré después, exigen una labor sostenida y perseverante.

Quiero insistir en esto: o somos capaces de aplicar un esfuerzo persistente, o será imposible alcanzar lo que todos deseamos; o actuamos responsablemente, o estaremos engañando a los españoles haciéndoles creer que en España nos podemos apañar con un Gobierno efímero.

Además, ese Gobierno estable y duradero debe estar en condiciones de gobernar, lo cual significa que pueda tomar decisiones y que sus decisiones se apliquen. Eso quiere decir algo tan de Perogrullo como que España necesita un Gobierno fuerte, sin hipotecas, que pueda desarrollar sus propios planes con desembarazo, tomar decisiones con la rapidez que las circunstancias exijan y, en fin, responder eficazmente a los desafíos, no sólo económicos, laborales y sociales, sino también a cualquier amenaza contra la seguridad o contra la unidad de los españoles.

No se trata, pues, de aprobar no importa qué Gobierno, ni de imponerle que adapte sus actuaciones a su propia musculatura política, y mucho menos que restrinja su programa a lo que su debilidad le permita. ¡Mal servicio sería éste para los españoles!

El Gobierno, señorías, no es un fin en sí mismo, ni mucho menos. El Gobierno es un instrumento para dar respuesta a los problemas de España. Para eso queremos el Gobierno, para hacer lo que los españoles precisan, y por ello buscamos un instrumento adecuado a las dimensiones de esa tarea.

Debe ser, pues, estable; debe ser capaz de gobernar y, además, señorías, debe inspirar confianza y hacerlo en todas direcciones, porque hemos de tranquilizar a todo el mundo: a los padres, a las personas que aún buscan empleo, a los empresarios, a los inversores, a los pensionistas, a la Unión Europea…, a todo el mundo. Porque esa confianza es la que marca el techo y el límite de nuestro desarrollo: cuanta más alta sepamos situarla, mayor será el ritmo de nuestra recuperación y, a la inversa, cuanto menos sólido o fiable parezca el nuevo Gobierno, peor irán las cosas para España.

Necesitamos un Gobierno fiable y previsible en sus decisiones, que no despierte incertidumbres ni recelos, sino, al contrario, un Gobierno con el que todos puedan saber a qué atenerse. Urge cerrar el paso a cualquier sombra de duda o de suspicacia sobre la política, la solvencia o la responsabilidad de la nación española.

Demasiadas decisiones económicas aguardan cautelosas, pendientes del rumbo que emprendamos y, con ellas, otras tantas inversiones de capital, iniciativas empresariales u ofertas de empleo que no quieren arriesgarse hasta desvelar qué pasará en España. Se nos reconocen grandes perspectivas de crecimiento, pero todos sabemos que están ligadas al rumbo actual de la economía española y que son incompatibles con cualquier clase de aventurerismo económico.

Nos importa hacer saber al mundo entero que España, no sólo es muy atractiva, que eso ya lo saben, sino fiable, que es lo que quieren oír.

Por último, señorías, España necesita un Gobierno basado en acuerdos, porque así lo exigen los resultados electorales y porque nos enfrentamos a desafíos a los que ningún partido político puede hoy responder en solitario. Esto, cuando no se dispone de una mayoría parlamentaria, exige, o bien un Gobierno de coalición, o, cuando menos, alguna clase de acuerdos que eviten una legislatura estéril.

Señorías,

Ésa fue la propuesta que yo hice, tanto el 21 de diciembre, como el 27 de junio: un Gobierno de amplia base parlamentaria capaz de hacer, por consenso y con vocación de permanencia, las grandes reformas que necesita España; un Gobierno como los que funcionan en muchos países de Europa y desde hace muchos años. Propuse un acuerdo similar al que rige en las instituciones comunitarias y con el que se está haciendo frente a los populismos antieuropeos surgidos en los últimos tiempos. Propuse ese Gobierno nacido de amplios acuerdos desde el primer momento y con total y absoluta convicción, entre otras razones, porque creo que es la mejor manera de interpretar la voluntad que los españoles definieron con sus votos.

Señorías,

He citado los acuerdos en último lugar, pero bien podría haber comenzado por ahí. Son tan importantes que no me parece que pueda ser viable un Gobierno que no cuente con ellos, porque ni será estable, ni podrá gobernar, ni sembrará confianza. Sin acuerdo, ni siquiera será posible evitar nuevas elecciones.

En suma, señorías, si queremos ofrecer a los españoles un Gobierno que esté en condiciones de abordar las tareas pendientes, corresponde a esta Cámara asegurarles un Gobierno estable, capaz, tranquilizador, que necesariamente deberá estar basado en un amplio acuerdo.

Señorías,

Parte de ese acuerdo ya está logrado. El Partido Popular se presentó a estas elecciones en coalición con los partidos Foro Asturias, Unión del Pueblo Navarro, que están en esta Cámara, y Partido Aragonés, con un programa de gobierno que sometimos conjuntamente a los españoles. Quiero agradecer a los representantes de las tres formaciones su apoyo y su lealtad en este tiempo.

Tras el 26 de junio, hemos avanzado mucho en la buena dirección con Ciudadanos y Coalición Canaria. También a ellos les agradezco su esfuerzo. Sinceramente, creo que están haciendo lo que hoy es lo mejor para los españoles.

Pues bien, señorías, después de haber puesto en común nuestros distintos planteamientos y de haber encontrado una posición compartida sobre el futuro de nuestro país, estoy en condiciones de someter a la consideración de esta Cámara la siguiente propuesta para España.

Nuestro proyecto contiene un objetivo clave: el empleo. Creo que todos estaremos de acuerdo en este punto. Nadie debería dudar hoy de que el empleo es la meta de toda política económica y el presupuesto necesario de cualquier política social. El empleo ha sido siempre mi máxima preocupación y mi máxima prioridad. Cuando asumí, por primera vez, las responsabilidades como presidente del Gobierno de España en el año 2011, en nuestro país se destruían cada día 1.400 empleos. Hoy, cada día encuentran trabajo casi 1.600 españoles.

Sencillamente, señorías, se ha invertido la situación, se ha dado la vuelta completamente a la tendencia: de ser el país de la Unión Europea donde más empleo se destruía, hoy lideramos la creación de puestos de trabajo en la Eurozona. Como decía, hemos cambiado la tendencia, pero no podemos cambiar el objetivo. Todavía son millones las personas que en España buscan una oportunidad y ahora tienen más esperanza de encontrarla. Por eso, todavía nos queda tarea.

Podemos aspirar a alcanzar los veinte millones de personas trabajando en la España de 2020. Eso es tanto como mantener el ritmo actual de creación de medio millón de puestos de trabajo al año y lograr, también, que cada vez sean de mayor estabilidad y calidad.

Este objetivo no depende sólo de que hagamos una buena política de empleo; depende muy especialmente de que mantengamos el crecimiento económico y consolidemos la recuperación. Depende, en consecuencia, de mantener y mejorar las políticas económicas que han abierto esta etapa y han mejorado nuestras perspectivas.

Ese es nuestro reto fundamental para los próximos años. Al menos, lo es para mí porque, señorías, gracias a esas políticas hemos iniciado la salida de la crisis más profunda que ha atravesado España en varias generaciones; una España que estuvo al borde del colapso. 3.800.000 personas perdieron su empleo --parte, durante la etapa del Gobierno que yo presido--, se cerraban empresas sin interrupción, desaparecían las inversiones, se desplomaban los ingresos públicos --setenta mil millones de euros, que se dice pronto-- y financiarse, y seguro que lo recuerdan, era una misión imposible para empresas, familias y Administraciones.

Tal era el escenario, que el rescate soberano parecía el único alivio a una situación desesperada. No quiero ni pensar cuáles hubieran sido las consecuencias económicas y, sobre todo, las consecuencias sociales de esa decisión. El caso es que no lo pedimos, confiamos en España y en la capacidad de los españoles. Tomamos medidas como un país soberano que no renunciaba a ser dueño de su futuro y que adoptaba decisiones para superar los graves desequilibrios de nuestra economía, sin abandonar a los españoles con menos medios para sobrellevar esta situación.

Pese a todas las dificultades, con el esfuerzo de los españoles y las reformas adecuadas, logramos recuperar la confianza, la credibilidad y, por encima de todo, la creación de empleo. Permítanme que exponga unos pocos datos para ilustrar mis palabras.