Declaración institucional del presidente del Gobierno sobre el acuerdo con la OTAN

22.6.2025

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Moncloa, Madrid

DECLARACIÓN DEL PRESIDENTE DEL GOBIERNO, PEDRO SÁNCHEZ

Buenas tardes, estimados ciudadanos y ciudadanas.

Comparezco de urgencia ante ustedes y ante los medios de comunicación para comunicarles que el Gobierno de España acaba de alcanzar un acuerdo con la OTAN.

Un acuerdo, a nuestro juicio, muy positivo, que nos va a permitir cumplir con nuestros compromisos con la Alianza Atlántica y preservar algo muy importante, que es su unidad, sin tener que incrementar nuestro gasto de defensa hasta el 5% del Producto Interior Bruto.

Como saben, lo he explicado en muchas ocasiones, vivimos tiempos convulsos. No hay más que acercarse a la actualidad internacional para constatarlo. La vecindad europea se ha vuelto más inestable y belicosa que lo que era hace unos años. Al imperialismo de la Rusia de Vladimir Putin se ha sumado la proliferación de amenazas híbridas, de nuevos conflictos armados, un rebrote del terrorismo yihadista, golpes de Estado en una región muy importante para España como es el Sahel y un conflicto creciente y muy preocupante en Oriente Medio que amenaza con desestabilizar al mundo entero. La delicada situación en Irán es un muy buen ejemplo de ello.

Europa y España, ante esta situación deben adaptarse a este nuevo escenario y contexto geopolítico. España, por tanto, debe reforzar sus alianzas, modernizar nuestras capacidades técnicas y humanas, sobre todo para neutralizar las amenazas que se puedan cernir, como se ciernen en el flanco sur europeo. Y debemos hacerlo para proteger nuestro país y también para contribuir a la protección de ese proyecto común que se llama Europa. Y debemos hacerlo siempre para defender el derecho internacional allí donde, o bien se vulnera, o bien corre peligro.

Es por eso que desde el año 2018 el Gobierno de España ha adoptado medidas difíciles pero necesarias en este ámbito de adaptarnos a ese nuevo contexto geopolítico. Hemos duplicado nuestra inversión anual en seguridad y en defensa, pasando en 2018 del 0,9% del PIB que dejó la anterior administración conservadora hasta lograr, como nos hemos fijado, el 2% del Producto Interior Bruto en seguridad y en defensa para este año, en el año 2025. Y junto con ello hemos aumentado en más de 14.000 los efectivos de nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Hemos prestado un apoyo logístico, humanitario, financiero, absolutamente multimillonario, a un país que está siendo agredido como es Ucrania. Y hemos ampliado nuestra participación y participación en misiones de paz, de protección en el extranjero, hasta convertirnos en uno de los cinco países de la OTAN que más efectivos tiene desplegados en la frontera oriental de Europa. Y gracias a estas medidas y también a otras muchas, que no quiero extenderme, España es hoy un actor clave de la arquitectura de seguridad de la Unión Europea, de la Alianza Atlántica y también de Naciones Unidas. Y lo va a seguir siendo: primero por necesidad; en segundo lugar, por convicción, y en tercer lugar, por liderazgo.

Hace unos meses, es cierto, algunos líderes internacionales propusieron que en la Cumbre de La Haya, que vamos a celebrar esta misma semana, todos los miembros de la Alianza de la OTAN se comprometiesen a más que duplicar su gasto en defensa, hasta alcanzar una inversión anual del 5% de su Producto Interior Bruto en el año 2032. Desde entonces, el Gobierno de España ha venido diciendo lo mismo, en los Consejos atlánticos de la OTAN, en las reuniones de ministros y ministras de Defensa, también en Bruselas, en las ruedas de prensa: nosotros entendemos la dificultad del contexto geopolítico; respetamos, como no puede ser de otra manera, plenamente, el deseo legítimo de otros países de aumentar su inversión en defensa si así lo quisieran, pero nosotros no vamos a hacerlo.

Y no vamos a hacerlo por tres razones fundamentales que me gustaría compartirles brevemente. En primer lugar, porque en nuestro caso, un 5% del Producto Interior Bruto de gasto en defensa sería desproporcionado e innecesario. Los ciudadanos deben saber que el funcionamiento de la OTAN es el mismo que desde hace muchas décadas. Primero, la OTAN lo que hace es identificar los peligros y las amenazas que se ciernen sobre ella. Después hace un listado de las capacidades técnicas humanas que se necesitan de todos los aliados para neutralizar esos peligros y esas amenazas. Y finalmente, asigna a cada aliado, a cada Estado miembro de la OTAN, el deber de desarrollar una parte proporcional de esas capacidades.

Pues bien, ese ejercicio de planificación se revisa cada cuatro años. La última actualización se aprobó a principios de este mes, el pasado 5 de junio, momento en el que los objetivos de capacidades de cada aliado se acordaron dentro de la OTAN. Y va a tener además una vigencia que tendrá que alcanzar de aquí a los próximos años esas capacidades. Los datos son muy elocuentes, porque indican que cada país necesitará invertir una cantidad de dinero diferente en función de su PIB para lograrlo. Algunos tendrán que invertir el 5% de su PIB; otros mucho menos. Y esa asimetría, esa diferencia es normal y además es inevitable, puesto que existen diferencias económicas muy notables entre aliados. Piensen, por ejemplo, que en algunos países el salario medio de un soldado es tres veces mayor que en otros países también que son miembros de la OTAN, o que producir ciertas capacidades de defensa o adquirir esas capacidades de defensa en ciertos países cuesta la mitad que en otros. Es por eso que el método de trabajo de la OTAN siempre se ha centrado en la aportación de las capacidades y no en los porcentajes de PIB.

En lo que se refiere a España, los técnicos de nuestras Fuerzas Armadas han sido claros y son muy concisos y muy profesionales en sus cálculos. Según sus estimaciones, España va a necesitar dedicar alrededor del 2%, en concreto el 2,1% de su PIB, para adquirir y para mantener todo el personal, todo el equipamiento, todas las infraestructuras solicitadas por la Alianza para hacer frente con nuestras capacidades a esas amenazas y a esos desafíos a los que antes he hecho referencia.

Por tanto, el 2,1%, ni más, ni menos.

Por eso, respetando la soberanía que cada uno de los aliados tiene para destinar el gasto que consideren a defensa, para el Gobierno de España no tiene sentido comprometerse a gastar el 5% del Producto Interior Bruto en defensa. Porque hacerlo nos obligaría a incumplir nuestra palabra, a despilfarrar también miles de millones de euros. O, paradójicamente, tampoco nos haría estar más seguros, ni ser mejores aliados, ya que en el fondo nos alejaría de la verdadera solución, que es avanzar hacia la creación de una Unión Europea de la Seguridad y la Defensa, tal y como expliqué a los representantes del Congreso de los Diputados en mi comparecencia del pasado mes de abril.

Junto con esta primera razón, hay una segunda razón que me gustaría compartir con ustedes y es que -lo hemos dicho en muchas ocasiones- Europa necesita avanzar en su autonomía estratégica. Tiene que ser capaz de protegerse. Y para lograrlo, la clave no es gastar más; es gastar mejor, es gastar juntos. Lo esencial es aumentar la interoperabilidad de nuestras Fuerzas Armadas. Lo fundamental es establecer mecanismos de compra común, es desarrollar una industria de la defensa propia y crear de una vez por todas, al menos a juicio del Gobierno de España, el Ejército Común Europeo. En definitiva, es hacer efectiva en el ámbito de la seguridad y la defensa esa autonomía estratégica de la que venimos logrando y hablando desde hace años.

Precipitarnos, por tanto, de forma, yo diría que artificial, a un 5% no nos ayudaría a alcanzar ninguno de esos objetivos. Al contrario, por un lado nos haría enviar cada vez más dinero a la industria de otros países y hacer cada vez más dependientes de ellas y, por otro, dañaría nuestro crecimiento económico en el medio y en el largo plazo al provocar presiones inflacionistas y, por tanto, alzas de precios en determinadas materias primas, aumento excesivo de la deuda pública y del déficit público y falta de inversión en sectores que son claves para nuestro futuro, tanto desde el punto de vista del desarrollo económico como de nuestra competitividad y de nuestra cohesión social. Pongamos el caso del ámbito educativo, del ámbito biomédico o del ámbito digital.

Por tanto, si queremos una Europa segura, tendremos que construirla usando instrumentos comunitarios que tenemos, invirtiendo más en nuestros países y confiando más en ellos.

La tercera y la última razón que impide a España comprometerse con el objetivo del 5%, es que dicho nivel de gasto sería incompatible con nuestro Estado del bienestar y con nuestra visión del mundo.

El Gobierno de España, como saben -lo he dicho antes- ha pasado de un 0,9% de inversión de gasto en defensa (en relación con el Producto Interior Bruto) que dejó la administración anterior en 2018, al 2% en 202. Por tres motivos fundamentales. Primero, porque como acabo de explicar, era necesario para garantizar la seguridad de España y el cumplimiento de los objetivos de la OTAN, según los cálculos de nuestras Fuerzas Armadas, de las Fuerzas Armadas españolas.

En segundo lugar, porque era necesario para cumplir con el compromiso que España asumió en la Cumbre de Gales de 2014 -con la anterior administración conservadora-. Y, finalmente, porque ese 2% es perfectamente compatible con la respuesta a las capacidades que nos pide la OTAN y también con el mantenimiento de nuestro Estado del bienestar y, por tanto, nuestra hoja de ruta como país.

Porque, afortunadamente, el buen desempeño de nuestra economía y la gestión prudente de los últimos años nos permite invertir un 0,6% de nuestro PIB más en seguridad y en defensa, y hacerlo, además, sin subir impuestos ni recortar un céntimo de euro de los servicios públicos, las prestaciones sociales o algo tan importante como es la lucha contra la emergencia climática.

Sin embargo, pasar del 2% al 5% nos obligaría a cruzar todas esas líneas rojas. Nos obligaría a tener que, o bien subir drásticamente los impuestos a la clase media trabajadora, o recortar severamente nuestro estado del bienestar. A renunciar, por tanto, a muchos de los avances sociales que nos ha costado tanto conquistar o reconquistar durante estos últimos siete años, a volver a la pesadilla de los recortes y, por tanto, a la austeridad y a reducir nuestro compromiso con el medio ambiente, con los avances sociales, con los derechos humanos y con la paz global.

Para que se hagan ustedes una idea del coste, del esfuerzo que esto representaría -pasar del 2% al 5% de aquí al año 2035- exigiría gastar unos 350.000 millones de euros adicionales, repito, 350.000 millones de euros adicionales, que solo podrían conseguirse a base de subirle a cada trabajador y trabajadora los impuestos en unos 3.000 € anuales; eliminar las prestaciones por desempleo, enfermedad y maternidad; reducir en un 40% todas las pensiones, o recortar a la mitad la inversión estatal en educación, desde los cero años hasta la Universidad.

Cada miembro de la OTAN, como países soberanos que somos, tenemos el derecho y la obligación de elegir si se quiere o no asumir esos sacrificios. Y nosotros, como país soberano, elegimos no hacerlo. Elegimos encontrar un mejor equilibrio entre la necesidad de fortalecer nuestra seguridad y nuestra defensa, y la exigencia de continuar afrontando desafíos sociales, económicos, medioambientales, que afectan a la humanidad y también nos afectan a nosotros en particular, como pueda ser la emergencia climática.

Elegimos destinar un 2% de nuestro PIB a la protección de España, de Europa y de la OTAN, mientras seguimos invirtiendo el resto en políticas sociales, en diplomacia, en ayuda al desarrollo, en comercio global y también en nuestro Estado del bienestar.

Lógicamente, los heraldos del desastre y la mentira dirán que esta decisión, que este acuerdo rompe la unidad de la OTAN y deja a España fuera de su paraguas protector. Pero la ciudadanía debe estar tranquila y saber que ninguna de estas cosas es cierta. Primero, porque España permanece dentro del consenso de la OTAN. Segundo, porque España ha logrado modificar ese consenso para que pueda armonizar el deseo legítimo de una mayoría de Estados miembros dentro de la Alianza a fijar un compromiso de gasto del 5% del PIB, con el derecho que tenemos otras naciones a no tener que hacerlo; siempre y cuando entreguen las capacidades pactadas, que es lo que hemos logrado.

Y lo ha hecho España, lo hemos logrado, mediante una negociación diplomática discreta y eficaz, honesta y justa, leal, en definitiva, con los aliados, que salvaguarda la soberanía de España, al tiempo que garantiza el éxito de la cumbre de la OTAN la próxima semana en la ciudad holandesa de La Haya. Algo por lo que nos sentimos orgullosos y también agradecidos al secretario general de la OTAN, a mi amigo Mark Rutte, y al resto de aliados de la OTAN.

Creo firmemente que el acuerdo que hemos alcanzado hoy es bueno para España. También es bueno para toda la OTAN, porque con él se demuestra que, incluso en esta época tan difícil, el multilateralismo funciona. La participación de España en la Alianza y los compromisos mutuos que compartimos todos los Estados miembro siguen, como no podría ser de otra manera, intactos. Recordemos que los hemos alcanzado -esos acuerdos- el pasado 5 de junio de este mismo año.

España, por tanto, no va a gastar el 5% de su PIB en defensa, pero su participación, peso y legitimidad en la OTAN siguen intactas. Con todos los deberes, con todos los derechos que ello conlleva. Y nuestro país, evidentemente, aportará sus tropas, sus vehículos, sus equipamientos, sus infraestructuras acordadas en los objetivos de capacidad, y seguirá protegiendo la frontera oeste y también la del sur de Europa. Y al mismo tiempo seguirá plenamente integrado en los mecanismos de la Alianza y amparados por el artículo cinco.

Es por eso que el acuerdo que hemos alcanzado hoy creo sinceramente que es un éxito, porque permitirá a España seguir siendo un actor global de primer orden, no sólo en el ámbito de la defensa y la seguridad, sino también en el ámbito económico y multilateral. Porque la humanidad hoy necesita más seguridad, pero también mucha más diplomacia, mucha más cooperación y solidaridad entre países y, por tanto, más esperanza.

El mundo, como estamos viendo en los medios de comunicación en la actualidad, empieza a asomarse a un abismo oscuro. Estamos normalizando que ciertas potencias se bombardeen entre sí, que sus líderes intercambien amenazas nucleares y que la población civil sea la que sufra todas estas consecuencias. Nuestro país, España, no puede darle la espalda a esta realidad, pero tampoco debe darla por buena. Tenemos que protegernos ante esas nuevas amenazas, eso es evidente, pero también tenemos que exigir contención a unos y a otros, y recordar al mundo -y recordarnos a nosotros, y ahí está la historia- que las guerras no tienen ganadores. Nunca.

España, en ese contexto, tiene una vocación clara y es la de la paz y el desarrollo, la cooperación y el multilateralismo. No queremos más conflictos. Lo que queremos son más derechos, más justicia, más dignidad. Porque la mejor forma de evitar guerras es generar prosperidad y esperanza. Y si bien es cierto que para ello necesitamos capacidad de disuasión, también necesitamos la firme voluntad de preservar la paz. Y en ese ámbito, y con ese anhelo, estará siempre España.

Muchas gracias

(Transcripción editada por la Secretaría de Estado de Comunicación)