Intervención del presidente, Mariano Rajoy

11.12.2014

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Señor presidente, señor secretario de Estado, señor presidente de la CEOE, señor presidente del Consejo Empresarial para la Competitividad, señoras y señores, queridos amigos,

Las empresas que están hoy representadas en este Encuentro sobre el Plan Estratégico de Internacionalización del Gobierno de España forman, con su proyección, una auténtica selección nacional de talento empresarial, que ha demostrado sobradamente su capacidad para competir y para triunfar en los mercados exteriores. Por eso es una alegría, y además es un honor, compartir esta sesión con ustedes, que son abanderados del prestigio de nuestra economía en el mundo.

Junto a la explicación al detalle de este Plan, a lo largo de esta mañana han tenido ustedes la oportunidad de repasar experiencias de éxito por parte de empresas españolas a lo largo y ancho del mundo, de Turquía a Estados Unidos y de Australia a Japón; éstas últimas he tenido yo también la oportunidad de compartirlas con ustedes. Sólo cabe agradecer la generosidad con la que estas exposiciones han ilustrado, enriquecido y ayudado en la toma de decisiones a todos los presentes.

Quisiera, con todo, reservar un agradecimiento muy especial a S.M. el Rey, presente en la inauguración de este Foro, que desde el primer día de su reinado, continuando con una labor de años, no ha dudado en conceder una atención privilegiada a la proyección internacional de nuestras empresas. Hoy, cuando la Marca España recupera a marchas forzadas su posición natural en el mundo, queremos reconocer la labor de quien, sin duda, es su mejor embajador.

Señoras y señores,

En pocos días se cumplirán tres años desde que tomó posesión el Gobierno que presido. A nadie se le oculta que nos enfrentábamos a una urgencia máxima: la crítica situación de la economía española y, sobre todas las cosas, la imparable destrucción de los empleos de tantos españoles.

Era una exigencia de responsabilidad política y, si me apuran, personal centrar todos los esfuerzos en dar la vuelta a esta situación y en devolver un horizonte de esperanza a nuestro país. Por eso he hablado tantas veces de economía. De todos es sabido que ha sido mi mayor ocupación. Hemos priorizado los hechos económicos, porque se trataba de atender al centro de las preocupaciones de los españoles.

El relato ha ido girando hacia la esperanza con el paso del tiempo. No por exceso de voluntarismo, ni por insuflar ánimos infundados, ni siquiera por tratar de ver brotes verdes donde no los había. Fuimos honestos en la adversidad; tomamos decisiones difíciles; apelamos a la comprensión y a la entereza de los españoles; pedimos sacrificios y esfuerzos compartidos, y en aquellos momentos en que España se asomaba al abismo, nunca tratamos de maquillar la realidad más dura, más difícil y más injusta que habíamos conocido.

El drama del paro, el encarecimiento de la financiación y la destrucción del tejido empresarial y social parecían abocar a España a elegir entre dos males mayores, entre dos callejones sin salida: abandonar el euro o pedir un rescate internacional.

Aquella preocupación era igual de intensa más allá de nuestras fronteras. Recuerdo bien un momento especialmente duro: la reunión del G-20 que se celebró en Los Cabos (México), en junio de 2012. Con la prima de riesgo en máximos históricos y con el futuro del euro sumido en una espiral de incertidumbre, la presión que entonces soportaba la economía española se resume en los titulares de prensa que saludaron nuestra llegada: "El G-20 urge a España a acelerar el rescate". Éramos el enfermo de Europa.

Han pasado menos de dos años y medio desde aquel duro titular. Hoy, nuestra economía acumula cinco trimestres consecutivos de crecimiento, con unas tasas cada vez más vigorosas y con unas perspectivas alentadoras. España lidera en 2014 el crecimiento en la zona euro. El avance en el tercer trimestre de este año fue del 0'5 por 100, mientras que Alemania creció un 0'1 por 100; Francia un 0'3 por 100 e Italia registró un crecimiento nulo. Nuestro país encabeza el crecimiento interanual, un 1'6 por 100, frente al 1'2 por 100 de Alemania, el 0'4 por 100 de Francia o el decrecimiento del 0'5 por 100 de Italia.

Señoras y señores,

Hace unas semanas asistí de nuevo a otra Cumbre del G-20, la celebrada en la localidad australiana de Brisbane. Me encontré con un panorama muy distinto al de Los Cabos. España volvió a ser protagonista del encuentro, pero esta vez por motivos muy distintos y, si me permiten, se lo volveré a resumir con otro titular de prensa: "El G-20 considera a España un ejemplo de recuperación".

El año que viene España será miembro no permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. No en vano, ha pasado de ser objeto de preocupación a ser escuchado en los foros que importan. En dos años España ha pasado de enfermo de Europa a ser vanguardia de la recuperación en Europa.

Amigas y amigos,

La honestidad con la que mi Gobierno habló a los españoles en los peores momentos me permite seguir siendo sincero ahora que empiezan los buenos. Hoy podemos decir que en muchos aspectos la crisis ya es historia del pasado, en muchos, y podemos decir que estas Navidades van a ser las primeras Navidades de la recuperación.

Es verdad que las cifras del paro no nos dan tregua, pero tampoco el Gobierno va a dar tregua al paro. Incluso aquí, donde más nos duele a todos, la evolución es esperanzadora, sobre todo cuando pensamos que la recuperación comienza a dejarse sentir en el bienestar de no pocos hogares.

Nuestra economía genera empleo de forma incontestable. En los dos últimos trimestres se han creado 550.000 empleos, según la Encuesta de Población Activa, y de noviembre del año pasado a noviembre de este año la afiliación media a la Seguridad Social ha aumentado en 402.209 personas.

Crece también el empleo fijo. La contratación indefinida a tiempo completo avanza a ritmos anuales del 30 por 100. Desde su puesta en marcha a finales de febrero hasta el 30 de julio, se han formalizado más de 161.000 contratos indefinidos utilizando el incentivo de la tarifa plana a las cuotas de la Seguridad Social.

El paro se está reduciendo, no tan rápido como a todos nos gustaría, pero sí de forma innegable: a finales de noviembre había en España 295.000 personas en paro menos que hace un año; en noviembre bajó en 14.668 personas, la mayor caída de toda la serie histórica en este mes, y en el tercer trimestre la tasa de paro se redujo hasta el 23,6 por 100, dos puntos porcentuales menos que hace un año y la más baja desde el primer trimestre de 2012. A estos ritmos, la tasa de paro se situará en 2015 claramente por debajo del 22,5 por 100 con que cerró en 2011.

Estos datos nos inducen a ser optimistas de cara a 2015, sobre todo, cuando encaramos un año con unas previsiones de crecimiento del 2 por 100, muy por encima de nuestros principales socios. Hablamos, además, de un crecimiento equilibrado, que se asienta sobre firmes pilares; pilares levantados sobre un terreno consolidado por las reformas estructurales acometidas a lo largo de tres intensos años de esfuerzo reformista.

Todos ustedes son partícipes, protagonistas, del excelente comportamiento de nuestro sector exterior. En 2013, tras alcanzar un record histórico de exportación de mercancías, las ventas de bienes y servicios al exterior alcanzaron el 34 por 100 del Producto Interior Bruto frente al 30 por 100 de 2011. En términos de porcentaje sobre PIB, España exporta hoy más que la mayor parte de los principales países del G-7: más que Estados Unidos, Japón, Francia, Italia y Reino Unido. Creo que este dato es una clara muestra del grado de apertura de la economía española. Y, desde luego, suscribo algunas de las palabras que acabo de oír hoy aquí. ¡Vayan fuera!

Quiero decirles también que nuestra fortaleza exportadora es fruto de la pujanza y el talento de nuestras empresas, y lo es también de las ganancias de competitividad de nuestra economía. Hoy somos líderes en indicadores de competitividad. Permítanme darles un dato que lo ilustra perfectamente: en esta Legislatura España ha avanzado un 8,3 por 100 en términos de competitividad, frente al leve deterioro de algunos de nuestros grandes socios europeos.

Si España alguna vez fue diferente, hoy simplemente es más atractiva. De enero a octubre hemos acogido a 58,3 millones de turistas, un 7,5 por 100 más que en 2013, y se prevé que alcanzaremos el record histórico de 62 millones de turistas al finalizar el año. El gasto turístico también se sitúa en cotas nunca antes vistas. Algo bueno tendrá España cuando gente de todo el mundo ahorra todo el año para venir a vernos.

Señoras y señores,

Todas estas mejoras se fortalecen gracias a la menor inflación de nuestra historia reciente, ya que redobla la competitividad de nuestros productos y protege el poder adquisitivo de los españoles. En los primeros once meses del año la tasa media de inflación ha sido exactamente del cero y nuestro país suma ya catorce meses consecutivos con un diferencial negativo con la Unión Económica y Monetaria.

Y avanzamos sin olvidar el cumplimiento de nuestros compromisos. Al contrario, avanzamos porque los cumplimos. España es el país que ha llevado a cabo una mayor consolidación fiscal de entre los países del G-20 y hemos tenido que hacerlo en recesión, y algunos problemas nos ha costado. Pero esta Legislatura vamos a dejar nuestro déficit público por debajo de la mitad del que nos encontramos: del 9,4 por 100 en 2011 al 4,2 por 100 en 2015.

Nuestros logros han dado lugar a que las inversiones en España crecieran un 36,3 por 100 en 2013 --me refiero a las inversiones internacionales-- hasta casi 12.000 millones de euros, lo que nos situó como primer destino inversor en Europa. De ser un país que veía cómo se marchaban los inversores, ahora ve cómo regresan con una confianza plena en nuestro futuro; una confianza que se ve reflejada en el tipo de interés de nuestra deuda pública. El bono a diez años se ha situado por primera vez en la historia --repito, por primera vez en la historia-- por debajo del 2 por 100; cuando yo empecé a gobernar, llegó a estar por encima del 7 por 100. A tres meses, el coste de la financiación del Estado es prácticamente cero y la prima de riesgo, ¿se acuerdan ustedes?, ha retrocedido a niveles anteriores a aquel infausto mes de mayo de 2010.

La mejora en la financiación está acelerando la creación de nuevas empresas: en el último año se han constituido 93.446, un 4'4 por 100 más que en el año anterior. Recuperamos tejido productivo y se disuelven menos empresas, y se crean más. De enero a septiembre, la creación neta de empresas, las creadas menos las disueltas, ha aumentado casi un 5 por 100.

Amigas y amigos,

Si les he hablado de datos positivos y no de reformas, es porque durante mucho tiempo sólo he podido hablar de reformas y no de datos positivos. Unas son la causa y otros su consecuencia. Del mismo modo que los datos de creación de empleo no pueden desligarse de la reforma laboral, del mismo modo que la mejora en la financiación es inseparable de la reestructuración del sistema financiero y del mismo modo que la reducción del déficit público va unida a la reforma de las Administraciones Públicas, la mejora de la renta vendrá acompañada de la rebaja de impuestos a veinte millones de españoles a partir del próximo 1 de enero.

Podría haber citado algunos datos más, igual de positivos, igual de esperanzadores. Todos ellos conforman la manifestación estadística del gran relato que estamos protagonizando los españoles estos años: el relato del cambio.

Esta Legislatura arrancó siendo la segunda Legislatura de la crisis y acabará el próximo año como la Legislatura de la recuperación.

De una realidad a otra media un gran proyecto de reformas cuyos frutos comienzan a florecer en el espíritu abonado de coraje y determinación de una gran sociedad como la española.

Pero, por su propia naturaleza, las recuperaciones son graduales. En el día de hoy son poco perceptibles. No son un telón que se abre súbitamente, dando paso, de golpe, a una nueva realidad, no; es el tiempo el que perfila sus contornos y el que acaba haciéndole visible a los ojos de los ciudadanos.

Cerraremos este año en una situación comparativamente mejor que el año pasado y la Legislatura acabará en una situación mucho mejor que como empezó: con una economía competitiva y saneada, y una democracia a la altura de las exigencias de nuestros conciudadanos.

Hemos contado, sin duda, con la ventaja de la estabilidad; un gran activo del que no han gozado todos los países europeos, y a la vista están las reformas impulsadas en unos y en otros. Debemos tenerlo muy presente en momentos en que algunas fuerzas tratan de inocular una visión catastrofista de la realidad en la mente de los españoles, tarea en la que, por cierto, están contando con apoyos tan sorprendentes como inexplicables.

Son las reformas, y no las rupturas, el motor que impulsa el progreso de un país y el bienestar de sus ciudadanos. Es el reformismo, y no el adanismo, el que renueva la arquitectura institucional y el que vigoriza el tejido productivo y social de un país, sin caer en la fácil tentación de alterar sus vigas maestras.

Llegados a este punto, permítanme abrir un pequeño paréntesis a propósito de las reformas.

Sorprende mucho oír reclamar reformas profundas sin definir, nuevos consensos sin concretar, nuevas formas de convivencia que tienen poco o nada que ver con las necesidades reales de cada español individual y, menos aún, con el gran proyecto supranacional en el que nos hemos comprometido.

Señoras y señores,

Nunca ha conocido España reformas tan profundas como las que se están produciendo, al lado de las cuales algunas ocurrencias que estamos escuchando no sirven sino para mostrar la desorientación de quien las hace.

Si el proyecto más importante --y les digo esto porque creo que tiene su trascendencia-- que han adoptado los españoles, en el que depositan sus mejores esperanzas, se llama Europa, parece razonable que seamos coherentes con este compromiso. No es cualquier cosa Europa, sino lo que ha determinado los cambios más radicales que ha experimentado España, desde la moneda hasta las cesiones de soberanía, pasando por el propio concepto de nacionalidad.

Se trata de un proyecto de enorme envergadura, no sólo económico, sino político, institucional, estructural y social; una reforma también mental, de horizontes más amplios, de empresas más ambiciosas, con criterios más abiertos, con un modelo de ciudadanía inédito y con nuevos cauces para la protección de los derechos.

Se avanza con dificultades en Europa, a veces intercalando un paso atrás entre dos adelante; pero la Unión Europea avanza cada día un poco más para lograr ese gran marco institucional que orienta y delimita todos los demás cambios que se están produciendo en España.

Ya no es, y cada día lo será menos, tiempo de mirarse en el ombligo de lo autóctono, ni de poner énfasis en las diferencias, ni de fomentar los aislamientos. Yo no rechazo las diferencias. Rechazo que se pretenda convertirlas en el sustrato de la acción política común. Si de cada diferencia que existe en Europa hiciéramos una bandera, estaríamos renunciando a una verdadera convivencia.

¿Qué sentido tiene que uno se pregunte aún si se siente más gallego que español, o más español que aragonés, cuando la pregunta que hace cualquiera que habite en el siglo XXI es: si soy ya, o todavía no, tan europeo como español?. Porque ése es nuestro afán, señores: llegar a ser tan europeos como españoles, y no en el sentimiento, sino en todos los órdenes de esa vida en común que nos hemos empeñado en levantar.

De esto me gustaría oír hablar, y no de cómo limitamos nuestra propia capacidad, o nos distraemos con ensoñaciones decimonónicas, sino de cómo nos integraremos mejor los 47 millones de habitantes residentes en España en el conjunto de los quinientos millones de europeos. Porque lo que pretendemos no es articular España con Europa, sino convertir a España en una parte de Europa. No estamos trabajando para adherir un fragmento más a una colcha de retales mal urdidos, sino de incorporar a una tela nueva los viejos hilos de nuestra historia.

Y, dentro de casa, lo que los españoles necesitan no son propuestas para articular regiones españolas que llevan siglos articuladas, sino para integrarlas en ese gran proyecto en el que hemos comprometido nuestro futuro, nuestro papel en el mundo y el bienestar de nuestros sucesores.

Eso es lo que quieren los españoles y ésa es una de las razones por las que han mostrado un comportamiento ejemplar a lo largo de la crisis. Hemos de encomiar, y yo lo hago, la comprensión y hemos de aplaudir la solidaridad, pero sin olvidar ese telón de fondo europeo que alimentaba la esperanza.

Por eso, señora y señores,, entre otras cosas, cuando más extendidas estaban las dudas sobre nuestro futuro, yo no dudé. No lo hice en ningún momento. Se me reprochó por ello, pero no dudé, porque estaba convencido de que los españoles responderían. En eso basaba mi confianza. Sabía que contábamos con una sociedad dispuesta a soportar sacrificios que realmente sirvieran para salir de aquel agujero. Nos entregaron el Gobierno para esto, no para que les arrulláramos con brotes verdes, sino para que pusiéramos remedio, el que fuera necesario, a la situación.

No hubiera sido posible hacer nada sin el consentimiento de los españoles. No digo yo con el entusiasmo. Nadie acude al dentista con entusiasmo, pero sí con el convencimiento de que los sacrificios eran inevitables.

Los españoles sabían que de la crisis tendríamos que salir por nosotros mismos y por nuestro propio esfuerzo. Y yo sabía que estaban dispuestos a enfrentarse a las dificultades, soportar inclemencias y ser solidarios, porque lo llevan en la naturaleza, porque lo han hecho siempre y porque la mejor herramienta para cualquier acción de gobierno en España son los propios españoles.

Tuvimos la desgracia de entrar en esta crisis todos juntos, pero nunca perdimos la fe en que juntos saldríamos todos de ella. Gracias a ello, lo que un día pudo parecer tan lejano, cada día estamos más cerca de tocarlo con las manos.

En resumen, señoras y señores,

De 2012 a 2014 hemos recorrido un largo camino, tan largo como el que va de Los Cabos a Brisbane. Nos queda por delante un importante trecho, nos queda; pero nuestros depósitos siguen llenos de energía. Vamos a persistir y vamos a perseverar; pero hoy no es momento ni de frivolidades, ni de ocurrencias, ni de slogans, no es momento. Es momento de profundizar en las reformas y de seguir avanzando en la senda que nos conduce, ya sin temores, a la plena recuperación económica y social: la que se vive en los mostradores de los pequeños negocios o en los pedidos de los proveedores, en las barras de las cafeterías o en las mesas de los restaurantes, o en las nóminas de muchos españoles y en el interior de sus hogares.

Muchas gracias.