Palabras del presidente del Gobierno en el acto de entrega de condecoraciones de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio

21.1.2016

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Madrid

Señor ministro de Educación, Cultura y Deporte; señor ministro del Interior; autoridades; señores condecorados; señoras y señores,

Quiero agradecer la invitación del ministro de Educación, Cultura y Deporte a sumarme a este acto con el que hoy continuamos la tradición centenaria de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio, una orden heredera de antiguos honores; creada, bajo el amparo de la Corona, para premiar los servicios extraordinarios prestados por españoles y extranjeros en los ámbitos intelectual y artístico, en la investigación y la docencia, y en el cultivo de las artes y de las letras.

Con esta Orden, el Gobierno reconoce la excelencia y el mérito de quienes han contribuido al progreso de nuestro país, y muestra su agradecimiento a quienes, desde otras fronteras, han ayudado a comprender nuestra realidad y a proyectarla en el exterior.

En ambos casos, en este acto de entrega de condecoraciones queremos expresar nuestra gratitud y rendir homenaje a estos valores y comportamientos cívicos hacia España.

Queridos amigos,

Tenemos la inmensa ventaja de contar con una nación de infinitas manifestaciones culturales, con una valiosa historia que, a través de su lengua, ha sido capaz de tender puentes y de crear un modelo cultural que hoy se extiende entre más de quinientos millones de hispanoparlantes.

Este patrimonio cultural, que es patrimonio de todos los españoles, sean de donde sean y vivan donde vivan, nos sitúa en una posición de privilegio, pero también de deuda y de responsabilidad, ya que estamos obligados a aprender de él y a evolucionar en su concepción, su difusión y sus relecturas, con la seriedad y el compromiso que exige su dimensión.

La imagen sólida que la cultura española debe proyectar en la era de la globalización hace necesario diseñar una estrategia ambiciosa para conseguir una voz común que haga imprescindible la cultura española y en español en el desarrollo del conocimiento humano.

La gestión estratégica del capital simbólico de la cultura española es responsabilidad de todos nosotros y, en gran medida, de ella dependerá la imagen que proyectaremos en el mundo; una imagen de la vocación abierta, diversa e integradora de la nación española que, unida a nuestra calidad institucional, llevamos construyendo todos los españoles en las últimas décadas.

La cultura, además de un prestigioso pasado histórico-artístico, es un elemento vertebrador; transmite una marca de vanguardia, pluralidad y creatividad, una marca indispensable en nuestra proyección exterior, más aún en la sociedad del conocimiento y de la información, y en un mundo que suprime fronteras.

En mi opinión, el objetivo de la política cultural es articular iniciativas que ayuden a concienciar al ciudadano sobre la pertenencia a una sociedad que comparte vivencias y valores democráticos, y a asentar una biografía común que explique los retos del presente y que se proyecte hacia un futuro integrador.

Por eso quería subrayar cómo la cultura hace más "vivible" la vida de la gente. La cultura sacia la curiosidad, une y emociona sin tener en cuenta las fronteras. La cultura es pensamiento, reflexión y creatividad, y, al ensanchar el caudal de nuestro conocimiento, contribuye de modo decidido a una sociedad más libre, más crítica y con menos prejuicios.

Amigas y amigos,

Uno de los efectos más benéficos de la cultura es su capacidad de acercarnos los unos a los otros; de superar, por elevación, nuestras diferencias y de crear espacios de convivencia en armonía. Es así como, siendo diversos, logramos encontrar puntos de encuentro y poner en práctica nuestros mejores instintos: los que nos llevan a compartir y sumar entre todos para salir ganando todos.

Bajo el reinado de Alfonso X las diferencias no eran un obstáculo para la convivencia pacífica de cristianos, musulmanes y judíos en la Escuela de Traductores de Toledo. Las diferencias entre los españoles de hoy son muchísimo menores. ¿Cómo no vamos a ser capaces de superarlas? Es tiempo de superar muros artificiales que dividen y excluyen a los españoles de nuestra tarea común como país. Es nuestra cultura como pueblo y es nuestro deber inspirarnos en ella en este preciso momento de nuestra historia.

Porque no hace falta remontarse muy atrás para hablar de la fecundidad de la cultura cuando sirve a un ideal de concordia. En los propios años de la Transición, nuestros escritores, artistas y profesores supieron canalizar y dar forma a los afanes de libertad y democracia de nuestra sociedad. Y, al mismo tiempo, hicieron oír su voz con la proclama más noble: que nunca más hubiera desunión y desigualdad entre españoles, que ningún español impusiera unilateralmente su visión sobre otro y que ningún español se viera excluido de este gran proyecto que es España.

Con esa legitimación intelectual, los españoles votamos una Constitución que iba a ser la de una España dialogante, capaz de reconocerse en su diversidad y su unidad. Hoy, cuando nuestros problemas, afortunadamente, no tienen el dramatismo de los problemas de entonces, el espíritu de diálogo de nuestros mejores años debe seguir siendo el principio rector de nuestra democracia.

Que nadie lo dude: lo que en otros tiempos se llamó "la felicidad de España" sólo será posible si lo edificamos sobre los pilares del diálogo y la inclusión. Esa es la mejor lección de nuestro ayer, la actitud con la que escribimos nuestros mejores episodios en el pasado y la que nos debe guiar, con madurez y generosidad, para escribir páginas aún más brillantes en el futuro.

Queridos amigos,

Ustedes, con su trabajo y con su talento, han ayudado a un activo que resulta fundamental en una sociedad moderna como la española: el prestigio del conocimiento. Y yo quería agradecerles su compromiso con su propia creatividad, pues con su generosa respuesta a su vocación somos todos los que nos hemos enriquecido.

Su testimonio es especialmente valioso para las generaciones más jóvenes. Ellos, sin duda, pueden ver en su ejemplo que una vida dedicada a la investigación, a la docencia, a la ciencia o la cultura es una vida que merece extraordinariamente la pena y cuyos efectos positivos nunca terminan en uno mismo.

Por eso, al reconocer hoy sus éxitos, sus logros se erigen para todos en recordatorio de una obligación común: la de apoyar los esfuerzos para llevar el talento a su mayor expresión. Y estos mismos éxitos también nos indican que dicha labor encuentra siempre recompensa.

Permítanme, amigas y amigos, ir terminando ya mi intervención.

Toda sociedad, toda, deposita una gran misión en sus docentes, en sus investigadores y en sus creadores: aumentar nuestro conocimiento y enriquecer nuestra experiencia de lo humano. Cuando, como es su caso, se cumple de modo sobresaliente con esta misión, es lógico que la propia sociedad lo reconozca y lo premie, porque su apuesta por el conocimiento, en todas sus manifestaciones, afirma una idea de país que, más allá de las ideologías, podemos compartir los españoles en conjunto: la de un país rico y plural; la de una nación con una ciudadanía más formada y más participativa; la de una España, en definitiva, positiva, atractiva, moderna y rebosante de talento.

Muchas gracias.

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