Palabras del presidente del Gobierno en el acto de imposición de Grandes Cruces de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio

27.2.2017

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Madrid

Señor Ministro de Educación, Cultura y Deporte, señor presidente del Patronato del Museo del Prado, autoridades, señoras y señores condecorados, amigas y amigos,

Para mí es un honor acompañarles a todos ustedes en esta ceremonia de imposición de condecoraciones de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio. Es ésta una tradición que supone el máximo reconocimiento de toda la nación a quienes con su talento, sus ideas y su entusiasmo engrandecen nuestra historia. Y no se me ocurre mejor lugar para celebrar este homenaje que el Museo del Prado, una institución que es la primera referencia de la cultura española.

Se atribuye a un relevante presidente español la afirmación de que el Museo del Prado era lo más importante que tenía España; yo solo me atrevo a decir que es la historia pictórica de España. El Museo del Prado es memoria viva de la vocación universal de nuestra cultura, de la experiencia histórica de nuestra nación y testigo del ambicioso proyecto de éxito compartido que juntos hemos construido.

Nuestra historia es larga, antigua y llena de admirables realizaciones y proyectos personales como los que reconocemos hoy; proyectos de compromiso, de mérito y excelencia, de talento, de integración y de esfuerzo. Ejemplos de los mejores valores y comportamientos cívicos hacia España que tienen como principal virtud la de estrechar lazos indivisibles entre generaciones, entre personas, entre territorios y también entre naciones.

Son precisamente esos valores y comportamientos los que distinguimos hoy con estas diecisiete Grandes Cruces de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio, cuya imposición nos convoca a un sincero homenaje, con afecto y amistad.

Amigas y amigos,

Alfonso X se ha convertido en un símbolo ineludible del progreso de nuestra nación por diversas y conocidas razones: por su contribución a la formación de la cultura y la legislación europeas; por su impulso a la astronomía, a la física, a las matemáticas, a la historia o a la lengua; y también por su apoyo a científicos, eruditos y trovadores.

Pero ha quedado vinculado además, en toda su grandeza, como ejemplo de convivencia, con la colaboración de personas de distinto origen y formación, que construyen algo juntos y son capaces de crear y llevar a cabo proyectos que hoy son de todos. Su legado, una contribución al patrimonio intelectual de la Humanidad única y fundamental, es un magnífico ejemplo de los buenos resultados que nos ha dado a los españoles este espíritu de cooperación y de suma a lo largo de toda nuestra historia.

Y tengo que decir que este espíritu, como el compromiso con el conocimiento y con el futuro que reconocemos en Alfonso X, no desapareció en el siglo XIII, sino que ha seguido germinando en nuestro país gracias a muchas personas, a su empeño, a su capacidad y a su tesón, y ha permitido a España avanzar y progresar.

Tenemos buenos ejemplos que conviene no olvidar; no hace falta ir muy lejos. Este año se conmemora el 40º aniversario de un hito en la democracia española que tuvo lugar, precisamente, gracias al compromiso con el futuro de los españoles y a su conocimiento del pasado; un acontecimiento en el que muchos de los aquí presentes pudieron desempeñar un papel fundamental: las elecciones del 15 de junio de 1977.

Eran las primeras elecciones de la democracia y los españoles votamos en libertad a los representantes que consideramos más indicados para escribir el siguiente capítulo en nuestra historia: el de la construcción, entre todos, de una democracia y de un Estado de Derecho.

De estas elecciones nacieron las Cortes Constituyentes, de las que formaron parte los políticos --algunos de ellos presentes hoy aquí-- encargados de redactar y presentar una Constitución que diera cabida a todos los españoles, sus beneficiarios, los únicos con capacidad para aprobarla.

Así, hace cuarenta años España dio un paso unida para avanzar hacia la libertad, los partidos políticos asumieron la responsabilidad de buscar un pacto de futuro y de animar a los españoles a sumarse a un proyecto común, y los españoles asumimos el reto: adoptamos la concordia como argamasa para el diálogo, el debate y, por supuesto, para la confrontación de ideas y proyectos, y decidimos transitar hacia la democracia como la nación de todos.

Hace cuarenta años que España comenzó a ser política, social y económicamente de todos, y, con ello, nuestra cultura, nuestra creación, nuestro pensamiento, incluso la opinión, son más amplios, más diversos, más plurales y más libres.

Amigas y amigos,

Parte de los logros de esta España cuyo éxito les acabo de relatar, del avance de la cultura, de la promoción del arte y de la reivindicación del pensamiento y de la reflexión como base para el progreso, se la debemos a las personas a las que hoy condecoramos en nombre de S.M. el Rey.

Desde el estudio, la política, la comunicación, el cine, la escritura o el escenario, representan de forma excepcional la grandeza de la cultura contemporánea y tenemos el deber y el orgullo de reconocerles y agradecerles su especial influencia en España. Con su labor han rebasado barreras del conocimiento, han llevado la capacidad de la cultura, la reflexión y el arte a alcanzar cotas desconocidas, y son, además, un estímulo para los jóvenes, que contarán con las guías que les han ido dejando con su experiencia a lo largo de estos años.

Muchas gracias por haber hecho de su talento, su ilusión y su dedicación un legado único. Muchas gracias a todos.

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