Intervención del presidente en el acto 'Las personas con discapacidad en la Agenda 2030"

10.4.2019

  • x: abre ventana nueva
  • Whatsapp: abre ventana nueva
  • Linkedin: abre ventana nueva
  • Enviar por correo: abre ventana nueva

Palacio de La Moncloa

Presidente.- Buenos días a todos y a todas. En primer lugar, como comentaba antes Luis, es cierto que tenemos esta tarde una Cumbre importante en Bruselas, una más sobre el Brexit, pero no tenía, digamos, la menor intención de perderme un acto tan simbólico, de tanta carga política, de tanta carga social, de tanta carga emocional, como estar hoy aquí con todos vosotros y con todas vosotras.

Ministra de Sanidad, Alta Comisionada para la Agenda 2030, Ana Lucía, presidenta de la Alianza Internacional para la Discapacidad; presidente del Comité Español de Representantes de las Personas con Discapacidad, Luis, amigos y amigas.

Antes se ha mencionado, por parte de Ana Lucía, pero es cierto que hace más de dos meses, Jesús Vidal recibió el Goya al mejor actor relevación en su papel en la película de Campeones. Por cierto, que hoy nos acompaña algún actor de reparto de esa extraordinaria película, al cual también agradezco que pueda estar aquí con nosotros y con nosotras. Enhorabuena por vuestro trabajo, en aquel trabajo extraordinario del cine español, que fue la película Campeones.

Aquel día, al recoger su premio, Jesús, yo creo que hilvanó uno de los discursos más emocionantes que hemos escuchado a lo largo de estos últimos años, que no solamente nos conmovía a todos, sino que nos interpeló, de frente, sin paños calientes, directo al corazón. Yo creo que fue un golpe certero a las conciencias algo adormecidas. A quienes caminan por la vida sin levantar la mirada para ver lo que ocurre a su lado, lleno de indiferencia, a quienes olvidan que hay seres humanos enfrentados a diario con una inacabable carrera de obstáculos, como aquí se ha dicho también. Una carrera llena de límites, de fronteras, nacidas, en muchos casos de prejuicios, de prejuicios que una sociedad como la nuestra debería desterrar para siempre.

Inclusión, diversidad y visibilidad, repitió Jesús aquella noche inolvidable de los Goya en Sevilla.

Quienes me han precedido en el uso de la palabra, Mónica, Luis, Raquel y Ana Lucía, lo han vuelto a verbalizar con una claridad meridiana. En nombre del Gobierno de España y creo también, que en nombre de la inmensa mayoría de la sociedad española, os decimos que tomamos nota, que no vamos a quedarnos en el impacto efímero de los discursos y que estamos decididos a actuar. Actuar como es exigible en política, con hechos, no solamente con palabras.

La discapacidad no puede ser un límite para nadie, ni un pesado lastre que determine lo que un ser humano puede hacer o no en la vida. Si la sociedad se rinde ante tamaña injusticia, si no da la batalla contra esa inmoralidad, no sólo se condena a millones de seres humanos, también se condena a sí misma, a la propia sociedad, porque renuncia al aporte de una parte muy importante de los suyos.

A quienes tienen el derecho de mostrar su valía sin estigmas, a quienes en definitiva, superan barreras físicas, mentales, que, sencillamente, deben dejar de existir. Es algo que hemos aprendido de la experiencia propia como país. Y en esa tarea de aprendizaje he tenido o ha tenido mucho que ver el extraordinario tejido asociativo con el que contamos. He tenido la ocasión de trasladarlo a los representantes de la Alianza Internacional de la Discapacidad con quienes he mantenido un encuentro esta mañana, y que no me cansaré de repetir.

España tiene la inmensa suerte de contar con organizaciones como el Cermi, y en ella, con el trabajo de voluntarios, de voluntarias, de profesionales que llegan allí donde las instituciones muchas veces no alcanzan. Colectivos que abren puertas, pero que, sobre todo, abren conciencias; que lideran las causas más nobles, que dan la cara donde durante demasiado tiempo se ha dado la espalda. Así ha ocurrido, por ejemplo, con la conquista del derecho al voto para el colectivo de las personas con discapacidad.

El próximo 28 de abril, por primera vez, en la historia de España, la voz de más de 100.000 personas con discapacidad intelectual podrá escucharse donde procede en democracia en unas elecciones, que es en las urnas. Y esperamos que en breve espacio de tiempo podamos tener esas papeletas y esa información en braille.

Miles de hombres y de mujeres injustamente privados durante décadas de este derecho básico de ciudadanía como es el de votar en pie de igualdad. Es un paso trascendental para la plena inclusión. Pero también es un acto de justicia con quienes durante años han tenido que soportar una limitación profundamente injusta, como es el voto a esas 100.000 personas con discapacidad. Antes lo comentaba con Luis, ¿no? Cuando hablamos de regeneración democrática, probablemente, este sea uno de los actos de mayor regeneración democrática que hemos tenido durante estos últimos 40 años de nuestra democracia.

Hoy quiero reconocer públicamente la implicación de las organizaciones sociales que han liderado esta lucha. Es significativo que el primer gran tratado internacional en el ámbito de los derechos humanos, del presente siglo, la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad lleve la firma y el sello de la sociedad civil, a través de organizaciones como IDA, como Cermi o como EDF representan la concreción de un tiempo nuevo. Un tiempo en el que la alianza entre las instituciones y las organizaciones de la sociedad es crucial para alcanzar esas nuevas metas.

Se trata de uno de los grandes ejes a los cuales hace referencia la Agenda 2030, que no sólo establece hacia dónde tenemos que caminar sino también cómo tenemos que transitar ese camino, como tantas veces señala la Alta Comisionada.

El compromiso de España con la Agenda 2030 es absoluto. Quiero que lo sepan, sobre todo, aquellos que han venido de fuera de nuestro país. Y lo es porque sienta las bases de un nuevo contrato social, de carácter global. Un contrato auspiciado de la innegable autoridad moral de Naciones Unidas. Esta es una sociedad profundamente comprometida con los valores universales de esa Declaración de los Derechos Humanos, pero sin duda también, con el multilateralismo. Y, por tanto, hablando de Naciones Unidas, esa autoridad moral se le reconoce para tratar un rumbo cierto hacia un mundo más justo al final de la próxima década.

Soy consciente. Yo creo que todos somos conscientes de que hay mucho por hacer. Puede que hayamos conquistado la igualdad sobre el papel, sobre el derecho positivo, como se dice; sobre el poder de la norma jurídica, pero aún queda lo más difícil, que es convertir en realidad lo que dicen esas normas. Porque los derechos que no se ejercen en la práctica no son dignos de tal nombre. Lo importante, en consecuencia, es avanzar. Incluso, a través de pequeñas acciones. Ese es el sentido del convenio que acabamos de firmar con la Universidad Complutense, también con la Fundación ONCE para que los jóvenes con discapacidad realicen prácticas laborales aquí, en estas dependencias en el Palacio de La Moncloa. Y en eso quiero también reconocer la empatía y la sensibilidad del Secretario General de la Presidencia, Félix Bolaños.

Tenemos muchas tareas por delante y pendientes. Tareas que exigen del compromiso de las instituciones, de la acción pública, de las fuerzas políticas, de las organizaciones sociales también, para alcanzar la plena inclusión de las personas con discapacidad.

No es aceptable, por ejemplo, la actual redacción del Artículo 49 de la Constitución, como bien lo recuerda el Cermi cada vez que tenemos oportunidad, justamente. Una Carta Magna tiene que evolucionar en consonancia con el espíritu de los tiempos: hacerse permeable a las demandas, a los valores, a los principios de la sociedad de un tiempo dado. Valores como los que hoy exige la sociedad española que, simplemente, ni acepta, ni tolera en pleno siglo XXI una terminología inaceptable para aludir a las personas con discapacidad.

Tenemos que avanzar en la reforma también del Código Civil. Aquí se ha dicho por parte de Luis, adecuando dicha norma a los mandatos establecidos en la Convención Internacional de los Derechos de las Personas con Discapacidad. Tenemos que avanzar, en definitiva, en la conquista de la plena accesibilidad, en el desafío de la autonomía personal que, sin duda alguna, también, en la inclusión laboral, con lo cual quiero deciros que estoy plenamente en sintonía con vosotros.

Y, en algo que también entiendo fundamental, y que he estado hablando también antes con algunos de vosotros y vosotras, una educación inclusiva. La educación inclusiva que no deje a nadie atrás, porque ese es el progreso, avanzar sin que nadie se quede atrás, mucho menos a quienes se enfrentan a la desigualdad que nace en la propia cuna.

Queda mucho por hacer, pero tenemos, yo creo que los mejores mimbres. Un tejido asociativo ejemplar; unas instituciones sólidas que actúan, no sólo por consideraciones éticas, sino por algo mucho más importante, que es la justicia social.

La historia del progreso es una historia de superación, de luchar por conseguir aquello que nos decían que no se podía hacer. Así sucedió con los avances de la ciencia y, también, de la filosofía. Y, también, con los derechos y las libertades.

Progresamos cuando no nos conformamos, cuando no nos resignamos. Cuando lo que nos impulsa es mucho más fuerte que cualquier obstáculo que nos pongan por delante. El progreso, en definitiva, nace de rebelarse. De rebelarse contra la resignación, contra la autocomplacencia, contra lo que nos ha tocado en suerte. Por eso, nadie sabe más del progreso que vosotros y vosotras, ni España, ni Europa, ni ninguna sociedad digna que avance puede daros la espalda. Con vuestra lucha cotidiana por el reconocimiento y por la inclusión, encarnáis las ideas más nobles de nuestro tiempo. Y con vuestro ejemplo hacéis un poco mejor a la sociedad en su conjunto.

Decía San Francisco de Asís -espero que la cita sea correcta- "empieza por hacer lo necesario; luego, lo que es posible, y, de pronto, te encontrarás haciendo lo imposible". Hoy, escuchando a todos y a todas los que me habéis precedido en el uso de la palabra, he encontrado el pleno sentido a esa frase, y es, gracias por enseñarnos que no hay imposibles, Raquel.

Contad conmigo, contad con el Gobierno, con el reconocimiento del conjunto de la sociedad, de un gran país que espero, por cierto, que en estos once días, Luís, hayan podido disfrutar algo de Madrid, pero contad con el reconocimiento y con el apoyo y el calor y el abrazo de un gran país, como es España, que tiene todavía un largo recorrido por delante para alcanzar la plena inclusión, pero que está dispuesto, y esto es lo más importante, a recorrerlo. A recorrer a vuestro lado, y siempre a vuestro lado.

Gracias.


(Transcripción editada por la Secretaría de Estado de Comunicación)