Intervención del presidente en la Casa Malva

13.3.2019

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Gijón (Asturias)

Presidente.- Señora ministra, señor presidente del Principado en funciones, señora alcaldesa, coordinadora, amigos y amigas,

Bueno, primero me gustaría agradecer la oportunidad de estar hoy aquí, en este lugar que representa, a mi juicio, lo más elevado de las instituciones, que es el servicio a las personas que sufren.

Y agradezco el honor de participar en este acto, precisamente, en un lugar que ha sido pionero en España, como es esta Casa Malva, que fue en 2007, el primer centro de Atención Integral a las Víctimas de Violencia de Género. Una de las primeras grandes acciones de esa Ley de Protección a la Mujer aprobada en 2004.

Y, por todo eso, me gustaría daros hoy las gracias, hoy aquí, en representación de un Gobierno que está firmemente decidido a luchar contra la violencia de género.

Pero también quiero daros las gracias a título personal, y lo digo, y lo hago desde el corazón, como un ciudadano más entre millones que está convencido, que está comprometido personalmente con esa lucha por convicción.

Así que, gracias a todas y a todos los que hacéis esto posible cada día.

Permitidme que os siga hablando desde el corazón. Con él en la mano os digo que para un Gobierno que se califica de feminista, asentado en los principios de la igualdad y de la libertad, acabar con todo tipo de violencia de género es una prioridad absoluta. Y su último deber, contribuir a que en esta sociedad en la que todos convivimos, las mujeres no tengan miedo. No tengan miedo de quienes han sido o son sus compañeros.

Si fracasamos, si no trabajamos para conseguir esa sociedad, yo creo que nunca llegaremos a construir el futuro que estamos obligados a dar a todos nuestros niños y a todas nuestras niñas.

En este momento en el que los políticos tratamos de explicar a la ciudadanía el modo en que proponemos solucionar los problemas reales, cotidianos de la ciudadanía, las palabras son muy importantes, son muy importantes. Con ellas, nos comunicamos, y gracias a ellas, también podemos llamar las cosas por el nombre adecuado.

Lo que las mujeres de esta Casa Malva han sufrido no es otra cosa que violencia de género, no es violencia doméstica. Porque la tragedia de las mujeres agredidas o humilladas no es solamente suya, no es un dolor privado. El dolor que han traído con ellas a esta Casa no estaba encerrado antes en las cuatro paredes de las suyas. Su dolor es nuestro dolor. Es el dolor de todas y todos los que sufrimos lógicamente con ellas.

Es el que les han causado por el hecho de ser mujeres y porque alguien se creyó con derecho a hacerlo, las maltrató. Violencia de género y no de otra cosa es lo que ha sucedido este fin de semana, de nuevo. Cuando tres mujeres murieron asesinados vilmente por hombres que debían amarlas e hicieron todo lo contrario.

El mismo día en el que otras muchas mujeres reivindicaban en las calles y en los pueblos de nuestro país, una igualdad necesaria, el 8 de marzo pasado, moría asesinada una mujer en Madrid. Otra el sábado, en Estepona; y una tercera el domingo en Valga. Ya son 12 las asesinadas este año, y casi mil desde que hay datos oficiales en 2003.

El dolor de estas mil mujeres y de otras muchas que lo sufren cada día, no es una crónica más en las páginas de sucesos, no debe serlo, sino actos atroces de violencia de género. Así con ese nombre, y con todas y cada una de sus letras es como tiene que ser concebido. Sólo de esa manera puede llamarse, porque es un asunto nacional. Es un asunto que nos incumbe a todos. Es un asunto que incumbe al conjunto de la sociedad.

Aunque no hemos conseguido, como sociedad, salvar la vida de estas mil mujeres, sí es verdad que hemos avanzado en el camino para salvar a otras.

Quiero recordar hoy a una mujer valiente, que a todos nos sobrecogió cuando la vimos en los medios de comunicación, a Ana Orantes que, en 1997, denunció públicamente lo que hasta entonces seguía siendo considerado asuntos domésticos.

Aquella mujer valiente salió en televisión para decirle al país que había mujeres como ellas que sufrían verdaderos infiernos en la intimidad. Y que querían que esos infiernos dejaran de ser íntimos. A aquella mujer valiente le robaron la vida en uno de ellos, pero gracias a su heroicidad, el futuro empezó a llegar a este país. Es verdad que tímidamente, sí. Pero entonces fue cuando el camino comenzó a abrirse. Y así después de muchos años de lucha, en el año 2004, el fin en este país se consiguió aprobar con esa ley integral contra la violencia de género. Y en 2007, la Ley de Igualdad.

Y gracias a esas leyes hoy todos juntos y juntas gritamos ¡basta ya! No queremos ni una más asesinada, ni queremos tan poco que haya una menos entre nosotros.

¿Queda mucho por hacer? Sin duda alguna que sí. Cuando el 8 de marzo España entera se vistió de malva, lo hizo para exigirnos a todos y a todas que avancemos y que no nos detengamos, que no nos frenemos.

Y desde el Gobierno quiero deciros que hemos escuchado sus voces y vamos a seguir sin cansarnos jamás. Nunca estamos parados aunque nos gustaría, sin duda alguna ir más rápido.

Luchar contra la violencia de género requiere de dos condiciones de partida. En primer lugar, el acuerdo entre todos los actores políticos, entre todas las instituciones, para fortalecer una red de ayuda y de protección contra las consecuencias de esta lacra. Y junto al acuerdo, inteligencia a la hora de utilizar los recursos de los que disponemos.

Para lo primero, la propia figura del Pacto de Estado alcanzado ya hace unos cuantos meses, creo que sirve a este fin. La violencia de género nos debe unir a todos contra esta infamia. Y para lo segundo, para la inteligencia en la utilización de esos recursos hace falta saber identificar lo que son las herramientas más útiles que tenemos a nuestro alcance.

Por eso, el Gobierno no sólo contribuyó con fondos para luchar contra la violencia de género, sino que devolvió las competencias a quienes están más cerca, a los Ayuntamientos. Y en este drama es crucial saber mirar de cerca para detectar los escenarios de riesgo. Yo creo que esto es fundamental. Literalmente una cuestión de vida o muerte para muchas mujeres amenazadas donde los Ayuntamientos tienen que jugar el papel que merecen. Por eso es tan importante la labor de proximidad, como es la Administración local, porque tiene los medios para mirar más de cerca que ninguna otra.

Nunca estamos parados, pero queremos ir más deprisa para que no haya mujeres en esta situación terrible. Y, mientras, gracias a iniciativas como la Casa Malva, las mujeres que sufren de violencia de género no están solas.

Y os lo digo de nuevo, no solamente como Gobierno sino también como un ciudadano más entre los millones de ciudadanos y ciudadanas comprometidos con su dolor y con vuestro esfuerzo. Como tal, me atrevo a deciros que también ojalá algún día esta Casa Malva no sea necesaria. Ojalá algún día las mujeres no tengan que ocultarse; que no deban ser valientes para salir por esa puerta, sino que simplemente sean libres de hacerlo cómo y cuando quieran. Y ojalá, algún día cuando todos miremos esta fachada, espero que siempre conserve su color, recordemos su historia y su significado. Porque el malva, como dijo la sufragista inglesa, representa la sangre real que corre por las venas de cada luchadora.

Eso es lo que son las mujeres de la Casa Malva, luchadoras, supervivientes.

Gracias, porque con vuestro trabajo camináis a su lado, las protegéis para que puedan recuperar la dignidad que les pertenece y que nunca nadie debió arrebatarlas. Y, sobre todo, gracias porque las ayudáis a ser libres, y a saber que no están solas. Porque no lo están. Así que muchas gracias. Y de verdad que es un honor estar aquí con vosotras.

(Transcripción editada por la Secretaría de Estado de Comunicación)