Palabras del presidente del Gobierno en el acto de entrega del Premio Fernández Latorre, otorgado por la Fundación Santiago Rey Fernández-Latorre

23.11.2017

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Arteixo (A Coruña)

Señor presidente de la Xunta de Galicia, señor presidente editor de "La Voz de Galicia", señor director de "La Voz de Galicia", autoridades, señoras y señores, queridas amigas y amigos,

En el año 2014 se le entregó a José Luis Barreiro el Premio Fernández Latorre. Para mí fue un honor asistir entonces a aquel emotivo acto y hoy también lo es. Por eso, quiero comenzar mi intervención agradeciendo a "La Voz de Galicia", a su editor, Santiago Rey Fernández-Latorre, y a todos quienes hacen posible la existencia y el éxito de este proyecto que me hayan invitado a participar, una vez más, en este evento que hoy reconoce la trayectoria de una jurista excepcional: María Emilia Casas, Premio Fernández Latorre del año 2017. Un año, 2017, en el que "La Voz de Galicia" cumple 135, que son los años que han transcurrido desde su fundación por Juan Fernández Latorre. Aquel primer número tenía cuatro páginas y sus ideales eran la libertad, la democracia y la disciplina.

Queridos amigos,

Venir a casa es siempre motivo de satisfacción y toda ocasión es buena para volver a Galicia, y esta lo es aún mejor.

El Premio Fernández Latorre es ya un clásico de nuestro país y la entrega del mismo, también, y cumplir 135 años es algo que, como saben, no está al alcance de muchos, máxime cuando se llega a esa envidiable edad siendo uno de los periódicos más leídos de España.

Enhorabuena a todos y, de forma muy especial, a Santiago Rey Fernández-Latorre, editor del periódico desde siempre. Bajo su dirección, "La Voz de Galicia" ha llegado a lo más alto. Ha sabido mantenerse; está en los momentos difíciles, como estos que vivimos, a la altura de las circunstancias y, además, apunta con fuerza hacia el futuro. Felicidades y mucha suerte.

Señoras y señores,

Este año el jurado ha decidido por unanimidad conceder el Premio Fernández Latorre a María Emilia Casas Baamonde, presidenta, como saben, del Tribunal Constitucional de 2004 a 2011 y, como se ha recordado aquí esta mañana, se había incorporado al Tribunal algunos años antes, en 1998, como la magistrada más joven de nuestra historia.

María Emilia Casas es una jurista sobresaliente. Fue, como se ha recordado también hoy, la primera catedrática de Derecho del Trabajo de la Universidad española y discípula de Manuel Alonso Olea, padre del Derecho del Trabajo español. Es independiente, trabajadora y tenaz. Ha sido una magnífica presidenta del Tribunal Constitucional, leal, patriota y con sentido común, y ha sabido poner en valor los principios que inspiran nuestra Constitución.

Lo diré con sus propias palabras: el Tribunal Constitucional ha cumplido su cometido, siendo fiel a los valores constitucionales resumidos en libertad, justicia y concordia; tres hermosas palabras que forman la divisa del Tribunal.

Siempre tuvo una marcada sensibilidad autonómica y en su trabajo en el Tribunal destacó por la calidad técnica de sus sentencias --aquellas de las que fue ponente-- y por su celo en la protección de los derechos fundamentales. Sé que está especialmente orgullosa de la sentencia que avaló la constitucionalidad de la Ley Integral contra la Violencia de Género dictada durante su mandato y ese es un motivo adicional de felicitación, porque en esta semana reivindicamos --ella lo ha hecho también-- la necesaria lucha contra la violencia hacia las mujeres, una tarea en la que todos estamos implicados.

Señoras y señores,

Los miembros del jurado han señalado en su fallo la decisiva importancia del Tribunal Constitucional en el desarrollo y consolidación de la democracia española, y tienen toda la razón.

En los últimos cuarenta años este viejo Reino de España ha escrito las páginas más felices de su historia. Con el impulso de la Transición, culminado en la Constitución, España miró al futuro con un proyecto sugestivo de vida en común basado en la reconciliación y en la convivencia, en la pluralidad y en la concordia, en el europeísmo y en el afán de modernidad.

Nuestra Constitución se forjó con el concurso y participación de los que fueron antagonistas. Se hizo desde la moderación y el afán de apertura al mundo para construir una democracia europea de todos y para todos. Fue una Constitución de consenso, una moderna Constitución que supo cumplir los sueños nacidos en 1812 en Cádiz, y hacerlo sobre los cimientos del Estado de Derecho y del imperio de la Ley, con la argamasa del pluralismo y la tolerancia, y con la vocación de una pujante nación europea abierta al mundo.

Señoras y señores,

Yo creo que estos cuarenta años han sido un inmenso éxito colectivo, un triunfo de España y de los españoles, y que la estabilidad institucional que nos proporcionó la Constitución de 1978 permitió un considerable desarrollo económico, social y de bienestar. El Tribunal Constitucional ha cuidado de la misma durante todos estos años, porque sus magistrados son los intérpretes y garantes de la misma.

Queridas amigas y amigos,

En los últimos tiempos, esa Constitución que ha simbolizado y garantizado la convivencia democrática de los españoles ha sido objeto del más grave ataque en toda su historia. Han sido días muy difíciles, de honda preocupación para todos; días de zozobra y de inquietud, pero también días que, felizmente, empiezan a quedar atrás.

Desde la preocupación, pero también desde la serenidad, hoy podemos decir que las instituciones y el conjunto de la sociedad española han sabido hacer frente a un reto de tanta exigencia. La propia Constitución, que tantos daban por obsoleta, nos ha brindado un instrumento para su defensa: me refiero al ya famoso artículo 155, que ha dejado de ser una especie de leyenda inaplicable para convertirse en una realidad que ha contribuido a serenar la vida política.

El artículo 155 se está aplicando con normalidad. Es un instrumento excepcional, sí, pero legítimo y, como se está comprobando, útil para defender la Ley, las instituciones y la convivencia ordenada.

Por si esto no fuera suficiente, las distintas instituciones han respondido con eficacia y con responsabilidad al reto planteado. Entre ellas, y singularmente, el Tribunal Constitucional, cuyos miembros, con agilidad, con unanimidad y con determinación, han ido sentando las bases sobre las que se ha articulado la respuesta de los distintos poderes del Estado.

Insisto, hoy estamos mucho mejor que hace unas semanas, porque todo el mundo ha estado a la altura. Todo el mundo ha cumplido con su deber. La democracia española ha sabido defenderse y eso es motivo de tranquilidad y de legítima satisfacción. Es un motivo más, uno más, para confiar en nuestro país; para confiar en la calidad de nuestras leyes y nuestras instituciones: para confiar en la responsabilidad de las personas que están al frente de las mismas, y para confiar en la sociedad española, que ha sabido dar una respuesta ejemplar, desde los ciudadanos a los partidos políticos, las asociaciones y la gran mayoría de medios de comunicación.

Y termino ya. Hace unos años hemos sufrido la crisis económica más grave de nuestra historia. Estamos saliendo de ella con una economía más competitiva, más exportadora y más dinámica; es decir, salimos más fuertes. Yo estoy convencido de que lo mismo ocurrirá con esta grave crisis política que ha provocado la deslealtad de los secesionistas. Saldremos más fuertes, más orgullosos de nuestro país, más confiados en nuestras instituciones y más decididos a abordar juntos nuevos retos de futuro, reformando todo lo que sea necesario reformar, pero perseverando en los valores esenciales de nuestra convivencia: la democracia, la libertad, los derechos individuales de las personas, el Estado de Derecho y el imperio de la Ley.

Muchas gracias.

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