Intervención del presidente del Gobierno en la presentación de un libro del ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación

17.11.2015

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Madrid

Muchas gracias, Pepe Creuheras, presidente de Planeta. Señoras y señores, muy buenas tardes a todos. El honor es mío. Intervenir hoy aquí es un honor.

José Manuel y yo nos conocemos desde hace más de veinticinco años, y juntos hemos vivido muchos momentos de trabajo y algunos de ocio, aunque ninguno en estos últimos cuatro años. Puedo afirmar que es un hombre culto, con dilatada experiencia política, brillante dialéctica y gran capacidad de trabajo; un gran ministro, un leal servidor de España y, sobre todo --yo también lo voy a decir, lo he apuntado--, una buena persona y un gran amigo.

Cuando llegaste al Palacio de Santa Cruz, sede del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, eras bien conocido por los funcionarios que habían trabajado en el ámbito de la Unión Europea y que habían tenido la ocasión de tratarte durante tu fecunda etapa como eurodiputado. Otros no te conocían tanto; pero me consta que rápidamente ganaste su respeto, su admiración y su confianza.

También, y eso honra al Ministro García-Margallo, has destacado en varias ocasiones tu reconocimiento a la profesionalidad, a la alta motivación y la capacidad de sacrificio de los funcionarios del Ministerio, especialmente en los momentos difíciles, que no han faltado en esta Legislatura. Yo comparto esa opinión. Es de justicia reconocer, ahora que aquí pocas cosas se reconocen, a los excelentes funcionarios que posee la Administración española.

Señoras y señores,

Todo libro es, por definición, algo muy personal y este libro también lo es, aunque contiene valiosas reflexiones que muchos compartimos. El género epistolar realza aún más el grado de implicación de su autor con los diferentes asuntos que va desgranando. También es un libro valiente. Todos saben que el Ministro García-Margallo tiene opinión y, además, la suele expresar sin reservas y con convicción. En estas páginas comparte su visión con los lectores. Sus planteamientos, por el interés de los mismos, no dejan indiferente a nadie, como lo demuestra la atención que los medios de comunicación ya le han dedicado al libro. La dialéctica generada con el intercambio de cartas invita al análisis y al debate, lo que siempre es un sano ejercicio.

Es, además, un libro con opiniones de destacadas personalidades de la política y la diplomacia contemporánea, muchas de ellas presentes en esta sala. Quiero destacar que entre los interlocutores del Ministro se encuentran tres ex presidentes del Gobierno. A mí, que todavía no entro en esa categoría y no tengo intención de hacerlo en el corto plazo, José Manuel no me ha enviado una carta; pero sí me pidió que prologase el libro e interviniese en este acto. Es un orgullo, un privilegio y, como dije al principio, un honor poder hacerlo.

Señoras y señores,

Estas cartas sobrevuelan la historia reciente de nuestro país y reflexionan sobre nuestra identidad. Es importante, como decía el Ministro en su intervención, tener las ideas muy claras sobre quiénes somos, de dónde venimos y qué futuro queremos construir juntos.

José Manuel dedica una parte significativa de su libro a cuestiones como la Transición, tan denostada ahora por algunos; la política exterior de las últimas décadas; el impacto de la crisis económica y los esfuerzos para superarla; nuestra lengua o, también, como ha explicado en su intervención, la unidad de España. Él ha dicho en muchas ocasiones, que la unidad de España es algo que le preocupa, y mucho, como español, primero, y como miembro de un Gobierno que defiende, con absoluta convicción y determinación, esa unidad, nuestra Constitución y lo que ella significa.

Todos ustedes saben que en estos últimos días de la Legislatura se ha declarado uno de los mayores desafíos a nuestra Constitución, a la unidad de España, al sino de los tiempos y también al sentido común por parte de unos grupos del Parlamento de Cataluña.

Voy a insistir en lo que ya he dicho desde que tuve noticia de esa declaración de desafío a nuestra legalidad y nuestra convivencia: España no se va a romper, ningún español va a ser privado de su derecho a decidir sobre su país, eso que aquí y en todas partes se llama soberanía nacional, y ningún catalán va a ser obligado a escoger entre su identidad catalana y su condición de ciudadano español y europeo, porque tienen lo mejor que se puede tener: ser catalanes, españoles y europeos, y no tienen por qué verse obligados a renunciar a ninguna de esas condiciones.

La Ley se va a cumplir y adoptaremos para ello todas las medidas necesarias, siempre con la proporcionalidad y la inteligencia debidas. Hemos recurrido al Tribunal Constitucional y éste ha suspendido la declaración que todos ustedes conocen en un plazo de 48 horas, inequívoca demostración de que España las instituciones funcionan. Nos gustaría que el asunto terminara en este punto y no tener que adoptar ninguna otra medida, pero eso no depende de mí. Lo que sí depende de mí es que se cumplan la Ley y las sentencias de los Tribunales, y así será porque no puede ser de otra manera.

Creo que cuento para ello con el apoyo de la inmensa mayoría de los españoles y de las fuerzas políticas. Estoy dispuesto a hacer, y los estoy haciendo, todos los esfuerzos de diálogo y de cooperación para mantener ese consenso básico en defensa de la unidad de España y de los derechos de todos los españoles. En cualquier caso, es bueno dejar claro que la unidad de España, la soberanía nacional, la igualdad de los españoles y la Ley no van a ser objeto en España de componenda alguna.

Señoras y señores,

Este es también un libro sobre los cuatro años que han transcurrido desde que asumimos la responsabilidad de gobernar, impulsando la recuperación de España. Han sido años intensos para nuestro país, también para Europa y para el mundo en general.

Todos los españoles han hecho esfuerzos enormes que, como presidente del Gobierno, quiero agradecer y reconocer. Es de justicia, porque el mérito es del conjunto de la sociedad española, de esos millones de compatriotas que han plantado cara a las dificultades con coraje y con determinación. Al Gobierno le ha correspondido la responsabilidad de impulsar reformas estructurales profundas, sortear la amenaza real de un rescate del país y sentar las bases de un nuevo y prolongado ciclo positivo de crecimiento y de creación de empleo.

Acabo de llegar de la reunión del G-20 en Turquía. Allí pude comprobar, como hace un año en Brisbane, en Australia, el respeto y el reconocimiento que la recuperación de España suscita entre los principales países del mundo. En México, en otro G-20, el del año 2012, España era el gran problema de la economía mundial, porque la amenaza de quiebra, que también era muy real, podía desembocar --era lo que se decía entonces-- en la ruptura del euro y hundir la economía europea. A veces, no nos acordamos.

Ya hace un año, en el G-20 de Brisbane al que antes me refería, España fue puesta como ejemplo de cómo las reformas pueden impulsar el crecimiento de los países, y el presidente del Gobierno fue encargado de presentar una ponencia por la presidencia australiana sobre los efectos positivos que las reformas tienen en las economías. Hace sólo unas horas, en Turquía, en Antalya, España ha vuelto a ser requerida para explicar a los países más desarrollados sus avances en la lucha contra el fraude y la erosión fiscal, y en el saneamiento del sistema financiero.

Quiero decir algo más: este reconocimiento internacional sería baldío si no se trasladase el bienestar a los españoles. Y, honradamente, creo que hoy podemos decir que los grandes esfuerzos que se hicieron para corregir los desequilibrios de nuestra economía, que eran todos, ya han comenzado a generar crecimiento económico --este año por encima del 3 por 100, el mayor de los grandes países de la zona euro; ¡quién lo iba a decir hace tres años!-- y, lo que es más importante, este crecimiento está generando empleo: más de un millón de españoles han encontrado, después de siete años durísimos, un puesto de trabajo entre los años 2014 y 2015

Por eso, hoy podemos mirar el futuro con mayor confianza e ilusión. Evidentemente, quedan muchísimas cosas por hacer, especialmente una: seguir creando empleo y seguir trabajando por el bienestar de las personas. Si los españoles nos vuelven a otorgar su confianza en las próximas elecciones, éste volverá a ser nuestro objetivo primordial, un objetivo realista y ambicioso a la vez --repito, realista y ambicioso--: que veinte millones de españoles estén trabajando en el año 2020, lo que supone mantener el ritmo de creación de empleo de estos dos últimos años. Se trata de crear, de que la sociedad española cree, quinientos mil puestos de trabajo cada año en los años 2016, 2017, 2018 y 2019.

Señoras y señores,

Hemos cosechado buenos resultados y así se reconoce dentro y fuera de nuestras fronteras; pero debemos seguir avanzando por la misma senda reformista. España no puede cometer los mismos errores del pasado, porque tenemos que asegurar un futuro mejor para todos. Tampoco es tiempo para hacer experimentos: el rumbo está marcado y es imprescindible mantenerlo. Sería un enorme error cambiar lo que todos sabemos que ha funcionado y, sobre todo, renunciar a lo que nos puede garantizar una larga etapa de crecimiento económico y de empleo.

Señoras y señores,

Como es lógico y ha recordado en su intervención José Manuel García-Margallo, éste es también un libro sobre política exterior. En el libro se nos transmite su experiencia muy intensa de estos años como ministro y su visión personal de lo que debe ser nuestra política exterior.

Hay algunas cosas que son más que evidentes: en un mundo cada vez más interdependiente y globalizado es extraordinariamente relevante lo que suceda más allá de nuestras fronteras. Nuestros intereses se defienden, y mucho, en el exterior. Y, además, hoy se hace imprescindible responder juntos a los retos, comunes a todos, que la sociedad contemporánea tiene ante sí.

Un reto muy importante, del que hemos escuchado ahora hablar, es el terrorismo; uno de los retos que, sin duda alguna, tenemos que afrontar juntos. El terrorismo yihadista se ha convertido en la principal amenaza de nuestro mundo y, por tanto, el principal reto al que nos enfrentamos los países civilizados.

El pasado viernes volvió a golpearnos vilmente en el corazón de Francia. Una vez más, quiero rendir tributo a las víctimas, a los ciudadanos franceses y a los de los otros países, y al Gobierno de Francia. Estamos unidos en el dolor y en la determinación para combatir con eficacia y con inteligencia al enemigo número de uno de nuestras sociedades abiertas y democráticas.

España, desde el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, bajo la posición común de la Unión Europea, y de acuerdo con nuestros aliados de la OTAN, aborda este desafío con determinación y voluntad cierta de prevenir y de garantizar la seguridad de tofos los ciudadanos. Se trata de un conflicto y de un enemigo que actúa con patrones de actuación no convencionales. Debemos saberlo y actuar en consecuencia.

El ataque a Francia es un ataque contra todos en la Unión y fuera de la Unión, y todos juntos debemos abordar el desafío, porque unidos siempre seremos más fuertes, tanto aquí, como en Europa. Compartimos una responsabilidad solidaria y, juntos, derrotaremos a los enemigos de nuestras sociedades abiertas y democráticas. No estamos ante una guerra de religiones, sino de valores. Es una guerra entre la civilización y la barbarie. El terrorismo es un teatro cruel donde las víctimas son también todos los que observamos horrorizados la acción criminal indiscriminada del enemigo. Nuestra libertad es su puerta de entrada, pero también es la fortaleza que nos permitirá derrotarlos.

El terrorismo es la principal amenaza para las sociedades democráticas contemporáneas y también para la paz y para la seguridad internacionales. Los españoles lo sabemos, efectivamente, bien porque lo hemos sufrido con crudeza. El terrorismo nos afecta a todos y nuestra respuesta debe ser sostenida y a largo plazo. Hacen falta muchas cosas: determinación; unidad política dentro, y también fuera; acción judicial; acción policial; colaboración ciudadana y, sobre todo, una estrategia completa e integral. Hay que trabajar en prevenir la radicalización, perseguir los circuitos de financiación de las organizaciones terroristas, abordar el fenómeno de los combatientes extranjeros y, por supuesto, mantener un intercambio de información fluido y constante entre los países amigos y aliados, así como reforzar el control de nuestras fronteras.

Todas estas medidas y muchas otras que ya se han puesto en marcha son muy importantes; pero no quisiera terminar esta parte de mi intervención sin decir que lo más urgente hoy es resolver el problema de Siria. Cuatro años de disputas dentro y fuera han hecho un enorme daño, primero, a los ciudadanos sirios y, después, a todos el mundo.

Esta es la posición que defendí hace unas horas en Antalya, en la Cumbre del G-20. El enemigo común es DAESH y no conviene distraerse con otros asuntos, también muy importantes, pero no tan prioritarios. Todas las potencias deben ponerse de acuerdo y fijar como objetivo de sus actuaciones la lucha contra DAESH. Por muchos intereses contrapuestos que puedan defender unos y otros, hay un interés superior común a todos que es acabar con DAESH.

Es muy importante la opinión que todo el mundo pueda tener sobre el Gobierno sirio, sobre la oposición siria, sobre los kurdos, sobre los problemas que allí suceden y los intereses geoestratégicos; pero hablemos de ello luego o en paralelo, si quieren, pero lo importante en estos momentos es acabar con DAESH. Eso supone, no sólo reducir la amenaza terrorista, sino también resolver otro de los grandísimos problemas que tiene hoy en día la Comunidad Internacional: el problema de los refugiados, el problema de tantos y tantos millones de personas que se han visto obligados a abandonar su país y buscar fuera una vida digna.

Señoras y señores,

En este contexto de hacer juntos frente a los retos globales, nuestro primer referente --el otro es, efectivamente, Estados Unidos--, el primero, es la familia europea; proyecto que José Manuel conoce bien, al que ha dedicado buena parte de su vida, al que también dedica un capítulo importante en su libro y lo ha hecho en la intervención de hoy. Estos años han demostrado que el futuro de España está indisolublemente ligado al de la Unión Europea. El bienestar de los españoles pasa por una mayor integración. Juntos somos más y más fuertes. Nos abrimos a Europa y al mundo a partir del núcleo solidario de nuestra cohesión.

Más allá del continente europeo, las cartas prestan particular atención a otros espacios geográficos en los que están en juego intereses fundamentales para España: el establecimiento de una relación de igual a igual y doble vía con América Latina; la recuperación de la confianza y la solidez de nuestra relación con los Estados Unidos; la apuesta decidida por la estabilidad y la seguridad en el Mediterráneo; el compromiso con África sobre la base de la paz, los derechos humanos y la lucha contra la pobreza; y, por último pero no por ello menos importante, un mayor acercamiento al continente asiático, creando nuevas oportunidades políticas, comerciales y de inversión.

Finalmente, esta obra aborda una serie de cuestiones de naturaleza horizontal como la pobreza, la inmigración, la cooperación al desarrollo o el cambio climático. Todos ellos están ahí. Casualmente, mi agenda internacional de estos días se ha visto ocupada por estos asuntos: la Cumbre Unión Europea-África sobre migraciones celebrada en La Valeta, donde he podido poner en valor la experiencia española en la gestión eficaz de los flujos migratorios; la Cumbre del G-20, donde, como les he dicho, hemos dedicado especial atención al crecimiento económico, al empleo, a las inversiones, así como a la lucha contra el fraude fiscal, a la lucha contra el terrorismo y al cambio climático; y a finales de mes viajaré a Paris para participar en la Conferencia sobre Cambio Climático, que espero que logre alcanzar un acuerdo ambicioso que ponga freno al calentamiento global.

Quiero concluir esta presentación con un botón de muestra de lo que ha sido esta Legislatura en materia de política exterior: España ocupa un asiento en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Es un reconocimiento al papel y a la relevancia crecientes de nuestro país. Es algo de lo que debemos sentirnos orgullosos, porque es mérito de todos. Es una gran responsabilidad y representa una oportunidad para proyectar, como se está haciendo, los valores y los principios que los españoles compartimos. En la consecución de este logro quiero reconocer públicamente, una vez más, el buen hacer del Ministro y el de los funcionarios de su Departamento.

Y termino ya. El lector, que espero que sean todos ustedes y muchos más, tiene ante sí un libro completo y atractivo. Contiene variadas y valiosas opiniones de su autor y de personas de trayectorias y sensibilidades diferentes; reflexiones sobre España, sobre nuestra nación y la política exterior que, a buen seguro, alimentarán el análisis y el debate. Les animo a todos a que se embarquen en la lectura de "Todos los cielos conducen a España", es verdad, y les deseo un feliz vuelo con el ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación. Yo les garantizo que es buena compañía.

Muchas gracias.

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