40 aniversario de la Constitución del 78

Cuarenta años de progreso

6.12.2018

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Artículo de Pedro Sánchez publicado en La Razón

La Constitución del 78 puso fin a una dictadura franquista que se había eternizado. Frente a la sensación de tiempo detenido entonces, la Carta Magna inauguró una época distinta. Pese a que la sensación pueda ser otra, hemos vivido ya más tiempo bajo esta Constitución que bajo el régimen anterior. Un dato simbólico que muestra la principal virtud de nuestro texto constitucional: la estabilidad y el progreso.

El contexto en el que se negoció, se aprobó y se ratificó no fue sencillo. A la inestabilidad propia de un fin de régimen se sumaban la violencia terrorista, los grupos de nostálgicos exaltados o la crisis global del petróleo. Como país, además, carecíamos de cultura democrática, y algunos mostraban incluso dudas sobre la capacidad secular de los españoles para convivir en armonía y en democracia. Pesaban entonces demasiado los viejos fantasmas de nuestra historia.

La Constitución salió adelante por varias razones, pero esencialmente por dos. Primero, porque los españoles la querían. El anhelo profundo de la inmensa mayoría del país fue el mejor dique de contención contra las dificultades y el escepticismo. Casi cuatro décadas de franquismo habían sido demasiados, era hora de recuperar la democracia y el diálogo entre españoles.

Y segundo, porque, a diferencia de lo que había ocurrido durante el siglo XIX y la primera parte del XX, esta fue una Constitución de todos que mandó un mensaje claro tanto en la forma en que se negoció como en su contenido: nuestra complejidad es también nuestra riqueza. Desde el primer momento quedó claro que aquí cabían todos y todas, además de los distintos sentimientos de pertenencia. Ese fue el espíritu de la Constitución, tan valioso como su letra, y está magistralmente recogido en un Preámbulo memorable que marca el camino.

Con la Constitución de 1978 entramos en Europa y recuperamos nuestro papel central en ella, un viejo anhelo colectivo. También modernizamos el país, descentralizamos la administración, construimos un digno Estado de bienestar y acabamos con ETA, entre otros logros. La hoja de servicios de esta Carta Magna merece el orgullo de todos los españoles.

La sociedad española ha cambiado mucho en estos 40 años, entre otras cosas, gracias a las libertades que consagraba la Constitución. Las ciudadanas y los ciudadanos españoles van por delante, y nos marcan el camino del consenso a los representantes.

Muchos retos de los que afrontamos hoy tienen que ver con los que enfrentamos entonces: la cohesión territorial, la construcción política en un momento delicado para la Unión o el progreso social tras la crisis. Por eso esta Constitución está tan viva y es tan necesaria como entonces.

Pero también afrontamos otros, como la lucha contra el cambio climático, la igualdad entre hombres y mujeres o los cambios de paradigma que conlleva la revolución digital en todos los órdenes. Por eso queremos también reformar la Constitución, con el mismo espíritu de hace cuatro décadas y con la misma ambición colectiva.

El Gobierno se ha marcado cinco puntos prioritarios para encarar una modernización tan importante como la de entonces. La educación, el mercado de trabajo, la financiación del Estado del bienestar, la transición ecológica y una reforma constitucional para reforzar la cohesión social y territorial de España. Todo ello con el objetivo de recuperar la confianza de los ciudadanos en las instituciones como mejor elemento cohesionador de un país.

Reformar la Constitución es reforzarla, porque ahora es más necesaria que nunca. Reivindicar su vigencia a través de una reforma es el mejor homenaje que podemos hacerle en su 40 aniversario. Hagámoslo entre todos con diálogo y acuerdo, para procurarnos otras tantas décadas de progreso por ganar. Encaremos el cambio de época que vivimos con un impulso a este proyecto compartido que, con justicia y orgullo, celebramos hoy.

NOTA: Artículo publicado con la autorización de La Razón.