Desayunos Informativos de Europa Press

Intervención del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy

11.12.2017

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Hotel Villa Magna, Madrid

Señora presidenta del Congreso de los Diputados; señor presidente del Senado; señora presidenta de la Comunidad de Madrid; señora vicepresidenta del Gobierno; señoras y señores ministros; señor presidente de la Comunidad de La Rioja; señor presidente de la Región de Murcia; secretarios de Estado; señoras y señores miembros de la mesa; patrocinadores; señoras y señores; queridas amigas y amigos,

Buenos días a todos y muchas gracias por su asistencia a este desayuno al que Europa Press ha tenido la gentileza de convocarnos a todos.

Estos Desayunos de Europa Press se han convertido desde hace ya unos cuantos años en un referente inexcusable para el diálogo, la reflexión y las propuestas sobre el futuro de España.

Ya les adelanto que es mi intención ser fiel a ese espíritu. Vengo a hablar de España, que es lo que a todos nos une por encima de nuestras distintas opiniones y nuestros distintos intereses. Vengo a hablar de nuestro pasado, muy poco, de nuestro presente y, mayormente, de nuestro futuro; de lo que, a mi modesto entender, más preocupa e interesa a los españoles.

Sé que lo hago en un momento muy especial, como se recordaba ahora aquí, en medio de la campaña electoral para las elecciones autonómicas catalanas del 21 de diciembre, a las que también me referiré, porque Cataluña es una parte fundamental de España. Estoy seguro de que todo lo referido a esas elecciones será una cuestión que abordaremos con más detenimiento en el coloquio posterior.

Señoras y señores,

Si miramos los datos del último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas, conocido el pasado martes, comprobaremos que lo que más preocupa a nuestros compatriotas, con mucha diferencia sobre cualquier otra cuestión, es el paro. Para el 65 por 100 de los españoles ese sigue siendo el problema más importante del país. Es cierto que esta cifra se ha reducido en cuatro puntos en apenas tres meses; pero no es menos cierto que duplica en grado de preocupación a cualquier otro problema que podamos mencionar y, sin duda, problemas no nos faltan.

Pues bien, este dato debe ser el primero que debe guiar cualquier acción política responsable y con auténtica sensibilidad social: si el paro es lo que más preocupa a la gente, nuestro principal objetivo debe ser acabar con él. Como he dicho en más de una ocasión, en política es fundamental acertar con las prioridades y el empleo sigue siendo la principal prioridad de mi Gobierno.

A nadie se le escapa que el alto nivel de desempleo que todavía padecemos es la última secuela de la gravísima crisis económica que hemos padecido; una crisis sin precedentes equiparables, que se prolongó durante cinco años, destruyó el 10 por 100 de nuestra riqueza y en la que desaparecieron 3.800.000 puestos de trabajo. Es cierto que a lo largo de este año hemos recuperado el PIB destruido; pero aún nos falta por recuperar un tercio del empleo que desapareció en esos años y ese es nuestro empeño principal.

Hubo mucha gente que pensó en aquellos momentos tan duros de los años 2012 y 2013 que España no podría superar la crisis; que tendríamos que renunciar a nuestra soberanía económica y pedir el rescate, o bien renunciar a nuestra pertenencia al euro, o, lo que era peor, renunciar a los fundamentos de nuestro sistema de bienestar social. Era de tal magnitud el descalabro económico que hablar de superar la crisis parecía entonces un ejercicio de puro voluntarismo más que una reflexión hija de análisis sincero y desapasionado de la realidad.

Creo que, si ahora mismo cualquiera de los aquí presentes --sea político, empresario, periodista o experto económico-- hace el ejercicio de remontarse cuatro años atrás, convendrá conmigo que no hubiera sido capaz de imaginar la situación actual de nuestro país. ¿O es que alguien hubiera podido predecir entonces que hoy íbamos a estar creciendo prácticamente al doble de la media de la zona euro y que es el tercer año consecutivo en que eso ocurre? ¿Acaso en aquellos negros días de 2013 alguien era capaz de sostener que España podría crear seiscientos mil empleos en un año, como va a suceder en este 2017, después de haber creado una media de medio millón de empleos en cada uno de los tres años anteriores?

Nadie apostaría entonces por que hoy pudiéramos estar viviendo en una situación como la presente. De hecho, y sin que suene a jactancioso, me gustaría recordar que durante estos años, las principales instituciones económicas nacionales e internacionales (Fondo Monetario Internacional, OCDE y también la Comisión Europea) se han visto siempre obligadas a revisar al alza sus previsiones sobre nuestro país.

La economía española hoy crea medio millón de empleos cada año y no es una casualidad, porque ha sucedido lo mismo en los tres últimos años. Y añado: así debe seguir al menos durante dos años más para alcanzar nuestro objetivo de contar con veinte millones de españoles trabajando en el año 2020.

El resto de indicadores dibujan el paisaje de una economía saneada y en expansión:

- España encadena ya cuatro años consecutivos de expansión creciendo a un ritmo superior al 3 por 100, casi el doble de la media de la zona euro y muy por encima de los grandes países como Alemania, Francia o Italia. Este año 2017 lo cerraremos con un crecimiento del PIB del 3,1 por 100, de nuevo por encima de la media de la zona euro

- La economía española es hoy mucho más competitiva y volcada al exterior. Exportamos un tercio de nuestro PIB y ello nos ha permitido, por primera vez en nuestra historia económica, encadenar varios años de saldo exterior positivo, también en este 2017. Dicho de otra manera, crecemos con nuestros propios recursos, sin recurrir al endeudamiento

- Todos los indicadores cualitativos muestran una tendencia ascendente. Solo a modo de ejemplo, les citaré algunos de este mes de diciembre:

  • El índice manufacturero alcanza su nivel más alto desde febrero de 2007.
  • La deuda financiera de las familias y de las empresas se sitúa a niveles de 2006.
  • El número de hipotecas de viviendas crece más del 9 por 100.
  • La recaudación en cotizaciones sociales crece más de un 5 por 100 en términos anuales, en lo que supone la mejor cifra desde 2006.
  • Las cifras de gran consumo crecen más de un 4 por 100.

Así podría seguir un largo rato, pero les ahorro más detalles porque creo que mi razonamiento ya está suficientemente apoyado en datos objetivos.

Señoras y señores,

Estos son datos del mes de diciembre, una pequeña muestra de la situación actual, pero nos sirven para dar la imagen exacta del enorme trabajo realizado por los españoles para salir de la crisis.

Y hasta aquí la breve referencia a nuestro pasado y a nuestro presente, que solo he querido traerla a colación para compartir con ustedes la principal conclusión que se puede extraer de ella: la sociedad española ha demostrado que puede salir de situaciones aparentemente imposibles y lo ha hecho con fuerza y determinación. Y esa certeza que hemos vuelto a confirmar, la energía y la capacidad de superación de la sociedad española, es la que debe marcar el límite de nuestras ambiciones y nuestros proyectos de cara al futuro.

Ahora hablemos de ese futuro. ¿A qué podemos aspirar? ¿Qué les podemos decir a esos españoles que siguen considerando el paro como el principal problema del país? ¿Cómo hacer frente a los nuevos problemas que tenemos ante nosotros?

Yo les puedo asegurar desde aquí que, si seguimos haciendo las cosas bien, con perseverancia, con determinación y con estabilidad, podemos aventurar que las cosas seguirán mejorando notablemente en los próximos meses y años. Hay un horizonte claro de seguridad y prosperidad que los españoles pueden esperar de cara al futuro más inmediato, y que se define en parámetros como los siguientes:

  • La economía crecerá una media de, al menos, el 2,5 por 100 hasta 2020
  • Este crecimiento económico seguirá trasladándose de manera intensa al empleo. Podemos acabar 2019 con veinte millones de ocupados y reducir la tasa de paro al 11 por 100. Les recuerdo que ha llegado a estar en más del 26 por 100
  • El año que viene el déficit público, que llegó a ser del 11 por 100, descenderá por debajo del 3 pro 100, con lo que saldremos del Procedimiento de Déficit Excesivo y podremos estar en 2020 cerca del equilibrio presupuestario
  • Esta corrección también se trasladará a otras magnitudes económicas como la deuda pública, que puede descender hasta siete puntos porcentuales. Nuestro objetivo es que en 2020 se sitúe en torno al 91 por 100.
  • Y mantendremos nuestro superávit en la balanza por cuenta corriente en torno al 2 por 100.

En definitiva, podemos completar satisfactoriamente la ingente tarea que comenzamos hace ahora seis años cuando llegamos al Gobierno. El objetivo no es solo recuperar la riqueza y el empleo perdidos; es hacerlo con una profunda transformación de nuestra economía que nos permita garantizar nuestro modelo de bienestar y protección social.

El futuro de las pensiones, de las becas, de la sanidad pública, de las ayudas a las familias, de la calidad de nuestros servicios, la educación…., todo eso depende del éxito en la gestión económica. Existen en España catorce millones de personas que cada mes perciben algún tipo de renta pública; la mayoría, pensionistas. La tranquilidad de todas esas personas depende, principalmente, de una buena política económica que permita mantener nuestro sistema de protección social.

No es posible hacer política social sin recursos y los recursos solo pueden venir de una economía saneada y próspera. Las pensiones no se pagan con discursos, se pagan con las cotizaciones sociales; las becas no caen del cielo, son producto de los ingresos públicos; la sanidad pública no mejora por arte de magia, sino por una gestión eficaz de los recursos disponibles, siempre limitados.

Señoras y señores,

No queremos cuadrar las cuentas para presumir de ser los alumnos más aplicados de la clase; queremos hacerlo porque sabemos que esa es la única manera de mantener un sistema de protección social que es, desde hace tiempo, una de las señas de identidad de la España democrática que nació hace cuarenta años.

¿Y qué debemos hacer para ello? Seguir apostando por la fórmula que tan buenos resultados nos ha brindado: la estabilidad presupuestaria y las reformas.

Por ello resulta fundamental, y para mí será una prioridad, aprobar lo antes posible unos Presupuestos Generales del Estado para el año 2018. La aprobación de los Presupuestos, no solo conforma un escenario que ofrece seguridad y previsibilidad a los distintos agentes económicos; también supone un indudable mensaje de seguridad política, de estabilidad de país. Así se valoraron dentro y fuera de España los Presupuestos de este año, y yo espero que la responsabilidad de todos nos permita repetir la operación en 2018. Soy optimista y dedicaré todos los esfuerzos a conseguir ese objetivo.

Además, necesitamos adoptar nuevas medidas dirigidas a la creación de empleo. Se trata de mejorar las políticas activas y de formación: atender a la formación digital de los jóvenes, pero también de los parados de larga duración. Del éxito que tengamos en ese empeño dependerá el ritmo de creación de empleo, pero también la calidad del mismo; un elemento que resulta fundamental en cualquier política de lucha contra la desigualdad.

También tenemos que seguir mejorando el funcionamiento de nuestros mercados, fortaleciendo la unidad de mercado y avanzando en la eliminación de trabas administrativas. En esa filosofía de una mejor administración y más trasparente para el ciudadano, se encuadra la aprobación el jueves pasado, en Consejo de Ministros, del Plan Anual Normativo de la Administración General del Estado. Se trata de un instrumento en el que se pretende racionalizar y dar coherencia a la tarea legislativa, y, a la vez, dar a conocer a los distintos agentes las previsiones del Gobierno, con lo que se refuerza la seguridad jurídica.

Asimismo, debemos contemplar mejoras en el apoyo a la actividad emprendedora sobre dos ejes: una estrategia de internacionalización con una planificación a diez años y una política que fomente un mayor tamaño de nuestras empresas. Ese también debe ser un gran objetivo a medio plazo. Las empresas más grandes son más sólidas, pueden afrontar mejor las crisis y pueden dedicar más recursos a innovación y formación. En definitiva, unas empresas más grandes hacen a los países más estables y más seguros.

Y, por último, quiero referirme a una cuestión a la que mi Gobierno da una enorme importancia: la Agenda Digital. Creo que no exagero si digo que lo digital nos sitúa ante una transformación social de, al menos, la misma profundidad de lo que supuso en su momento la revolución industrial. Se trata de un cambio de paradigma que ya está afectando a la economía, a los modelos de negocio, de consumo y de conformación social. No hay excusa para que España no esté en primera línea de esos cambios. Afortunadamente, contamos con una de las mejores infraestructuras digitales del mundo y ahora debemos, como decía hace un momento, atender a la formación digital de toda la sociedad. Todos debemos ser muy conscientes de que en este empeño se juega buena parte de lo que puede ser España en las próximas décadas y mi Gobierno hará todo lo posible por exprimir las enormes potencialidades que nos brinda la economía digital.

Señoras y señores,

No quiero extenderme ahora mucho más sobre estos aspectos; podemos hacerlo luego, si quieren. Solo quiero subrayar un hecho: sabemos lo que hay que hacer para garantizar un crecimiento sostenido e inclusivo de nuestra economía para los próximos años. Existe un plan que, lo mismo que ha servido para sacarnos de la peor crisis de nuestra historia, puede permitirnos ahora encarar una época de bonanza y tranquilidad para muchos años; un plan para mejorar la vida de nuestra generación pero, sobre todo, para ofrecer a las generaciones venideras un mejor país para desarrollar sus proyectos vitales.

Señoras y señores.

Bien es verdad que, antes de cualquier plan económico, cualquier diseño de futuro o cualquier presupuesto de actuación, es preciso dejar sentado un requisito previo que ha de quedar fuera de cualquier discusión: me refiero a la seguridad jurídica y al respeto al Estado de Derecho. Si me permiten la licencia, les diría que ambos principios son "prepolíticos"; es decir, en los países civilizados, y España lo es, se sitúan por encima del legítimo y saludable debate político. Más aún, amparan ese debate y garantizan que se produce en un marco de convivencia, de juego limpio y de respeto a los derechos de todos.

Durante estos cuarenta años nuestra vida en común ha sido, en términos generales, tan pacífica, tan democrática y tan satisfactoria que el reconocimiento de los fundamentos básicos de nuestra concordia cívica pudiera llegar a parecernos una rutina, un conjunto de frases hechas: el Estado de Derecho, la igualdad de las personas ante la Ley, el respeto a las minorías, la seguridad, etcétera. Permítanme que les lea una frase de Giovanni Sartori que es muy adecuada a este respecto: "Las democracias en su gris funcionamiento cotidiano merecen poco crédito; pero una cosa es quejarse de su funcionamiento cotidiano y otra cosa es desacreditarlas por principio. El verdadero peligro que amenaza a una democracia que oficialmente ya no tiene enemigos está en reclamar una verdadera democracia que trasciende y repudia la Ley".

Pues bien, señoras y señores, a la luz de los acontecimientos que hemos vivido en Cataluña en las últimas semanas, todos hemos recuperado la percepción exacta del alcance y de la importancia de esos valores democráticos. Todos hemos aprendido la realidad y la importancia de lo que estaba en juego.

Las personas necesitamos vivir en sociedad, saber qué podemos esperar de los demás. Necesitamos previsibilidad, conocer los límites para actuar y disponer de un sistema que nos permita diseñar y realizar un proyecto de vida. Si ese sistema no existe, es imprevisible o se puede cambiar al albur del más fuerte, la sociedad se resiente.

Sin Derecho no puede haber sociedades libres. O la Ley es el eje de gravedad de la convivencia, o cualquier sociedad se atomiza en un sinfín de conflictos que acaban por destrozar la convivencia. Cuando se rompe la Ley --la Ley democrática--, la sociedad en su conjunto se resiente y se allana el camino hacia la sinrazón generalizada y el caos. Surgen el miedo, la inseguridad y la zozobra, se rompe la convivencia y se acaba liquidando el bienestar.

Sin respeto a la Ley no puede haber ni seguridad jurídica ni libertad, y sin éstas no puede haber riqueza.

Eso es tan cierto como el hecho de que tres mil empresas, entre ellas, las más importantes de Cataluña, hayan cambiado su sede social, y en muchos casos también la fiscal, huyendo de la zozobra y la inseguridad jurídica. Es tan cierto como los innumerables indicadores económicos que demuestran que la economía catalana, uno de los motores más potentes de la economía española, se ha gripado a causa del independentismo. El empleo, la inversión, las matriculaciones de vehículos, el turismo, los visados de vivienda, las exportaciones…, sea cual sea el indicador que miremos, en todos ellos se reflejan las consecuencias letales de la incertidumbre y de la falta de seguridad.

Por eso una de las razones fundamentales que llevaron a mi Gobierno a activar el artículo 155 de la Constitución ha sido poner fin al gravísimo deterioro económico que la desobediencia y la deslealtad del que fue Gobierno de la Generalitat estaba causando a Cataluña y, por extensión, al resto de España.

En cualquier caso, lo más importante de todo lo que tengo que decir sobre este asunto es lo que viene ahora: yo creo firmemente que ese daño se puede revertir rápidamente y se puede revertir si a partir del próximo día 21 se abre en Cataluña una nueva etapa en la que quede definitivamente superada la política de desafío constante y desobediencia que ha marcado los últimos tiempos.

Sea cual sea el resultado de esas elecciones, existe algo sobre lo que ya no se albergan dudas: en España la Ley se cumple y así va a seguir siéndolo. El Estado de Derecho ha demostrado que tiene mecanismos democráticos y eficaces para defenderse de quienes pretenden liquidarlo.

Se ha demostrado que la democracia funciona: todo el mundo ha cumplido con su deber, la legalidad ha sido restituida en cuestión de horas, hemos descubierto la calidad de nuestras leyes y la solidez de nuestras instituciones y, de paso, también hemos comprobado la profundidad de nuestro sentimiento nacional.

Por todo ello, lo que cabe esperar es que los independentistas catalanes a partir de ahora asuman que pueden luchar por sus ideas, porque España es una democracia, pero siempre dentro de la legalidad, porque España es una democracia.

A partir del día 21, instalados en la normalidad y en la seguridad que brindan las leyes, todos tendremos que hacer un esfuerzo para recuperar la confianza de los inversores en Cataluña y para revertir cuanto antes las dramáticas consecuencias de lo ocurrido en estos meses.

Como saben, la crisis política de Cataluña ha llevado al Gobierno a revisar las previsiones de crecimiento para el próximo año. Se trata de una elemental medida de prudencia a la vista de todo lo ocurrido. Pero también les aseguro que, si la situación se normaliza definitivamente y en breve, si las dudas se despejan y si el próximo Gobierno de Cataluña marca una agenda distinta a la ruptura, el enfrentamiento y la ilegalidad, Cataluña y España pueden protagonizar un gran salto adelante y volver a crecer a niveles cercanos al 3 por 100, o incluso superarlo, como ha ocurrido en los años 2015, 2016 y 2017.

Ese debería ser el objetivo de todos los protagonistas políticos, independientemente de las propuestas, las ideas, los sueños y las ensoñaciones, porque de ese nivel de crecimiento depende el futuro de los catalanes y la solvencia de sus instituciones. Y ojalá todo el mundo lo pensara así.

Y termino ya.

Europa Press ha celebrado este año que estamos a punto de cerrar sus sesenta años de vida, que coinciden con una de las etapas más atractivas y dinámicas de nuestra historia, de la España. En esos sesenta años España se abrió al mundo; fue capaz de protagonizar una admirable transición democrática; alumbró una democracia ejemplar; sentó las bases de un sólido sistema de bienestar y uno de los sistema políticos más descentralizados del mundo; pasó a formar parte de todos los organismos occidentales; se integró en Europa; participó activamente en la fundación del euro e, incluso, asistimos a un cambio en la Jefatura del Estado, un cambio sosegado y tranquilo, algo muy poco frecuente en nuestra azarosa historia. Más recientemente se ha evitado el rescate del país y ahora acabamos de defender nuestra convivencia de uno de los más graves ataques de que ha sido objeto.

Esto es, entre otras cosas, lo que ha pasado en España en los últimos años aunque, como saben ustedes, esto nunca será noticia, porque las buenas noticias nunca son noticia, sino que las que lo son son las demás.

Pero lo cierto es que, como les decía al inicio de esta intervención, la sociedad española ha demostrado que puede salir de situaciones aparentemente imposibles y siempre lo ha hecho con energía y con determinación. Esa debe ser la medida de nuestras ambiciones.

A partir de ahora, señoras y señores, señor moderador, quedo a su disposición. Muchas gracias.

(Transcripción editada por la Secretaría de Estado de Comunicación)