Intervención del presidente del Gobierno en el Foro Joly Andalucía

11.5.2018

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D. José Joly, presidente del Grupo Joly. D. Braulio Medel, presidente de la Fundación Unicaja- D. David Fernández, director del Diario de Cádiz, señora ministra, señora presidenta de la Diputación, señor obispo.

Señoras y señores, queridas amigas y amigos.

Para mí es un gran honor participar en el Foro Joly de Andalucía, sin duda alguna, una de las tribunas más prestigiosas de España.

Es una satisfacción hacerlo además para clausurar los actos de celebración del 150 aniversario del Diario de Cádiz, que se han venido desarrollando -como hace un momento nos contaba su presidente- a lo largo de los últimos meses.

Además de la felicitación por ese cumpleaños y esa longevidad que tan pocos proyectos periodísticos consiguen alcanzar, es obligado también reconocer en el Diario de Cádiz una vocación editorial que supuso, desde el momento de su nacimiento, un planteamiento innovador. Es el primer periódico que nace independiente de posiciones políticas y que prima la información sobre la opinión. Tal vez por eso, por haber sido capaces de adelantarse a su tiempo, podemos celebrar hoy esos 150 años de historia.

Y en esa misma línea de anticiparse a las inquietudes de los gaditanos, nació, hace casi 15 años, el Foro Joly, que hoy nos convoca. Un foro que siempre ha respondido a su vocación declarada de "vislumbrar soluciones para aquellos asuntos que más preocupan a los ciudadanos".

Señoras y señores, es un honor estar en esta tribuna, y además es un placer volver a Cádiz. Y más aún en este año 2018, en el que celebramos los 40 años de nuestra Constitución.

Cádiz es la ciudad santuario del Constitucionalismo español, y este Oratorio de San Felipe Neri es, sin duda, su gran templo.

Aquí comenzó la historia constitucional de España, con aquellas Cortes de Cádiz que sentaron las bases políticas de la España contemporánea. Lo hicieron, literalmente, bajo el fuego del enemigo. Pero consiguieron definir las ideas claves del constitucionalismo español:

• La idea de una tradición de instituciones libres.

• La soberanía de la Nación, que afirmaba su independencia y su derecho a disponer de su destino.

• La libertad de expresión, que permitió dar el primer paso para identificar a la Nación con sus representantes, responsables ante el pueblo.

• La restauración de las Cortes como órgano de representación.

• La defensa de la libertad y de la igualdad de todos los españoles ante la Ley.

Como escribió con acierto Pérez Galdós en su Episodio Nacional dedicado precisamente a aquellas Cortes: "El reloj de la historia señaló con campanada, no por todos oída, su última hora, y realizóse en España uno de los principales dobleces del tiempo".

Pues bien, las aspiraciones y sueños que en 1812 nacieron en Cádiz fructificaron, al fin, en la Constitución de 1978,- otra de esas "dobleces del tiempo"- la cual alumbró la España actual, la mejor España de la Historia.

Porque, en los últimos 40 años, España, uno de los tres Estado-nación más antiguos de Europa, se ha convertido en una democracia ejemplar, con un Estado de derecho fuerte que garantiza los derechos y las libertades de sus ciudadanos.

La transformación de España -aunque algunos no se lo crean- en los últimos 40 años ha sido increíble. Miremos el aspecto de la realidad que miremos. Comparemos los datos y estadísticas que comparemos.

La España constitucional es uno de los países que más se ha desarrollado y avanzado en las últimas décadas, llevando progreso y bienestar a la vida de los españoles, de un modo antes desconocido en nuestra Historia.

En economía, la transformación, en estos 40 años, ha sido radical. Hemos multiplicado nuestro PIB por más de seis, y nuestra renta per cápita por más de cinco, convirtiéndonos actualmente en la decimocuarta economía del mundo y en la cuarta de la Unión Europea.

Somos una de las economías más competitivas del mundo. Según la OMC, el decimosexto exportador de bienes y el undécimo de servicios del planeta.

Somos, además, uno de los destinos más atractivos para la inversión. España ocupa la posición número quince como receptor de inversión extranjera directa.

Y, al mismo tiempo, somos un importante inversor en el resto del mundo. En América Latina, en concreto, ocupamos la segunda posición.

Las empresas españolas acometen la realización de algunas de las obras públicas más ambiciosas de nuestro tiempo. España es, además, uno de los países con mejores infraestructuras del mundo. Tenemos más kilómetros de autovías y autopistas que ningún país europeo (por sorprendente que eso pueda parecer), más de 16.000. Gozamos de la segunda red de alta velocidad ferroviaria del mundo, tras China. Y tenemos unos magníficos puertos y aeropuertos, así como unas infraestructuras digitales que están a la vanguardia y que se han desarrollado exponencialmente en los últimos años.

Y estas infraestructuras -unidas a nuestra oferta única de recursos naturales y culturales y a nuestro gran desarrollo social y económico- han hecho que el Foro Económico Mundial haya vuelto a elegir a España como el destino turístico más competitivo del mundo. Y en 2017, nuestra industria turística ha vuelto a batir todos los records. Somos el segundo país más visitado del mundo, tras Francia, y el segundo que más recauda por turismo, tras EE UU.

Pero el cambio en nuestro país en estos cuarenta años tiene también otras muchas caras y otras muchas expresiones. España y los españoles gozamos hoy de un Estado de bienestar como el que existe en muy pocos lugares. Repito, un Estado de bienestar como existe en muy poco lugares. Nuestras pensiones, sanidad, educación y prestaciones sociales son de las mejores. Permítanme que me detenga en una de ellas: la Sanidad Pública que, según los rankings más recientes, es una de las mejores del mundo.

Somos, desde hace ya 25 años, líderes mundiales en donación y en trasplante de órganos, y en 2017 hemos vuelto a batir todos nuestros records. A nadie se le escapa lo que esto significa, primero sobre el carácter solidario de los españoles, y, segundo, sobre el nivel de excelencia y calidad de nuestra medicina. Somos también el segundo país con la esperanza de vida más alta del mundo, tras Japón. Este es otro de esos datos que admiten pocas discusiones.

Señoras y señores, vemos que el progreso económico y el bienestar de la España actual es indiscutible, pero la Constitución de 1978 nos trajo otros muchos bienes. Nuestro papel en el mundo también se ha reforzado. Ingresamos en la Unión Europea -donde formamos parte del Euro desde el primer momento- y también en la OTAN. Además, en los últimos 40 años hemos formado parte en cinco ocasiones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, hemos conseguido asiento en el G-20 y fomentado las Cumbres Iberoamericanas -una de ellas se celebró aquí, en Cádiz, hace seis años casi; yo estuve aquí- y además, hemos fomentado también otros foros como la Unión por el Mediterráneo. Somos un país cuya voz cada vez tiene más eco en el mundo.

Nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado han hecho de España uno de los países más seguros del mundo, y han sido esenciales en la victoria del Estado de Derecho contra el terrorismo de ETA. Una victoria de España y de los españoles que estará siempre coronada por la dignidad y por la memoria de las víctimas.

Son muchos los ejemplos y las materias en los que podría extenderme. Muchas las diferencias entre la España de hoy y la de 1978. Pero permítanme dos últimas referencias.

Las españolas han roto todos los límites y techos de cristal y se han incorporado con fuerza al mercado de trabajo. En esta legislatura, España ha alcanzado el número más alto de mujeres trabajando de toda su historia. Y gracias a datos como ese, hoy, en España, la igualdad entre hombres y mujeres no es sólo un derecho irrenunciable, sino una realidad que día a día se va fortaleciendo y en la que tenemos que seguir trabajando.

Segundo comentario. Tenemos un inmenso tesoro: la lengua española. Una lengua que no es sólo nuestra, que compartimos con nuestros hermanos de América y que es cada vez más universal. Cada día es más fácil encontrar gente con la que entendernos en cualquier rincón del mundo.

En suma, señoras y señores, les doy mi opinión: somos un gran país, aunque algunos están empeñados en afirmar lo contrario, y somos un gran país, y lo hemos conseguido juntos. Los españoles, los partidos políticos que han gobernado, los que han ayudado a gobernar, los agentes sociales y por supuesto, la sociedad civil.

Creo que es bueno decir y repetir estas cosas y hablar con orgullo de nuestra nación, sobre todo, ante tanto analista y tanto adanista -que son conceptos distintos, como saben- que se muestran entusiasmados con el "cuanto peor mejor". Porque estoy convencido de que es bueno que estemos orgullosos todos los días de la España que entre todos hemos construido.

Y también de la que estamos construyendo en el presente, afrontando y superando los dos grandes retos que se le han planteado a nuestro país en los últimos años: el reto de la crisis económica y el reto independentista. Dos desafíos de los que España ha salido y saldrá más, y si no al tiempo, fortalecida.

De 2009 a 2013, España encadenó cinco años consecutivos de recesión, algo que jamás había ocurrido en nuestra Historia. El 10 % de nuestro PIB, que se dice pronto, se esfumó y más de 3.800.000 personas, que también se dice pronto, perdieron su puesto de trabajo, hasta llegar a superar la cifra terrible de seis millones de parados. Las Administraciones Públicas redujeron su recaudación en 70.000 millones de euros. Señoras y señores, hablo de reducir la recaudación de las administraciones en 70.000 millones de euros. Parte del sistema financiero --y no la entidad que dirigía el señor Medel--, estuvo a punto de quebrar. Y una prima de riesgo por las nubes (639 puntos en 2012) provocó que administraciones y empresas tuvieran enormes problemas para financiarse en los mercados. Nuestra economía acumulaba toda suerte de desequilibrios y tenía un gravísimo problema de competitividad.

En 2012 la pregunta que todos hacían no era si España solicitaría el rescate, sino cuándo. Basta consultar las hemerotecas para ver lo que unos y otros decían y lo que hizo el Gobierno. Repito: basta con consultar las hemerotecas. Nosotros sabíamos que el rescate sería un golpe letal para nuestro Estado de bienestar, como lo fue para algunos países de nuestro entorno, y sería también un golpe letal para la soberanía económica y el crédito de España. Y lo evitamos, con el esfuerzo de los españoles, y si me lo permiten, con una política económica acertada.

El Gobierno actuó con dos herramientas fundamentales: la consolidación fiscal, --controlar las cuentas públicas--, y las reformas estructurales, y eso hizo que a partir de 2014 cambiase la situación y que a cinco años de recesión, le hayan seguido cinco años, incluido este 2018, de fuerte crecimiento económico, por encima de la media de la Unión, y por encima de los grandes países de la zona euro.

En 2017, el año pasado, se crearon más de 600.000 puestos de trabajo, y ello hizo que recuperásemos el 70% del empleo destruido durante la crisis -aún nos queda- y nos acercásemos a los 19 millones de personas ocupadas. Esto hace que estemos ya cerca de alcanzar el objetivo de los 20 millones de españoles trabajando a finales de 2019, que es el gran objetivo que nos marcamos al principio de esta legislatura.

Mejoraron las cifras de desempleo juvenil, que siguen siendo muy altas; la de los parados de larga duración, que siguen siendo muy altas, y, al mismo tiempo, disminuyeron los hogares con todos sus miembros en paro. Y, como les he dicho antes, el empleo femenino ha alcanzado cifras récord.

Hemos reducido, además, el déficit público, año a año, y en 2018 también lo haremos, dejándolo en el 2,2 %, y abandonaremos así el procedimiento de déficit excesivo. Y todo esto lo hemos conseguido manteniendo nuestro Estado de bienestar.

Para seguir en esta línea estamos trabajando ahora, como bien saben, en la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado para 2018. La mayoría con la que cuenta el Gobierno hace que sean necesarios los acuerdos con otros grupos parlamentarios. Necesitamos, al menos, el voto favorable de siete partidos. En eso estamos. Logramos reunir una mayoría para aprobar los Presupuestos del año pasado, y esperamos reeditar de nuevo aquellos acuerdos para aprobar los de este. De momento, hemos superado los primeros escollos de la tramitación parlamentaria y trabajamos con intensidad para terminar bien lo ya empezado.

Los Presupuestos, en Andalucía, supondrán una inversión de 1.478 millones de euros, un 28% más que el año anterior.

Nuestro compromiso con esta Comunidad Autónoma es total, como ha quedado de manifiesto en diferentes ocasiones. También en los recientes temporales de febrero y marzo. Para que se hagan una idea, del programa de ejecución de obras de emergencia para reparar las playas dañadas en toda España, dotado con 40 millones de euros, 35,67 millones irán destinados a las costas andaluzas. De ellos, 20 millones a las costas de esta provincia de Cádiz, que se han aprobado en el Consejo de Ministros de hoy. Y 10 millones a las costas de la provincia de Huelva, que, en compañía de la presidenta de la Junta de Andalucía, visité en aquellos momentos difíciles.

Y del presupuesto que el Estado destina a Andalucía, quiero destacar el capítulo de infraestructuras, donde las inversiones previstas colocan a esta región en la segunda posición en el ranking por Comunidad Autónoma y muy por encima de la media nacional.

Creo que es fundamental que logremos aprobar los Presupuestos Generales del Estado. Porque son unos Presupuestos que consolidan la recuperación y que compensan algunos de los esfuerzos que se le pidieron a la sociedad española. Algunos.

Queridas amigas y amigos, en los próximos tres años -si hacemos las cosas razonablemente, claro- según todas las previsiones, España seguirá creciendo a una media del 2,5% y creando medio millón de puestos de trabajo al año. El déficit seguirá bajando, y en 2020 España se encontrará en una situación próxima al equilibrio presupuestario, que es a lo que debemos aspirar. Y esta reducción del déficit permitirá que la Deuda Pública se reduzca en siete puntos porcentuales.

Pero para que estas previsiones se cumplan, es inexcusable -como es muy fácil de comprender- mantener el rumbo de España.

Señoras y señores.

El segundo reto que les cité es el desafío secesionista en Cataluña. En estos años hemos tenido que responder al mayor desafío que puede afrontar un país: el ataque a nuestra soberanía nacional.

El Gobierno ha dado una respuesta constitucional. El Gobierno ha respondido con prudencia, con responsabilidad, con moderación, pero con total determinación, y ha aplicado el artículo 155 por primera vez en nuestra Historia.

Respondimos al desafío con políticas de Estado. Contamos con el respaldo de quienes creemos que los derechos de todos se defienden desde la Ley. Tuvimos que negociar y ceder. Por supuesto. Pero hicimos lo que nadie hasta ahora había hecho para restaurar la Constitución que algunos quisieron expulsar de Cataluña.

Tomamos la decisión juntos. Y haré cuanto esté en mis manos para mantener el consenso entre los partidos que decidimos la aplicación de ese artículo 155, aunque eso me obligue a tener que no decir algunas cosas.

Hoy Cataluña está mejor. Cuando se planteó la posibilidad de recurrir al artículo 155, muchos, incluidos algunos que luego lo apoyaron, alertaban de consecuencias apocalípticas.

Pero no hay excusas cuando se trata de aplicar la ley. Y nosotros hemos cumplido con nuestra obligación y hemos puesto en marcha todas las medidas para defender la unidad, la libertad y la igualdad en España.

Ahora los independentistas han comprobado que la primera obligación de cualquier persona -también y sobre todo los gobernantes- es respetar la ley. Y que quien no lo hace responde ante los Tribunales de Justicia. Porque la ley manda más que cualquier presidente, que cualquier partido y, sobre todo, que cualquier propósito. Y en España se pueden defender todas las ideas, absolutamente todas, sean cuales sean, pero han de defenderse dentro de la ley, porque si no, se rompe la convivencia, y si no, se rompe la civilización.

Y precisamente, porque hemos demostrado que sabemos defender nuestra democracia, hoy España es un país más fuerte. Los mecanismos que tuvimos que desarrollar para responder al desafío nos refuerzan de cara al futuro. El 155 ya no es sólo un artículo de la Constitución, es también un precedente y es un procedimiento que quedará para el futuro si fuera necesario. Y yo espero y deseo que no vuelva a ser necesario nunca.

Es necesario que el Parlament de Cataluña elija en una investidura a un presidente legal, que se ponga en su sitio y que gobierne con normalidad. Se debe imponer la sensatez, el sentido común y la legalidad, porque en la Generalitat hace falta un presidente que saque a Cataluña de la excepcionalidad, que garantice la convivencia y que gobierne para todos.

Señoras y señores,

Ahora existen muchos debates, todos ellos, o casi todos, acalorados y muchas veces poco fundamentados. Pero yo quiero, aquí en Cádiz, en Andalucía, poner en valor nuestro modelo constitucional, nuestro Estado de las Autonomías, que nació del pacto y de la lealtad. Andalucía es un ejemplo de esa lealtad institucional, de esa manera de entender España desde la cohesión y la solidaridad. Y frente a quienes quieren liquidar ese modelo, por exceso o por defecto, Andalucía en un ejemplo de su éxito.

Nuestro país es un país muy complejo en su estructura territorial, pero nunca ha sido obstáculo para nuestro progreso como Nación. Siempre hemos avanzado desde la lealtad y desde el diálogo. Debatiendo nuestras diferencias y buscando acuerdos para solucionarlas y así debe seguir ocurriendo en el futuro. No debemos renunciar a ello porque un grupo de dirigentes políticos haya decidido romper la convivencia y la Constitución. Las leyes se han restablecido, los responsables están respondiendo ante la justicia de sus actos, y los demás, todos, debemos hacer un esfuerzo para superar con grandeza y con madurez este episodio. Repito, superar con grandeza y con madurez este episodio.

Y la mejor forma de hacerlo es seguir hablando y dialogando sobre los asuntos que nos harán mejores en el futuro. Y tenemos una ocasión extraordinaria de hacerlo y lanzar un mensaje de tranquilidad a los españoles. Por ejemplo, pactando un nuevo sistema de financiación autonómica, en el que se basan los principales servicios públicos de nuestro país.

Señoras y señores.

Como les decía anteriormente, nuestro éxito democrático y constitucional ha tardado demasiado en producirse. No fraguó hasta 1978. Pero como señalé al comienzo de esta intervención, todo empezó hace 206 años, aquí, en Cádiz.

Fueron las Cortes de Cádiz las que, por primera vez en la historia de España, reconocieron la libertad de imprenta. Y fue aquí, en Cádiz, donde se inauguró el primer régimen de opinión pública genuinamente democrático en lengua castellana de la Historia.

En Cádiz llegaron a editarse más de 100 periódicos durante los debates constitucionales, que eran abiertos a la prensa y al público. Este hecho contrasta con la opacidad de las sesiones que celebraron los padres de la patria norteamericana: con la puerta cerrada a cal y a canto. De hecho, las primeras revelaciones se conocieron décadas después, cuando Madison hizo públicos sus diarios.

Todo eso unido, creó un hito del periodismo que forjó la tradición que Cádiz, Andalucía y el conjunto de España, atesoran en esta materia.

Y el Grupo Joly es acreedor de esa tradición y también una buena muestra de ella.

No en vano, en 1867, lo hemos escuchado aquí esta mañana, cuando Federico Joly Velasco funda el "Diario de Cádiz", la primera cabecera del que hoy es un grupo multimedia con gran implantación, lo hace al calor del esplendor cultural, político y periodístico que dejó como legado el brillante periodo constituyente gaditano.

Ahora, señor presidente del Grupo Joly, vivimos en un mundo global, con acceso instantáneo a información en múltiples formatos. Y se han abierto múltiples debates. Entre ellos el de eso que llaman las "fake news" o la "post-verdad", e incluso las "pre-verdades", que de todo hay en la viña del Señor.

La responsabilidad de los medios de comunicación es hoy mayor que nunca, porque la mentira, cuando es instantánea y global, es más difícil de vencer.

Estoy convencido de que la democracia es el régimen de la verdad. La libertad de elección de los ciudadanos se basa en la confrontación de opiniones basadas en información veraz. Y ahí, el trabajo de los medios de comunicación es fundamental, porque en una democracia la información es sagrada, pero debe ser libre y veraz. Porque cuando la desinformación oscurece el juicio de los ciudadanos, la democracia, sencillamente, se acaba. La democracia no puede vivir sin la verdad, por la misma razón por la que el totalitarismo no puede vivir sin la mentira.

Por eso, quiero terminar mi intervención alentando el buen periodismo, el que se ejerce en libertad y el que se hace con rigor y con profesionalidad. El periodismo de verdad. El que persigue la verdad y el que persigue a la mentira.

Señoras y señores, yo les he ofrecido mi verdad, la mía y la de mi Gobierno. Personas que intentamos poner siempre el interés de España por encima de cualquier otro. Acertaremos o no acertaremos, pero esta es la gran verdad que uno aprende en la política y en el Gobierno. Esta es la gran verdad que nos ha permitido a todos los españoles, a lo largo de estos 40 años, que yo quiero reivindicar hoy aquí, porque es de justicia, así como a tantos y tantos españoles, y tantos y tantos gobernantes que han hecho un esfuerzo durante este tiempo, para que ahora vengan algunos a decir que el mundo empieza con ellos, quiero reivindicarles a todos y decir que podemos aspirar a un mejor futuro para nuestra gran Nación, que es España.

Muchas gracias.

(Transcripción editada por la Secretaría de Estado de Comunicación)