Intervención en el acto "España Puede"

31.8.2020

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Casa de América, Madrid

Buenos días, quisiera en primer lugar, agradecer a los miembros del Gobierno, del Consejo de Ministros y también a las personalidades de distintos ámbitos, del mundo empresarial, del mundo económico, el haber acudido a la llamada del Gobierno.
Hace justo dos años escogí también la Casa de América, lo venía recordando con el director de la Casa de América para dirigirme a los españoles y a las españolas, cien días después de asumir la responsabilidad como presidente del Gobierno. En aquella ocasión empecé mi intervención afirmando que no siempre elegimos las circunstancias en las que hemos de vivir, sino que, son las circunstancias las que en muchas ocasiones nos obligan a elegir a todos.
Hoy, en el curso de una pandemia que asola al mundo entero, puedo repetir aquellas palabras incluso con más motivo aun. Son los acontecimientos extraordinarios, inéditos, dramáticos también que estamos viviendo, pero que también representan enormes ventanas de oportunidades, esos acontecimientos extraordinarios que nos han tocado vivir, los que motivan y condicionan muchas de nuestras actuaciones políticas, empresariales y sociales.
Una pandemia que ha irrumpido en la normalidad de todos y cada uno de los rincones de la Tierra forzándonos a responder ante una emergencia sanitaria, económica y social sin precedentes, al menos en la historia de la humanidad de los últimos cien años. Esta vez no se trata de un problema de una clase, aunque es cierto que estamos viendo como en esta segunda oleada, la pandemia está afectando sobre todo a las clases más vulnerables, aquellas clases más desasistidas, más débiles desde el punto de vista social y con menos recursos económicos; es evidente que la pandemia no se trata o no afecta a una clase o a un Gobierno o a un país determinado. Esta vez el problema afecta a todas las clases, a todos los Gobiernos y, en consecuencia, a todos los países.
Este virus viene a poner de manifiesto una vez más algo que hemos venido diciendo en reiteradas ocasiones a lo largo de estos últimos años hasta incluso sin la presencia de la pandemia y es que somos una única humanidad, y que si el virus no hace distinciones entre los seres humanos, tampoco entonces los seres humanos tenemos que dividirnos en el combate contra este enemigo común que es el virus. Nadie tiene derecho a bajar el hombro, a no arrimar el hombro porque tenga una ideología contraria al Gobierno de turno, ya sea un Ayuntamiento, una Comunidad Autónoma o el Gobierno de España en el caso que nos ocupa, o porque tenga también una identidad distinta, o unos intereses opuestos, porque solo de la unión de todos, de los más posibles, no la unanimidad pero sí la unión de todos, de los más posibles, nos dará una verdadera oportunidad de vencer definitivamente al virus, solo la unión, en definitiva, nos dará esa estatura necesaria para poder abordar con garantías la escala del problema que tenemos por delante.
Nuestra forma de vivir, estoy convencido de que todos ustedes lo han visto también en sus hogares, nuestra forma de vivir, nuestra vida cotidiana, aquella que creíamos asegurada para siempre en una sociedad que se ha educado bajo la cultura del riesgo cero, de tener todo aparentemente controlado, se ha visto modificada de manera rápida pero también muy profunda. Y cada vez es más obvio, al menos para todos los que estamos aquí presentes, que la evolución de la pandemia y sus consecuencias afectan y van a seguir afectando durante los próximos meses a nuestra vida cotidiana, a nuestras relaciones sociales, a nuestras relaciones también familiares e incluso también a la política, a la economía, en definitiva, al conjunto de nuestro país.
Con datos del 28 de agosto, el total de contagios asciende hoy en nuestro país a 439.286 casos; los casos diagnosticados en la última semana son 43.747; los ingresos en la UCI, de 129 personas; y desgraciadamente 129 compatriotas han perdido la vida esta última semana como consecuencia del Covid-19.
Me gustaría una vez más en nombre de todos los integrantes del Gobierno de coalición y también de mi persona, transmitir mi pesar, nuestro profundo pesar, a todas las personas que han perdido a sus seres queridos a causa de este virus, todavía un gran desconocido para la ciencia, y mortal como estamos sufriendo en nuestras propias carnes.
Todos nosotros y nosotras trabajamos desde los distintos ámbitos que están aquí representados por conquistar al virus espacios que habíamos perdido durante los meses más duros del confinamiento: espacios de vida personal, laboral, cultural y social, en definitiva, pero, es evidente que no está resultando una tarea fácil para nadie. Y, sin embargo, por difícil que resulte y eso es lo que me gustaría trasladar al conjunto de la ciudadanía, es que nuestra única posibilidad es intentarlo una y otra vez, hasta que el avance científico ahuyente por completo al virus y recobremos, en consecuencia, plenamente nuestra actividad económica y social.
En consecuencia, ningún traspiés va a impedirnos levantarnos; tras cada revés lo que tenemos que hacer es avanzar de nuevo, ningún retroceso parcial que tengamos que ver o ser testigo de ello, nos va a privar de esa ansiada victoria final. En esa tarea todos podremos equivocarnos, sin duda alguna, pero lo que no podemos permitirnos es rendirnos.
Soy consciente, el Gobierno sin duda alguna, es consciente y todos y cada uno de sus integrantes, del sentimiento que genera la incertidumbre de las familias, en los hogares, lo estamos viendo, la incertidumbre de esta pandemia ¿qué es lo que va a ocurrir al día siguiente? No solamente en términos de ciudadanía, sino también en términos familiares, la incertidumbre en las familias, en las empresas, la incertidumbre en las cooperativas, en los trabajadores y trabajadoras autónomos, en quienes han perdido sus empleos o en aquellas personas, sobre todo las generaciones más jóvenes que se están haciendo adultos atravesando una crisis tras otra: hace diez años, una crisis económica y financiera y hoy una emergencia sanitaria con indudablemente consecuencias económicas y sociales.
Soy consciente, somos conscientes desde el Gobierno también de que el principal anhelo que tenemos todos, cada uno de los españoles y españolas es la tranquilidad, la tranquilidad para poder desarrollar nuestro proyecto de vida, la tranquilidad de no sentir amenazada nuestra salud, cosas tan esenciales como la salud, como la vida, no sentir amenazados nuestros trabajos, no ver amenazado nuestro futuro y, sobre todo, el futuro de aquellos que más nos importan, que más nos interesan, que son nuestros hijos e hijas.
Me hago cargo, nos hacemos cargo desde el Gobierno, de la enorme incertidumbre que estamos atravesando como consecuencia de la pandemia, de la necesidad de seguridad que siempre demandan a las instituciones y a los responsables políticos el conjunto de ciudadanos y ciudadanas, del daño, en consecuencia que causa esa ausencia de seguridad y de certidumbre. Todos recordamos con incredulidad incluso lo diría los días que precedieron a esta pesadilla e incluso hay personas todavía que les cuesta aceptar aún que sea real todo esto que nos está sucediendo al conjunto de la humanidad. Pero no tenemos otra opción, primero que empatizar con esa demanda de seguridad y también con esa ausencia de certidumbre, pero no tenemos otra opción que superar todas estas dificultades y revertir unidos esa situación.
Es cierto que nuestro país si echamos la vista atrás y hacemos un recordatorio de nuestra historia, es cierto que nuestro país ha sido golpeado antes con dureza en otras muchas ocasiones. Y es cierto que, en esta ocasión, a diferencia de lo que ha ocurrido en otras ocasiones, España no va a estar sola para erguirse de nuevo. Sí estuvo sola desgraciadamente tras la Guerra Civil y tras la Segunda Guerra Mundial, cuando vimos pasar de largo la comitiva del Plan Marshall que sí socorrió al resto de la Europa occidental; volvió desgraciadamente a sentirse sola hace diez años nuestro país, sobre todo las familias más vulnerables , cuando la fiebre de la austeridad hizo recaer el coste de la crisis económica y financiera sobre los más débiles, debilitó nuestros sistemas de protección social que aún estábamos recomponiendo, reconstruyendo antes de la emergencia de esta pandemia y el esfuerzo de resistencia recayó sobre las familias.
En esta ocasión y esto creo que es también es un punto importante de diferencia respecto a crisis precedentes, Europa ha sabido estar a la altura. Europa no se ha desentendido de la suerte de Europa. El acuerdo del Consejo Europeo del pasado mes de julio me parece que representa un hito inédito en la historia de la construcción europea, un hito que moviliza a escala continental unos recursos sin precedentes a la altura y con la magnitud del desafío que tenemos por delante desde el punto de vista económico y social. 140.000 millones de euros, 140.000 millones de euros, durante los próximos seis años a gestionar, pero a definir durante los próximos tres años. De ellos 72.000 millones serán en forma de transferencias directas. Y ahí reside una enorme oportunidad, una enorme oportunidad de transformar, de corregir y de convertir a nuestra sociedad en una sociedad mucho más resiliente desde el punto de vista social y económico.
El Gobierno está avanzando los preparativos del Plan Nacional de Recuperación, Transformación y Resiliencia, que va a trazar la hoja de ruta de la recuperación y también responder a los próximos retos de la década.
Será el Plan que llevemos a las instituciones comunitarias, a Bruselas. Un Plan que, según las estimaciones del Gobierno, impulsará el crecimiento económico en el largo plazo de nuestro país en un 2% del PIB, por encima del 2% del PIB.
Un plan que se inspira en la Agenda 2030, que está muy presente en la políticas del Gobierno de España, en consecuencia, en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de marcados por Naciones Unidas y que también se inscribe y se construye sobre los abundantes trabajos previos y sobre las medidas normativas aprobadas en estos meses con el fin de mitigar el impacto de la emergencia sanitaria y facilitar, en consecuencia, la recuperación rápida y sostenible.
Sucede en ocasiones en la historia que un gran acontecimiento imprime un giro brusco en el rumbo de las sociedades. Pero otras veces, como es el caso, una gran calamidad como esta pandemia, no cambia el rumbo de las naciones, pero sí que acelera ese rumbo.
Esto ha sucedido en esta ocasión con la gran pandemia del COVID-19, lo he hablado con muchos de ustedes a lo largo de estos últimos meses. Golpeados por una desgracia como la que estamos viviendo, como la que estamos sufriendo, hemos tomado plena conciencia, hemos tomado plena visibilidad, de que tenemos que acelerar algunas de las transformaciones que ya necesitábamos antes de la pandemia.
Este Plan pretende acelerar las transformaciones que ya precisaba nuestra sociedad, nuestro país, España. Las que necesitaba antes de la pandemia y que ahora necesita con más urgencia, con más perentoriedad.
En primer lugar, si antes España necesitaba un impulso de transformación digital, sobre todo entre las PYMES, ahora el apremio es aún más perentorio. En circunstancias críticas hemos comprobado que el futuro del trabajo pasa por lo digital, que el futuro de la educación pasa por lo digital, que el futuro del ocio pasa por lo digital; y que otro tanto sucede con el comercio, con los contactos interpersonales, hasta incluso, como hemos comprobado durante estos meses de pandemia, nuestra salud pasa también por lo digital. Simplemente, un dato para que seamos conscientes de la magnitud de esta transición digital que tenemos que abordar, alrededor del 40% del PIB europeo estará digitalizado pasado mañana, en el año 2021. Por lo tanto, es preciso transformar las capacidades de nuestra ciudadanía, sobre todo, de nuestros trabajadores y trabajadoras y también el potencial de nuestras empresas, sobre todo aquellas que representan al principal tejido de nuestro país, las PYMES y también la economía social.
Es mucho lo que España tiene hecho en este terreno, es evidente que tenemos mucho avanzado en las nuevas tecnologías, en el 5G, particularmente evidente en las infraestructuras digitales, gracias al aporte de las grandes corporaciones tecnológicas, donde evidentemente estamos aventajando a los demás países europeos. Pero aún es más lo que nos queda por hacer en el ámbito de la transformación digital de nuestro tejido empresarial. Sobre todo, en las PYMES. Ahí es donde está el futuro de nuestro país. Es algo que ya sabíamos antes de la pandemia, lo he escuchado en muchos de los interlocutores que están aquí presentes, pero ahora sabemos con la certeza que proporciona la experiencia que esta transformación la tenemos que acelerar durante los próximos meses y durante los próximos años.
Y junto con la transición digital, la transición ecológica, antes de nada, me gustaría trasladar la solidaridad con el pueblo andaluz, con el pueblo extremeño, también con otros territorios de nuestro país que están sufriendo dos extremos de una misma emergencia que es la emergencia climática. El extremo de los incendios, en Extremadura, pero también el extremo de las tormentas, de las granizadas, en otras partes de nuestro país. La Península Ibérica, como bien nos decía la ciencia hace muchos años, va a ser un lugar donde el cambio climático se sienta con mayor impacto y en consecuencia, tenemos que acelerar esa transición ecológica si queremos garantizar no solamente la prosperidad social de nuestro país, sino también el provenir como comunidad. Si antes, en consecuencia, España necesitaba -como el mundo entero- una transición ecológica sin demora, ahora es preciso adelantar nuestros plazos y también nuestros mejores planes.
En primer lugar, porque si antes hablábamos en abstracto de una emergencia climática; ahora después de esta emergencia sanitaria, todos y cada uno de los ciudadanos de nuestro país es plenamente consciente del alcance de la palabra "emergencia". Hemos vivido lo terrible que puede llegar a ser el impacto de la naturaleza en nuestra salud y en nuestra vida cotidiana. Y, en segundo lugar, porque las energías limpias y todo lo que viene acarreado con la transición ecológica en el ámbito de la economía circular por citar otro ejemplo, son esos cambios derivados que nos van a plantear un extraordinario impulso económico que ahora necesitamos más que nunca. En el ámbito del crecimiento económico potencial, en el ámbito del empleo de calidad y sin lugar a dudas, también, en el ámbito del crecimiento y perdurabilidad de muchísimas empresas.
España y este es uno de las grandes noticias al igual que en la transición digital, ya cuenta con empresas y también con un tejido asociativo cuyos productos y servicios luchan para frenar el consumo de plásticos y de residuos, España cuenta con empresas, con colectivos que están a la vanguardia, que emplean únicamente materiales reciclados, o con compañías que proveen a sus clientes con una energía 100% verde. Nada de esto es algo completamente nuevo, lo sabemos, aquí hay empresas líderes en el mundo vinculadas precisamente con la transición ecológica, todo estaba ya en consecuencia, en la conciencia de nuestra sociedad antes de la emergencia de la pandemia del Covid-19, solo que ahora, si me permiten la diferencia y distinción es que, si somos realmente conscientes de que esos cambios son tan inexorables y descomunales como urgentes.
Y junto con la transición digital y la transición ecológica, la cohesión social y territorial. Lo he comentado con algunos de ustedes y también lo hemos debatido dentro del Gobierno de coalición. El Fondo de Recuperación Europeo también tiene una lógica en su naturaleza y es el que no haya divergencias territoriales, que en mercado único se ensamble y no se ensanche las diferencias entre distintos territorios. Esto mismo puede ocurrir en nuestro país, ya ocurrió con la crisis económica de 2008. Hubo una divergencia no solamente en términos sociales, sino también en términos territoriales, y este es un Gobierno y esta es una sociedad que quiere garantizar la igualdad de oportunidades, de derechos y de acceso al bienestar social en todos y cada uno de los territorios, en todos y cada uno de los rincones de nuestro país. Por eso si antes España necesitaba antes mejorar su cohesión social y territorial, esta nueva crisis lo hace inaplazable, inexcusable. No podemos tolerar más desigualdad ni desequilibrios. Hay que cerrar brechas, hay que acabar con la pobreza severa, por ejemplo, entre los niños de nuestro país, más de 2 millones sufre pobreza infantil, como hemos empezado a hacer, por cierto con todo el esfuerzo del Gobierno de coalición, con la aprobación de una medida inédita como es el Ingreso Mínimo Vital.
Es una cuestión de justicia, si lo es, desde luego que sí. Pero es además una cuestión de eficacia económica. La energía y la resiliencia de las sociedades, y lo hemos aprendido durante estos últimos meses, depende, sin duda alguna, de su capital económico, es decir, de la suma de los bienes, servicios y recursos financieros, también del capital humano. Pero también depende también me gustaría aportar y complementar con el capital social: es decir, de la confianza y la cooperación que exista entre los distintos miembros de la sociedad.
Y para que exista confianza y para que exista cooperación se requiere algo básico, algo esencial que estoy convencido que la ciudadanía cuando lo escuche lo compartirá y es reciprocidad. Y la desigualdad extrema y la pobreza precisamente lo que reducir es el sentimiento colectivo y restan energías. Sin cohesión social no hay progreso duradero. Sin cohesión social no hay sentimiento de comunidad. Pongámoslo en términos muy cotidianos, dos personas separadas por un abismo de desigualdad social, por un abismo de recursos económicos, no se sienten parte de una misma comunidad. Y sin comunidad, pues no hay respuesta eficaz a ninguna crisis y mucho menos una crisis como la que estamos afrontando. Cuando se impone y lo hemos visto en ocasiones anteriores, la consigna del "Sálvese quien pueda" la experiencia es que casi nadie se salva en esa tesitura.
Necesitamos, en consecuencia, cohesión social para sumar todas las energías a la empresa de la recuperación que nos convoca al conjunto de la ciudadanía. Y, también, necesitamos cohesión territorial.
El planeta, mucho antes de la pandemia, mucho antes de la emergencia sanitaria, cruzó una línea insólita en el año 2008: por primera vez la mayoría de los seres humanos pasaron a residir no en entornos rurales, si no en medios urbanos, en las ciudades.
Nuestro país ha cruzado esa línea hace ya muchos años. Y desde entonces se ha acelerado esa tendencia de concentración urbana sin medidas que eviten la despoblación y el empobrecimiento de las zonas rurales, la disminución de oportunidades para sus habitantes y el abandono, que está detrás de algunos de los incendios que estamos viendo, de espacios naturales. Hay que aprovechar en consecuencia esta oportunidad, este cambio de mentalidad que imprime la pandemia -mejor que ninguna otra- para impulsar la cohesión territorial.
Debemos devolver al mundo rural e insular, también, su capacidad de generar prosperidad y en consecuencia de generar y crear oportunidades. Garantizar en él, en el medio rural, en el medio insular, servicios, derechos, que permitan una vida más plena para sus habitantes y un desarrollo mucho más armónico y más sostenible para el conjunto de nuestro país.
Si me permiten un poco la concatenación, una España digital propicia una España cohesionada. Y una España cohesionada en lo territorial facilita una España verde.
Y en cuarto lugar, junto con la transición digital, junto con la transición ecológica, junto con la cohesión social y territorial, para para que nadie quede atrás y ningún territorio quede atrás Del mismo modo: necesitamos sumar a esta empresa a todos, pero también a todas. Si antes España necesitaba asentar una agenda feminista, ahora, después de la pandemia, esa necesidad es aún más evidente, aún más perentoria.
Las mujeres, desgraciadamente como ha ocurrido, también, en crisis previas, son el colectivo que más ha sufrido las consecuencias sociales y económicas de esta crisis, igual por cierto, como he dicho antes, que en crisis pasadas. Son las que han dedicado más tiempo y más esfuerzo a los cuidados. Los meses del COVID dejan en evidencia que un programa feminista no es solo un programa para mejorar las condiciones de las mujeres, que ya con eso bastaría, es un programa para mejorar las potencialidades del conjunto de la sociedad española.
Por tanto son cuatro vías de trabajo en las que debemos aplicar todo nuestro talento y nuestro coraje como país:
En primer lugar una transformación digital que modernice nuestra economía, que eleve el crecimiento potencial, que cree empresas, que perduren algunas empresas gracias a esa transición digital y sin duda alguna, también, que creen empleo y que no excluyan socialmente.
En segundo lugar una transición ecológica que mejore las condiciones de vida, que legue a las generaciones futuras un planeta sostenible y que cree empleo de calidad.
En tercer lugar una apuesta, yo diría, inquebrantable por la cohesión como principio vector de toda acción pública, la cohesión social, y la cohesión territorial, para hacer, también, que la justicia social sea también, el otro envés de la moneda.
Y en cuarto lugar, un cambio feminista en las mentalidades y en las reglas sociales que hagan a nuestra sociedad una sociedad más digna y más humana, a la vez que se beneficia plenamente del talento y la energía de la mitad de la población, que es la población femenina.
Lo decía antes, no siempre elegimos cuándo ocurren las cosas. No siempre elegimos las circunstancias en las que estas cosas ocurren. Pero lo que sí podemos elegir es uno, la determinación y dos, el sentido en el que afrontamos estas circunstancias. Y estamos ante una disyuntiva, y tenemos que optar entre dos caminos. Podemos optar por la unidad o podemos optar por las viejas divisiones y las antiguas querellas.
Lo hemos comprobado, si me permiten, a lo largo de la lucha contra esta gran pandemia del COVID-19, sobre todo en su primera fase. Fuimos capaces de doblegar la curva ¿Cuándo? Cuando todos actuamos unidos, cuando todos respondimos unidos.
A nadie se le ocurriría, por ejemplo, que fuese posible doblegar aquella avalancha de contagiados, de circulación del virus contando solo con la mitad de los profesionales sanitarios, con la mitad de los militares, con la mitad de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, a nadie se le pasaría por la cabeza contener el virus, o a cualquier enemigo con una sociedad dividida en dos o con una sociedad enfrentada.
Lo hicimos juntos y lo conseguimos juntos. Esa es la lección que tenemos que sacar de lo ocurrido durante estos últimos meses. Frenamos la ola más feroz, diría yo, y destructiva de la pandemia.
Y ahora es el momento en que, además de mantener la batalla contra el virus, nos toca relanzar nuestra economía, nuestras empresas y, también, crear empleo. Es el momento de darle a España la verdadera dimensión de sus posibilidades y también de sus potencialidades.
Fíjense, a veces, y estoy convencido de que lo compartirán conmigo, a veces las españolas y los españoles, lo ha dicho en alguna ocasión algún extranjero que comparte con nosotros la convivencia en nuestro país, a veces los españoles y las españolas sentimos que no se reconocen nuestras cualidades, nuestros valores, nuestras virtudes como sociedad. Y quizá deberíamos empezar por reconocérnoslas nosotros mismos. Porque en muchas ocasiones se habla mejor de España fuera de España que dentro de España, como nos recordaba el Director del Instituto Cervantes en una reciente entrevista que hizo en un medio de comunicación.
Somos un país admirable, y esta no es una lectura ni una, digamos, una disección autocomplaciente de todo lo que tenemos por hacer en nuestro país, ahí está la desigualdad, ahí está la falta de oportunidades de nuestros jóvenes, ahí está la violencia machista, por citar cuestiones que tenemos pendientes, o el paro estructural que sufren, precisamente, personas de mi generación de más de 50 años
Pero somos un país admirable, y lo somos no solo por aquellas cosas en las que siempre hemos reconocido como admirables cuando estamos con nuestros amigos y nos definimos como sociedad: nuestro patrimonio, nuestra cultura, nuestras lenguas diversas, nuestra filosofía de vida, nuestro carácter emprendedor, nuestro carácter abierto. Lo somos por eso, claro que sí, pero también somos admirables por aquellas otras cosas en las que muchas veces hemos flaqueado o mostrado dudas: somos admirables por nuestro potencial industrial, somos admirables por nuestro talento científico y también por nuestra capacidad cultural, somos admirables por nuestra capacidad de alcanzar acuerdos, lo hemos alcanzado, aquí están los agentes sociales o, también por, nuestra disciplina social, que nos ha permitido, entre otras cuestiones, en momentos muy duros de la pandemia plantearnos una disciplina social que nos permitió doblegar la curva y mantener a raya al virus antes del verano.
¿A dónde quiero llegar?, pues que la leyenda negra que puede resultar más dañina es la que nace dentro de nuestro país. El peor mal de España ha sido siempre no creer en sí misma. Y debemos desterrar para siempre esa desconfianza, sobre todo ahora que estamos afrontando una crisis inédita durante estos últimos 100 años. Eso es lo que dice este lema, España puede, claro que puede, España puede si España quiere, esa es la condición.
España puede porque además ya lo hemos demostrado, ya nos lo hemos demostrado en el pasado, lo hemos hecho antes. España vivió las primeras tres cuartas partes del siglo XX, pensémoslo, una historia dramática, turbulenta, y, desgraciadamente, vivimos también, sufrimos una larga dictadura. Tuvimos dificultades para modernizar el país, atravesamos las esperanzas quebradas de un golpe de Estado a la República, y sufrimos, desgraciadamente, 40 años de dictadura, de franquismo.
Esa historia nos lleva, a veces, a mi juicio, a no apreciar en su justa magnitud lo que hemos logrado durante estos últimos 40 años, insisto, y no es un diagnostico autocomplaciente, porque tenemos todavía que hacer muchas cosas en el ámbito social y en el ámbito económico, pero este es un país en el que no hay ninguna justificación para no apreciar lo que hemos logrado durante estos más de 40 años de democracia. Un país del que, en consecuencia, debemos sentirnos tremendamente orgullosos, no sentirnos orgullosos, tenemos que sentirnos tremendamente orgullosos. Un país que ha sabido siempre convertir las amenazas en grandes éxitos colectivos.
Echemos la vista atrás, en 1975, es decir, antes de ayer en términos históricos, salimos de una larga y sangrienta dictadura. Hoy somos, con todas las dificultades, con todas las carencias, porque tenemos que continuar haciendo mucho, una de las 20 democracias plenas del mundo.
En 1975, es decir, antes de ayer, teníamos una economía anquilosada y unas infraestructuras tercermundistas, todos recordamos cuando íbamos a la costa desde Madrid, por citar el caso, que estamos, ahora mismo, en esta bella ciudad, y hoy somos una economía moderna.
En el 75, no había libertades, no había derechos civiles. Hoy somos un país referente por su libertad sexual y respeto y defensa de la comunidad LGTBI.
En el 75, las mujeres estaban sometidas a los hombres, y no desde el punto de vista cultural, si no también legal. Hoy España es noticia a nivel mundial por su compromiso en la defensa del feminismo.
En el 75, Europa nos cerraba sus puertas a cal y canto, porque no eremos una democracia, y hoy estamos en su núcleo de decisión de la Unión Europea.
En el 75, éramos un país completamente centralista, sin autonomías, que no reconocía ni constitucionalmente ni socialmente en muchas ocasiones la diversidad cultural y territorial de nuestro país y hoy se respeta la lengua castellana como la lengua vasca, la lengua catalana o la lengua gallega, es patrimonio del conjunto de la sociedad española. Y hoy somos el segundo país más descentralizado del mundo.
En el 75, recordémoslo, porque fue antes de ayer, el terrorismo causaba estragos y dolor en el corazón de la sociedad española, se ha visto reflejado en algunas series que hemos visto últimamente en nuestro país y hoy, somos una democracia orgullosa de su triunfo sobre la violencia.
Nuestra transformación como país ha sido colosal. Es cierto que queda mucho por hacer, y eso es lo que justifica a la política, no estamos ante el fin de la Historia, al contrario, queda mucho por hacer, hay muchas injusticias que tenemos que resolver, que ha hecho una transformación colosal.
Somos el país de la excelencia turística y también el país de la fibra óptica. Somos un país de tradición agrícola pero también somos el país de la alta velocidad. Somos un país antiguo, si, antiguo, con todo lo bueno que ello conlleva lleno de historia y de riqueza cultural, y somos también un país dinámico y a la vanguardia de muchos derechos que están siendo puestos en cuestión hoy no por países sin tradiciones democráticas si no por países con tradiciones democráticas.
Que a nadie le quepa duda: España puede abordar los retos que se proponga, cualquiera de los retos que se proponga. España puede dar durante esta década dar un salto de gigante. En prosperidad, en igualdad social y en cohesión territorial. Tenemos la voluntad, tenemos los recursos, tenemos el talento y tenemos el coraje para lograrlo.
Y esto no es una mera tarea del Gobierno, por eso es tan importante el acto que hoy estamos representando conjunta y colectivamente. Esta no es una tarea del Gobierno de España, de cualquier gobierno, ya sea un gobierno autonómico o un gobierno municipal de cualquiera de los signos políticos que tenemos ahora en nuestro país. No es una tarea meramente política, esta es una tarea que interpela al conjunto de la sociedad de nuestro país.
Esta es una tarea -hoy especialmente- por citar a algunos ejemplos, que interpela a los científicos y científicas, a ver si nos dan una buena noticia pronto.
De todos ellos, de todos los científicos y de todas las científicas, no de una mitad de los científicos frente a la otra mitad de los científicos en función de lo que piensen o voten. Porque en ellos está la palanca de nuestro progreso, de nuestro desarrollo empresarial, y ya hemos aprendido, después de esta emergencia sanitaria, de nuestra propia salud, de nuestra propia seguridad y de nuestra propia proyección social, que no olvidemos nunca lo importante que es la ciencia para el progreso y la seguridad de todos y de todas.
Una tarea, también, de todas las empresas que sostienen la estructura económica de nuestro país, desde la automoción hasta el turismo, por citar solo dos de los sectores que en estos momentos se están viendo más afectados como consecuencia de esta emergencia sanitaria. De todos los sectores económicos, de todos los empresarios, también de todos los trabajadores: no de la mitad de ellos que votan a unas u otras siglas.
Una tarea de los emprendedores que, al arrancar un pequeño negocio, ya sea una "startup", o ya sea una cooperativa, la economía social que es muy importante en nuestro país, convierten a España, a nuestro país, en una de las naciones más dinámicas de Europa, con ciudades como Madrid o Barcelona a la cabeza de proyectos. De todos, insisto, de todos los emprendedores, no de la mitad que profesa unas creencias frente a otros que profesan otras creencias.
Una tarea, también, de los profesionales de la música, a los cuales agradezco además su resiliencia en estos momentos, del arte, de la danza, de la literatura, del cine y el teatro, y de toda la industria que le da soporte a la cultura, tan importante en nuestro país. No de una mitad contra otra, no del cine contra el teatro o del teatro contra la danza. Porque la cultura, toda la cultura, es aquello que nos representa como sociedad y que defiende nuestros valores más humanos.
Una tarea, también, de los trabajadores y de los empresarios, a los cuales quiero agradecer el esfuerzo que están haciendo durante estos meses tan difíciles, tan difíciles por llegar a acuerdos, esta es una tarea de todos los empresarios, de todos los trabajadores ya sean empresas grandes, ya sean empresas pequeñas, que, en la medida de sus capacidades y posibilidades aportan al esfuerzo y al progreso del conjunto de la sociedad. E insisto de nuevo, de todos ellos, de todas ellas, no solo de una parte; y menos aún de una parte frente a otra.
Fíjense, incluso podemos hacer ese ejercicio, podemos imaginarnos el final de una empresa en la que los empresarios mantuvieran un enfrentamiento sistémico contra los trabajadores o una empresa con una dirección dividida en dos mitades irreconciliables.
Una tarea, también, de los agricultores y los ganaderos, que defienden esa España a la que antes apelaba que es esa España anclada en la tierra que es tan necesaria, más necesaria aun después de la pandemia. De todos, de nuevo, no solo de esta o aquella mitad de entre ellos.
Una tarea de quienes, en estos últimos meses, han estado en la primera línea de lucha ante la pandemia y que siempre, todo el año, están en la primera línea para luchar por nuestro bienestar y por nuestra seguridad y nuestra salud pública: los profesionales sanitarios, los trabajadores y trabajadoras sociales, las Fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, las Fuerzas Armadas, los transportistas, los empleados de los pequeños comercios de los grandes comercios, de los comercios, en definitiva, de primera necesidad. Una tarea de todos ellos, vuelvo a insistir, como sucedió en los minutos más duros, más dramáticos y extremos, de hace muy pocas semanas en nuestras ciudades y nuestros pueblos, no de una parte, todavía menos de una parte contra otra.
Y una tarea -lo he dejado para el final porque considero además que es, a mi juicio, el pilar que sostiene todo el edificio social de nuestro país, de toda comunidad como la nuestra- que es el profesorado y nuestros jóvenes. Los maestros y maestras y los profesores y profesoras. De los primeros, porque son quienes hacen grande a nuestro país, quienes difunden y asientan no solamente los conocimientos, que con ello ya es importante, sino también los valores y en definitiva el futuro de todos nosotros, que son nuestros hijos y nuestras hijas. Y en segundo lugar nuestros jóvenes, porque serán ellos los encargados al final de revitalizar la sociedad por la que trabajamos. Una vez más, insisto en esta idea, de todos, no de una parte.
Por eso quiero decirles que España quiere, y si España quiere España puede; eso sí, hemos de querer muchos. Si no todos, cuantos más mejor. Tenemos por delante 40 meses decisivos de una legislatura crucial.
Lo dije al principio de mi intervención, no siempre elegimos, lo hemos visto en nuestras vidas, como consecuencia de la pandemia, pero también antes de ella, no siempre elegimos las circunstancias en las que hemos de vivir; a veces las circunstancias son, en muchas ocasiones son, las que nos obligan a elegir a todos.
Este Gobierno que presido, el primero de la historia de la democracia en coalición, recibió un mandato electoral inequívoco y también reiterado. Porque no lo dijo una vez, si no lo dijo en dos ocasiones el pueblo español, cuando fue convocado en las elecciones generales, el pasado año 2019. Pero entre nuestras previsiones y nuestros planes no figuraba esta calamidad de ver la emergencia de una pandemia como el COVID en nuestro país, en nuestro continente y en el conjunto de la humanidad, que ha trastornado nuestras vidas de lado a lado y de arriba abajo. Y en estas circunstancias, que nos obligan a elegir, el Gobierno lo tiene claro, elegimos unidad. No división, no enfrentamiento, no confrontación, elegimos unidad, unidad y unidad.
España debe entenderse con España, como Europa se entendió con Europa en el mes de julio para fijar ese rumbo de recuperación.
La clave es que necesitamos hacerlo entre todos, como he dicho antes. España ha sido golpeada por la mayor calamidad, en forma de una pandemia, del último siglo, al igual que el conjunto de sociedades de la Tierra. Nada puede volver a ser como antes de que el fatídico virus irrumpiera en nuestras vidas, de la manera tan dramática. Eso lo saben las familias, eso lo sienten los trabajadores y también los empresarios y empresarias. Lo perciben los alumnos, también los profesores, los pequeños y los medianos empresarios, los jóvenes y los mayores.
¿Cómo no vamos a darnos por enterados los partidos que representamos a esa sociedad? ¿Cómo podríamos seguir con nuestros antiguos hábitos, con nuestras antiguas costumbres, con nuestros antiguos clichés? ¿Cómo podríamos seguir como si todo fuera como antes? El desafío es tremendo, es apabullante.
Es una sociedad combatiendo cuerpo a cuerpo, como estamos viendo en todos sus espacios, para mantener a raya a un virus que es mortífero - desde las escuelas que van a abrir esta semana hasta las empresas que abrieron ya hace meses, desde los hogares hasta los hospitales-. Es un mundo que ve detenerse súbitamente los engranajes comerciales, sociales, culturales. Este es un país que ve desplomarse su riqueza dos dígitos este año, por razones que nada tienen que ver con sus fundamentos económicos, con la productividad, con el trabajo, con el ahorro. El desafío es tan ingente que nos ha de convocar a todos. Es el mayor reto en un siglo y no puede enfrentarlo y menos superarlo una parte de la sociedad, una parte de la población, una parte de la política, una parte de la economía, una parte del país. No puede superarlo media España dando la espalda a la otra media. Menos todavía, media España contra la otra media.
Fíjense, les confesaré que me choca incluso oír en el debate público, en el debate político, también en los medios de comunicación, hablar de las comunidades autónomas del Partido Popular y las comunidades autónomas del Partido Socialista.
Para empezar, las comunidades autónomas son de los ciudadanos, de todos los ciudadanos, no del partido que las gobierna circunstancialmente.
Hemos comprobado en esta crisis terrible, dramática, que aún seguimos sufriendo, que no hay virus de derechas ni virus de izquierdas. Hay un virus que nos amenaza a todos y a todas. No hay contagiados, ni hospitalizados, ni fallecidos de uno u otro color político. No hay fallecidos de derechas o de izquierdas. Hay fallecidos, hospitalizados, infectados de todos. Igual que hay sanitarios, militares, policías, limpiadores, maestros, empresarios que trabajan para todos y a todos nos protegen. Y del mismo modo deben comportarse las instituciones públicas, trabajando para todos. Y así se está comportando y se comportarán, lo garantizo, el gobierno de coalición, pensando en todos los españoles, comenzando desde luego, por aquellos que más necesitan del amparo de la acción política, de la acción pública.
En consecuencia, la primera condición sería esa para poder superar con garantías este drama, esta pandemia. Esta emergencia sanitaria, económica y social. La primera condición es avanzar en la unidad frente a la pandemia. Desterrar la pelea partidista de la lucha contra el virus. Ese ha sido el leitmotiv de la acción del Gobierno. Necesitamos, junto a ello, en segundo lugar, algo básico, algo esencial. Y son instituciones sólidas, instituciones sólidas. Repito, las instituciones son la expresión material del pacto de convivencia que una sociedad se otorga. Nosotros contamos con una Constitución que plasmó un propósito de concordia y que abrió hace 42 años un período insólito, inédito, de paz civil, de democracia y de prosperidad en nuestro país. Podemos apoyarnos en la Constitución, también en las instituciones que contiene la Constitución para el esfuerzo de recuperación que nos aguarda en todas las instituciones que ampara y repito, en todas las instituciones que ampara, no sólo en algunas seleccionadas o entre sacadas a capricho del interés político de uno u otro partido, no sólo en ciertos momentos propicios, a las duras y a las maduras. Es cuando tenemos que hacer, ejercer esa convicción de fortalecer nuestras instituciones públicas.
Las comunidades autónomas, por ejemplo, son parte esencial en su título octavo de la Constitución Española y debemos invocarlo y respetar sus competencias en primavera y también en otoño. El Poder Judicial es un poder esencial del Estado y debemos invocarlo cuando conviene y también cuando incomoda. Y debemos siempre impulsar y cumplir con el artículo 122 que fija su renovación puntual y a la cual ya estamos llegando tarde, y junto con el Consejo General del Poder Judicial, que es el órgano del gobierno de los jueces, el Tribunal Constitucional, que es el intérprete máximo de nuestra Constitución, de nuestra Carta Magna. A él se consagra precisamente un título íntegro de la Carta Magna, que es el noveno. Debemos velar por su actualización y honrar el mandato constitucional siempre, siempre, y no cuando se nos antoje.
Otro tanto sucede con otras muchas instituciones que necesitan de renovación, como es, por ejemplo, el Defensor del Pueblo, una figura constitucional que contempla nuestra Constitución en el artículo 54.
En definitiva, para recuperarnos necesitamos trabajar unidos, y para trabajar unidos necesitamos instituciones sólidas, legitimadas, actualizadas y necesitamos junto a ello, además de la unidad, además, de esas instituciones robustas. Y eso es lo que pido en este curso político que empieza.
Necesitamos un nuevo clima político, necesitamos un nuevo clima político, un clima político marcado por la estabilidad y por la unidad. El Gobierno, el gobierno de coalición que yo encabezo, puede garantizar la estabilidad del Ejecutivo durante los 40 meses de legislatura que tenemos por delante. Por descontado. Así lo hemos comprometido, pero siendo imprescindible la estabilidad, ésta no es suficiente. No basta, precisa de la máxima unidad. Una unidad que se imponga sobre los viejos clichés, como he dicho antes, sobre los viejos hábitos anteriores a la pandemia. Porque nos aguardan retos enormes, retos inimaginables, retos insuperables con las viejas fórmulas, solo abordable con el esfuerzo de todos o cuando menos, al menos el esfuerzo de muchos, el esfuerzo de los más.
Quiero que se me entienda bien, porque no estoy apelando a la unanimidad. No soy ingenuo. Quiero que se me entienda bien. La gravedad de la situación no exige que nadie abandone sus convicciones. No lo pedimos desde el gobierno, ni siquiera sus preferencias. Tampoco lo pedimos. Cada cual puede seguir adherido a su particular escala de valores. Puede situar en una u otra posición el valor del progreso o de la conservación de los valores tradicionales en una sociedad. Puede inclinarse por un mayor grado de uniformidad territorial o por un mayor grado de diferenciación territorial. Nadie debe renunciar. El gobierno de coalición no pide renunciar a ninguna de esas convicciones o preferencias políticas que tenga cada cual. Solo lo que pedimos es acompasarlas al momento excepcional e inédito que nos ha tocado vivir. Debe compaginar esas convicciones, esas preferencias, esas, esa ideología con un bien superior. Y ese bien superior es la recuperación del país.
Sé bien, por tanto, que no cabe aspirar a la unanimidad. De sobra sabemos que existen fuerzas políticas que se auto excluyen antes, incluso, de cualquier propuesta o existen también sectores sociales, lo hemos visto en nuestro país, pero también lo estamos viendo en otras sociedades como la alemana, que responderán negativamente aún antes de conocer la pregunta. Lo sabemos. Pero España necesita muchos arrimando el hombro, sino a todos. Sí, más lo necesitamos. Cuanto más amplia sea esa base social, cuanto más amplia sea esa base parlamentaria que sostenga ese esfuerzo de recuperación, mejor que mejor, más rápida será la recuperación y más pronto sentiremos los resultados de esa recuperación todos y cada uno de los colectivos que están aquí representados y que representan al conjunto de nuestro país, más vidas reservaremos, más empresas protegeremos, más empleos recuperaremos y crearemos.
En definitiva, ¿cuál es la síntesis de todo esto? Unidad. Unidad es la palabra clave.
El desafío al que nos enfrentamos solo vamos a poder abordarlo con la máxima unidad, sino de todos, sí de los más, de todos los dispuestos a arrimar el hombro. La unidad para empezar entre las distintas administraciones en un país compuesto descentralizado, como es el nuestro. Esa es la unidad, por ejemplo, entre las comunidades autónomas, los ayuntamientos y el Gobierno de España, con la promoción que estamos haciendo de la cooperación, de la coordinación y de ese nuevo término que se ha acuñado ya en el debate público, que es común en el debate público y político, como es la gobernanza y que voy a seguir, vamos a seguir desde el Gobierno de coalición, promoviendo sin cesar. Unidad también entre los agentes sociales, una unidad que se ha plasmado en dos acuerdos para aprobar los ERTES. Estamos llamados precisamente esta semana también a debatir sobre esta cuestión y con quiénes suscribimos. Y esto quiero agradecerlo en primera persona, porque tuve ocasión, además de suscribir en primera persona un acuerdo muy importante para el gobierno, creo que también para el país, el pasado 3 de junio, que es un acuerdo por la reactivación económica y también por la creación de empleo y unidad entre las fuerzas políticas con presencia parlamentaria.
No hay soluciones sin diálogo y no hay diálogo sin entendimiento. Y no hay entendimiento sin política de altura. Es tiempo de acuerdos, es tiempo de encuentros, es tiempo de negociación. Es tiempo también de honestidad. Es tiempo de la España que queremos construir. Tenemos una legislatura dilatada por delante. Será estable porque eso fue el mandato y la voluntad de los españoles expresada en las urnas y materializada en el gobierno de coalición. Pero nos toca ahora decidir si, además de ser estable y dilatada esta legislatura, queremos que sea fecunda. Eso ya depende de muchos, depende de todos y de todas. Podemos redoblar nuestras fuerzas sumándolas o podemos anularlas restándolas. Nadie ganará por el segundo camino. Estoy convencido de ello.
Nadie puede beneficiarse del daño colectivo de esta emergencia sanitaria, económica y social de nosotros, de cada uno de nosotros y nosotras. Depende de que la legislatura, además de larga, sea fructífera. Y no me cabe duda. No me cabe ninguna duda de que va a ser así, de que va a ser estable, de que va a ser larga y sobre todo y ante todo, va a ser fructífera en beneficio del conjunto de la ciudadanía.
En este espacio reducido, con un aforo limitado, a diferencia de hace dos años. Y, quiero de nuevo agradecer también la presencia de todos ustedes en un aforo, lógicamente aún más mermado como consecuencia de las precauciones sanitarias, se agrupa un centenar largo de personalidades de muy distintos oficios, de muy distintas ocupaciones, de distintos géneros, de distinta procedencia geográfica, de diferentes ideologías y también de diferentes creencias. Más de un centenar de personas que, con seguridad, estoy convencido, expresaron preferencias políticas muy dispares en las últimas elecciones de hace diez meses. El mes de noviembre. Y sin embargo, estoy seguro, estoy convencido de que por encima de las diferencias, comparten una misma esperanza, un mismo anhelo, una misma voluntad y es ver a nuestro país erguido, marchando hacia el futuro. Y estoy además, convencido de que están listos para sumar sus esfuerzos y para lograr ese empeño común.
Lo decía al comienzo de mi intervención Los hechos pueden prevenirnos, pueden, sin duda alguna, sorprendernos, como ha ocurrido, pero es nuestra la capacidad de hacerles frente y de doblegarnos. Creo, como ustedes en España, en sus gentes, en su potencial, en su capacidad, lo tenemos todo para salir adelante.
Si España quiere, España puede, pero tenemos que querer muchos.
Cuantos más, mejor.
Muchas gracias.
(Transcripción editada por la Secretaría de Estado de Comunicación)