Intervención del presidente del Gobierno en la entrega de la Llave de oro al municipalismo a Tomás Rodríguez Bolaños, a título póstumo

7.3.2019

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Madrid

Ministra, presidente de la FEMP, alcalde de Valladolid, amigos y amigas,

El pasado 2 de noviembre, Pablo, el hijo menor de Tomás, contaba que su padre se fue rodeado de amigos junto al mar. Y rodeados de amigos se encuentra hoy en este día, en el que no evocamos su ausencia, eso es evidente, sino su presencia y su legado.

Hoy nos une el recuerdo de un hombre bueno, en todo el sentido de la palabra. Un hombre entregado en cuerpo y alma a su causa, a la causa de la ciudad a la que le dio su vida entera. A la Valladolid que tanto amó, y por la que tanto luchó --y aquí ha habido testimonios que así lo han reflejado--, y que hace tan sólo, hace cuatro meses, en justa retribución, rindió un emocionante tributo a uno de sus hijos más ilustres.

La figura de Tomás nunca quedará confinada a los límites de la ciudad, de la que fue alcalde durante nada más y nada menos que 16 años, porque como impulsor y más tarde como presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias, fue mucho más. Fue el alcalde de todos los alcaldes de España, en un tiempo crucial, en el que casi todo estaba por hacer.

Muchas veces, al evocar a esa generación de hombres y mujeres, --muy pocas mujeres por entonces--, que construyeron los Ayuntamientos democráticos, tenemos la sensación permanente de estar en deuda con ellos. Él fue uno de aquellos pioneros que hemos visto en algunas de las fotos que habéis compartido con todos nosotros. Uno más, entre los Tiernos Galván, Ricard Pérez Casado, José Ángel Cuerda, y tantos y tantos otros, que en 1979, con ninguna experiencia y con muy pocos medios, como bien recordaba antes el alcalde de Valladolid, pero con mucha ilusión, abrieron las puertas de las casas consistoriales para convertirlas en auténticas escuelas de democracia. Para que a través de aquellos ventanales cerrados durante décadas, entrase el aire fresco de la libertad recién conquistada.

El próximo 3 de abril se van a cumplir 40 años de la celebración de las primeras elecciones municipales tras la dictadura. Será un momento único para conmemorar un hito que cambió España para siempre. Nos cambió a todos para siempre. Fue allí donde la democracia arraigó en España, desde las calles, desde las plazas, desde el corazón del pueblo hacia arriba, como bien antes comenta Carlos Daniel, a través de movimientos asociativos, vecinales, decididos a reconquistar. A reconquistar y a ocupar el espacio público en la ciudad a través de la convivencia y del diálogo.

Decía Tomás que él había estado simplemente donde le había tocado estar. Si fue así, querido Óscar, si fue una simple cuestión de azar, cosa que dudo, que inmensa suerte tuvo Valladolid. Y que inmensa suerte también tuvo nuestro país, por contar con personas que forjaron desde la nada y con sus propias manos los Ayuntamientos democráticos en esa España en la que todo estaba por hacer. Todo estaba por decidir.

Tomás pertenecía a esa estirpe única de alcaldes y alcaldesas, de los que, como bien habéis comentado, empleaban una hora en cruzar la plaza mayor de Valladolid -cuando salía del Ayuntamiento-, de los que asumían que su oficina, como bien comentaba antes Isabel, de atención al ciudadano estaba ahí mismo, en las calles. Ahí donde el vecino le expusiera una queja o una reclamación o una preocupación, o simplemente una idea. De esos episodios y otros similares, estoy convencido podrá Irene dar testimonio bastante cierto del día a día de Tomás.

El municipalismo debe mucho a esa vocación de cercanía constante, de política de proximidad, de puertas abiertas, de atención permanente, de ser alcalde o concejal, las 24 horas del día, los siete días de la semana, los 365 días del año.

Un alcalde o alcaldesa o un concejal o concejala no pueden escudarse en razones de competencia para no dar una respuesta a su vecino o a su vecina, por poner un ejemplo. Como se suele decir, y hemos aprendido todos aquellos que hemos pasado por la escuela del municipalismo socialista, incluso, lo que no es de su competencia, sí es de su incumbencia.

Yo lo aprendí en primera persona, y lo evocaba antes el presidente de la FEMP, siendo concejal del Ayuntamiento de Madrid, y pasando durante muchos ratos entre estas cuatro paredes de este hermoso edificio muchísimas horas de municipalismo.

La cercanía es la auténtica seña de identidad del municipalismo. Y la otra, son las ganas. Se tiene que tener vocación de cercanía, pero también las ganas de situar a tu ciudad en el mapa. Es algo que conocen bien tanto Abel como Óscar entregados a esa tarea.

Abel, el presidente de la FEMP, y también alcalde de Vigo, se ha empeñado en que su ciudad se vea desde el espacio. No sé si va a ser posible, Abel. Pero lo que sí que es evidente es que has logrado que a Vigo se le vea y mucho desde todos los rincones de España. Y que se hable de ella con la admiración que merece en todos los rincones de España.

Y Óscar ha recogido el testigo de Tomás para que Valladolid sea reconocida como una ciudad sostenible, que es uno de los principales desafíos que tenemos en el siglo XXI, preocupada por el aire que respiran sus ciudadanos, y auténtico referente de la lucha contra el enemigo invisible del calentamiento global del planeta, y sus efectos en la contaminación. Esa es la Valladolid de hoy, una ciudad abierta, dinámica, concienciada que cuenta con uno de los protocolos más estrictos contra la polución. Y quiero darte la enhorabuena, Óscar, por ello.

Una ciudad que tuvo la fortuna de contar con Tomás, no sólo como el gran alcalde que fue, sino, en él, con alguien volcado en la defensa de algo tan preciado como es la autonomía local, y tan reivindicado, pero poco contestado desde las Administraciones central y autonómica, como es la autonomía local.

Esa vinculación le llevó al corazón de la Federación Española de Municipios y Provincias. Su huella es tan visible como la misma sede en la que hoy nos encontramos construida durante su mandato. Desde la FEMP fue una voz fundamental para el desarrollo legislativo del Gobierno local, al que concebía, como bien comentaba antes el presidente de la FEMP, Estado. Porque, eso, y no otra cosa son los Ayuntamientos en nuestro país, Estado.

La FEMP ha sido, y es una auténtica escuela de gobernanza democrática. Un espacio desde el que pensar lo local, más allá, incluso, de las fronteras ideológicas, y aquí hay buena prueba de ello, con la presencia de personalidades de otros partidos políticos, a los cuales agradezco su presencia en este acto.

No hay mejor ejemplo, que el que ofrecen las palabras de Francisco Tomey al referirse a Tomás, a su amigo y compañero de fatiga en la FEMP. Porque descubre una de las facetas de las que más necesitada está la política de antes y también la de hoy, y es la voluntad de tejer consensos, alcanzar acuerdos y fraguar espacios para el diálogo.

España, como todas las sociedades del siglo XXI del planeta afronta muchos desafíos que requieren de ese espíritu. Desafíos en los que la labor de lo local debe estar unidad en torno a esa invisible solidaridad, fraternidad, que vincula alcaldes, alcaldesas, a concejales y concejalas, sean del partido que sean.

La España vacía del interior, que se ha evocado también en las distintas intervenciones, la de los pequeños municipios, que comentaba antes Isabel, a los que pone voz la FEMP, yo creo que es un símbolo de los retos que tenemos por delante como sociedad. No sólo para nuestra demografía, que eso es evidente, sino para lo que somos como país.

Defender el mundo rural requiere algo más que reivindicar la vigencia de las tradiciones, que está bien. Requiere compromisos con la sostenibilidad de esa España que, para ser repoblada antes tiene que ser tierra de futuro y tierra de oportunidades.

En esos desafíos tiene que hacerse oír con fuerza, con mucha fuerza, la voz de los Ayuntamientos, a través de la Federación Española de Municipios y Provincias. Una entidad que, hoy, hace honor a esa máxima, según la cual, pues es de bien nacidos, ser agradecidos. Porque la distinción que hoy se otorga a quien estuvo en el nacimiento mismo de esta prestigiosa y querida entidad de todos, es exactamente eso: el agradecimiento sincero a uno de los alcaldes más grandes de nuestra democracia.

Irene, Jorge, Marta, Pablo os quiero decir que la memoria y el legado de Tomás permanecerán vivos muchos años, y no sólo en Valladolid. Se marchó rodeado de amigos, como decía al principio de mi intervención. Y, en presencia de sus amigos, de sus amigas, de sus compañeros y compañeras hoy rendimos tributo a su memoria que ya es patrimonio e historia de la democracia de nuestro país.

Gracias.


(Transcripción editada por la Secretaría de Estado de Comunicación)

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