Discurso del presidente del Gobierno en el debate sobre el estado de la nación

Intervención del presidente del Gobierno (Primera parte)

20.2.2013

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Señor presidente, señorías,

5.965.400. Esta cifra, por sí sola, refleja el aspecto más duro y dramático de la situación social y económica por la que atraviesa España. Representa el número de personas --4.743.000 españoles y 1.222.000 inmigrantes-- que cada mañana se enfrentan a la dura realidad del paro. Más del 26 por 100 de nuestra población activa no encuentra empleo y a más del 50 por 100 de nuestros jóvenes les ocurre lo mismo. Desde hace ya demasiado tiempo encabezamos el ranking del desempleo en la Unión Europea.

La frialdad de las cifras, señorías, no puede ocultarnos el drama que en ellas subyace: seres humanos que sufren.

Señorías,

He querido destacar desde el principio este duro aspecto de la realidad para reafirmar el primer y más esencial objetivo que el Gobierno tiene para toda la Legislatura: darle la vuelta a esta situación. Ahora, cuando algunas cuestiones comienzan a encauzarse y en otras se notan sensibles mejoras, conviene siempre volver a la cuestión principal: el empleo y el paro. Si estos dos aspectos no cambian, lo demás no puede servirnos de consuelo.

Nuestras relaciones económicas con el exterior, cuyo mejor indicador es la balanza de pagos por cuenta corriente, van mucho mejor que hace un año. Pero no es suficiente.

Nuestro sector financiero, tras una profunda reforma, comienza a estar en disposición de cumplir con su función de trasladar el crédito a empresas y familias. Pero no es suficiente.

El déficit del sector público se reduce e inicia la búsqueda del equilibrio. Pero no es suficiente.

El clima de opinión sobre nuestra economía mejora ostensiblemente en las instituciones y los mercados internacionales. Pero no es suficiente.

No es suficiente, señorías.

Por lo tanto, nada de "brotes verdes", ni "nubes pasajeras", ni "anticipos primaverales". La realidad económica y social de nuestro país es terriblemente dura y sobre esa base hemos de cimentar nuestras actuaciones.

Para los que piden una cierta relajación porque el proceso de cambio ya está en marcha mi respuesta es: ni un minuto. Ni un solo minuto de relajación o sosiego. Tensión permanente y esfuerzo continuo, porque esto no ha hecho más que empezar y el camino que nos queda para alcanzar el gran objetivo de esta Legislatura, la creación de empleo, es, todavía, largo y difícil. Insisto, ni un minuto de sosiego.

Éste es el marco en el que quiero desarrollar el Debate, ésta es la razón por la que una mayoría de españoles nos otorgaron su confianza hace poco más de un año y éste es el terreno de actuación que nos exige la sociedad española.

Señorías,

Los problemas complejos, y los de nuestra economía lo son, exigen, primero, un diagnóstico certero y, después, soluciones meditadas y rigurosas. Lo contrario sería como desmontar una bomba de relojería a martillazos: nos estallaría en la cara. Se necesita serenidad, paciencia y precisión, porque el terreno en el que nos movemos es extraordinariamente complicado.

Y al acercarnos a estos problemas las preguntas surgen por sí solas:

¿Cómo es posible, Señorías, que el número de parados en nuestro país haya crecido en 4.250.000 personas en poco más de cinco años?

¿Cómo es posible que las cuentas de nuestro sector público, que presentaban un superávit de dos puntos sobre el PIB, pasaran en sólo veinticuatro meses a un déficit del 11 por 100?

¿Cómo es posible que la deuda de nuestras Administraciones públicas, con la consiguiente carga de intereses, se duplicara en cuatro años?

¿Cómo es posible, Señorías, que el déficit de nuestra balanza con el exterior se multiplicara por cuatro entre 2003 y 2007?

¿Cómo es posible que la recaudación de ingresos del conjunto de las Administraciones Públicas se redujera en 68.000 millones de euros en dos años?

Les aseguro, señorías, que estas preguntas no son un ejercicio retórico, porque de sus respuestas sale una cifra estremecedora: seis millones de parados.

La verdad es que, ante la crisis que se inicia en 2007, ni se vio su alcance, ni se acertó en el diagnóstico. Y, a partir de ahí, todo lo que se podía hacer mal se hizo mal.

Y no acudo al pasado reciente, señorías, para buscar un burladero en el que refugiarme ante una situación tan dramática. En mi Debate de Investidura ya recordé que "en política, las herencias no se reciben a beneficio de inventario". Sobre lo que pasó antes de esa fecha, los españoles emitieron su juicio el 20 de noviembre de 2011 y éste es inapelable. Por lo tanto, nada de burladero; pero, si no somos capaces de responder con acierto a esas preguntas, no podrá hacerse un diagnóstico certero y, en consecuencia, no podrán adoptarse las terapias adecuadas.

En el año 2007 había ya indicadores muy claros que señalaban la crisis y su dimensión. Uno de ellos era especialmente potente: me refiero al brutal incremento del déficit de nuestra balanza de pagos por cuenta corriente; es decir, a nuestra brutal dependencia del exterior.

Señorías,

El mejor indicador de los desequilibrios de una economía es el déficit de su balanza de pagos. En la historia económica de España los problemas con el sector exterior han sido, siempre, motivo de ralentización, primero, y estrangulamiento, después, de la actividad económica. A continuación, venía también siempre un proceso de ajuste o, como se llamaba en otros tiempos, un plan de estabilización. Por el contrario, cuando la balanza por cuenta corriente arrojaba superávit, anticipaba el inicio de un ciclo expansivo con crecimiento económico y creación de empleo.

Pues bien, señorías, bajo la cobertura del euro, los mercados internacionales relegaron, por un tiempo, a un segundo plano el desequilibrio de nuestra cuenta corriente, lo que permitió financiar la fuerte expansión de la demanda interna, con la consecuencia derivada de que la deuda de la economía española frente al exterior llegó a más del 90 por 100 de nuestro Producto Interior Bruto. El gasto crecía sensiblemente por encima de la creación de riqueza; los préstamos a familias y empresas aumentaban en torno al 20 por 100 cada año, y los créditos se canalizaban, en buena medida, hacia la inversión en el sector inmobiliario --protegido, como ustedes saben, de la competencia exterior--; todo ello acompañado de una fuerte pérdida de competitividad.

Resultado final: la fuerte expansión de la demanda interna se saldó con un fortísimo aumento del endeudamiento ante el exterior. Para que se hagan una idea, Señorías, en 2007 el incremento de la deuda externa rondó los cien mil millones de euros. La magnitud del desequilibrio revelaba, ya entonces, la insostenibilidad de aquel patrón de crecimiento. No se hizo nada por corregirlo y, como consecuencia, nos dirigíamos a toda velocidad hacia una práctica suspensión de pagos.

Ésa fue la historia, señoras y señores diputados.

Pues bien, señorías, después de analizar tantas desventuras, permítanme darles una buena noticia: a falta de los datos del mes de diciembre, en los cinco meses anteriores, de julio a noviembre, la balanza de pagos por cuenta corriente española ya ha tenido superávit. Dicho de otra manera, no tenemos necesidad de financiación exterior y se reduce nuestra deuda externa. El dogal que con más fuerza atenazaba a la economía española ha dejado de estrangularnos.

¿Quiere esto decir que podemos sentarnos tranquilos y esperar a que la economía recupere, por sí misma, el ritmo de crecimiento y de la creación de empleo? En ningún caso. Esto sólo quiere decir que se ha removido uno de los obstáculos fundamentales para la reactivación económica.

Pero no tengan dudas, señorías, de que éste es el gran cambio económico de los últimos meses y de que el superávit de la balanza de pagos por cuenta corriente previsto para 2013 es el indicador más representativo del saneamiento de nuestra economía y constituye la base necesaria para la recuperación de la producción y del empleo.

Señorías,

España ha superado en 2012 los peores riesgos financieros y las mayores amenazas económicas que ha conocido en muchos años. Y al mismo tiempo, mediante un ambicioso plan de reformas, estamos cimentando toda la base de sustentación del nuevo modelo de crecimiento y empleo.

Hemos cumplido una doble tarea: evitar el naufragio que amenazaba a nuestro país y, sin perder un minuto, iniciar todas las reformas que exigía nuestro sistema productivo; unas reformas para que España sustituya todas las estructuras anquilosadas que le impiden aprovechar sus grandes potenciales y pueda desarrollar toda su capacidad real de crecimiento.

No diré que ha sido fácil. No lo ha sido. Ni fácil, ni agradable. Tampoco diré que lo haya entendido todo el mundo. Sólo diré una cosa: entre los que nos contemplan desde fuera nadie apostaba por España hace un año. Nadie. Pues bien, nadie desde fuera piensa hoy que España no logrará salir adelante.

Ésa es la diferencia que va de 2011 a 2013. Hemos dejado atrás la inminencia constante del desastre y ahora comenzamos a ver despejada la senda del futuro.

No pretendo atribuirme nada que no me corresponda, ni distribuir un optimismo vacío. Los españoles hemos logrado mucho, pero es muchísimo lo que queda por hacer antes de que podamos sentirnos satisfechos. Es evidente que no hemos llegado al final del viaje, pero hemos superado una etapa trascendental, porque de ella dependía todo lo que pueda venir después. Sin duda, la más difícil. Sería negar la evidencia no reconocer que el giro que ha experimentado nuestra situación ha sido muy considerable.

Me alegra poder decirlo, porque era muy importante que los españoles pudieran comprobar que los sacrificios no se hacen en vano, que estamos acertando y que, si hemos sido capaces de llegar hasta aquí, nada podrá impedirnos llegar hasta el final y nada lo impedirá.

Señorías,

Cuando llegamos al Gobierno, sabíamos que la tarea iba a ser dura, larga, difícil y llena de sinsabores. La sorpresa apareció en cuanto nos sentamos a trabajar.

Descubrimos con estupor que el déficit del conjunto de las Administraciones Públicas en 2011 se situaría en el 9 por 100 frente al 6 por 100 del que nos informó el Gobierno saliente cuando todavía estaba en funciones. ¿Quién podía imaginar que toparíamos con una desviación en el cumplimiento del objetivo de déficit del 50 por 100?

La necesidad de corregir esta desviación extra del déficit, unida a la recesión en que había entrado la economía en los últimos meses de 2011, nos obligaron a realizar inmediatamente ajustes en los ingresos y en los gastos para compensar ese desequilibrio adicional de treinta mil millones de euros. Para que Sus Señorías se hagan a la idea de lo que esa cifra representa, piensen que es similar a lo que la sociedad española le dedica al año a las prestaciones por desempleo.

La primera medida, pues, que tuvo que tomar este Gobierno en diciembre de 2011 fue dejar a un lado todos sus propósitos iniciales y salir al paso de esta gravísima situación de riesgo. Tiene gracia que se me recriminara entonces que dejara a un lado mis promesas electorales. En otras palabras, se me reprochaba por cumplir con mi deber y atender, no a lo que a mí me convenía, sino a lo que España necesitaba.

Señorías,

No me ha sido posible cumplir con algunos de mis compromisos electorales porque he tenido que cumplir mi deber como presidente del Gobierno.

No era el único reproche. Se nos acusaba, también, porque no comenzamos inmediatamente a crear puestos de trabajo. Pedir empleo cuando el país está en franca recesión económica no parecía algo muy razonable.

Naturalmente, se nos criticó porque las medidas que adoptamos eran duras. No era el Gobierno quien las imponía, sino la ruina que nos amenazaba. Era preciso actuar en un tiempo record y, lo que era peor, sin ninguna posibilidad de hacerlo gradualmente y sin un colchón financiero que pudiese amortiguar los golpes más duros.

Las decisiones tuvieron que ser duras por necesidad, pero por muy duras que fueran, no lo podían ser tanto como que no se tomara ninguna. Eso sí que hubiera sido verdaderamente duro, Señorías.

Es muy fácil hablar de los sacrificios, incluso de los sufrimientos que buena parte de la sociedad española ha soportado para que podamos salir del atolladero. De lo que no se habla es de los sacrificios y de los sufrimientos a que habríamos estado expuestos si el Gobierno no hubiera cambiado el rumbo de las cosas. Y no hace falta mucha imaginación para suponerlo. Basta con mirar a otros países de la Unión Europea.

Escogimos una senda temporal de renuncias y de estrecheces para evitar caer en un agujero de renuncias, de estrecheces y de desempleo permanentes.

Todo cuanto el Gobierno ha hecho a lo largo de estos doce meses ha estado dirigido al objetivo prioritario de no sucumbir ante la crisis. Hicimos lo que cualquier Gobierno responsable hubiera considerado su deber. Cumplimos con nuestro deber.

Como ya he dicho, la primera tarea a la que nos enfrentamos fue la de corregir un déficit público insostenible que, de haber seguido así, literalmente nos hubiera sacado de los mercados de capitales. Es que esto es muy importante: no habríamos podido cumplir nuestros compromisos de pago de la Deuda Pública.

La urgencia de la situación nos llevó a actuar desde el primer momento. Así, en el segundo Consejo de Ministros, como recordaba antes, el 30 de diciembre de 2011 se aprobó un paquete de medidas entre las que se incluyó el incremento del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas.

En esa medida y en las demás, tanto referidas a los ingresos como a los gastos, hemos buscado siempre el mayor nivel de equidad posible. Por ejemplo, Señorías, en el Impuesto de la Renta de las Personas Físicas el 80 por 100 del incremento de la recaudación derivada de la nueva norma lo soportan el 20 por 100 de los contribuyentes con mayores rentas.

Más tarde, hubo que tomar nuevas decisiones. Algunas muy dolorosas, como la subida del IVA; también Impuestos Especiales y, sobre todo, el Impuesto de Sociedades, cuyo aumento de recaudación supone más de la mitad del incremento de ingresos que el conjunto de estas medidas han producido.

Todo esto se ha traducido en unos incrementos de ingresos que superan los 11.200 millones de euros.

Y también en la reducción de los gastos se ha buscado mantener la máxima equidad. Por ejemplo, todas las partidas de los Presupuestos han sufrido recortes, menos las relativas a las prestaciones por desempleo y al sistema de pensiones. Dejo aparte, Señorías, el servicio de la Deuda Pública que no es susceptible de ajuste. Las pensiones subieron en 2012 un 1 por 100 y en 2013, un 2 por 100 las que no superan los mil euros al mes --casi siete millones de pensionistas-- y un 1 por 100 las restantes. No hemos podido actualizar las pensiones con arreglo al incremento del IPC, pero han subido. No se han congelado.

Hemos preservado, también, las prestaciones por desempleo, las contributivas y las no contributivas. Y no sólo se ha renovado el Plan PREPARA para aquellos parados de larga duración que han perdido el derecho a prestaciones y a subsidios, sino que se le da carácter automático a esa prórroga mientras el nivel de paro sea superior al 20 por 100 de la población activa. Hemos tenido en cuenta, además, la existencia de cargas familiares para aumentar la dotación económica de la ayuda.

A reservas de las cifras definitivas de ingresos y gastos del conjunto de las Administraciones Públicas en 2012, podemos avanzar que la reducción del déficit superará los veintiún mil millones de euros, repartido, aproximadamente, por mitades entre incremento de ingresos y reducción de gasto público. Y ello, Señorías, pese a que han aumentado sensiblemente aquellos gastos no discrecionales, sobre los que no tenemos control, como las prestaciones por desempleo y el aumento inevitable de los intereses de la Deuda Pública.

En mi discurso de investidura dije, textualmente: "Ése es el objetivo, ése es nuestro compromiso y a él nos vamos a atener: 16.500 millones de reducción de déficit en el año 2012." Dada la situación, la cifra ha tenido que ser mayor; pero, en cualquier caso, el compromiso está cumplido.

Señorías,

En un momento de recesión como el que sufrimos, ya les adelanto que en España el déficit público del pasado año 2012 ha estado por debajo del 7 por 100 del Producto Interior Bruto. Hemos conseguido reducir el llamado déficit estructural primario en tres puntos y medio del PIB, que es un ajuste sin precedentes en la historia de nuestra economía; un ajuste sobre el que quiero decir que han colaborado la mayor parte de las Administraciones Públicas en un esfuerzo colectivo que no puedo sino reconocer y agradecer. Y a esta colaboración ha contribuido, y mucho, la Ley de Estabilidad Presupuestaria, derivada de la reciente reforma de la Constitución que obliga a todas las Administraciones a ordenar sus cuentas públicas.

Además, no se ha abandonado a su suerte ni a las Comunidades Autónomas ni a las Corporaciones Locales. Se han tomado distintas medidas de apoyo a la liquidez, entre las que se encuentran las Líneas ICO, las Líneas de pago a proveedores, los adelantos de entregas a cuenta, la reestructuración de la deuda por las liquidaciones negativas de 2008 y 2009, y el Fondo de Liquidez Autonómica. Todo ello ha proporcionado un total de sesenta mil millones de euros a estas Administraciones, de los que casi la mitad, veintisiete mil millones de euros, son para el pago de la deuda a proveedores. ¿Imaginan lo que habría ocurrido si no hubiéramos hecho nada en este terreno? Que muchas Comunidades Autónomas, muchas, y Ayuntamientos habrían suspendido pagos, y que miles de empresas habrían cerrado por no poder cobrar los servicios prestados a estas Administraciones.

Señorías,

Ese apoyo a Comunidades Autónomas y Ayuntamientos ha permitido que, a cambio de control y rigor en las cuentas de las Administraciones, se haya mantenido el funcionamiento de la sanidad, la educación, los servicios sociales y, en general, los servicios básicos para el ciudadano.

Señoras y señores diputados,

La lucha contra el déficit público también se completa con la lucha contra el fraude fiscal. La recaudación por este concepto superó los 11.500 millones de euros en 2012 y, además, se han aflorado bases fiscales por encima de los cuarenta mil millones. A su vez, el Ministerio de Empleo y Seguridad Social ha intensificado sus labores de inspección, con el resultado de que se han aflorado 91.470 empleos sumergidos.

En resumen, estamos corrigiendo el déficit y estamos caminando juntas todas las Administraciones Públicas; pero todavía nos queda un largo camino en los próximos años, hasta que nuestras cuentas públicas se sitúen dentro de los límites que establecen nuestra Constitución y nuestro compromiso con el Pacto de Estabilidad y Crecimiento.

Señoras y señores diputados,

El sistema financiero es a la economía, y ya lo he repetido alguna que otra vez en esta Cámara, como el sistema circulatorio al cuerpo humano: si no fluye el riego sanguíneo, no hay vida. Si no hay crédito, no hay inversión; si no hay inversión, no hay crecimiento económico y, si no hay crecimiento económico, no hay generación de empleo.

Por tanto, el segundo eje de actuación de este Gobierno ha sido la reforma del sector financiero. Esta reforma ha tardado mucho tiempo en hacerse. Demasiado. Se inició en el año 2008, pero los pasos dados fueron débiles y cortos, erráticos a veces e ineficaces siempre. Prueba de ello es que el pasado mes de abril la situación de una parte de nuestro sistema financiero era tan crítica que puso en serio peligro de colapso al conjunto del sector.

Como no se habían hecho en su momento las cosas que había que hacer, nos encontramos con que los graves problemas del 30 por 100 de nuestro sistema financiero estaban afectando muy seriamente al conjunto del mismo, incluido el 70 por 100 que estaba saneado. Esa pérdida de tiempo, esas idas y venidas, y esos cambios que no eran sino maquillaje le han costado al erario español más de veinte mil millones de euros en pérdidas.

Este Gobierno fijó desde el principio una estrategia que consistía en: primero, obligar a las entidades a asumir sus pérdidas; después, recapitalizar y, por último, controlar las entidades dañadas, incluso en casos extremos con la nacionalización temporal de las mismas.

En esta materia, señorías, hemos tenido la inapreciable ayuda de la Unión Europea, del Fondo Monetario Internacional y, muy especialmente, del Banco Central Europeo.

Cuando en España algunos hablan de la Unión Europea como esa especie de madrastra que nos impone recortes y ajustes, conviene recordar que la parte dañada del sistema financiero español ha recibido del Mecanismo Europeo de Estabilidad cuarenta mil millones de euros en créditos al 0.5 por 100 y con diez años de carencia. Sin esa aportación, que no podía salir de recursos públicos nacionales ni de los mercados internacionales, hoy no habríamos sentado las bases de un sistema financiero estabilizado y viable, un sistema financiero solvente y transparente; en una palabra, un sistema confiable.

Pues bien, señorías, el proceso de saneamiento de los balances bancarios se completará de forma sustancial en 2013. Los primeros impactos positivos de estas medidas han sido patentes en el inicio de este año, cuando las entidades financieras españolas han logrado emitir 6.200 millones de euros en los mercados internacionales, lo que hace un año era, literalmente, impensable.

Por otra parte, la reestructuración del sistema financiero es una de las condiciones indispensables para estabilizar el sector de la vivienda en España. No hace falta que les señale la crisis que atraviesa y las nuevas expectativas que la normalización financiera implican para el mismo.

Señorías,

Las medidas de ajuste fiscal, la reestructuración de nuestro sistema financiero, las reformas estructurales y el apoyo del Banco Central Europeo han hecho ganar credibilidad a nuestra economía. Estas actuaciones, junto con los resultados de la Eurocumbre del pasado 29 de junio, en la que se consolidó una estrategia de integración para la zona euro en materia bancaria, fiscal, económica y política, han mejorado los problemas de liquidez a los que se veía sometida la economía española desde 2011.

A título de ejemplo, les recordaré que la prima de riesgo, que llegó a alcanzar los 638 puntos el 24 de julio del pasado año, se mueve hoy mismo en el entorno de los 350 puntos, una reducción del 45 por 100. Otra novedad a destacar es la vuelta de inversores extranjeros a las subastas de Deuda Pública estatal que llega, en algunos tramos, al 70 por 100.

Señor presidente, señoras y señores diputados,

El tercer eje de actuación de la política económica durante este año han sido las reformas estructurales.

En España, hasta no hace muchos años, cuando nos encontrábamos con dificultades para mantener los equilibrios económicos, acudíamos a la devaluación de nuestra moneda. Eso nos hacía más pobres como país respecto al resto del mundo, pero nos permitía incrementar nuestras exportaciones, mejorar nuestra balanza turística, restringir las importaciones y, en definitiva, ganar en competitividad.

Hoy eso no es posible y, por tanto, para hacer más flexible y competitiva a nuestra economía son necesarias profundas reformas estructurales que propicien la necesaria transformación de la economía española. Al principio de mi intervención les recordaba la dramática cifra del paro y les insistía en que todas las políticas que está desarrollando y vaya a desarrollar este Gobierno en el futuro no tienen más objetivo que darle la vuelta a esa situación insufrible. Todas las medidas, insisto, son instrumentos, escalones, para alcanzar el crecimiento económico y la creación de empleo.

El Gobierno ha asumido una ambiciosa agenda de reformas estructurales que resultan imprescindibles para adaptar la economía española y lograr que recupere, cuanto antes, un crecimiento sostenido y estable.

España es una economía abierta que, para financiar su crecimiento, ha dependido del sector exterior durante demasiado tiempo. Ahora que el entorno internacional de financiación se ha vuelto muy restrictivo, sólo mejorando nuestra competitividad podremos crecer sin tanta financiación externa.

Mejorar la competitividad de nuestra economía exige, señorías, corregir deficiencias muy arraigadas en nuestras instituciones económicas.

El caso del mercado laboral era, sin duda, uno de los ejemplos más claros. Las deficiencias del mismo han impuesto costes muy elevados al conjunto de la sociedad española, que se traducen en la destrucción masiva de empleo en los últimos cinco años, muy superior a la observada en los países de nuestro entorno.

Los objetivos de esta reforma laboral que el Gobierno acometió de inmediato son:

  • Primero, mejorar la empleabilidad de los trabajadores.
  • Segundo, facilitar la creación de empleo estable, reduciendo la dualidad actual.
  • Tercero, favorecer la flexibilidad interna para evitar la destrucción masiva de empleo.
  • Cuarto, acercar la negociación colectiva a la realidad de empresas y sectores.

Señorías,

Las empresas comienzan a hacer un uso significativo de las medidas alternativas a la rescisión de contratos. Gracias a una utilización responsable de los nuevos instrumentos legales, tanto por parte de las empresas, como de los trabajadores, se ha logrado atenuar la destrucción de empleo en un momento de grave recesión económica.

También se aprecia un aumento importante, aunque gradual, de algunas formas de contrato potenciadas por la reforma laboral. Destaca, especialmente, la evolución de los contratos de formación. Desde la entrada en vigor de la reforma se han firmado más de 55.000 contratos, lo que supone el mayor registro de los últimos cinco años. Además, ha crecido esta modalidad de contratación entre los trabajadores con niveles de cualificación más bajos y se han firmado ya 73.000 contratos de la nueva modalidad de apoyo a los emprendedores, de los cuales un 52 por 100 benefician a menores de treinta años.

Pero lo más importante, señorías, lo verdaderamente importante, es que ya vemos resultados tangibles de este nuevo marco y de la disposición de empresas y trabajadores a utilizar las posibilidades de flexibilidad interna que el mismo ofrece. Por ejemplo, empresas automovilísticas como Renault, Nissan, Audi, Ford e IVECO han decidido apostar por España, aumentando su fabricación, gracias a las nuevas condiciones pactadas con sus trabajadores.