Intervención del presidente, Mariano Rajoy

6.11.2014

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Señor director general de la Agencia Espacial Europea; señor ministro de Industria; autoridades; estimados investigadores, científicos y personal de ESAC; señor alcalde; señoras y señores,

En 1865 varios científicos norteamericanos se dispusieron a organizar, con los conocimientos científicos de su tiempo, un primer viaje a la Luna. Estos visionarios, convencidos de las posibilidades infinitas que la ciencia abre al hombre, pensaron que la aventura espacial era una empresa de interés universal, que era un derecho y un deber de toda la Tierra intervenir en los asuntos de su satélite.

Así pues, decidieron pedir a cada pueblo su cooperación financiera y abrieron una suscripción de fondos al mundo entero cuyo éxito superó todas las esperanzas. Algunos países se distinguieron por su generosidad, a otros les costó algo más. "Cuestión de temperamento" dijeron los periódicos de la época.

Rusia entregó cerca de millón y medio de francos; Francia, más de 250.000; Austria, más de medio millón; Turquía casi alcanzó los 350.000 francos e, incluso, Portugal superó ampliamente los 100.000. En España, con el pretexto de que se tenían que terminar los ferrocarriles, fue imposible reunir más de 110 reales, algo más de 59 francos. Yo no estaba entonces en el Gobierno.

"La verdad es que la ciencia no está muy bien vista en este país" decía Julio Verne en su obra "De la Tierra a la Luna", la novela en la que imaginó esta primera agrupación de intereses multinacionales para la exploración del espacio que les acabo de contar.

Hace siglo y medio no salíamos muy bien parados en los relatos de quien fusionó la fantasía y los conocimientos de su siglo, quien anticipó grandes hallazgos científicos y tecnológicos de la Humanidad que sólo se hicieron realidad mucho tiempo después.

Tengo que dar algo de razón a Julio Verne: seguimos haciendo ferrocarriles, pero de última generación, y exportamos nuestra tecnología a países y continentes que ni siquiera el extraordinario escritor francés pudo predecir.

Sin embargo, con la ventaja del tiempo transcurrido a nuestro favor, ya podemos llevarle la contraria a Julio Verne sobre la ciencia en la España actual. España es hoy un país con vocación e inquietudes científicas, una sociedad innovadora y avanzada, con madurez tecnológica y empresarial. En España hay talento y empuje, capacidad y ambición, lo que nos ha permitido convertirnos en la décima potencia científica del mundo. Es verdad que en España no tenemos habitualmente ni hacemos un gran esfuerzo para contar lo bueno; preferimos contar otras cosas, pero somos la décima potencia científica del mundo.

Los avances científicos y tecnológicos, y la generación de conocimiento, son esenciales para nuestro progreso económico, social e intelectual como sociedad. La ciencia, como aquí se ha dicho y ustedes saben mejor que yo, no es algo abstracto o teórico ajeno a la vida cotidiana de los ciudadanos. La investigación científica tiene impacto social y económico, crea bienestar y crea riqueza, y es un pilar fundamental, como se ha recordado hoy también, de la competitividad.

La ciencia debe instalarse todo lo que se pueda en el tejido productivo y el sector público y el sector privado han de establecer un marco de objetivos compartidos. La Administración y la empresa deben complementarse y articular, así, un sistema de ciencia más eficiente e innovador.

Por un lado, nos corresponde a las Administraciones procurar un entorno competitivo, con una regulación previsible e incentivos estables, y evitar la dispersión de iniciativas para, con todo ello, reforzar la eficacia de nuestro sistema de ciencia y que los investigadores desarrollen su talento en un ámbito de libertad y de oportunidades.

Por otro lado, el sector privado puede aportar una visión mucho más apegada a las necesidades reales de la sociedad y a las capacidades de su estructura empresarial, y ayudar a canalizar los esfuerzos de los investigadores y emprendedores hacia los retos del presente. Las empresas españolas deben apostar más por la investigación e invertir en sus proyectos al nivel de nuestros países vecinos.

Administraciones y empresas actuamos en planos diferentes, pero estamos obligados a que el impulso sea conjunto. Tenemos que conseguir que las ideas se conviertan en realidad y, a su vez, en mejoras sociales y económicas.

Señoras y señores,

Hace unos minutos subrayé que la ciencia es un referente imprescindible para un mañana más próspero, pero ahora estamos construyendo el presente necesario para ese mañana.

En esa tarea el sector espacial desempeña un papel estratégico. En las últimas décadas, el espacio ha pasado de ser un patrimonio estrictamente científico a formar parte esencial del sistema económico y de nuestra vida cotidiana.

El sector espacial proporciona servicios sin los que no podría desenvolverse la sociedad actual: sistemas de navegación GPS, telecomunicaciones por satélite, seguridad y defensa, o la misma predicción meteorológica que escuchamos cada día en la radio o vemos en la televisión.

Estamos ante un sector de una alta productividad, de alto valor añadido, generador de empleo cualificado y con un marcado carácter exportador. Es un ámbito clave para aumentar la competitividad de la industria por su alto contenido en I+D y por los usos derivados que su tecnología genera en otros sectores.

Sin embargo, la complejidad tecnológica de los proyectos que se abordan en materia espacial, así como su elevado coste, hacen que las actuaciones sean inaccesibles para un solo país. La solución, en el escenario global en el que nos desenvolvemos, requiere, como en tantas facetas de la vida, aunar esfuerzos.

Desde hace cincuenta años, como aquí se ha recordado, la Agencia Espacial Europea es nuestra ventana al espacio. La ESA es un claro ejemplo de la fuerza del proyecto europeo. La ESA es el organismo de colaboración industrial de mayor éxito en la historia reciente de Europa, porque ha sido capaz de asegurar un flujo estable de investigación de categoría mundial que garantiza la competitividad europea a largo plazo.

La Agencia ha sido, históricamente, el vehículo para desarrollar proyectos en el sector espacial a través de la inversión pública, una inversión que alcanzará, aproximadamente, los veinticinco mil millones de euros entre 2014 y 2020, y, al mismo tiempo, ha sido el instrumento para potenciar nuestro liderazgo en los mercados tecnológicos internacionales.

Es para mí, como presidente del Gobierno de España y, si me lo permiten, también como ciudadano español, una satisfacción acompañarles en la celebración de este primer medio siglo de historia y por ello quiero agradecer al director general de la ESA su amable invitación, y a todo el personal de este centro su cordial acogida.

Queridos amigos,

Ya se ha dicho: somos veinte los países que formamos parte de la ESA, veinte naciones que aspiran a liderar la "economía del conocimiento" a través de la excelencia institucional e investigadora de la Agencia Espacial Europea. Y España --lo recordaba el Director ahora-- tiene el privilegio de ser uno de los fundadores.

Somos un actor clave y necesario para la Agencia --ocupamos, es verdad, el quinto lugar en Europa por facturación y empleo--, y somos uno de los pocos países con posibilidades para diseñar, fabricar y operar satélites completos. Este potencial identifica las capacidades industriales de nuestro país, la "Marca España", con las tecnologías más avanzadas.

El sector espacial español está formado por un conjunto de empresas que incluye, tanto fabricantes de satélites y cohetes lanzadores, como operadores de satélites. En conjunto, estas empresas facturan más de setecientos millones de euros en un sector exportador, muy competitivo y de alta cualificación.

La participación de España en la ESA ha tenido un papel fundamental en el crecimiento del sector. A través de la misma, la industria ha pasado de producir equipos reducidos de poco valor añadido a ser capaz de diseñar y fabricar satélites completos de gran complejidad.

Podríamos citar numerosos ejemplos de la elevada capacitación de la industria espacial española; pero hoy, ante ustedes, quiero destacar los dos contratos conseguidos por la empresa SENER y la División de Defensa y Espacio de Airbus CASA, rubricados esta misma mañana, aquí, ante el director general de la ESA y el ministro de Industria. Estos contratos, relativos a las misiones "Cheops" y "Proba-3", y ganados en dura competencia, suponen un hito para nuestra industria, pues implican el liderazgo de dos empresas españolas en ambos proyectos. Quiero felicitar al Director y Presidente de estas empresas que hoy nos acompañan.

Voy a ir poniendo fin a mi intervención, pero aprovecho esta oportunidad para mostrar el respaldo del Gobierno al sector espacial español. Tras unos años, el Gobierno que presido ha retomado con firmeza el compromiso de España con la industria espacial.

El pasado mes de julio el Consejo de Ministros aprobó el Acuerdo por el que se modifican los límites para adquirir compromisos de gastos para atender la financiación, a través de la ESA, de la participación española en programas espaciales: de los 1.024 millones de euros aprobados en 2013, hemos pasado a 1.368,5 millones de euros para el período 2015-2022.

Así pues, en el próximo Consejo Ministerial de la ESA España compromete 344,5 millones de euros para nuevos programas optativos, donde se incluyen los fondos para la financiación de un "centro incubador" o vivero de empresas en Madrid, y se garantizará una contribución anual nacional de 152 millones. Nos gustaría, señor Director, participar en dos proyectos: lanzadora de satélites y gestión residuos o basuras espaciales.

Confiamos en la cooperación pública a través de la ESA como el medio idóneo para la capacitación y la proyección internacional de la industria espacial española. Nuestro compromiso como socio y fundador de la Agencia Espacial Europea, y quiero insistir en ello, es firme y duradero.

Ha sido muy interesante y, por qué no decirlo, un orgullo ver sobre el terreno el magnífico trabajo que llevan a cabo los más de 350 empleados, de casi una treintena de nacionalidades, de este Centro Europeo de Astronomía Espacial bajo la dirección del doctor Giménez Cañete. Estoy gratamente sorprendido de las instalaciones que alberga y de la extraordinaria exigencia científica de los investigadores y de sus proyectos. La importancia estratégica de este Centro que alberga la "biblioteca del Universo" es un estímulo para reafirmar nuestro compromiso con la ciencia.

He leído recientemente que el conocimiento científico es, posiblemente, la única guía para orientarnos en el laberinto del siglo XXI. Permítanme decirles que está en sus manos escribir cada una de estas páginas.

Muchísimas gracias por su atención.