Intervención del presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, en la presentación de la propuesta estratégica de la PEUE para fortalecer la seguridad económica y el liderazgo global de la UE en esta década en el Foro ResilientEU2030

15.9.2023

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Madrid

INTERVENCIÓN DEL PRESIDENTE DEL GOBIERNO, PEDRO SÁNCHEZ

Buenos días, presidente de la CEOE.

Vicepresidenta.

Ministros y ministras.

Empresarios, empresarias.

Representantes sindicales.

Embajadores, embajadoras.

Señoras y señores.

En primer lugar, quisiera aprovechar el guante que me ha tendido Antonio para disculparme ante todos vosotros y vosotras, si me permitís que os tutee, por haber cancelado el pasado miércoles precisamente esta comparecencia y este compartir el informe que vamos a presentar en la Cumbre de Granada por haber contraído el COVID.

En fin, ya es una dolencia menor, pero sí que aprovecho el haberlo pasado para también trasladar a la opinión pública española la necesidad de que nos continuemos vacunando y que, por tanto, continuemos preservando altas dosis de inmunidad ante un virus que, por desgracia, continúa haciendo sus fechorías.

Hace siete meses comparecí ante muchos de ustedes, de vosotros y vosotras, en un evento que organizamos en la sede del Ministerio de Asuntos Exteriores con los representantes de los Estados europeos para comunicarles precisamente que el reforzamiento de la autonomía estratégica iba a ser una de las principales, si no la principal, prioridad de la Presidencia de la Unión Europea por parte de nuestro país. Y que para ejecutarla habíamos puesto en marcha un proyecto pionero en el que habían participado las oficinas de prospectiva, tanto de la Comisión Europea como del Consejo Europeo, el Parlamento Europeo y de los 27 Estados miembros. Liderada, lógicamente, también por nuestro país.

Y hoy me ofrece la CEOE la oportunidad de compartir con todos vosotros y vosotras y también con el conjunto de la ciudadanía española los resultados de este esfuerzo colectivo y las líneas maestras que España va a proponer al resto de Estados miembros en el Consejo Europeo del próximo 6 de octubre en la ciudad de Granada.

Líneas que, quiero decirlo, dan continuidad al trabajo que ha realizado ya la propia Comisión Europea. También presidencias previas rotatorias del Consejo y que esperamos contribuyan a la elaboración de ese gran desafío que es la agenda estratégica que se va a aprobar a comienzos del año 2024 de las políticas europeas durante los próximos cinco años.

La autonomía estratégica es, como saben, un asunto capital, una cuestión de la que algunos solo se acuerdan cuando parte de una empresa nacional es comprada por una empresa extranjera o cuando sufrimos el desabastecimiento puntual de un determinado producto.

Pero quiero garantizarles que preocupa y ocupa a mi gobierno desde el inicio de la pasada legislatura, porque afecta de lleno a algo que es muy importante para todos vosotros y vosotras, que es la competitividad de la economía española, de nuestras empresas y, en consecuencia, del bienestar de nuestros ciudadanos.

Si simplemente repasamos nuestro día a día, en cada momento usamos cientos de productos que se elaboran a miles de kilómetros de aquí.

Nuestros móviles se ensamblan con componentes de más de 50 países distintos. Nuestros supermercados venden productos procedentes de más de 150 países diferentes, y cuando las cadenas de suministro fallan, y lo han hecho durante estos últimos años y lo saben muy bien los aquí presentes, la sociedad en su conjunto sufre las consecuencias.

Lo vimos durante la pandemia de manera dramática.

Nunca lo podremos olvidar cuando la falta de material sanitario impactó de forma dramática en nuestros ciudadanos.

Lo vimos durante la disrupción comercial que vino después, con largos tiempos de espera para poder acceder a bienes cotidianos como un coche, una bicicleta o incluso un electrodoméstico.

Y lo estamos viendo aún a día de hoy, con los precios de los alimentos, también de la energía como consecuencia de la guerra de Putin en Ucrania y las decisiones que están tomando algunos países productores, por ejemplo, de petróleo.

Estos problemas no son casuales.

Me van a permitir, evidentemente, la broma de decir que la oposición lógicamente dice que es culpa de mi gobierno, pero son manifestaciones de algo más profundo que está afectando a la economía global y cuyos efectos alcanzan hasta el último acto cotidiano de nuestras vidas.

Y es que el orden internacional, basado en los principios de apertura y de multilateralismo que construimos a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, con las instituciones de Bretton Woods, y que creíamos se mantendría indefinidamente, está dando señales de flaqueza.

Lo hemos visto con la cumbre de los BRICS. Lo estamos viendo también después en el G-20.

En definitiva, el proteccionismo, las barreras comerciales, los conflictos económicos se están multiplicando y cada vez están más presentes en nuestro día a día.

Muchas economías emergentes están cuestionando pilares básicos de la arquitectura multilateral, y los propios países europeos hemos cobrado conciencia de algunos de los efectos negativos de la globalización.

Por ejemplo, la deslocalización de industrias, la elusión fiscal, la adquisición de dependencias estratégicas de terceros países que, en momentos de crisis, como las que hemos vivido, por ejemplo, con la COVID o la agresión rusa ahora mismo, se están traduciendo en problemas severos para nuestras empresas y, en consecuencia, para nuestros hogares.

Por tanto, creo que es importante subrayar que Europa, las instituciones comunitarias, hemos reconocido esta amenaza y hemos empezado a actuar sobre ella con decisión y también con premura.

Probablemente esta sea una de las demandas, querido Antonio, que más recurrentemente dirán vuestros asociados, Europa sus instituciones, tienen que ir de manera mucho más rápida, más veloz ante estos desafíos. Pero creo honestamente que lo estamos haciendo con decisión y con premura.

La Comisión, por ejemplo, ha adoptado medidas muy importantes en estos últimos dos años, también con el Consejo y de la mano del Parlamento Europeo va a adoptar más aún en los próximos meses y años, como anunció precisamente la propia presidenta de la Comisión Europea el pasado miércoles en su debate del Estado de la Unión.

En este último año, anglicismos como, por ejemplo, la "desglobalización", el "decoupling", el "friend-shoring" se han convertido en lugares comunes que, en fin, están muy presentes en nuestro debate público.

Proliferan las voces incluso de quienes consideran que la Unión Europea debería transformar rápidamente su economía para adaptarla a este escenario de fragmentación.

Pero los datos, y es lo que me gustaría compartir con todos vosotros y vosotras, dibujan una realidad que es completamente distinta.

Es cierto que los Estados Unidos y China están ajustando sus cadenas de valor para volverse más autosuficientes. Ahí está esa ley de reducción de la inflación impulsada por la Administración de Biden.

También es cierto que cae la firma de nuevos tratados de libre comercio y que los mercados de determinadas tecnologías y materias primas se están encareciendo. Es cierto.

Pero lo es también que, según la evidencia empírica, lo que se indica es que el comercio global ni se está reduciendo ni tampoco se está fragmentando entre bloques.

Al contrario, si uno mira la evolución de la inversión extranjera directa, esta sigue fluyendo incluso como lo hacía antes de la pandemia, y el comercio global sigue aumentando, y los intercambios entre regiones siguen creciendo, incluso entre Oriente y Occidente, y los supuestos bloques de los países, llamémoslo así, no alineados.

A ver, nadie sabe cómo va a evolucionar la situación. Por eso pensamos que la Unión debe responder a la coyuntura actual, trabajando de forma simultánea y equilibrada en una doble dirección.

En primer lugar, lo que tenemos que hacer es reducir nuestras dependencias externas y fortalecer en consecuencia las capacidades productivas estratégicas. Y, en segundo lugar, lo que debemos hacer es que la economía global se mantenga abierta y que Europa conserve su posición de liderazgo en ella.

Por tanto, se trata de encontrar un nuevo equilibrio entre competitividad y resiliencia entre cooperación multilateral y asertividad también, por qué no, de Europa.

Y este es el gran debate global, el gran dilema geopolítico de nuestro tiempo.

Y creo que España no solamente quiere, sino también debe, tener una voz relevante en él, porque durante demasiadas décadas nosotros nos hemos conformado como país de la periferia con ser un actor secundario en las negociaciones en Bruselas, siguiendo las posiciones que fijaban otros Estados miembros más grandes o más veteranos, más influyentes.

Creo que tenemos que acabar con esa dinámica y tenemos que ejercer un liderazgo, también desde el sur en Europa, un liderazgo sin duda alguna integrado, que escuche y respete las posiciones de los 27 Estados miembros, pero que a la vez defienda sus propios valores y sus intereses, que evidentemente van a estar muy en cuestión si los abordamos en esa empresa que lógicamente tenemos que afrontar, que es la ampliación de la Unión Europea.

Y, por tanto, siguiendo esta filosofía hemos elaborado este informe de Resiliencia Unión Europea 2030, que es una visión estratégica para garantizar la resiliencia económica y el liderazgo global de la Unión Europea en esta década.

Es decir, es un objetivo ambicioso el de este informe. Y ustedes van a poder encontrarlo, está ya además a ojos y lectura de todos los ciudadanos de nuestro país en la página web de la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia de la Presidencia Española del Consejo.

Bueno, no hay tiempo aquí para analizarlo en profundidad, pero sí me gustaría compartir con todos vosotros y vosotras y con la ciudadanía española que esté siguiendo esta intervención algunas ideas clave.

La primera versa sobre la necesidad de reindustrializar Europa y, por tanto, de reforzar nuestras capacidades productivas.

Los días de las deslocalizaciones masivas, de la apertura indiscriminada, de la dependencia ciega en importaciones creo que tienen que acabar. Porque nuestro continente necesita más fábricas y más empresas, necesita proteger y reforzar su liderazgo y autonomía en sectores que son estratégicos, como es por ejemplo el energético, el tecnológico, el sanitario o el agroalimentario.

Y necesitamos también blindar el bienestar de nuestros ciudadanos y su seguridad.

Y eso no significa que la Unión deba empezar a producir dentro de sus fronteras todo lo que actualmente trae de fuera. Al contrario, debemos ser estratégicos y centrar nuestros esfuerzos en aquellos bienes servicios y materias primas en los que ya, uno, somos competitivos a nivel mundial; dos, en los que podríamos situarnos a la vanguardia en unos años si hacemos una apuesta estratégica; y tres, en los que son absolutamente imprescindibles para garantizar nuestra seguridad.

¿Me refiero a qué? Me refiero a lo que todos tenemos en mente. Me refiero a la inteligencia artificial.

Me refiero a las turbinas eólicas, a los electrolizadores, a las redes de transmisión, a los fertilizantes orgánicos, a las baterías sólidas, a los ingredientes farmacéuticos activos, por mencionar algunos. Estoy convencido, todos tenéis en mente.

Y la Unión creo que ha entendido la situación, y está dando grandes pasos adelante.

Y yo quiero reconocerlo también en la persona de la presidenta de la Comisión Europea con la implementación del Green Deal, la Digital Decade y el Chips Act, las legislaciones de industria "net zero", materias primas críticas, Inteligencia Artificial que se está precisamente bajo nuestra presidencia.

Para reforzar estas capacidades productivas internas, yo creo que los europeos tendremos que mejorar la colaboración entre el sector público y privado, con las empresas, como bien ha dicho el presidente de la CEOE; avanzar hacia una mayor integración del mercado único, por ejemplo, en todo lo que tiene que ver con la financiación, la unión bancaria y, en algunos casos, desplegar, por qué no, políticas de ayudas de Estado destinadas a corregir las distorsiones que otras potencias extranjeras ─lo dijo la presidenta de la Comisión hace escasos días en el Parlamento Europeo─ provocan en la economía global y, lógicamente, a incentivar la inversión privada.

España quiere, y puede, tener un papel protagonista en el desarrollo de estas capacidades industriales de futuro.

Por eso, lo que hemos hecho en estos últimos dos años ha sido asignar la cifra no desdeñable de 42.000 millones de euros a la puesta en marcha de los proyectos estratégicos, los famosos PERTEs de vanguardia, donde hemos incrementado en un 150% la inversión pública, por ejemplo, en ciencia e innovación. Hemos acometido la modernización sin precedentes de la educación, de la formación profesional, también de la mano de los agentes sociales, la patronal y los sindicatos. Hemos cosechado inmensos avances en materia de digitalización, aunque nos queda aún mucho camino por recorrer.

Tenemos que reforzar nuestras capacidades internas. En definitiva, es esencial que reforcemos nuestras capacidades estratégicas. Y, no obstante, y es donde quería también hacer el énfasis. A la vez lo que tenemos que hacer es huir de tentaciones simplistas que emanan de un proteccionismo y de discursos nativistas que dicen que cerrando nuestras fronteras vamos a vivir mejor.

Yo creo que la Unión no debe expulsar a las empresas extranjeras, al contrario, lo que tenemos que hacer es atraerlas. Tenemos que crear oportunidades para ellas, porque ellas crean oportunidades también en nuestro continente, porque crean empleo, porque generan riqueza y porque su presencia aquí es parte de esa reciprocidad comercial que vertebra eso que se llama el orden internacional abierto, en el que los europeos crecemos y prosperamos.

Y, a este respecto, me quiero referir a un tema de actualidad reciente, como es el anuncio de la toma de participación de unos inversores extranjeros en una de las empresas españolas de telecomunicaciones de referencia.

Y me gustaría decir dos cosas:

En primer lugar, quiero señalar que el interés de los grandes inversores internacionales por nuestras empresas siempre es una buena noticia. Siempre lo es, por lo que supone de inyección de recursos en nuestra economía, porque nuestro país avanza en la dirección adecuada, porque ofrece confianza, seguridad, y porque cuenta con un tejido de empresas de primer nivel y con un enorme potencial de crecimiento y de desarrollo.

En segundo lugar, también quiero decirles que el Gobierno cuenta con instrumentos, los instrumentos necesarios para proteger su soberanía nacional y sus intereses estratégicos, como es, por ejemplo, el acceso a las tecnologías críticas, en particular, en el ámbito de la seguridad y de la defensa. Es más, la legislación española en materia de control de inversiones es una de las más rigurosas de Europa. La reformamos durante la pandemia. Lo volvimos a hacer justamente este verano, dotándonos de mayores instrumentos que lo que hacen es reforzar los mecanismos de control. Todo ello de forma alineada y coherente con las directrices que emanan de la Unión Europea.

Por tanto, ¿qué quiero decir con esto? Pues que les garantizo que el Gobierno está analizando detenidamente la operación de la inversión, que contamos con los mecanismos adecuados para ejercer los controles necesarios y que garantizaremos que en todo momento esté a salvo la defensa y la seguridad nacional, entendida en un sentido amplio. Y garantizaremos también que cualquier inversión extranjera no trascienda los límites que supongan una influencia indebida sobre empresas estratégicas o comporte el acceso a tecnologías críticas.

En definitiva, el límite que existe para la inversión extranjera es la protección de nuestros legítimos intereses nacionales.

Y, dicho esto, pues paso a la segunda de las ideas que quisiera también compartir con todos ustedes, y que vamos a trasladar en la Cumbre de Granada.

Y es que Europa debe contar con las soluciones a sus dependencias actuales en el futuro y no en el pasado.

¿Qué quiero decir con esto? Pues que nuestras empresas no deberían sustituir bienes, servicios y materias primas que actualmente importan de terceros países por esos mismos productos producidos aquí, sino que lo tenemos que hacer por aquellas alternativas novedosas y, además, y subrayo esto, sostenibles y competitivas que ya está ofreciendo la ciencia.

Hablo, por ejemplo, y por supuesto, de las energías renovables, pero también de los bancos de hidrógeno verde, de las baterías de sodio o de lignina, de los ordenadores cuánticos, del uso de las bacterias para la recuperación de las tierras raras, de los piensos para ganado elaborados con proteínas procedentes de algas, de insectos o de microbios.

Hay muchas tecnologías de vanguardia que debemos escalar y, aún más, que debemos descubrir. Por eso creo que Europa tiene que apostar de forma decidida y sostenida por la innovación, alcanzando entre otras cosas el umbral de inversión del 3% del Producto Interior Bruto en I+D+i. Pero también lo que tenemos que hacer es mejorar nuestro capital humano. Tenemos que atraer talento extranjero, modernizar nuestros sistemas formativos, tanto a nivel universitario como, insisto, a nivel de formación profesional.

Y, en ese sentido, quiero agradecer la colaboración siempre de la CEOE y también de los sindicatos.

Porque además fue el desarrollo y la adopción masiva de nuevas tecnologías lo que ha permitido, o permitió en su momento, a Europa alcanzar una posición de liderazgo allá por el siglo XIX. Y van a ser esas nuevas tecnologías las que inevitablemente permitan mantener ese liderazgo en el siglo XXI.

La tercera idea que quiero compartir con todos vosotros es que yo creo que el reforzamiento de la economía europea ─no creo, estoy convencido─ no debe hacerse a espaldas de la crisis climática que estamos viviendo, sino que tiene que ser parte de la respuesta a esa emergencia climática.

Las soluciones verdes ofrecen a nuestros países una oportunidad inmensa para reducir sus dependencias externas y también para garantizar el dinamismo económico en el medio y en el largo plazo.

Y, por tanto, creo que es esencial que sigamos transformando nuestros sistemas productivos, que impulsemos la circularidad, que mejoremos la eficiencia en el uso de los recursos y reemplacemos muchas de las materias primas actuales por alternativas más comunes y más sostenibles.

En última instancia, lo que quiero trasladaros es que nuestro objetivo pasa por convertir el tejido industrial europeo en un sistema simbiótico, en el que la generación de desperdicios se reduzca al mínimo y los residuos de unos sectores se conviertan en los recursos de otros.

Y esto no solamente va a hacer disminuir la dependencia de la Unión Europea en materias primas e importaciones, sino que también va a fomentar el crecimiento económico, va a crear empleo. Los datos, según algunos estudios, están ahí: 700.000 empleos de aquí al año 2030. Y va a dar a nuestras empresas una ventaja competitiva enorme para prosperar en un mundo marcado lógicamente por la emergencia climática y por la escasez de recursos naturales.

Y en esto quiero ser muy claro, aquellos que dicen que la transición ecológica nos va a hacer más pobres y más vulnerables se equivocan, se equivocan, es justo lo contrario. La transición ecológica, si la hacemos en términos de inclusión y de justicia social y territorial, nos va a hacer mucho más competitivos y mucho más resilientes.

La cuarta idea que quisiera compartir, y que está incluida en este informe, es que por mucho que reforcemos nuestra industria doméstica y que avancemos en la circularidad y en la eficiencia de nuestra economía, Europa siempre va a necesitar la economía global para prosperar. Hay que acabar, en consecuencia, con esa lógica binaria tan falaz que asocia apertura a la vulnerabilidad y autarquía a la resiliencia.

La economía europea, como cualquier otra economía desarrollada, está indisolublemente unida al resto del mundo. A veces, esa interdependencia es una fuente de riesgos, como hemos vivido y antes he señalado, por ejemplo, con la pandemia y ahora también con la guerra de Putin en Ucrania. Pero sobre todo es una fuente de soluciones y de oportunidades para garantizar la prosperidad de nuestros conciudadanos.

Por eso es importante que, en lugar de cerrarnos en nosotros mismos, como proponen algunos, pues Europa lo que tiene que hacer es aumentar su participación en la economía global, lanzar una nueva expansión comercial dirigida a consolidar, a diversificar, a ampliar nuestros vínculos con el exterior.

Y yo creo que esta expansión debería tener como principal objetivo a aquellos países que comparten con nosotros principios, valores y también intereses. Desde luego, países como Australia, como Canadá, como Estados Unidos, como Japón, como Reino Unido, como los Estados de los Balcanes Occidentales o Europa del Este, pero también a muchos otros países de América Latina y el Caribe ─hoy, precisamente los ministros se están reuniendo en la ciudad de Santiago de Compostela─ o África y Asia, que creen en la reciprocidad y en el multilateralismo y que quieren mejorar sus estándares sociales y medioambientales junto con nosotros.

Yo creo que Europa puede aprovechar el viraje proteccionista de estas grandes economías para tender nuevos puentes, para ampliar su peso en el comercio global y, para ello, debe proyectarse no como un actor polarizante ni no confiable, al contrario, y ofrecer a nuestros socios una relación equilibrada que sea beneficiosa también para ellos y ellas.

Yo recuerdo en la Cumbre de la Unión Europea-CELAC, antes de las elecciones del pasado 23 de julio, como el propio presidente de Chile, Boric, lo señalaba al resto de colegas de los Estados miembros de la Unión Europea, la necesidad de que compartiéramos ese desarrollo y esa reindustrialización. Y, en consecuencia, cómo la Unión Europea con Chile o también con Argentina lo que hacíamos era aproximarnos en un desarrollo conjunto de las cadenas de valor del litio o del hidrógeno. Creo que estos son buenos ejemplos del camino que tenemos que seguir con otras regiones y con otros bloques.

Y en último lugar, y esta es la idea que llevaremos a Granada también: Europa debe acompañar todo su esfuerzo comercial con un renovado apoyo a la arquitectura multilateral.

La mejor forma de garantizar la seguridad y la prosperidad económica de Europa es reformar y fortalecer aquellas instituciones multilaterales que se encargan de diseñar y de garantizar el cumplimiento de las reglas internacionales. Sin duda alguna, la Organización Mundial del Comercio, el FMI o el Banco Mundial no son organizaciones perfectas, no lo son. Tienen problemas que resolver, tienen también falta de legitimidad, pero aun así desempeñan un papel fundamental que el mundo necesita, para hacer frente, por ejemplo, a la financiación de la transición ecológica.

Por eso creo que es necesario preservarlas. Es necesario también actualizarlas, modernizarlas, y, por tanto, hay que incrementar su representatividad, de modo que países que hoy no se sienten escuchados sean escuchados y también empoderados.

Yo creo que esa es, en fin, la reflexión que tenemos que compartir y que yo desde luego en todos los foros, tanto de manera bilateral como unilateral, estoy planteando como posición del Gobierno de España.

Bueno, estas son, queridos amigos y amigas, algunas de las líneas de acción que España va a proponer a los jefes de Estado y de Gobierno en Granada, con la intención de que pasen a convertirse en principios rectores de la futura agenda estratégica de la Unión Europea.

Líneas de acción que también quiero garantizarles que van a guiar la política económica que desplegaremos durante la próxima legislatura si recibo el encargo del Jefe del Estado y obtengo la confianza mayoritaria de la Cámara.

No tenemos tiempo que perder. Este auditorio está integrado por muchas mujeres y muchos hombres que conocen el valor del tiempo. El tiempo es oro, se dice. Esta es una expresión popular que adquiere un sentido casi literal en el mundo de la empresa y de los negocios. Un mundo que conoce el valor de los meses, de las semanas, de los días, de las horas, de los minutos, como un factor para aprovechar a la hora de crear oportunidades y también generar riqueza en sus entornos.

Y desde esa perspectiva, me van a permitir que diga que se entiende mal la descomunal pérdida de tiempo de un candidato que, sabiendo su incapacidad para construir una mayoría parlamentaria en el Congreso, ha sometido al país a un periodo de tanta parálisis y también de tanto bloqueo.

Un periodo en el que el candidato parece más empeñado en impedir otra investidura que en lograr la suya. Para ser más exacto, se desentiende por completo de su investidura y se concentra en evitar cualquier otra.

Bueno, pues yo tengo que decirles que seré, por supuesto, seremos respetuosos con los plazos de la democracia, porque la democracia es eso también, son las formas, son los plazos, son los procedimientos. Todo ello importa. Pero señalaremos también que esa forma de actuar es nociva para nuestra sociedad.

El tiempo no es de tal o cual candidato. El tiempo es de todos los españoles y de todas las españolas. Y España tiene cosas muy importantes, muy urgentes, que resolver y no tiene por qué perder tiempo caprichosamente.

Por mi parte, les garantizo que si no prospera la investidura en marcha - como ya incluso da por descontado el propio candidato -, y si recibo el encargo del jefe del Estado, me voy a dedicar en cuerpo y alma a lograr una investidura auténtica y no perderé tiempo en gestos vacíos. Me dedicaré a dialogar con el resto de fuerzas políticas. Lógicamente, también, a hablar con la sociedad civil para tejer alianzas y poner en marcha un proyecto político en positivo, un proyecto de progreso y de convivencia que garantice la estabilidad del país y que sea plenamente coherente con la letra y el espíritu de nuestra Constitución.

Un proyecto, en consecuencia, conciliador, basado en nuestros valores, en nuestros principios, también en la ciencia, en las necesidades y en las aspiraciones de la mayoría social.

Un proyecto que mirará a los próximos meses, pero que también tiene la ambición de mirar y dar respuesta a los retos que tenemos en las próximas décadas y que las unirá en una estrategia coherente que ha sido avalada por la propia Comisión Europea, también por los académicos y más reciente en las urnas. Un verdadero proyecto para que España siga avanzando y no retroceda a tiempos oscuros.

Termino ya y quiero hacerlo, además, con una reflexión sobre el futuro y sobre nosotros mismos. Porque es verdad que existen nostálgicos, obstinados en retratar Europa como un continente decadente, obsesionado por el medio ambiente y por mantener unos niveles de bienestar social que, nos dicen, no podemos permitirnos.

Yo creo que esa narrativa es falaz y es dañina porque es una narrativa que obliga a elegir entre dos opciones igualmente perversas o volver a un pasado idealizado que en realidad nunca existió. O resignarnos al inevitable declive y asumir un papel secundario en el nuevo orden internacional que definan dos grandes potencias como Estados Unidos y China.

Y lo cierto es que los profetas del desastre llevan anunciando el fin de Europa desde hace más de un siglo. Cada vez que ha habido una crisis, los agoreros han tañido las campanas del apocalipsis y siempre se han equivocado, porque en realidad los datos lo que demuestran es todo lo contrario.

Lo que demuestran los datos es que en los últimos setenta años Europa no ha hecho otra cosa que prosperar. Es cierto que hemos retrocedido en algunos indicadores importantes relevantes también para la definición del orden internacional de los próximos años. Hemos perdido peso relativo en algunos muy importantes como es el tecnológico debido fundamentalmente al desarrollo de los grandes países asiáticos.

Pero también, y esto es donde quiero poner el énfasis para terminar mi intervención, es que hemos mejorado en la mayoría y que gracias a ello Europa sigue siendo el mayor agente comercial del mundo, la primera receptora de inversión extranjera directa del mundo. La región con la población más cualificada y el segundo mejor ecosistema de innovación del planeta.

Y estos no son opiniones, son datos contrastados y contrastables. Y no los menciono para caer lógicamente en la autocomplacencia ni tampoco la inacción, porque hay mucho trabajo que hacer. Quedan muchos problemas por resolver y muchas injusticias también que corregir.

Los menciono ¿por qué?, los menciono para que seamos conscientes del enorme potencial que tiene esa idea que se llama Europa. Para que entendamos que imaginar una Europa con compañías líderes en energía limpia y barata, en alimentos saludables y asequibles, con buenos servicios públicos, con salarios dignos y con un mejor nivel de vida para todos y todas no es ni un delirio ni tampoco es un acto vacío de propaganda política.

Al contrario, es hacer una proyección razonable y, por qué no, también honesta, del progreso alcanzado en las últimas décadas, que podemos también lograr en las próximas, si no caemos en la autocomplacencia y tampoco somos conscientes de dónde están nuestras fortalezas. Y lógicamente, si tomamos las decisiones adecuadas, si nos centramos en avanzar, en consecuencia, y no en retroceder, si ponemos al frente de nuestras instituciones a profesionales capaces, guiados por la evidencia científica, también la empírica y los valores europeístas. Y si no nos dejamos arrastrar por la nostalgia y el miedo al progreso, que lógicamente en momentos de tribulación siempre son importantes.

En fin, amigos y amigas, miremos al futuro con ambición y también con optimismo. Es lo que quiero decir, que el desafío que tiene la unión por delante no es evitar su declive, ni tampoco resistir al desarrollo de otras regiones del mundo. Nuestro desafío es liderar una nueva era de prosperidad global. Y yo estoy convencido de que lo vamos a lograr.

Gracias.

(Transcripción editada por la Secretaría de Estado de Comunicación)
(Intervención original en español)