Intervención del presidente del Gobierno en el encuentro con los jóvenes con motivo del 40 aniversario de la Constitución

5.12.2018

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Palacio de la Moncloa

Presidente.- Muy bien, buenos días, amigos, amigas. Bienvenidos a Madrid. Muchas gracias por venir hasta aquí, al Palacio de La Moncloa, para visitarnos y para compartir con nosotros, con nosotras, vuestra energía y vuestro entusiasmo.

Desde el primer momento quise que se visibilizara este Palacio de La Moncloa; este Consejo del Complejo de La Moncloa como la Casa de Gobierno. Es una casa abierta, es un lugar cercano, abierto al conjunto de ciudadanos y de ciudadanas. Quisimos que fuera así, por una sencilla razón que vais a descubrir o habéis descubierto este año, el de vuestros 18 años, y es que quien está aquí, quienes estamos aquí, lo estamos porque vosotros, vosotras, los ciudadanos y ciudadanos, así lo decidís.

Amigos y amigas, vuestra generación es verdad que ha crecido y se ha socializado, desgraciadamente, en una etapa muy difícil, muy compleja, llena de incertidumbres para España y para Europa.

La crisis económica que estamos dejando atrás ha producido efectos devastadores en muchas familias. Estoy convencido de que en padres, madres, seres queridos de vuestro entorno. Seguro que tenéis presente historias dramáticas de estos años en vuestro entorno más cercano.

Y todos esos daños y secuelas de la crisis en el día a día, con la que muchos de vosotros habéis crecido, ha creado en vuestra generación un sentimiento legítimo y quiero subrayar, además, la palabra legítimo, de enfado, de lejanía, de protesta, con las instituciones públicas.

Por eso, creo que la principal labor de España debe ser el de recuperar la confianza de los ciudadanos y de las ciudadanas en sus instituciones, en sus instituciones públicas y en su democracia, especialmente, cuando estamos hablando de la necesidad de recuperar la confianza, la credibilidad y el afecto por parte de la gente joven en sus instituciones.

Por ese motivo, insistimos desde el Gobierno que las celebraciones de este 40º Aniversario de la Constitución deben implicaros al máximo posible, sobre todo, a vosotros y a vosotras.

Los que hemos tenido la suerte de nacer y crecer en democracia, a veces, tendemos a creer que es algo que nos viene dado, que nos pertenece por naturaleza; algo que es estable y que va a durar para siempre. Pero la democracia exige ciudadanos y ciudadanas comprometidos con ella, como estoy convencido de que vosotros y vosotras estáis desde el principio, pero sobre todo, desde este año que estrenáis la mayoría de edad.

Por eso, es tan importante recordar cómo recuperamos las libertades y la democracia en nuestro país, porque, amigos y amigas no fue fácil, y se consiguió. Estoy convencido de que os lo han contado en muchas ocasiones. Vuestros padres, madres, abuelos y abuelas, vuestros seres queridos. No fue fácil, y se consiguió. Algo que nos debe servir de estímulo y de acicate, bueno, cuando nos agobian las dificultades, como nos agobian en el día a día.

Ahora, conmemoramos los primeros 40 años de nuestra Constitución democrática de 1978, seguro que habréis aprendido en el Instituto que un día de diciembre de hace cuatro décadas, los españoles, las españoles fueron convocadas y refrendaron de forma abrumadoramente mayoritaria nuestra Carta Magna. Y sé que suena algo conocido, pero que también os queda lejos, pero mirad una cosa: ¿A qué aspiraba entonces España? ¿A qué aspiraba hace 40 años la sociedad española? Pues, entre otras cosas queríamos progresar económicamente, y que ese progreso fuese inclusivo, y que no dejara a nadie atrás.

Queríamos entrar en Europa. Había países que consideraban que Europa terminaba al sur de los Pirineos franceses; queríamos cohesionar territorialmente nuestro país, reconocer la diversidad territorial de nuestro país, cohesionar socialmente España. Queríamos modernizar nuestro país desde la industria hasta el Estado de bienestar. ¿Y qué es lo que hemos conseguido en estos 40 años? Pues, exactamente, todo eso, con imperfecciones, claro que sí. Con errores, por supuesto. Pero hemos conseguido eso y mucho más. Porque, además, lo hicimos en un contexto muy complejo.

Es verdad que ahora parece que nos es ajeno, pero que en cuanto os lo cuente ya veréis cómo vais a notar, también, muchas similitudes con aquel entonces.

Fuimos muy ambiciosos y conseguimos como país lo que nos propusimos. Los años de negociación y aprobación de la Constitución fueron durante una crisis económica: subía el paro, había inflación, había un malestar social evidente en las calles.

Afortunadamente, hoy, se ha acabado, pero, desgraciadamente, entonces, había una banda terrorista, ETA, que mataba discriminadamente. Y también había una ultraderecha nostálgica. Acordaros de la matanza de los abogados de Atocha en 1977. Era, en definitiva, un tiempo de extremada dificultad, de extremada complejidad.

Un momento que se pudo superar por una razón esencial, y es que la sociedad española anhelaba la democracia, y no estaba dispuesta a consentir un retroceso histórico más. Llevábamos 40 años apartados de la democracia, apartados del desarrollo, del progreso, de la conexión con la comunidad internacional. Y, en consecuencia, se habló de esperanza, de no querer retroceder, de no dar un paso atrás histórico. Llegaba a todo el mundo. Llegaba a la sociedad civil, llegaba a la ciudadanía, y, en consecuencia, llegaba también a los partidos políticos que entendieron el momento que vivía España, y actuaron con generosidad, pese a todas las dudas y los contratiempos que, lógicamente, se vivieron entonces.

Y creo que esta es una de las lecciones más importante de aquellos días que tenemos que reivindicar hoy. Y es que los ciudadanos y ciudadanas tienen un inmenso poder para condicionar y para dirigir el futuro de un país cuando actúan unidos en pos de una causa común.

Y no penséis que aún sois jóvenes para ayudar a vuestro país. Porque entre los que lucharon por recuperar nuestra democracia durante la transición, había muchos jóvenes de vuestra edad. Y, otros, un poco más mayores, que sabían que su futuro dependía de su implicación activa en la recuperación y en la consolidación de la democracia. Con esa Constitución también se consiguieron muchas cosas para los jóvenes de entonces y, también, los de ahora.

Aunque parezca increíble desde el presente, la España de 1978 contaba y sufría, desgraciadamente, el analfabetismo, que estaba muy extendido hace 40 años, y, en apenas unas décadas, España consiguió contar con la generación mejor formada de su historia, que sois vosotros y vosotras.

En España, se ha producido, también, un fenómeno muy emocionante y que da cuenta del inmenso avance conseguido. Hay algunos abuelos y abuelas, casi analfabetos que han visto a sus hijos e hijas salir adelante bien formados y prosperar, poder ir a la universidad o educarse en un Centro de Formación Profesional, algo que ellos no pudieron hacer. De modo que esta Constitución amparó e incentivó algo muy importante, también para vosotros y vosotras, que es el ascensor social, que nunca había existido en España: se nacía pobre, y se moría pobre. Hoy, en cambio, existe esa posibilidad de nacer con pocos recursos y convertirte en una persona de éxito que pueda desarrollar todas tus potencialidades.

Pero pensemos, también en las mujeres. En 1977 había en el Congreso de los Diputados solamente 21 diputadas, de 350; hoy, hay 144. Todavía hay que avanzar mucho más en la igualdad real y efectiva entre hombres y mujeres.

En 1977, no había ninguna mujer en el Consejo de Ministros. Hoy, el 62% de los integrantes en el Consejo de Ministros son mujeres. Somos el país de la OCDE con más presencia de mujeres en el Consejo de Ministros.

Y si bajamos a la vida cotidiana, la de entonces, la de España de 1977, vemos que el cambio ha sido aún más espectacular.

Las mujeres, para que os hagáis una idea, no podían viajar o abrir una cuenta bancaria, entonces, sin el permiso de sus maridos. Y el adulterio femenino era considerado un delito. En definitiva, las mujeres dejaron de ser súbditas y pasaron a ser ciudadanas libres, como sois vosotras ahora mismo.

La del 78 ha sido una Constitución tan abierta e innovadora que le ha permitido adaptarse a los tiempos. En muchas ocasiones hablamos de la reforma constitucional, nosotros defendemos la reforma constitucional (ahora os haré alguna reflexión sobre esta cuestión), pero también hay que reivindicar que fue tan abierta, tan avanzada a su tiempo que eso ha permitido, también, adaptarse a unas sociedades, por supuesto, muchísimo más desarrolladas que entonces. Dentro de ella, por ejemplo, ha cabido la despenalización de la homosexualidad, en 1979. O el matrimonio igualitario en el año 2005.

En España siempre llegamos tarde a todo, es verdad. Muchas veces, llegamos los últimos. Con el matrimonio igualitario fuimos los pioneros en el mundo, la vanguardia de un nuevo derecho del que nos sentimos especialmente orgulloso como país.

Esta Constitución reparó una gran deuda histórica de España, la de contar con una Carta Magna que no fuera de parte, como ocurría en el siglo XIX y que, inevitablemente acababan cuando llegaba el otro bando, o cuando el Ejército daba un golpe de Estado, como ocurrió durante la dictadura franquista.

Esta fue una Constitución de todos y para todos. Nos dio derechos, prosperidad, cohesión, porque, en el fondo, latía una verdad sobre España, que nuestra complejidad es también nuestra riqueza. Su letra nos permitió un progreso material, es verdad, es evidente. Pero, sobre todo, nos permitió un progreso moral: recuperar la concordia, recuperar la dignidad, como país y como sociedad.

Y con ese mismo espíritu queremos abordar, como os decía antes, una reforma que dé un impulso a nuestra Constitución y que nos garantice otras tantas décadas de progreso. Entre otras cosas, para abordar con más énfasis, con más eficacia, vuestros problemas. Los problemas de la gente joven. En muchas ocasiones me preguntan: Pero es verdad que, la reforma constitucional no está en la calle, cuando os reunís con vuestros amigos y con vuestras amigas, seguro que no habláis de la reforma constitucional, pero a qué ¿seguro que habláis sobre los derechos de los trabajadores? ¿Sobre la dignidad salarial? ¿Sobre la necesidad de recuperar y preservar el medio ambiente? ¿Sobre la necesidad de reforzar la igualdad real entre hombres y mujeres? Pues, todo eso es lo que tiene que ver con la reforma constitucional: adaptar nuestro texto, nuestra ley de leyes a la sociedad que sirve, que es la sociedad del siglo XXI.

Es un error pensar que vuestros problemas no os incumben, o que en el mejor de los casos, se van a solucionar con el tiempo. Cuando los jóvenes sufrís precariedad, desempleo, explotación, imposibilidad de acceder a una vivienda o la falta de oportunidades laborales acordes a vuestra formación, quien se resiente, en definitiva, es nuestra sociedad, nuestro país. Y, en consecuencia, el futuro de nuestra sociedad y de nuestro país.

Cuando a los jóvenes os va mal, en el medio plazo, le va mal al conjunto de la sociedad. Por eso, quiero deciros que en este Consejo de Ministros vamos a aprobar un Plan de Empleo Juvenil con un objetivo muy claro en tres años, que es reducir en 10 puntos la tasa de desempleo. Vamos a movilizar en estos próximos tres años, dos mil millones de euros. En el próximo Presupuesto que vamos a presentar en el mes de enero, casi 700 millones de euros, para mejorar las oportunidades de la gente joven en nuestro país.

Hace 40 años inauguramos la mejor etapa de nuestra historia, amigos y amigas. Y creo que hoy estamos en un momento igual de trascendental, de apasionable. No podemos quedarnos parados sino ser igual de ambiciosos que entonces, ser igual de generoso que entonces.

Si os fijáis, algunos retos actuales se parecen a los de entonces, como es el caso de la construcción europea, en un momento complejo, donde hay muchos dirigentes, políticos, que lo que quieren es volver a replegarse, volver a crear fronteras que en un mundo globalizado, como el que vosotros conocéis y bien, no tiene ningún tipo de eficacia para dar respuesta a los problemas que sufrís como generación, la construcción europea. Hay que fortalecer ese proyecto común, dotarle de más empatía, de más causa social.

También, la prosperidad económica, que no puede ser una prosperidad económica para unos pocos, sino que tiene que ser para todos. O la cohesión social, o la cohesión territorial, y siempre reivindicar la diversidad territorial de nuestro país.

Pero también hay otros retos nuevos en los que vosotros y vosotras estáis muy concienciados: el cambio climático, la gestión de la revolución digital, y, por supuesto, la eterna lucha por la igualdad real entre hombres y mujeres.

Pensad en lo inimaginable e intolerable que sería que hoy en día que una Constitución no tuviera solamente padres, sino también madres de la Constitución. También por eso necesitamos una reforma constitucional.

La sociedad va por delante, como lo iba en 1978, y las fuerzas políticas deben estar a la altura de ese anhelo y saber canalizarlo.
Y vosotros y vosotras, los jóvenes, debéis ser conscientes de vuestro poder para poder cambiar las cosas. Necesitamos vuestro empuje. Necesitamos vuestra energía para reimpulsar, para revigorizar aquel gran sueño colectivo, que fue la Constitución Española, y, entre otros, entre todos y todas supimos hacer realidad.

Sé que os dicen, y ya con esto termino, con frecuencia que viviréis peor que vuestros padres y madres. Esto es algo que se dice muy habitualmente ahora mismo, por parte de los analistas, y por parte de mucha gente: la generación que viene va a vivir peor que sus padres y sus madres. Y yo os pido que digáis cuando escuchéis eso, que no, que no. Que el futuro no está escrito, que lo vais a escribir vosotros y que vais a dar una lección a todos aquellos agoreros que consideran que vuestra generación va a vivir peor que la generación de vuestros padres y vuestras madres.

Avanzad, porque os puedo garantizar que este Gobierno avanzará también con vosotros y con vosotras. Por eso, además, de una necesidad -muchas gracias por eso aplauso-, veo en esta reforma el mejor homenaje a los 40 años de Constitución y una gran oportunidad para que sostengamos una gran conversación pública sobre el futuro de nuestro país.

Una deliberación, una conversación pública donde todos y todas formemos parte y nos sintamos representados también, y sobre todo los jóvenes, sin cuyo concurso estoy convencido, este país no prosperará.

En un momento en el que todo pasa demasiado deprisa, donde las certezas se difuminan, y las cosas parecen más efímeras e impredecibles es importante volver a descubrir y a reforzar las raíces que nos unen, como la Constitución de 1978.

Así que, contamos con vosotros y con vosotras. Muchas gracias por el esfuerzo de venir aquí. Y, enhorabuena, por vuestros 18 años.

(Transcripción editada por la Secretaría de Estado de Comunicación)