Palabras del presidente del Gobierno durante el homenaje a José Saramago con motivo del XX Aniversario de la concesión del Premio Nobel de Literatura

6.10.2018

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Lanzarote

Querido primer ministro, Antonio; querido presidente de Canarias, Fernando; querido presidente del Cabildo, querido Ángel Víctor, también, Loli, alcaldesas y alcaldes que nos acompañáis y, sobre todo, querida Pilar, querida anfitriona, gracias por tus palabras y, por supuesto, también, por haber tenido junto con Antonio la idea de celebrar este acto tan entrañable, tan emotivo para todos y para todas.

Estimados amigos y amigas:

Como decía, muchas gracias por tus palabras, Pilar, y por habernos reunido aquí, en el homenaje a José Saramago, en el vigésimo aniversario de la concesión del Premio Nobel de Literatura. Es un honor coincidir con Antonio, con su esposa, tengo la certeza de que entre estos libros y también después de haber visitado su hogar, de que a Saramago le habría hecho muy feliz vernos juntos, hoy aquí, a dos primeros ministros de Portugal y de España.

Siempre se ha dicho que Portugal y España eran dos países que vivieron, Antonio, buena parte de su historia, dándose la espalda una a la otra y, ciertamente, así fue desgraciadamente durante muchos años, pero la democracia reconquistada casi al mismo tiempo fue lo que nos hizo volver a unirnos; ese vínculo desde entonces no ha hecho más que crecer y crecer y gracias, entre otras cosas, a la fe común que tenemos, no solamente nosotros y nuestros gobiernos, sino sobre todo nuestras sociedades en la vigencia y en el futuro de ese proyecto ibérico que tanto reclamó Saramago y, por supuesto, el proyecto europeo que ambos defendemos con convicción absoluta pese a los avatares que, lógicamente, tenemos que sufrir muchas ocasiones, en Bruselas.

Hoy nos une algo entrañable, que es el recuerdo a José Saramago, al hombre y a su obra, a quién a través del poder de la palabra y la maestría de su prosa, nos redescubrió a mitos universales de la cultura y la lengua portuguesa, lo hemos visto antes en el hogar, como al propio Fernando Pessoa presente en la genialidad única de "El año de la muerte de Ricardo Reis". Con Saramago no solamente conocimos, desde España, mucho mejor a Portugal sino que también nos conocimos mejor a nosotros mismos; aquí residió durante muchos años --como ha dicho antes el presidente de Canarias--, y por este país mostró un cariño inmenso que aún perdura en la memoria del conjunto de la sociedad española.

En esta isla, Lanzarote, permanece su recuerdo más visible y hasta aquí peregrinaban --como nos comentaba antes Pilar--, muchos amigos, muchos intelectuales, personalidades de distintos ámbitos, de todos los lugares atraídos, primero, por su generosidad pero, también, por su sabiduría. En la belleza única de Lanzarote encontró inspiración y paz; en la literatura, libertad para crear, imaginar y, también, concienciar --algo que ha dicho Pilar en sus palabras--, y en Pilar no solamente tuvo una excelente traductora, tuvo también una compañera de vida y algo muy importante que nos ha hecho recordar cuando entrábamos en el umbral de la casa y nos recordaba algunas frases de sus libros; una mujer comprometida con causas universales como, por ejemplo, el feminismo y cuyo trabajo nos permitió aprovechar el torrente de sabiduría de un genio único cómo fue de José Saramago.

El prestigio y la memoria de Saramago trascienden cualquier límite geográfico. Siempre hemos dicho que es un escritor que ha reivindicado siempre el iberismo, la Península Ibérica, antes lo ha comentado Pilar, pero yo creo que su figura es universal desde el punto de vista no solamente literario sino también moral.

Hoy conmemoramos la concesión de un premio Nobel que coronó una vocación literaria temprana, pero que llego a ser reconocida tarde, bien entrados los años 80, mucho más tarde de lo que su trabajo --sin duda alguna-- merecía. Y, pese a todo, conviene recordar en sus palabras que la derrota --decía Saramago--, tiene algo positivo y es que nunca es definitiva; y si la muerte es una forma de derrota, hoy celebramos la vitalidad universal de su obra, un trabajo que recrea de forma única la mezcla de la oralidad del mundo rural portugués y la magia narrativa de la novela iberoamericana.

Honramos al creador y creo que es importante que hoy reivindiquemos al creador, en el XX aniversario de la concesión del Premio Nobel, pero, también creo que tenemos que honrar al hombre, a la persona, porque Saramago fue mucho más que un escritor excepcional --que lo fue, sin duda--, fue un ser humano íntegro, que no quiso refugiarse en torres de marfil, desde las que tantas veces se pierde el sentido de la realidad de las cosas. Se implicó en debates muy sensibles, siempre desde una posición inequívoca que, creo que todos los que estamos aquí compartimos, que es el de la justicia social; y, también, volcó su magisterio literario en concienciar a millones de lectores a través de sus novelas. "Ensayo sobre la ceguera", "La caverna", o "Todos los nombres" forman un tríptico sobre el estado del mundo que, lejos de haber perdido vigencia, querida Pilar, ha ganado actualidad en estos años tan convulsos, Antonio, y tan confusos en los que vivimos.

Creo que somos muchos los que en determinados momentos y ante determinadas dinámicas globales nos preguntamos qué pensaría José Saramago, qué nos sugeriría hacer, para poder afrontar esos desafíos y, sin duda, yo creo, me atrevería a decir, querida Pilar, abusando de la confianza que nos has conferido, yo creo que nos pediría que como condición irrenunciable estuviéramos con los más débiles y que extremáramos la mirada crítica hacia el mundo como una forma de lucidez. Que nos comprometiéramos más con las causas que él, ya en su momento, y a través de su obra literaria y ensayística, denuncio con tanto estilo y con tanta claridad; que tomáramos partido (yo creo que esto es importante también, sobre todo decirlo a las generaciones más jóvenes), hay que tomar partido. Hay que tomar partido por la causa del medio ambiente, del cambio climático que antes evocábamos cuando estábamos visitando la Fundación César Manrique (y aquí están precisamente los directivos de esa Fundación), que tomáramos partido, en definitiva, por el ser humano. Por un tiempo necesitado de algo que ha comentado Pilar en su intervención, que es un nuevo humanismo frente al discurso de la exclusión, del odio, del egoísmo, que impregna --en muchas ocasiones--, los discursos y el debate público.

En fin, en un ecosistema único cómo el de esta isla, presidente del Cabildo, Lanzarote, Reserva de la Biosfera de la UNESCO desde hace ya 25 años, cobra todo sentido el recuerdo a sus palabras en el discurso de aceptación del Premio Nobel y que antes compartía con nosotros Pilar. Allí habló con gratitud de su abuelo, de Jerónimo, y son palabras que al leerlas a mí me han emocionado. Él decía sobre su abuelo, Jerónimo, pastor y contador de historias, que al presentir que la muerte venía a buscarlo se despidió de los árboles de su huerto uno a uno, abrazándonos y llorando, porque sabía que no los iba a volver a ver.

Para Saramago el compromiso social y el literario iban de la mano, la belleza del mundo y del arte le parecían incompatibles con la miseria y la injusticia que aún persisten en el mundo; por eso su ejemplo es tan poderoso y creo que, además, hay que reivindicar que más necesario que nunca, cuando hace ya más de ocho años se fue y veinte desde que le concedieron el Nobel de Literatura.

Echamos de menos a Saramago. Tenemos, querido Antonio, "saudade" de Saramago pero nos queda su obra literaria y humana, y ese legado inagotable nos sirve hoy para analizar críticamente la realidad y transformarla, al menos, en la medida de nuestras posibilidades, querido Antonio, querido Fernando, querido presidente del Cabildo, Ángel Víctor, que transformemos desde la causa pública, desde la acción política, un poco nuestra sociedad, para sentirnos menos solos y más fuertes en la búsqueda diaria de la justicia, de la igualdad y de la dignidad humana. Él nunca renunció a esa batalla, y en su memoria, yo creo que tampoco nosotros tenemos que hacerlo.

Termino dándote las gracias, Pilar, por este lujo de haber compartido con nosotros tu casa, de haberla abierto a los ojos del mundo, de la sociedad española, de la sociedad portuguesa, que nos está siguiendo a través de las redes sociales y de los medios de comunicación.

Y, a mi querido Antonio, decirle, que el próximo 21 de noviembre, en Valladolid, con ocasión de la Cumbre Hispano-Lusa, tenemos la oportunidad de seguir trabajando por todo lo que une a Portugal y a España, que es mucho.

Nos vemos de nuevo allí para construir, que yo creo que es el verbo, la acción que tenemos por delante que empeñar, desde la coincidencia de valores, de afectos y, también, de referentes morales como el que siempre ha sido para Portugal y para España, José Saramago.

Muchas gracias.

(Transcripción editada por la Secretaría de Estado de Comunicación)

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