Discurso del presidente del Gobierno en la inauguración de las jornadas confederales de acción sindical de UGT

11.1.2023

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Madrid

DISCURSO DEL PRESIDENTE DEL GOBIERNO

Muchas gracias, Mariano, por tus palabras y también, lógicamente, al secretario General de la Unión General de Trabajadores, también mi secretario general como afiliado de la UGT.

Me vais a permitir que comience esta intervención, aquí en la sede en la Casa del Pueblo de la UGT de avenida de América, haciendo mención una cita, una cita de Bertolt Brecht que dice así: "Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos, pero hay los que luchan toda la vida y esos son los imprescindibles".

Quiero comenzar esta intervención haciendo un recuerdo emocionado a un hombre imprescindible, al compañero secretario general de la UGT Nicolás Redondo. Porque fue, en efecto, un hombre imprescindible. Fue un hombre imprescindible para la lucha sindicalista durante la dictadura franquista, durante la Transición y también durante estos años de democracia en nuestro país. Alguien que además conocía muy bien y muy de cerca la noble, si me permitís que lo caracterice así, la noble historia de los trabajadores y trabajadoras y sus causas, de aquellos y aquellas que pelearon durante toda su vida por la igualdad y por las libertades en España.

Hoy hacemos algo muy importante y es reivindicar el camino recorrido por todos ellos y por todas ellas para conseguir derechos para los trabajadores y las trabajadoras de nuestro país. Y el primer derecho, el primer derecho y el fundamental derecho que tenemos los trabajadores y trabajadoras es el de la democracia, el de la democracia.

Y lo continuamos con orgullo. Fijaos, celebramos, compañeros y compañeras, los derechos que ellos alcanzaron después de una lucha tenaz en circunstancias muy adversas. Pero heredamos también un mandato claro y firme de esa generación: y es la de avanzar, la de proteger y la de ampliar los derechos de la mayoría social de nuestro país.

Porque efectivamente, protegiendo, avanzando y ampliando derechos es como consolidamos y mejoramos la democracia española. También me gustaría recordar a esos miles de héroes anónimos, como llamaba Nicolás Redondo a sus compañeros de la Naval de Sestao, en la que trabajó durante 30 años, como me recordaba su hijo precisamente cuando el secretario general de la UGT, Pepe, y la Comisión Ejecutiva hizo posible que pudiéramos compartir su dolor y su emoción en la capilla ardiente en esta misma sala hace escasos días.

Sea, por tanto, nuestro reconocimiento para todos ellos y todas ellas, y en definitiva, para todos aquellos que representan eso, la memoria obrera de España, que es fundamental para levantar el país hasta el momento justo en el que hoy nos encontramos.

En segundo lugar, me gustaría agradeceros la oportunidad que me brindáis para abrir estas jornadas, que se celebran en un momento clave de la realidad laboral y social de España. Una vez más, y van ya unas cuantas en estos últimos años, nos ha tocado empezar un nuevo año el año 2023 desde la incertidumbre. Si antes fue por una pandemia, la peor pandemia de los últimos 100 años de la historia de la humanidad, ahora nos toca también empezar este nuevo año en un contexto muy complejo, internacional y también de extraordinaria incertidumbre por el devenir de la guerra.

Si antes, como he dicho antes, fue una pandemia, ahora es una guerra que yo calificaría y compartiría con todos vosotros de brutal, que une al drama humano que hemos sido todos testigos -España, venía ahora precisamente viendo los datos, son 160.000 ya los refugiados y refugiadas ucranianos, en su mayoría mujeres, muchos de ellos niños y niñas que dejan a sus padres, a sus hermanos y a sus maridos en el frente de guerra-, a ese drama humano al que antes hacía referencia también se unen graves consecuencias económicas y sociales para Europa, también para España lógicamente, y, por extensión, para el mundo.

Sin embargo, sí quisiera deciros que el año 2023 no viene envuelto en esas catástrofes que algunos anunciaron, confundiendo sus deseos con la realidad. Digámoslo claramente: por mucho que a algunos les pese, el Apocalipsis no ha llegado, ni va a llegar.

Hay quienes se preguntan qué es lo que va a hacer este gobierno de coalición progresista en este año tan electoral que tenemos -mayo, diciembre, con las elecciones autonómicas, municipales y posteriormente con las elecciones generales. Y la respuesta es muy sencilla: vamos a hacer lo mismo que hemos hecho en estos últimos tres años de gobierno de coalición progresista y es seguir dignificando las pensiones, como lo estamos haciendo. Seguir dignificando el salario mínimo, como lo vamos a hacer. Seguir recuperando la dignidad de los empleos, como lo hemos hecho con la reforma laboral, y seguir protegiendo a la gente de a pie, como hicimos durante la pandemia y como vamos a hacer ahora durante la guerra.

España, en un contexto de una extraordinaria complejidad, muy difícil para la mayoría social de nuestro país, para los trabajadores y trabajadoras, ha cerrado un año 2022 con una tasa de inflación baja, en términos relativos, la más baja de la eurozona. Por lo tanto, no estamos perdiendo competitividad con los principales competidores que tenemos comerciales, económicos en Europa. Tenemos una tasa de crecimiento económico que es la mayor de todas las grandes economías europeas y registramos niveles de empleo como no teníamos en nuestro país desde hace 15 años.

Pero, con todo, es preciso, y es lo que me gustaría compartir con vosotros y vosotras, mirar al horizonte con prudencia y también con mesura, sin disfrazar la realidad.

Siempre lo he dicho: no vamos a disfrazar la realidad, no vamos a esconder los riesgos, los desafíos que tenemos por delante como sociedad, como nación. Pero tampoco lo que vamos a hacer es esconder las fortalezas de una economía, de un país, que ha sabido sobreponerse primero a una pandemia y ahora, durante el año 2022, a este contexto tan incierto derivado de la guerra.

Nos vamos a adentrar, por tanto, en un año crucial -aquí se ha dicho por parte de ariano, también por parte de Pepe Álvarez-, en el que España se va a jugar mucho y la sociedad española tendrá que decidir entre dos alternativas: una, que es la centrada en proteger empleos, en proteger familias, rentas, desde lo que yo calificaría como una política útil, desplegando todas las herramientas del Estado para ese fin; y otra anclada en proteger los intereses de algunos poderosos y ofreciendo las mismas recetas que durante la crisis financiera, que es el sálvese quien pueda cuando vienen mal dadas.

Y al enfrentar esta decisión, compañeros y compañeras, creo que es importante partir de tres premisas. Algunas de ellas se han hecho referencia por parte de Mariano y de Pepe en sus intervenciones. En primer lugar, haciendo una referencia de nuevo a Nicolás Redondo y a su legado, creo que es importante que recordemos siempre de dónde venimos. En segundo lugar, tomar la conciencia de lo que hemos logrado durante estos años tan difíciles, tan complejos, con todo el viento en contra. Y por último, saber a dónde vamos, dónde queremos ir, cuál es el proyecto de país que ofrece este gobierno de coalición progresista.

Creo que recordar, compañeros y compañeras, sobre todo para organizaciones centenarias como la UGT o como es el caso del Partido Socialista Obrero Español, es un ejercicio fundamental en política. Y permitidme hacerlo de una manera sencilla, planteándoos una pregunta sencilla: ¿qué decían exactamente los periódicos hace una década, en una semana como ésta, justo después de las Navidades? ¿De qué hablaba España? Una España entonces herida por una crisis enorme, como fue la Gran Recesión, y postrada a las políticas de austeridad que tanto defendían los profetas del neoliberalismo.

Si repasamos la hemeroteca entonces y vemos lo que se publicaba en aquellos días, solamente os voy a dar algunos datos para hacer, para que sepamos y recordemos de dónde venimos. La Encuesta de Población Activa confirmaba que en España había casi 6 millones de personas en paro. Casi 6 millones de personas en paro. España, por tanto, aportaba uno de cada tres parados a toda la Unión Europea.

Si se hablaba de algo era precisamente de la conflictividad laboral.

Durante el año anterior, el año 2012, con un millón de jornadas perdidas.

Se hablaba del desplome del consumo, por ejemplo, de una actividad que ha devenido tan importante después de la pandemia como fue la cultura, como consecuencia del aumento del IVA que planteó la administración del Partido Popular.

Se hablaba del cierre de las urgencias en el medio rural. De las privatizaciones de nuestro sistema nacional de salud, mientras algunas comunidades autónomas y sus gobiernos conservadores lo que hacían era ensayar -recordémoslo, hoy por fin, eso ha desaparecido del mapa- el copago por receta.

Se hablaba del hundimiento de las cifras de población activa por culpa de la salida masiva de jóvenes de nuestro país en busca de esas oportunidades que en la España de 2012 y 2013 se les negaba.

Se hablaba de los recortes en la ciencia, en la i+D+I, que ponían en riesgo, como pusieron en efecto, miles y miles de proyectos de investigación.

Y se hablaba sobre todo de corrupción. En un país en el que en el año anterior, el año 2012, había perdido 2.000 puestos de trabajo cada día. En aquel mes de enero del año 2013, la tasa de paro superó el 26%. Y el 57%, es decir, 57 de cada 100 jóvenes de menos de 25 años estaba desempleado. Es ahí de donde venimos. Y no estoy hablando de datos fríos, de estadísticas que no tengan detrás realidades vitales duras, muy difíciles, al contrario, detrás de esas cifras, de esos porcentajes que realmente en muchas ocasiones utilizamos los políticos sin darles esa entidad, esa empatía que merecen, había sueños frustrados, carreras perdidas y muchas vidas rotas.

Heridas que fueron producto de una respuesta equivocada a la crisis financiera. Que condenaron a nuestro país a una depresión profunda. Y todo en medio de una tremenda falta de empatía con la gente que más necesitaba, precisamente, del apoyo del gobierno. De ser escuchado por sus representantes políticos.

Es evidente que había una situación internacional difícil. Sí la había, como ahora, eso es algo común. ¿La diferencia cuál es? La diferencia está en que el gobierno de entonces dio como respuesta una reforma laboral, la del Partido Popular, aprobada en solitario y de manera unilateral. En ese periodo lo que se hizo fue aprobar una contrarreforma que fue concebida como el antídoto contra la crisis. Recordemos lo que decían precisamente los líderes de entonces de la derecha: vamos a hacer una reforma laboral extraordinariamente agresiva, para hacer que se recuperara pronto el empleo y logró lo contrario: porque no solamente no se frenó la sangría del paro, sino que la aceleró, no contribuyó a reducir la precariedad, sino que la disparó y no dignificó los salarios, sino que los hundió.

Aquella contrarreforma, fruto de la imposición, de la soberbia, de la arrogancia de la derecha cuando gobierna, ajena al diálogo social, contribuyó a que España tardara 11 años, repito, 11 años, en recuperar los niveles de afiliación a la Seguridad Social previos a la Gran Recesión, y ocho años en recuperar los niveles del PIB previos a la crisis financiera de 2008.

Pocos meses después de su aprobación, aquel gobierno qué es lo que hacía. Aquel gobierno, pedía un rescate europeo para la banca española, sin ni siquiera haberse debatido en el Congreso de los Diputados y dijeron, recordemos, que no costaría un céntimo de euro al contribuyente español. Y la realidad -estaba repasando los números ahora para hacer referencia a de dónde venimos- es que la factura se acerca ya a los 70 mil millones de euros, con más de 13 mil millones de euros a costa de los ahorros de las víctimas de las preferentes.

Y, por último, llegó la reforma de las pensiones. De nuevo, como bien ha dicho el secretario general de la Unión General de Trabajadores, prescindiendo del diálogo social, rompiendo el Pacto de Toledo. Una reforma que lo que hacía era condenar a millones de pensionistas a una brutal pérdida de poder adquisitivo; los mismos pensionistas que sostenían entonces a millones de familias en nuestro país en el peor momento de la crisis financiera.

Hagamos un ejercicio, simplemente. ¿Sabéis qué habría pasado con las pensiones si siguiera en vigor la reforma o la contrarreforma del Partido Popular, con esa subida limitada al famoso 0,25% de crecimiento? Y además tenían el valor de enviar cartas a los pensionistas. Muy sencillo: que la pensión media, que hoy está en 1.259 € al mes, estaría en 1.101 € al mes con el sistema del Partido Popular, que la mayoría parlamentaria, también por voluntad de los agentes sociales, me refiero a los sindicatos y del gobierno de coalición progresista, hoy está derogada y es pasado.

Este mes, si siguiera en vigor esa contrarreforma de las pensiones, el mes de enero la pensión hubiera aumentado en tan solo 2,39 €. Y no más de 108 € al mes, que es precisamente lo que va a subir como consecuencia de ese acuerdo que hemos logrado y esa reforma que hemos implementado desde el gobierno de coalición progresista.

Por tanto, ¿a dónde quiero llegar? ¿Hay diferencias políticas entre un gobierno y otro, como bien antes planteaba el secretario general de la Unión General de Trabajadores? Sí, uno dedica el dinero a dignificar las pensiones y otro dedica el dinero al rescate a los bancos quebrados.

Diez años después, ya nadie en Europa, nadie en Europa -creedme, porque soy testigo de ello-, nadie en Europa discute que aquellas medidas fueron un tremendo error. Solamente hay una aldea gala aquí en España, de una derecha, también alentada por una ultraderecha, que se aferra al mástil de la doctrina neoliberal.

Y por tanto, lo que hay que reprochar es que no han aprendido nada de aquel desastre.

Porque solo aquí, solo aquí, la derecha sigue apoyando las recetas del austericidio: desigualdad fiscal, recortes de los recursos públicos, de los servicios sociales, facilidades para el despido, mercados sin regulación y un reparto desequilibrado de las cargas de la crisis en perjuicio de la mayoría social que es la clase trabajadora de nuestro país.

Europa actúa unida para compartir, por ejemplo, la deuda. Y con ello, gracias a ese compromiso que peleamos también desde el Gobierno de coalición progresista, tenemos más de 100 mil millones de euros para hacer la gran transformación, la reindustrialización y la modernización de nuestro país, en la transición ecológica, la transición digital y darles esa perspectiva inclusiva tanto desde el punto de vista social, de género, como territorial.

Lo que hacemos es mutualizar la deuda, librar recursos excepcionales que impulsen una recuperación que tiene que ser justa. Hoy, en definitiva, en Europa -si me permitís que barra, lógicamente para mi familia, que es la socialdemócrata-, hoy Europa actúa y asume ese principio socialdemócrata de que solamente se avanza de verdad si protegemos a la mayoría social.

Hoy Europa interviene mercados obsoletos para defender los intereses generales de nuestro país, como hicimos, por ejemplo en España con la solución ibérica o como ahora estamos proponiendo con la limitación al tope al gas que compramos a terceros países, la compra centralizada de gas o también el impulso a las energías renovables para aumentar nuestra autonomía energética frente al chantaje de Putin.

¿Qué quiero decir con esto? Que hoy podemos decir, mirando hacia atrás, que hace diez años con un gobierno de derechas, España sí importaba algo eran rescates financieros de Europa. Y hoy lo que hacemos no es importar, sino exportar soluciones justas, como es, por ejemplo, la solución ibérica que nos ha permitido ahorrar en tan solo estos meses de vigencia, en menos de un año, más de 4 mil millones de euros a los ciudadanos en el recibo de la electricidad. No digo con esto que sea suficiente, pero sin esto el coste sería aún mayor para las empresas y para los hogares en nuestro país.

Si esa Europa es hoy una realidad es porque en medio de la adversidad hemos luchado porque fuera posible, porque hemos vencido resistencias y hemos librado batallas que en el pasado no se daban, porque no había ese compromiso ideológico por darlas por parte de otros gobiernos que eran dóciles con los fuertes y muy fuertes con los débiles, y que nunca se atrevieron a dar esas respuestas ni esas batallas de intervenir nada más y nada menos que el mercado eléctrico o energético, o plantearles a las empresas energéticas que había unos beneficios mal llamados del cielo, porque al final vienen de los bolsillos de los ciudadanos, que tendrían que ser repartidos de manera equitativa. Y fue el Gobierno de coalición progresista de España quien planteó por primera vez y posteriormente logró ese acuerdo de muchísimos gobiernos de todo color político en Europa.

Por tanto, lo que quiero deciros con esto es que os hablo lógicamente en nombre de un gobierno de coalición; soy presidente del primer gobierno de coalición, como antes recordaba Mariano, de la historia de la democracia. Y, evidentemente un gobierno de coalición, y sobre todo si es un gobierno de coalición progresista, pues tiene componentes distintos, con opiniones diferentes en algunos ámbitos. Sucede igual entre las centrales sindicales, que sostienen posturas que a veces divergen, pero lo importante es saber que compartimos ciertos principios esenciales. Y os puedo asegurar que este gobierno de coalición progresista tiene un punto en común central: y es que estamos decididos a defender a la gente de a pie. Lo hicimos con la pandemia y lo vamos a hacer ahora con la guerra.

Estamos resueltos a defender la dignidad del trabajo. Estamos resueltos a defender la dignidad de las retribuciones, la dignidad de las pensiones de los trabajadores, una fiscalidad justa como está implementando el Gobierno de España en favor de las clases medias y los trabajadores. Y estamos también resueltos a defender el primero de los derechos de los trabajadores y trabajadoras, que es la democracia, que viene consagrada en nuestra Constitución.

Hay gente que ahora cuenta, si me permitís, una versión pues ciertamente fantasiosa, de nuestra historia, según la cual parece que la democracia, pues hubiera sido algo otorgado, una dádiva que nos dan unos cuantos poderosos, una concesión que nos viene desde arriba. Y creo que lo que he dicho al principio, el recuerdo de Nicolás y el de tantos y tantos compañeros y compañeras de la Unión General de Trabajadores y de Comisiones Obreras, nos enseña que la democracia no se hubiera conquistado sin la lucha de los trabajadores y trabajadoras.

Los sindicatos combatieron la dictadura franquista, porque sabían que cualquier avance social era absolutamente inherente a la democracia y que sin la contribución de los trabajadores y trabajadoras no hubiera sido posible la democracia. Pero no solo entre nosotros. Miremos a otras latitudes geográficas. Miremos, por ejemplo, lo que acaba de suceder en Brasil. ¿Qué es lo que ha ocurrido? Gana las elecciones un partido progresista, que además se llama el Partido del Trabajo. Y dos días después se produce una intentona golpista animada por la ultraderecha, que repite los mismos métodos que se han ensayado en otros países, por ejemplo en Estados Unidos. ¿Qué es lo que hacen? En primer lugar comienzan con mentiras, tachando de ilegítimo al gobierno democrático elegido por los brasileños en este caso. Se continúa con una escalada de violencia verbal y de insulto, de crispación y de intento de polarización, y se acaba en el asalto a las instituciones democráticas.

Y precisamente por eso el partido de Lula da Silva, insisto, el Partido del Trabajo, es la única barrera que frena al fascismo en su conquista por el poder. Si queréis reconocer a un ultraderechista, hay un método que no falla: y es siempre se opone a cualquier avance social. Se opone a la subida del salario mínimo, se opone a la subida de las pensiones, se opone a reducir la precariedad laboral, se opone al Ingreso Mínimo Vital, diciendo que es una paguita. Se opone a la fiscalidad justa. Se opone a las políticas de igualdad entre hombres y mujeres. Niega la evidencia científica de que estamos ante una emergencia climática. Y cuando no consigue bloquear esos avances por vías democráticas, porque la ciudadanía les da la espalda, lo que hacen es oponerse a la democracia y recurrir al asalto de las instituciones democráticas.

Compañeros, mañana 12 de enero se van a cumplir tres años desde que se constituyó el primer gobierno de coalición desde la restauración de las libertades y la democracia en nuestro país.

Muchos sentenciaron- antes lo ha recordado Mariano- antes incluso de que empezara a caminar ese gobierno de coalición, que ese era un gobierno débil, inestable, dijeron muchos de ellos, bueno todavía lo siguen diciendo. Tres años después, este Gobierno de coalición progresista ha sacado adelante tres Presupuestos Generales del Estado en tiempo y forma, con mayorías sólidas y amplias, que incluyen hasta 12 grupos parlamentarios; ha impulsado 192 iniciativas legislativas y ha forjado 15 grandes acuerdos en el marco del diálogo social con sindicatos y con empresarios. Puede parecer sencillo, pero no solamente hay detrás de ello la voluntad política, tanto del Gobierno como también de los agentes sociales y, en particular de los sindicatos. Y en esto quiero hacer una mención especial al secretario general de la UGT, Pepe Álvarez, por siempre haber mantenido la bandera levantada del diálogo social. Pero han sido posibles en circunstancias, en contextos absolutamente complejos-recordemos el confinamiento, los ERTES, su extensión, el diseño de los mismos, o incluso las transferencias y las prestaciones directas a los trabajadores autónomos-gracias también a ese compromiso con el país y al interés general que han desplegado los sindicatos. Y yo quiero reivindicarlo hoy aquí.

Tres años y, si me permitís, qué tres años. Nos hemos enfrentado a enormes desafíos de esta legislatura con determinación, con convicción, con las convicciones progresistas que evidentemente tenemos las personas de izquierdas y lógicamente también con el espíritu de diálogo al cual antes hacía referencia.

Y es así como hemos alcanzado grandes conquistas colectivas gracias al diálogo social, al papel de la UGT que ha sido determinante. Y, en ese sentido, quiero hacer extensivo ese agradecimiento a todos vosotros y vosotras como delegados sindicales que sois.

Porque cuando hablamos de conquistas, hablamos de logros de un país que ha sabido retomar la senda del diálogo social cuando más falta hacía. Una senda que me comprometí precisamente a recuperar en el discurso de investidura con el que obtuve la confianza del Congreso hace tres años.

Me refiero, por ejemplo, al despliegue del escudo social durante la pandemia, sin el cual podría haber aumentado hasta un 80% la desigualdad en nuestro país. Con esa red lo que hicimos fue proteger a más de 3 millones de trabajadores y trabajadoras cubiertos con los ERTES. Protegimos a más de 1 millón y medio de trabajadores autónomos con una prestación específica y protegemos a miles de empresas que evitaron cierres y despidos gracias a esas líneas que pusimos en marcha a través del ICO.

Me refiero también a los sucesivos acuerdos que han permitido que el salario mínimo interprofesional haya pasado de los 735 € a los 1.000 € en la actualidad. España es el país de la OCDE, que durante estos últimos años ha aumentado más el salario mínimo interprofesional en comparación con el resto de países de la OCDE. Y que nos llevará, además -ese es el compromiso del Gobierno de España- a cumplir, como dije mi discurso de investidura, con la Carta Social Europea de llegar al 60% de salario medio al final de esta legislatura y que, además, va a beneficiar especialmente, como ha dicho el secretario general de la UGT, a las mujeres y también a los jóvenes de nuestro país.

Me refiero, por ejemplo, a normas punteras, como esa ley para los derechos de los trabajadores de las plataformas digitales, lo que se ha venido a denominar en términos coloquiales como la ley rider. La primera que hizo una gran economía para garantizar los derechos laborales de las plataformas digitales y que hoy es una referencia en Europa y que es también una referencia para la directiva que está elaborando la propia Unión Europea. Y, por cierto, con un papel muy destacado de la UGT en su concepción, así como la participación -y aquí quiero hacer una mención especial- de la organización juvenil RUGE en este y en otros avances legislativos, como esperemos que sea pronto el Estatuto del Becario.

Me refiero también a la extensión de los derechos en el trabajo del hogar, un sector enormemente feminizado, lo sabéis bien, en el que miles de mujeres tendrán por fin un derecho al desempleo y ya no podrán ser despedidas sin causa justificada.

Pero, sin duda, creo que nada resume mejor el triunfo del diálogo social y la legitimación del diálogo social, de la concertación social y de esta agenda transformadora que está poniendo en marcha el Gobierno de coalición progresista que la aprobación de la reforma laboral. Es verdad que lo hicimos, Mariano, Pepe, con una votación un tanto intensa, pasará a los anales del parlamentarismo español. No fue fácil. No fue fácil. Todos fuimos conscientes de las cesiones que cada parte tuvo que hacer para lograr un acuerdo y sufrimos, además, el inexplicable bloqueo de la derecha. Pero los resultados son incontestables. Algunos que me gustaría compartir con vosotros. En estos 12 meses de vigencia, y pese a este contexto tan adverso económico que estamos atravesando, el paro se ha reducido más de 268.000 personas. Se ha creado casi medio millón de empleos. Seguimos sumando afiliaciones a la Seguridad Social hasta alcanzar casi los 20.300.000 cotizantes. El número de contratos indefinidos ha subido un 232%, repito, un 232%, lo que ha permitido reducir, como decía antes Pepe, la temporalidad en 13 puntos.

Y, además, como en las otras reformas, los efectos son especialmente beneficiosos entre quienes más lo necesitaban, más sufrían y sufren la precariedad laboral, porque esa es la principal seña de identidad de este Gobierno de coalición progresista. Mirad, el pasado mes de diciembre el paro de los menores de 25 años fue el menor desde el inicio de la serie histórica. Hoy contamos con 405.000 mujeres afiliadas más que en el año anterior, es decir, hay más de 9 millones de mujeres afiliadas a la Seguridad Social, la cifra más alta desde que existen registros históricos en nuestro país.

Y como resultado de la reforma laboral de las políticas de protección de renta que pusimos en marcha cuando cayó la actividad a plomo con el confinamiento, con los ERTES, con el escudo social al cual antes he hecho referencia, se está produciendo un cambio muy profundo, muy trascendental en nuestro mercado de trabajo, que solamente probablemente si no se tuercen las cosas en los próximos años con contrarreformas, podremos consolidar definitivamente.

Y es que gracias a estas políticas que hemos desplegado, estimamos que unos 285.000 trabajadores y trabajadoras han aflorado desde la economía sumergida. Y el desempleo estructural se ha reducido en unos 500.000 trabajadores. Y este cambio tiene un impacto, evidentemente, en la recaudación, en las cuentas públicas, muy relevante: con una reducción de casi de 0,7 puntos del Producto Interior Bruto, del déficit público estructural, pero sobre todo tiene una dimensión de dignidad que creo que tenemos que poner también en valor. Es decir, más trabajadores en economía formal, lo que supone una mejora permanente de los ingresos públicos y de la dignidad de nuestro país.

Quiero decir con esto que cada pacto alcanzado, cada reforma aprobada, es un paso más en esto que decía al principio cuando hablaba de la democracia como el primer derecho de los trabajadores y trabajadoras. Y es que cada avance social, cada reforma, cada conquista que hemos logrado en esta procelosa y difícil legislatura, lo que hace es garantizar la estabilidad democrática que garantiza nuestro desarrollo económico y social en contextos de tan extraordinaria incertidumbre como los que estamos atravesando.

Porque quienes facilitan acuerdos contribuyen a un país más próspero y más estable y quienes se oponen a cualquier tipo de acuerdo, como estamos viendo por parte de la oposición, están trabajando activamente en contra de los intereses de España y de sus ciudadanos.

Sabemos bien que en este año decisivo la apelación a la responsabilidad y el entendimiento choca con la agenda política de quienes quieren volver atrás, al tiempo de la imposición de los recortes en los derechos sociales y en los derechos laborales.

Pero no os quepa duda, ninguna duda, de que el diálogo social va a continuar siendo una herramienta imprescindible, imparable. Porque si algo hemos demostrado es que hay otra forma de crecer más y mejor.

En la vía progresista yo creo que España crece sin devaluar salarios, ni precarizar empleos. Hemos parado el golpe de dos crisis sucesivas sobre la clase media y la clase trabajadora, y, por tanto, es hora de mirar hacia adelante y pensar en lo que nos queda por hacer. Y esa mirada la podríamos resumir en una palabra y es la de la confianza. La confianza no es un sentimiento irracional, nace o se pierde por hechos, por razones, lo sabemos bien. Y nuestra confianza en el rumbo de nuestro país está cargada de razones y de argumentos.

Mirad, quiero simplemente trasladaros algunos, porque pese a la incertidumbre y desde la máxima prudencia en este contexto bélico que estamos sufriendo a las puertas de Europa, las previsiones nos siguen alejando de un escenario de recesión que puede afectar a otros muchos países y, gracias a los sucesivos paquetes de medidas, el plan de respuesta a las consecuencias económicas y sociales de la guerra lo que estamos haciendo es permitir que hoy seamos el país de la Unión Europea con la inflación más baja. Y, en este ámbito, creo que, como decía al principio, el impacto de la solución ibérica ha sido decisivo y va a marcar un auténtico cambio de paradigma.

Porque hoy España, como decía antes, exporta propuestas que han sido asumidas por parte del conjunto de la Unión Europea. Nuestra voz, en consecuencia, cuenta. Cuenta España, pinta y pinta bien en Europa, y se escucha con claridad en materias como la energía, pero también como la defensa del pilar social europeo. Tendremos ocasión, además, de demostrarlo en la presidencia europea del segundo semestre del año, donde vamos a asumir ese liderazgo y ese reto.

Y en un contexto tan difícil como el que hemos vivido en estos años, hemos sido capaces de avanzar en muchos ámbitos de la digitalización y de la transición ecológica, tratando de hacerlas lo más justas posible. Dos transformaciones cruciales que identifiqué, además, precisamente, en el discurso de investidura de hace tres años. Y para avanzar en ellas, creo que es importante trasladaros que contamos con el impulso histórico de los Fondos Europeos de Recuperación, cuya ejecución también encabezamos a nivel europeo. Me quedo además con esta petición que ha hecho Pepe -y también ha hecho Mariano- sobre ver de qué manera podemos articular comisiones de seguimiento para los proyectos estratégicos en todos los sectores industriales que van a marcar el futuro de nuestro país. Y que este año, los fondos europeos lo que van a hacer es penetrar de manera mucho más intensa en nuestro tejido económico, y también en nuestro tejido social.

Vamos a llevar a cabo esa hoja de ruta hasta el final, compañeros y compañeras. Vamos a seguir avanzando en la modernización de nuestro país, en su reindustrialización, en su capacidad para liderar la transición ecológica, en la mejora de la formación de nuestros trabajadores y trabajadoras y en la defensa de sus derechos. Yo, una de las cosas de las cuales más me siento orgulloso es, precisamente, de esa nueva Ley de Formación Profesional, que no solamente garantiza la educación de nuestros hijos y nuestras hijas, sino también aumenta sus posibilidades de poder ser empleados en muchos de los sectores nuevos de la economía que está que está surgiendo.

Y en esta legislatura, compañeros y compañeras, hemos defendido y amparado derechos muy diversos. Quiero concluir haciendo esta reflexión. Mirad, hemos defendido y amparado derechos como el derecho de la mujer a ser respetada, el derecho de cualquier persona a no verse discriminada en razón de su orientación sexual, el derecho del colectivo gay y también transexual, el derecho a una muerte digna -somos de los pocos países que hemos reconocido el derecho a una muerte digna-.

Y algunos quieren establecer como una suerte de oposición entre esos derechos, esos avances en libertades, y también los derechos de los trabajadores y trabajadoras; como si no fueran los trabajadores y trabajadoras, por ejemplo, las mujeres trabajadoras, las que reclaman el derecho y el respeto al cual antes hacía referencia, como si no hubiera trabajadores homosexuales o transexuales, como si no fueran trabajadores y trabajadoras quienes aspiran ellos mismos -y también para sus familiares- a un final de vida digno.

España tiene 22 millones de trabajadores y trabajadoras en activo, 10 millones de trabajadores con pensión, más de 10 millones de estudiantes formándose para trabajar y ser ciudadanos libres y críticos. Y esa es justamente la España que defendemos, la España de los trabajadores. Una España que pone en el centro de sus preocupaciones, no la especulación, sino el trabajo, su dignificación. Una España que el trabajo es la primera y fundamental fuente de riqueza y de cohesión de nuestro país.

Por eso, amigos y amigas de la Unión General de Trabajadores, a la ultraderecha se la reconoce por todos los rasgos que antes he mencionado y por uno más. La ultraderecha siempre ataca a los sindicatos de clase, porque sabe que los sindicatos de clase son uno de los principales pilares de la democracia.

Por eso, la acción sindical es hoy más necesaria que nunca para nuestra democracia, no solo porque nos va a permitir forjar, gracias al diálogo social, una mayor y mejor democracia para avanzar en derechos y en dignidad laboral en todas partes y a todas horas, sino también porque vuestro papel es fundamental para construir una sociedad más justa, más abierta y más inclusiva.

Y para ello, no solo contáis con el reconocimiento expreso de vuestra labor en la Constitución, sino con el respaldo de millones y millones de trabajadores y trabajadoras a los que os entregáis en cuerpo y alma. Así que, amigos y amigas de la UGT, gracias por hacer de esa vocación un instrumento muy valioso en ese anhelo que compartimos, y es que nuestro país continúe avanzando.

Gracias.