Artículo del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, publicado en el diario 'Expansión'

Proteger el ideal de Europa

20.3.2019

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Hace unos meses, en una intervención ante el Parlamento Europeo, hice un llamamiento a la necesidad de proteger Europa para que Europa protegiera a su ciudadanía.

En la primera parte de aquella afirmación -proteger Europa- apelaba a la necesidad de que los europeos tomaran conciencia de los riesgos que acechan a la Unión, y que obraran en consecuencia. La segunda parte -una Europa que protege- es una apuesta firme, decidida, por la Europa Social.

La Europa que protege es la Europa que cohesiona, que une a la sociedad con hechos y no solo de palabra, con más solidaridad y no menos. Proteger Europa es fortalecerla y no ensimismarla, no debilitarla enquistando los problemas. Mucho menos, disgregarla con nuevas trincheras mentales o físicas. Tampoco centralizar sus competencias, negando la diversidad europea y debilitando el principio de subsidiariedad. Proteger Europa es federalizarla. Es volver a alinear los principios con los actos. La filosofía con la realidad, los valores con los hechos.

Hasta hace escasos años, nunca estuvo en cuestión la idea de una Europa en constante expansión. Primero hacia el norte, luego hacia el Mediterráneo y finalmente al Este tras la caída del Muro de Berlín. Pero hace tres años, por primera vez, Europa se contrajo. El triunfo de los partidarios de la salida de Reino Unido marca un antes y un después. Y debemos preguntarnos qué ha pasado.

Una sociedad desamparada es una sociedad más proclive a creer en profetas. Profetas con distinto rostro -autoritarios, extremistas o nacionalistas- pero idéntica aproximación intelectual: soluciones simples a problemas complejos, más vallas, más aranceles, más repliegues… Ésa es la propuesta de los ultras: exagerar el miedo para hacer que la sociedad se atrinchere.

Puede que ese miedo crezca por la habilidad con que maniobran los que lo infunden. Pero también por fallos propios. Quizá hayamos confiado tanto en el poder simbólico del concepto Europa, en la fuerza de las promesas futuras, o en su legitimidad de origen, que nos hayamos olvidado de actuar en el presente.

Ese presente se llama desigualdad, precariedad, migraciones, calentamiento del planeta, brecha de género, el futuro de nuestra juventud, envejecimiento poblacional, gentrificación de las ciudades, el acceso a la vivienda y la seguridad ciudadana ante el crimen organizado o el terrorismo internacional.

Es el descontento ante esta realidad lo que hace avanzar a los enemigos deuna Europa unida, empeñados en detener el reloj de la historia y volver a situar sus agujas en la nostalgia de un pasado que idealizan. Pero el futuro de una sociedad no es su pasado.

Para derrotarles necesitamos un ideal de Europa que se traduzca en certezas. Todos necesitamos de certidumbres en la vida. Los ideales son muy necesarios, pero no bastan para llenar la despensa, ni abaratan el precio del alquiler, ni garantizan unas pensiones dignas. Por eso, es bueno medir y reconocer el daño que hizo el paradigma de la austeridad.

Siempre he creído que Europa es, por encima de todo, una comunidad de valores. Pero es también una comunidad de intereses que deben ser protegidos y que sólo pueden protegerse desde la unidad. Las amenazas geopolíticas que tenemos enfrente son reales. Y hay que actuar frente a ellas con decisión.

En ese escenario, el papel de España es fundamental. Somos el único Estado que comparte frontera física con un continente como África que, en tres décadas, duplicará su población. No hay frontera que resuma de manera más visible la desigualdad. Somos la puerta de entrada a un área estratégica como América Latina, con la que nos unen vínculos de gran valor para la Unión. Y somos un actor relevante en el Mediterráneo, un escenario de crucial importancia para Europa.

La Unión Europea nos protege frente a la competencia desleal de otros gigantes extranjeros, de la posición dominante de otras potencias comerciales. O del abuso de grandescompañías tecnológicas, como hemos visto recientemente, que comercian con los datos de los ciudadanos poniendo a veces en riesgo nuestras propias democracias. Valores irrenunciables e intereses justos.

La Europa que queremos es la Europa de la Industria 4.0, que compita por la excelencia, que cree una economía moderna y emprendedora sin renunciar a algunos de sus potenciales económicos más distintivos. La inteligencia artificial, el universo digital, la robótica y las energías limpias son los espacios en los que se está ganando el futuro. Europa tiene que mirar a China y a Estados Unidos y ocupar el espacio que le corresponde junto a ellas.

Una Europa capaz de competir globalmente en los mercados con las grandes potencias, pero no a costa de debilitar la política de competencia o de aglutinar el poder económico en las regiones más privilegiadas, incrementando las diferencias en dentro de la Unión.

En 1945, Europa tuvo la inteligencia de mirar al ser humano. A los hombres y a las mujeres de carne y hueso, y a partir de eso comenzó a construir. Esa Europa ha servido para inspirar los mejores sueños de la humanidad, como la unión pacífica, la Declaración de los Derechos Humanos o el Estado del bienestar.

Ahora, más de siete décadas después, debemos recuperar el pulso perdido y enfrentar los nuevos retos. Nuestra obligación es proteger Europa para que Europa proteja a los ciudadanos.

Un propósito que se traduce en los siguientes objetivos de acción política:

Primero: Tenemos que consolidar la modernización y la transición digital y ecológica de nuestra economía desde una posición de liderazgo, atendiendo a los nuevos sectores sin olvidar en ningún caso los sectores tradicionales.

Segundo: Debemos acometer las nuevas reformas pendientes que apuntalen la moneda única para completar la Unión Monetaria, culminando la Unión Bancaria, consolidando el Pilar Fiscal del Euro y poniendo en marcha el Sistema Europeo de Seguro de Garantía de Depósitos. Es preciso impulsar un verdadero presupuesto para la zona euro.

Tercero: Es preciso preservar nuestro contrato social y proteger a los más vulnerables mediante acciones decididas, como el Seguro Europeo de Desempleo, que complementará los actuales sistemas nacionales.

Cuarto: Es prioritario culminar esa Europa feminista en la que estamos avanzando. Por ello, he propuesto la adopción de una Estrategia de Igualdad de Género de la Unión Europea de carácter vinculante, para combatir la brecha de género, la mayor tasa de desempleo y la precariedad que sufren, con mayor intensidad, las mujeres.

Quinto: Debemos seguir a la cabeza de la lucha contra el cambio climático, que es sin duda el desafío más importante que tenemos ahora mismo, porque ninguno de los otros se resolverá bien si este no se resuelve. Nos lo están pidiendo los jóvenes con los Fridays for future, pero además supone una gran oportunidad de transformación económica, que ya reclaman las calles. Es la hora de impulsar un Green New Deal, capaz de vigorizar la economía con industrias y empleos sostenibles, con alto valor añadido gracias a la innovación y el conocimiento. Un nuevo acuerdo que nos permita llegar antes y llegar mejor a todos los objetivos de desarrollo sostenible de la Agenda 2030.

Sexto: Tenemos que afrontar el reto de las migraciones desde una doble perspectiva. Desde la interior, dando cobijo ordenado y solidario a aquellos inmigrantes que necesiten de Europa. Y desde la exterior, poniendo la cooperación y la ayuda al desarrollo con África en la primera línea de acción.

Séptimo: Debemos alcanzar de una vez por todas una política exterior firme y eficaz. Para ello es fundamental tener un marco de Defensa propio, en el que se contemple la colaboración multilateral pero no la dependencia. Para garantizar la seguridad de nuestros ciudadanos tenemos que alcanzar una verdadera Europa de la Seguridad y de la Defensa. Tenemos que construir una Europa más ágil y menos burocratizada en algunas decisiones.

Octavo: Todas estas políticas que harán que Europa sea útil y eficaz para proteger a sus ciudadanos, exigen un presupuesto europeo ambicioso, en tamaño y en contenido, que esté a la altura de los tiempos y que refleje las nuevas prioridades, sin descuidar las políticas tradicionales.

En definitiva, una hoja de ruta para proteger Europa y lograr que Europa proteja a los europeos.

Juntos somos el segundo bloque económico y la primera potencia comercial del planeta. Por separado, debemos resignarnos a vivir en un mundo diseñado por terceros. El repliegue, en nuestros tiempos, es sinónimo de derrota.

El escritor y filósofo Henry David Thoreau dijo que "si habéis construido castillos en el aire, vuestra obra no tiene por qué perderse: están donde tienen que estar. Ahora hay que poner los cimientos debajo".

Ése es el ideal europeo. Cuando nadie se atrevía a construir castillos en el aire, nosotros los construimos, sabiendo que era ahí donde tienen que estar los castillos: en alto, divisando el mundo. Son más seguros, son más grandes y son más confortables. En estas décadas, lo que hemos hecho ha sido poner cimientos debajo de esos castillos hasta lograr que sean un espacio sólido.

Ahora, cuando ha surgido algún problema, no podemos estar dispuestos a demoler o dejar caer nuestra gran obra. Basta con reforzar esos cimientos, con cerrar las grietas. Es el momento de proteger Europa para que Europa nos proteja.

NOTA: Artículo publicado con la autorización de Expansión.