Palabras del presidente del Gobierno en la presentación de Jorge Fernández en el foro "La Razón de..."

19.2.2018

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Madrid

Señora presidenta del Congreso, señora vicepresidenta, señoras y señores ministros, señor presidente del Grupo Planeta, señor presidente de "La Razón", señor director de "La Razón", señores miembros de la mesa, queridas amigas y amigos,

Muchas gracias a todos por su asistencia. Es un placer y un honor participar una vez más en este foro tan prestigioso; placer y honor, si cabe, aún mayor porque la invitación para asistir a este acto viene acompañada de la petición para que introduzca la intervención de Jorge Fernández Díaz.

Jorge y yo hemos compartido, y seguimos haciéndolo, gran parte de nuestra vida política. Me ha acompañado a lo largo de los años en sucesivas responsabilidades. Hemos vivido juntos algunos buenos momentos, y otros no tan buenos, en el partido, en el Congreso de los Diputados y en el Gobierno. De hecho, fuimos cambiando de ministerio, la primera vez que el PP estuvo en el Gobierno de la nación: de Administraciones Públicas a Educación y de ahí al Ministerio de la Presidencia. Solo te faltó venir conmigo al ministerio del que, cosas de la vida, acabaste siendo ministro cuando yo llegué a la Presidencia del Gobierno en el año 2011. A pesar de lo que ha dicho don Alfonso Ussía en su intervención, no fue una venganza, sino una decisión, porque creía que era lo mejor para los intereses generales de los españoles.

Jorge Fernández ha acreditado a lo largo de estos años su profunda formación. Es un hombre de ciencias experto en letras, ya que es ingeniero y, a la vez, un hombre muy culto y leído. Una gran persona, lo más importante, que atesora cualidades y valores que impregnan todas sus actuaciones. Su sentido del deber y de la responsabilidad, su lealtad, su seriedad y su entrega absoluta al trabajo son valores que le han acompañado toda su vida, pero que Jorge ha acreditado de un modo excepcional en los últimos años cuando tuvo que hacer frente, efectivamente, a sus muy exigentísimas responsabilidades políticas como ministro del Interior y a duras situaciones familiares y personales.

Aunque algunos no se lo crean y, por tanto, no actúen en consecuencia, los políticos somos seres humanos y también tenemos sentimientos, por sorprendente que eso le pueda resultar a algunos; pero Jorge hizo frente a todo esto y encontró fuerzas en la fe, en los amigos y en la familia. Quiero mandar un saludo muy cordial a su mujer, Asun, que está aquí con nosotros, a sus hijos, Carlos y María --María está aquí también con nosotros--, Alejandra y Hugo, que no están con nosotros, pero como si estuvieran.

De sus muchos cargos y responsabilidades me gustaría destacar tres momentos de los que está especialmente orgulloso y en los que Jorge ha sido muy feliz.

Los dos primeros se refieren a su relación con el Parlamento, su período como secretario de Estado de Relaciones con las Cortes y la etapa de vicepresidente tercero --entonces estábamos en la oposición-- del Congreso de los Diputados. Jorge sabe que el Parlamento es el corazón de la democracia, la institución que nos da a todos los españoles esas leyes que a todos nos obligan, aunque algunos tampoco quieran verlo así, a todos nos igualan y a todos nos liberan.

El otro cargo que ha marcado especialmente a Jorge es el de ministro del Interior durante cinco años largos y yo, que también, he estado, como se ha recordado aquí esta noche, al frente de ese ministerio, le entiendo perfectamente. Es un cargo que marca por tres motivos: por trabajar con quienes trabajas, por servir a quien sirves y por estar cerca de quienes más merecen que estemos cerca.

A mi amigo Jorge, a este catalán de Fitero y de Valladolid, le duele especialmente Cataluña. Quiero decirle a él, y a todos ustedes, que yo soy optimista. A pesar de lo que se ha dicho de nosotros, estamos mucho mejor que hace unos meses y cada día está más claro que el futuro de Cataluña pasa por una única vía con dos raíles: la Constitución y el Estatuto de Autonomía; y también, que los esfuerzos ilegales de algunos no solo son estériles e inútiles, sino que tienen graves consecuencias que solo llevan a la nada y a la melancolía.

Y termino ya, queridas amigas y amigos,

Quiero agradecer a los amigos de "La Razón" la oportunidad que me han dado de dar testimonio de mi afecto, admiración, gratitud y amistad a Jorge Fernández Díaz con el que he compartido, como dije al principio de esta intervención, grandes momentos y al que me une la vocación por el servicio público y el amor a España.

A pesar de lo que dicen algunos, Jorge, dedicamos la vida a nuestro país, a lo público, a la política, a esa actividad tan apasionante como compleja a la que se dedican chisgarabises, como en cualquier faceta de la vida, pero a la que se dedica también muchísima gente que pone su empeño, que le dedica muchas horas y que renuncia a muchas cosas porque quieren y porque aman a su país. Un ejemplo de todo esto, Jorge Fernández Díaz.

Yo he hecho algunas cosas a lo largo de mi vida política por mi país y tengo que decir que quiero hacer algunas más; pero quiero decir que las he hecho, fundamentalmente, porque he sabido, y permítanme mi inmodestia, elegir a mis colaboradores. De todos, especialmente de ti, Jorge, estoy enormemente orgulloso.

Muchísimas gracias.

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