Intervención del presidente del Gobierno en el acto de imposición de condecoraciones de la Orden de Alfonso X el Sabio

14.5.2018

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Segovia

Señor presidente de la Junta de Castilla y León; señor ministro de Educación, Cultura y Deporte; señora presidenta del Parlamento; alcaldesa de Segovia; autoridades, señoras y señores premiados. Queridas amigas y amigos,

Quiero dar las gracias al ministro de Educación, Cultura y Deporte por invitarme, un año más, a participar en esta ceremonia de imposición de condecoraciones de la Orden de Alfonso X el Sabio.

Siempre es gratificante que a uno lo inviten, y más aún si es para una causa tan noble, tan justa y tan agradecida como es la de reconocer, en nombre de todo un país, la tarea de quienes hacen algo extraordinario por el bien de todos. Fundamentalmente, porque los hay.

Y si además la invitación se produce en un entorno histórico y cultural inconfundible, como es esta ciudad de Segovia, mejor.

Segovia impresiona por sus calles medievales y por ser símbolo de una riqueza que trasciende las barreras del tiempo. Y tengo que decir que esta es una virtud de la que, afortunadamente, podemos presumir y mucho en España.

España es una de las naciones más antiguas de Europa, y al tiempo, uno de los países más desarrollados y vanguardistas del mundo. Y este doble atractivo no es fruto del azar o del destino. Nace de un acervo histórico cultural, de una pluralidad de manifestaciones artísticas y de una diversidad creativa y de pensamiento, que es fértil y libre, como en pocos países del mundo.

Desde Segovia, el propio Alfonso X, estudió el firmamento, como aquí se ha recordado. En Segovia, Quevedo encontró al Buscón. En esta ciudad, Isabel la Católica fue proclamada Reina de Castilla. Y a la sombra de este irrepetible Alcázar, Louis Proust desarrolló lo que hoy conocemos como la química moderna, en el Real Laboratorio.

Todos ellos, y algunos más, son testimonios que logran trasladarnos a momentos muy relevantes de nuestro pasado. De un pasado siempre actual, y un patrimonio lleno de historia y cultura, que pertenece a todos los españoles, sean de donde sean y vivan donde vivan. Un patrimonio que estamos obligados a preservar y difundir a través del ejemplo.

Por eso, esta ceremonia, de arraigada tradición, ya representa una oportunidad ineludible para mí. Porque me permite hacer algo a lo que no solemos acostumbrar los españoles, que es hablar bien de España.

Me permite hacerlo como yo creo que debe hacerse: reconociendo, en nombre del Gobierno, el esfuerzo, el talento, el mérito y el tesón de los ciudadanos. Porque precisamente son esos valores, los que mejor definen la buena salud de la sociedad española.

Cada condecoración de esta Orden entronca con la continuidad histórica del legado de personas e instituciones que han prestado un servicio único a nuestro país. Y todos los que hoy la reciben tienen el honor de formar parte de esa suma extraordinaria de testimonios, que hace el relato más justo de España: el de una nación que es ejemplar.

El rey Alfonso X es uno de los monarcas españoles, como saben, que más impulsó la ciencia, la cultura y el estudio, en España y en Europa. Pero también nos demostró cómo la pluralidad, el entendimiento y la convivencia nos han hecho avanzar a lo largo de los siglos. Y hacerlo a través de la cultura.

La cultura vertebra España y nos sitúa en el mundo, comenzando por nuestra historia, desde nuestra condición europea e iberoamericana, y a partir de nuestros sueños, ambiciones y expectativas.

El testimonio que hoy reconocemos en ustedes, es un legado vivo, que se manifiesta en la arquitectura y en el arte, en la ciencia, en el conocimiento, en la lengua y en la literatura.

Pero, sobre todo, es un legado plural e integrador, capaz de trascender las distancias históricas y geográficas, para construir ese proyecto que nos une y enriquece: el de una España abierta y diversa, con vocación de mejorar, de innovar y de no quedarse nunca atrás.

Gracias a su labor, España es un país mejor. Un país más preparado, más solidario, más integrado en Europa, más abierto al mundo y más libre. Pero nuestra gran riqueza no es solo artística, cultural, natural o económica, sino humana.

Por eso, hoy, no solo agradecemos el mérito de quienes nos hacen mejores, sino que premiamos su compromiso con un pasado, un presente y un futuro del que son, al tiempo, responsables legatarios y justos acreedores.

Valorar la grandeza de nuestros contemporáneos, y contribuir a difundir su ejemplo, es una excelente forma de pensar en los españoles del mañana a través de los valores de la generosidad y la búsqueda del bien común. Ahora imaginamos nuevas metas, porque juntos hemos superado grandes retos.

Por eso, en este camino siempre van a contar con el reconocimiento de España y, si me lo permiten, con mi agradecimiento personal muy sincero.

Muchísimas gracias.


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