Intervención del presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy en la clausura de la XXXII Reunión del Círculo de Economía

28.5.2016

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Señoras y señores,

Muy buenos días a todos. Yo también me he sumado al aplauso que ustedes le han dado a Antón Costas, aunque haya quedado acreditado en su intervención que él no es perfecto; pero nadie es perfecto en la vida. Todos tenemos algunas cosas que nos colocan en situaciones complejas.

En cualquier caso, además de aplaudirle, yo le quiero dar las gracias por sus cariñosas palabras de bienvenida y por decir que deberían darme el Balón de Oro. En realidad, el balón de oro se lo debería de dar yo, Antón, al Círculo de Economía, porque tengo que decir que siempre he estado muy a gusto aquí. A mí el Círculo me ha enriquecido, me gusta venir y me obliga porque yo, desde luego, mis intervenciones aquí me las preparo y me las tomo en serio. Por tanto, Balón de Oro para el Círculo y también para mí, porque no voy a negarme.

Señoras y señores,

En su primera intervención, en la introducción a estas palabras que voy a pronunciar, Antón Costas habló de algunos asuntos, de los asuntos que les preocupan a los españoles. Habló de economía en sentido amplio --la economía, la política social, la desigualdad y, sobre todo, el empleo, que tiene que ser el gran objetivo nacional--; habló también de Europa --somos europeos, allí estamos y allí, por fortuna, vamos a seguir el resto de nuestros días; una Europa con sus problemas, con sus dificultades, pero que siempre es capaz de superar esas dificultades y siempre acaba dando pasos en la buena dirección--; y habló de la formación del Gobierno que, sin duda alguna, es un tema que ocupa y que preocupa a los españoles en estas fechas, sobre todo después de lo que he visto.

Mi intervención iba a versar y va a versar sobre la situación de la economía española pero, salvo que se me diga otra cosa, al final de esta intervención haré un breve comentario sobre la formación del nuevo Gobierno, que será tanto como responder a la primera de las preguntas que se me puedan hacer aquí, en el día de hoy.

Como recordaba Antón Costas en su intervención, ésta es la decimosegunda ocasión en la que asisto a la reunión anual del Círculo y, desde que en 2004 me invitaron por primera vez, no he faltado a ninguna de sus citas. Y estos días, preparando mi intervención de hoy, he querido realizar un ejercicio, que para mí ha sido muy ilustrativo, de revisión cronológica y he vuelto a leer lo que contado en este foro en los años anteriores; es decir, me he leído los once discursos que he pronunciado aquí.

Les aseguro que ha sido un ejercicio aleccionador, y no porque revisara mis propias palabras, como es evidente, sino porque creo que representan muy bien un compendio de nuestra historia económica y social durante más de una década; compendio de lo que yo pensaba, pero es una época que he vivido, en parte, como presidente del Gobierno y, en parte, como representante del principal partido de la oposición.

Quiero decir que lo que más me ha sorprendido en esta revisión que he hecho de mis intervenciones es que, en líneas generales, no me equivoqué en lo que les dije a ustedes; no me equivoqué. Y tengo que decir que esto me satisface, porque siempre he intentado decir aquí lo que realmente pensaba sobre los grandes problemas de la economía española.

Dicho de otra manera, cuando entre los años 2005 y 2011 yo pronostiqué los riesgos que corríamos como consecuencia de los diagnósticos equivocados y, por ende, de las políticas erróneas derivadas de los mismos, tengo que decir que, desgraciadamente, acerté. Ésta fue una época, para mí, dura, como otras, es lógico, cuando uno asume responsabilidades políticas; una época en la que se me tildaba de agorero, antipatriota, profeta de la catástrofe y otras cosas por el estilo. Pero, desgraciadamente, acerté.

Eso me sirvió para reafirmarme en un convencimiento antiguo, que es que no hay buen viento para quien no sabe a dónde va. De ahí que, cuando llegué a la Presidencia del Gobierno, mi primera preocupación fue elaborar, junto con otras muchas personas --algunos, miembros del Gobierno; otros me aportaron ideas desde fuera--, un diagnóstico lo más cercano posible a la realidad, por muy dura que ésta nos pareciera entonces. Y, a continuación, lo que hicimos fue diseñar y aplicar el conjunto de medidas que nos sacaran de aquella dramática situación.

Yo siempre que he venido aquí he utilizado el mismo procedimiento, he dividido mi intervención en tres partes: primera, de dónde venimos; segunda, cómo estamos y, tercera, a dónde nos dirigimos. Y hoy voy a hacer exactamente lo mismo que en otras oportunidades.

Como ustedes saben, 2012 quedará en la memoria de todos los españoles como uno de los peores años de nuestra historia reciente. Decenas de miles de personas perdieron su empleo, miles de negocios echaron el cierre, no había crédito ni para las empresas ni para las familias y parte del sistema bancario estuvo a punto de colapsar. Todo lo que podía salir mal acababa saliendo incluso mucho peor de lo esperado y la sucesión de malas noticias era una letanía descorazonadora para el conjunto de la sociedad española; también-- tengo que decirlo--, para quienes entonces acabábamos de llegar al Gobierno de España.

En el resto de Europa las cosas tampoco andaban mucho mejor, recordarán ustedes. El euro, el mejor proyecto político del último siglo, parecía a punto de saltar por los aires a causa de los profundos desequilibrios entre las distintas economías europeas. Huelga recordar ahora todos los sesudos y muy fundados análisis que se escribieron entonces acerca de la imposibilidad de seguir adelante con la moneda única, y una vez más se volvió a hablar entonces de la Europa de las dos velocidades: los llamados "insolidarios del norte" y los llamados "rezagados del sur". En definitiva, y no les quiero cansar más, 2012 fue el año en el que España estuvo a punto de quebrar; un riesgo cierto que se hubiera llevado por delante la imagen de nuestro país, pero también el bienestar conquistado por el conjunto de los españoles durante estas últimas décadas de vida en democracia.

Yo no voy a entrar ahora en el relato pormenorizado del profundo plan de reformas que pusimos en marcha, que tal vez entonces, viéndolo ahora, no era percibido con claridad, pero que hoy, con la distancia del tiempo y el aval de los resultados, se muestra con rotundidad como lo que España necesitaba entonces para salir adelante.

Afrontamos entonces lo más urgente, empezar a poner orden en nuestras cuentas y negociar en Europa un margen de flexibilidad para cumplir nuestros compromisos; pero había muchas otras tareas que tampoco podían esperar. Me refiero a la reestructuración y saneamiento del sistema financiero, que se mostraba incapaz de cumplir su función; a la reforma de nuestro mercado de trabajo, cuyos ajustes se contaban por millones de despedidos; a la lucha contra la morosidad que asfixiaba a las pequeñas empresas; a la reforma energética que debía acabar con un déficit creciente que estaba a punto de provocar la quiebra del sistema; a la reforma de la Administración; a la unidad de mercado, al Plan de Emprendedores, a las tarifas planas a la Seguridad Social, etc., etc. Reformas, todas ellas que, sin duda alguna, han servido para transformar nuestra economía.

Quiero decir que todo ello se hizo sin dejar de atender --y esto es muy importante-- los ejes fundamentales de nuestro sistema de protección social. Piensen que más de 13.700.000 españoles perciben cada mes algún tipo de renta pública, ya sean pensiones, prestaciones por desempleo, beneficios de dependencia o pensiones de clases pasivas. Por ejemplo, el gasto en pensiones se ha incrementado en 19.200 millones de euros durante esta Legislatura y el gasto social supera, con creces, la mitad del presupuesto: el 53.5 por 100. También se han mantenido los niveles de gasto en servicios esenciales, como sanidad y educación, e incluso, con una programación cuidadosa, hemos podido concluir algunas infraestructuras básicas para nuestro país.

Y todo esto --yo le doy mucha importancia-- supone la otra cara, tantas veces ignorada, de la eficacia de la gestión económica: me refiero a la seguridad para las personas más vulnerables. Cuadrar las cuentas y crear empleo es lo único que garantiza el futuro de nuestro sistema de bienestar, y solo una buena política económica capaz de generar recursos suficientes es la que permite pagar las pensiones, los subsidios de desempleo, las rentas de inserción, las becas, la atención sanitaria y una enseñanza pública de calidad.

Las buenas intenciones son fundamentales y hay que tenerlas; pero esas buenas intenciones fundamentales y que hay que tenerlas deben ir acompañadas de la capacidad para hacer una política económica sensata; si no, se quedan, y son importantes, como he dicho, sólo en buenas intenciones.

Lo cierto es que hoy podemos recordar aquellos años desde la esperanza que nos brinda nuestra situación actual, pero en ningún caso desde la complacencia, porque son muchas las cosas que aún quedan por hacer para darnos por satisfechos. Sin embargo, sin caer en ninguna complacencia, sí podemos afirmar que hemos sabido dar con la fórmula necesaria para mejorar nuestra economía: apertura, reformas y ambición; una fórmula que, si seguimos aplicándola con la misma fe que durante estos años, nos llevará en un futuro no muy lejano a la salida definitiva de la crisis iniciada en 2007, es decir, a recuperar los veinte millones de personas con un puesto de trabajo, que tiene que ser el gran objetivo de la próxima Legislatura.

Señoras y señores,

Hasta aquí, de dónde venimos. Ahora vamos a ver en dónde estamos y, luego, en la última parte de mi intervención, explicaré a dónde nos dirigimos.

El desarrollo de esta ambiciosa agenda de reformas, que simplemente me he limitado a esbozar porque ustedes las conocen y porque ya han pasado, no sólo ha logrado sacar a España de la situación extrema en que se encontraba hace cuatro años --evitamos la quiebra, el rescate, etc., etc.--, sino que, y esto es lo más importante de cara al futuro, nos ha permitido transformar la economía, recuperar la confianza de los mercados internacionales y ganar en eficacia, flexibilidad y capacidad para competir.

Hemos corregido los desequilibrios y establecido unas bases sólidas para asegurar un futuro prometedor; hemos pasado de una situación de déficit, recesión y elevada destrucción de empleo a la recuperación de la senda del crecimiento económico y la creación de empleo, y esto es lo más importante, y hemos conseguido que España pase de ser un país sin futuro a liderar el crecimiento y el empleo en la zona euro. Y hoy, a la vista de los cambios en nuestra situación económica, cuesta incluso recordar aquella calamidad que había en España en otras épocas.

Algunos datos de cómo estamos hoy:

  • Nuestra economía crece a tasas que la sitúan a la cabeza de las principales economías de la Unión Económica y Monetaria: el crecimiento en 2015, del 3,2 por 100 en el conjunto del año, es más del doble que la media de la zona euro, que fue el 1,6 por 100. Sólo cuatro años antes, el último trimestre de 2011, el PIB español caía un -1,8 por 100. Ésa es la diferencia: el último trimestre de 2011 la economía española cae -1,8 por 100, el último trimestre de 2015, cuatro años después, la economía española mejora un 3,2 por 100.
  • La inflación española es inferior a la de Alemania y a la media de la eurozona; es decir, se gana competitividad y mejora el atractivo de la producción española en la economía global. Esto es capital, como muy bien saben, y esto no es casualidad. Llevamos treinta y tres meses, que se dice pronto, desde agosto de 2013, creando empleo y con la inflación igual o inferior a la de Alemania. Y gracias a la política económica aplicada estamos ganando poder adquisitivo y competitividad, lo que es fundamental. En este momento nuestra inflación es menor que la alemana, -0,1 por 100 la de Alemania, -1,1 por 100 la de España, de manera que hoy seguimos ganando competitividad. Y, a la vez, ganamos poder adquisitivo porque, pese a esa baja inflación, la subida salarial media en España es del 1 por 100.
  • El modelo productivo español está ahora mucho más claramente orientado al exterior, porque somos más competitivos. El peso de las exportaciones de bienes y servicios sobre el PIB ha marcado en 2015 un nuevo record: ha alcanzado el 33,1 por 100 frente al 28,9 por 100 del PIB de 2011, lo que significa que, en relación al PIB --en relación al PIB, repito--, España exporta más que los países del G-7, más, siendo superada sólo por Alemania. Y tengo que decir que aquí, en Cataluña, el esfuerzo y los resultados que se han hecho para exportar han sido dignos de todo elogio, porque lo han hecho ustedes muy bien y justo es reconocerlo.
  • En el conjunto del año 2015 el volumen de exportaciones alcanzó un nuevo récord histórico, 250.000 millones de euros, un avance del 4,25 por 100, frente a un aumento del 3,75 por 100 de las importaciones, y en los tres primeros meses de este año 2016 las exportaciones continúan creciendo por encima de las importaciones lo que, junto a los menores precios del petróleo, está permitiendo que el déficit comercial continúe reduciéndose. Hasta marzo ha caído un 11 por 100 en relación al mismo período del año 2015. Se acumulan cuatro años --esto es, vuelvo a insistir, básico-- consecutivos con superávit externo, algo que nunca había ocurrido en España. Simplemente, no había ocurrido nunca. Y, así, la capacidad de financiación de la economía española superó en 2015 los 21.000 millones de euros.

En definitiva, el crecimiento español es hoy un crecimiento sano. Por primera vez, estamos creciendo y estamos creando empleo sin desequilibrar nuestras cuentas exteriores. Uno de los principales males anteriores de nuestro modelo productivo era que en las fases de expansión el deterioro del sector exterior -el aumento de importaciones, la caída de exportaciones y la pérdida de competitividad-- acababa por ahogarnos; ahora, sin embargo, estamos creciendo porque somos más competitivos porque exportamos más y no porque nos endeudemos. Y, por primera vez en la economía española, vivimos mejor por lo que producimos y vendemos, y no por lo que nos endeudamos.

La mejora en la actividad económica se traduce --estoy hablando de hoy-- en creación de empleo a ritmos muy intensos. En 2015 superamos el medio millón de empleos netos creados, con la mayor reducción anual de paro de la historia: 678.000 personas. Un dato muy positivo es que casi un 20 por 100 de esta reducción corresponde a desempleo juvenil, 126.000 parados jóvenes menos en un año, lo que constituye algo aleccionador y algo muy estimulante de cara al futuro, porque aquí tenemos también el gran reto del futuro.

Y, además de la evolución de las exportaciones y del mercado laboral, hay otros indicadores que dan cuenta del fortalecimiento de la actividad económica en nuestro país:

  • Las ventas minoristas --saben ustedes que estuvieron bajo mínimos-- hasta marzo de este año 2016 han aumentado un 4,4 por 100 respecto del año pasado y ya llevan veinte meses de subidas consecutivas.
  • Las matriculaciones de turismos, dos años y medio de crecimientos interanuales. En 2015 han crecido un 21 por 100, ya nos hemos puesto al nivel de 2008 y ya superamos el objetivo del millón de unidades vendidas por primera vez en siete años. En 2016 se mantiene la tendencia y en abril el mercado creció el 21,2 por 100.
  • Por lo que se refiere a la creación de empresas (sociedades mercantiles), en el primer trimestre de este año hay un aumento del 10 por 100 y se confirma la trayectoria positiva desde 2014.
  • También hay una recuperación en el mercado de la vivienda, aunque luego haré un comentario sobre este asunto, cuyo hundimiento está detrás de la gravedad de la crisis que ha sufrido España. En 2015 se consolida la recuperación del año 2014, tras años de caída, siendo el segundo año consecutivo que aumentan los precios, las operaciones y la financiación. La financiación, un 20 por 100, esto es importante.

La pregunta que cabe hacerse ahora es: ¿Y ahora qué? Estamos así, también explicado de forma muy resumida --no puede ser de otra manera--, y ¿a dónde nos dirigimos? Hemos visto de dónde veníamos, dónde estamos y ¿a dónde nos dirigimos?

Para mí la respuesta es clara: si conservamos las mismas directrices de política económica que hemos realizado hasta hoy, va a ocurrir lo siguiente: España crecerá a tasas elevadas en los próximos años, en el entorno del 2,5 por 100 anual y, quizá, en condiciones propicias, por encima de esa cifra. De cumplirse estas previsiones estaremos creciendo a tasas significativamente superiores a las de la zona euro y a uno de los ritmos más avanzados de las economías más importantes. Esto es, seguiremos liderando el crecimiento entre las principales economías del área euro, superando a Alemania, Francia e Italia.

En el primer trimestre de este año hemos crecido al 0,8 por 100. No sé a lo que vamos a crecer, ni quiero arriesgar cifras, en el segundo trimestre de este año, en el que estamos, pero irá bien. En cualquier caso, yo les digo que en el primer semestre del año 2016 vamos a crecer más que en el primer semestre del año 2015 que fue, como saben, un buen semestre para la economía española. Hace muy pocas fechas hemos conocido los datos de Contabilidad Nacional que nos dicen, comparando el primer trimestre de 2016 con el primer trimestre de 2015, que se han creado, que han creado ustedes y otros como ustedes, 533.000 puestos de trabajo a tiempo completo.

Hay un dato sobre el que quiero hacer algún comentario porque todos los sectores han ido bien, pero el que ha ido menos bien es el sector de la construcción, donde había un aumento del empleo del 3,1 por 100 y ahora ha bajado al 0,9 por 100. En este sentido, quiero decir una cosa y luego volveré a hablar del asunto.

La inestabilidad política y la incertidumbre política son muy negativas para la economía; pero también algunas decisiones que se toman por algunas Administraciones hacen un enorme daño a la economía española; por ejemplo, las que se han tomado en grandes Ayuntamientos españoles.

Suspender las nuevas licencias para nuevos hoteles durante un año, ampliable a dos, es un gravísimo error; suspender las licencias turísticas para repensar el modelo turístico de una ciudad es un gravísimo error; quitar legitimidad al órgano de colaboración público-privado Turismo de Barcelona es un gravísimo error; frenar y dificultar la aplicación de la ordenanza de terrazas hace daño a la economía; reforzar la venta ilegal de los productos "top manta" e impulsar la creación de un sindicato de manteros hace daño a la economía; negarse a la cobertura de la Ronda de Dalt, que es una inversión de una enorme importancia, hace daño a la economía; filtrar los sueldos de las personas que hacen huelga también es un enorme error y paralizar, como se ha hecho en Madrid, la "Operación Chamartín", la "operación Campamento" o castigar a un inversor que venía de un país importante y que había hecho una apuesta por España adquiriendo, entre otros, un edificio de una enorme importancia en Princesa, en Madrid, es un gravísimo error.

La demagogia barata, actuar con prejuicios ideológicos y no pensar en el interés general de la gente hace muchísimo daño a la economía, igual que la inestabilidad política y la incertidumbre política. Y, desde luego, algunos acontecimientos como los que hemos visto recientemente aquí hacen daño y dan mala imagen a la economía del país.

Siguiente asunto, si somos capaces de actuar con sentido común y mantenemos, como he dicho antes, las líneas generales de la política económica que hemos llevado a cabo estos años, vamos a crear medio millón de puestos de trabajo cada año, años 2016, 2017, 2018 y 2019, y, por tanto, vamos a conseguir que a finales de 2019 haya veinte millones de españoles trabajando, que es lo que hemos planteado nosotros en el Plan de Estabilidad y Crecimiento que hemos remitido a la Comisión Europea.

Si hacemos las cosas con sentido común, además de crear quinientos mil puestos de trabajo cada año, va a consolidarse en España la implantación de un modelo de crecimiento más sano y más duradero, y basado en la competitividad. Como he dicho antes, frente a situaciones en las que España crecía acumulando desequilibrios, ahora por primera vez crecemos porque exportamos y lo hacemos porque somos más competitivos. Insisto, esto dará lugar a que los efectos del crecimiento serán sólidos y duraderos.

Si seguimos manteniendo unas políticas económicas razonables, estaremos en mejores condiciones para sortear las dificultades que puedan surgir en el entorno internacional. Todos ustedes saben que hay incertidumbres por resolver: la situación de China, el futuro de Europa, los efectos de la innovación tecnológica, etcétera. Y las economías fuertes, y España puede serlo si no se desvía de la senda actual, estarán siempre más preparadas para afrontar estas incertidumbres y ofrecer estabilidad a los ciudadanos.

Si mantenemos las políticas económicas de los últimos años, la recuperación económica, el crecimiento de la actividad y el empleo serán los pilares de nuestro Estado de Bienestar, ya que son las condiciones necesarias para garantizar un adecuado nivel de servicios sociales. Además, contaremos con más recursos para invertir en áreas como la educación --gran prioridad de los próximos años en nuestro país--, en la I+D+I, en infraestructuras verdaderamente útiles para el desarrollo económico y en cualesquiera otras medidas que puedan contribuir a apoyar y favorecer la actividad económica en nuestro país.

Pues bien, señoras y señores, esto es lo que ocurrirá, y estoy en condiciones de decirlo porque me lo creo y porque lo he vivido, en los próximos cuatro años si se hacen las cosas con sensatez.

Sería un error, en mi opinión, no seguir, por duro que sea, reduciendo el déficit público. Este año lo hemos reducido del 5,8 al 5 por 100, pero a finales del año 2017, después de la nueva negociación que hemos hecho con la Comisión, el déficit público en España tiene que estar, y estará, por debajo del 3 por 100. Y ya lo hemos reducido más de cuatro años, con dos en recesión, en estos últimos tiempos. Por tanto, hay que seguir controlando las cuentas públicas.

Sería un error monumental dar marcha atrás en las reformas, como hemos escuchado a algunos. Dar marcha atrás en la reforma laboral, en la Ley de Estabilidad Presupuestaria o en la reforma del sistema energético sería un error monumental. Sería un grave error no cuidar los precios, los costes de las empresas, el endeudamiento y las inversiones poco rentables. Sería un grave error subir los impuestos o generar desconfianza. Y sería un grave error no continuar la política de reformas de estos años.

Por tanto, y ésta es mi opinión, la única forma de que la economía española prospere, crezca y cree empleo es mantener las reformas y profundizar en ellas para ganar competitividad. Éste es el cambio que se ha producido en España. Ahora muchos hablan de cambio y el cambio que se ha producido en España es el cambio que en nuestra economía ha tenido lugar en estos cuatro años.

Y digo todo esto porque cada día que los costes y los precios de los productos españoles ganan competitividad en la zona euro es un día en el que vamos ganando la batalla para conseguir que más españoles consigan empleo. Cada día que hacemos reformas estructurales en áreas como la educación y la innovación, o cuando invertimos en Infraestructuras verdaderamente útiles para el desarrollo económico, o cuando diseñamos políticas fiscales que incentivan la investigación y la innovación, o cuando apoyamos la internacionalización de nuestras empresas y el emprendimiento, o cuando desarrollamos todas aquellas medidas de apoyo a la actividad económica que se les puedan ocurrir a ustedes, tendremos más capacidad para competir y, por tanto, más capacidad para crecer.

Yo soy de los que digo ahora que aquí hay que escoger entre dos modelos de política económica, y hay que hacerlo pronto: por una parte, el modelo que defendemos los que pensamos que España crecerá vigorosamente, y de forma sostenida, en los próximos años gracias a la mejora de nuestra posición competitiva, y los que quieren volver a otro tipo de políticas que consisten en gastar más, endeudarse, no hacer reformas o derogar las que otros hicieron. Esa es mi opinión, creo que el mejor modelo es el primero y, entre otras razones, se ha demostrado a lo largo de estos últimos años.

Permítanme ahora, señoras y señores, que dé un paso más: Si aplicamos el modelo correcto de política económica, no sólo creceremos y crearemos empleo, sino que España dispondrá de muchos más recursos para apostar por el futuro; un futuro que, como les he dicho antes, tiene ahora un objetivo básico, veinte millones de empleos en los próximos años, pero, una vez alcanzado ese objetivo, debemos intentar conseguir nuestra gran esperanza de siempre: situarnos en el grupo de cabeza de los países más avanzados de Europa.

Para ello, además de políticas económicas adecuadas a las que me he referido, tenemos que dar un salto hacia adelante en otras materias; por ejemplo, la innovación. Hay quien considera que en esta materia ya se ha cumplido con aumentar las partidas públicas en los presupuestos, pero esto es mucho más. La innovación debe permear toda la actividad económica de nuestro país, desde un centro de investigación del máximo nivel europeo, hasta conseguir una estrella Michelin para un restaurante.

Sobre innovación en su sentido más amplio podríamos estar hablando durante horas, pero hay un aspecto que me parece crucial que es la Agenda Digital. La revolución digital, como ustedes saben, lo inunda todo. No se puede hablar de un sector, sino de una nueva forma de trabajar, de relacionarse y de vivir en todos los sectores.

Cuando en marzo del año 2013 hicimos la primera Cumbre europea sobre esta cuestión --ha habido ya dos más--, planteé una Agenda Digital para Europa y para España que tenía seis puntos: completar el despliegue de redes y prepararlos para los de la última generación; apoyar la creación de plataformas y modelos de negocio "sobre la red"; crear una fiscalidad única para las transacciones digitales; definir de manera precisa los derechos de propiedad intelectual de la industria de contenidos; definición y capacidad de ejercicio de los derechos constitucionales individuales en la red, e imbricación de la innovación en la industria de los servicios con las tecnologías digitales.

En aquel mismo año 2013, en un pleno en el Congreso de los Diputados, sin que nadie me contestara una palabra sobre el asunto, advertí que en 2015 en Europa podría haber hasta novecientas mil vacantes sin cubrir de puestos de trabajo por falta de personal cualificado relacionados con la tecnología digital. Me quedé corto, han sido más y, por tanto, es ineludible afrontar los cambios que implica este nuevo tiempo digital.

No es una opción. Esto no es una opción. No hacerlo, y no hacerlo en tiempo y forma, tiene costes de todo tipo, especialmente en materia de empleo. Y no deja de ser cruelmente paradójico que en un país como el nuestro, con tanta necesidad de puestos de trabajo, muchos de ellos se estén quedando sin cubrir cada año por falta de personal con perfiles adecuados.

Por tanto, para ganar esta apuesta de futuro es crucial priorizar todo lo que tenga que ver con la educación y la formación, y no sólo en cuestiones digitales, sino en todo lo demás. La sociedad que no mejora el nivel de formación de sus ciudadanos está condenada a perder el tren de la historia y un sistema educativo mejor requiere más recursos aunque, como ocurre con la innovación, es condición necesaria, pero no suficiente.

Señoras y señores,

La pregunta que cabe hacer ahora, después de lo que he dicho en esta intervención, es: ¿Está España en condiciones de afrontar estos retos? Es decir, ¿puede España aspirar a jugar en otra categoría superior? Yo les digo que sí y les digo que sí porque, a pesar de que existe una cierta tendencia por parte de muchos a contarnos lo mal que van las cosas o las cosas que no están bien en nuestro país, que no digo que no tengan razón… Hay cosas que no están bien en nuestro país pero, a pesar de eso, España es un gran país.

España se encuentra entre las siete economías que más ha progresado en los últimos cincuenta años, el salto de desarrollo que hemos dado en esas cinco décadas es incomparable y nuestro nivel de renta, nuestro Estado social y nuestra participación en los mercados globales no tienen nada que ver hoy con los de entonces.

España, como les he dicho antes, exporta hoy la tercera parte de su Producto Interior Bruto, más que Estados Unidos, Japón, Reino Unido, Francia o Italia; como recordábamos antes, sólo nos supera Alemania. Somos una gran potencia turística, la tercera del mundo. Pero, fíjense, siendo esto importantísimo, que lo es, los servicios no turísticos, los servicios a las empresas, pesan más en nuestra balanza de pagos que lo que genera todo el sector turístico. Por otro lado, somos grandes exportadores de bienes de equipo, de productos químicos, el segundo fabricante europeo de automóviles y, además, tenemos la industria agroalimentaria más innovadora y competitiva de la Unión Europea.

Señoras y señores,

España es un país donde merece la pena vivir. Si no, ¿a qué vendrían los setenta millones de turistas? Nadie les obliga. ¿O los estudiantes de Erasmus? Éste es el país de Europa que más estudiantes de Erasmus recibe. Y, de hecho, --y les voy a dar un dato-- de los cuarenta y seis millones, largos, de personas que residen en España, más de cuatro millones son extranjeros, a los que hay que añadir dos millones de españoles que nacieron fuera y que han obtenido nuestra nacionalidad en los últimos años.

Si ustedes ven la EPA, la Encuesta de Población Activa del primer trimestre, podrán comprobar algo de lo que no se ha hablado mucho cuando se habla de los que se van o de los que vienen. España es el país de la Unión Europea, en proporción al número de personas trabajando, que tiene más extranjeros trabajando, más del 10 por 100 según la EPA, sin contar aquellas personas que tienen la doble nacionalidad. Aquí hay muchos más extranjeros trabajando que en Francia y que en Italia, y están cerca de nosotros el Reino Unido y Alemania. Por algo será. Algo bueno habrá en nuestro país.

Y hay más. España tiene la mayor biodiversidad del continente europeo y, aunque haya mucho que avanzar en este terreno, tenemos ejemplos que indican que cuidamos y nos tomamos en serio nuestra tierra y nuestro entorno. Sólo cito uno: tenernos el record de banderas azules en playas europeas. Esto algo dice algo de nuestra política medioambiental, aunque algunos no lo quieran reconocer.

Las infraestructuras españolas están consideradas entre las seis mejores del mundo y este modelo de construcción y gestión de infraestructuras se ha exportado a los cinco continentes. Todos ustedes que andan por ahí saben muy bien las autovías que hay por ahí, los trenes de alta velocidad que hay por ahí y las autopistas que hay por ahí. Evidentemente, la noticia es que no hay aquí un tren de alta velocidad en esta ciudad, pero también podría ser noticia la red de alta velocidad que hay en nuestro país, o las autovías, o las autopistas.

España es un país con un sistema sanitario público al que los indicadores internacionales colocan entre los cinco primeros del mundo. Esto es un dato muy importante y esto también hace que vengan setenta millones de personas todos los años aquí.

Y también tenemos los mejores índices de seguridad ciudadana de Europa. De esto no se habla, porque solamente es noticia la seguridad ciudadana cuando en un determinado punto ha habido un problema de seguridad ciudadana.

España es un país acogedor y hospitalario donde, de forma casi espontánea, vienen los de fuera, participan de su economía, participan de su educación, de su sanidad, y cotizan por sus pensiones. Y esto hay que preservarlo, señoras y señores. Además, es muy importante en un continente europeo que envejece. Nos jugamos gran parte del futuro de nuestro país si somos capaces de mantener nuestra capacidad de atraer a otras personas de otras partes del mundo.

Repito, por tanto, y voy terminando, que España es un gran país, lo que nos permite alimentar todo tipo de esperanzas. Yo creo que nos hemos ganado, entre todos, el derecho a tener un sueño, que es formar parte del pequeño núcleo de países más avanzados de la Unión Europea. Pero ese sueño, como todos, para cumplirlo exige un esfuerzo, superar una primera etapa: primero, recuperar esos veinte millones de españoles que tienen que estar trabajando y, superado este escalón, entraremos en un nivel cualitativo diferente que nos abre las puertas a un futuro de progreso y de prosperidad para todos.

Presidente.- Contestando a la primera pregunta, si yo he creído entender bien, lo que ha planteado el Círculo de Economía es que, en el supuesto de que ningún candidato consiga la mayoría absoluta, debería dejarse gobernar, como ocurre por ley en el caso de los alcaldes, al cabeza de lista más votada. Esto en los Parlamentos no está establecido en sitio alguno. Lo que propone el Círculo entiendo que son dos cosas: una, que se haga una modificación legal, que ya no se iba a aplicar a este momento; pero entiendo que en este momento sin modificación legal lo que propone el Círculo es que los partidos políticos se comprometan a que eso sea así, si no hay un acuerdo que dé la mayoría de la Cámara a otra fuerza política.

A mí me parece muy bien. Aquí, en España, hubo elecciones el 20 de diciembre. Luego voy a explicar por qué me parece muy bien, que son dos razones: una, la que están pensando ustedes en este momento y, otra, la que también están pensando ustedes en este momento; pero luego se las voy a recordar las dos.

Nosotros el 20 de diciembre celebramos las elecciones generales. El resultado fue el que fue y el día 21 de diciembre reunimos el Comité Ejecutivo de mi partido y en el Comité Ejecutivo de mi partido dijimos: esto es lo que hay y la aritmética es la aritmética. Y la propuesta que hicimos fue una coalición entre el Partido Popular y el Partido Socialista, porque sumaban la mayoría absoluta, pero incorporábamos también, aunque sus votos no eran necesarios, a Ciudadanos, si querían.

¿Cuál era la razón? Primero, la aritmética exigía llegar a entendimiento. La razón de que gobernara el primero era, lisa y llanamente, respetar a la gente porque para algo cuenta lo que vota la gente y teníamos 1.700.000 votos más que el segundo, y conviene saber que en la democracia respetar lo que dicen los ciudadanos es algo importante.

La tercera razón es que, a pesar de las disputas, problemas y discusiones que tengamos, en los grandes temas fundamentales esos tres grandes partidos están de acuerdo: están a favor de la unidad de España, de la igualdad de los españoles, de la soberanía nacional, de la política europea, de la economía de mercado… Luego podríamos discutir sobre si el IRPF es más o menos, sobre si hay que quitar el Impuesto de Sucesiones o el de Donaciones, o no; pero en lo fundamental están de acuerdo.

Había otra razón, también importante, que es que eso era una mayoría muy grande, porque el Partido Popular ya por sí solo tenía mayoría absoluta en el Senado; pero la suma del Partido Popular y Partido Socialista era la inmensidad de diputados y con los cuarenta de Ciudadanos eran, sin duda, muchos más. Entonces, se podrían hacer reformas para muchos años, las reformas importantes que requiere España, porque eran tres partidos que se supone que van a seguir existiendo y con votos y apoyos suficientes en el panorama político nacional. Era una magnífica oportunidad. Es más fácil hacer reformas estructurales así que teniendo uno solo la mayoría absoluta porque, si tienes la mayoría absoluta, todo el mundo se opone a lo que haces. Al menos esa es la experiencia que yo tengo.

Había otra razón, que es el modelo europeo, Alemania. En Alemania ganó el Partido Democristiano, pero no tenía la mayoría. Hizo una coalición con los socialistas y el presidente es la señora Merkel y el vicepresidente es el señor Gabriel, que es el líder del Partido Socialdemócrata. Y en Austria ocurre lo contrario: ganó el Partido Socialdemócrata sin mayoría y el Partido Popular es el segundo, y el Canciller, que lo han cambiado ahora, pero su partido es el Partido Socialdemócrata y el vicecanciller, y luego se distribuye el Gobierno, es de…

En las instituciones europeas es que he vivido lo mismo. El señor Juncker es presidente de la Comisión Europea porque ganó el Partido Popular las elecciones y le votaron los populares y los socialistas; en el Parlamento Europeo votamos al señor Schulz, que es el líder de los socialistas, y la señora Mogherini es la Alta Representante y es del Partido Socialista.

Es que así se funciona en todas partes y el gran cambio político, ya que hablaban de cambio, que debería producirse en España es que fuera posible que dos fuerzas políticas que tradicionalmente se han alternado en el Gobierno, alguna vez, cuando las circunstancias lo exigen, como ocurre en todos los países con tradición democrática, se pongan de acuerdo.

Ésa fue mi propuesta y mi propuesta fue despachada en tres segundos, con lo cual no tenía ninguna otra propuesta que hacer. Todo lo demás es anécdota. Créanme, señoras y señores, es anécdota: eso de si voy a la sesión de investidura, si empieza a contar el plazo de dos meses… Ésa era una de las opciones posibles y la otra opción era el PSOE con Podemos y con Esquerra Republicana, con Convergència y con alguna abstención. Y todo lo demás era inviable, no porque lo diga yo, sino porque quedó demostrado y es simplemente la aritmética.

¿Qué va a pasar ahora? Yo no soy una persona que cambie de opinión fácilmente ni que vaya contra mis propios actos. ¿Lo que pasará? Veremos lo que ocurre después de las elecciones. Si el pueblo español le da la confianza al Partido Popular y nos da la mayoría, yo, aparte de estar muy agradecido, intentaré formar Gobierno; pero, si no, yo no voy a tener un planteamiento muy diferente al que he tenido en el mes de enero, porque eso sería una auténtica insensatez y porque, además, creo que eso es lo mejor para España.

Ha dicho usted "que le dejen gobernar". A mí, sí me dejaran gobernar, intentaría gobernar pero, sinceramente, creo que lo que le conviene a España y lo serio es un pacto a cuatro años conocido por el conjunto de la opinión pública española y, si hay temas en los que no podemos ponernos de acuerdo, los aparcamos; pero hay muchos temas en los que podemos ponernos de acuerdo. Ahora bien, dejar gobernar a alguien con ciento equis escaños, los que sean, se puede; pero créanme que es muy difícil. Por tanto, yo voy a decir, si las cosas no cambian sustancialmente, exactamente lo mismo que dije el día 21 de diciembre, porque es en lo que creo. Dirán ustedes "le conviene"; sí, pero es en lo que creo y, sinceramente, creo que es lo mejor para España.