Discurso del presidente del Gobierno en el acto de entrega de los Premios Carles Ferrer Salat y de las Medallas de Honor de Foment del Treball

22.11.2017

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Barcelona

Buenas noches, señor president de Foment del Treball, señoras y señores, autoridades, queridas amigas y amigos,

En primer lugar, muchas gracias. Créanme que no estoy haciendo un ejercicio ritual de agradecimiento. Por razones personales muy especiales, Barcelona es una ciudad que está y estará siempre muy unida a mí y a mi familia más cercana.

Señoras y señores,

La convocatoria de Fomento del Trabajo para estar hoy aquí con todos ustedes, en la entrega de los Premios Carles Ferret Salat y las Medallas de Honor de esta institución, me permite hablar de Carlos Ferrer, a cuya memoria se dedicó la nominación de estos Premios; unos galardones que han recibido personas y empresas muy ligadas a esta tierra, reconociendo sus valores empresariales, la generosidad en el esfuerzo, la voluntad en el ejercicio del liderazgo o la capacidad de innovación.

Hablar de Carlos Ferrer Salat ante este auditorio me otorga una enorme ventaja. Todos los presentes tienen en su memoria la singular biografía del que fuera president del Foment y, más tarde, de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales; un empresario que, en palabras de S.M. el Rey Felipe VI, durante toda su trayectoria vital proyectó con fuerza, inteligencia y eficacia su compromiso con España y un sentido de Estado que solo puede entenderse desde la lealtad a su catalanidad más profunda.

Todos los galardonados con los Premios que llevan su nombre contraen, a partir de ahora, un compromiso especial: hacer honor a la trayectoria vital de un hombre que fue capaz de dejar una impronta en campos de actuación tan diversos como el deporte, donde fue campeón de España de tenis y número uno del equipo español de la Copa Davis; el mundo de la empresa, creador de organizaciones empresariales, como de propias empresas multinacionales; la proyección internacional de la ciudad de Barcelona, gracias a su designación como sede de los Juegos Olímpicos del 92, y, por supuesto, la promoción de acuerdos entre el mundo del trabajo y el de la empresa, que recuerdan su talante negociador y su capacidad para lograr la concertación social. Y todo ello desde su inmensa humanidad, su europeísmo militante y, como se recordaba antes, desde su barcelonismo más acendrado, su profundo catalanismo y su firme compromiso con España.

Una personalidad arrolladora, un renacentista de nuestro tiempo, que, tras estudiar Ingeniería Química, Economía y Filosofía, mantuvo su mente abierta a todas las enseñanzas hasta el final de su vida. Fue un desbrozador de caminos, un creador de equipos y una persona que practicó mejor que nadie el hacer juntos. Tuvo una gran habilidad para integrar en grandes empresas colectivas a personas de muy distinto talante y procedencia. Trabajó, realizó y finalizó con éxito infinidad de tareas y proyectos; pero siempre bajo el lema de hacer juntos.

Tuve la suerte de conocerlo personalmente y de ello presumo. Siempre será para todos un referente y en estos momentos, especialmente convulsos, una guía de comportamiento.

Señoras y señores,

Si seguimos repasando el programa de este acto, nos encontraremos con la concesión "in memoriam" de una medalla de honor a la trayectoria empresarial en la figura de Juan Antonio Samaranch. Si hay algo evidente e indiscutible es que para la ciudad de Barcelona hubo un antes y un después de los Juegos Olímpicos de 1992. También en esta operación Carlos Ferrer puso su sello y tantos otros; pero Juan Antonio Samaranch cambió literalmente el tiempo en su ciudad. Por eso, los que en ella viven y los que vivan en el futuro difícilmente podrán cubrir la deuda que esta ciudad, Cataluña y España tienen con su recuerdo. En estos tiempos en que proliferan tanto los disparates y los viajes a ninguna parte, aprender de lo que hizo y consiguió para su tierra y para sus gentes Juan Antonio Samaranch debería ser lección obligatoria de civismo y de convivencia.

Señoras y señores,

Alfredo Molinas va cumpliendo años. El que fuera presidente de esta casa desde 1978 a 1994 se va haciendo mayor, como todos; pero puedo asegurarles que mantiene la cabeza clara y lúcida, y su espíritu como el primer día. He podido hablar esta mañana con él para felicitarle por la concesión de su Medalla de Honor de Fomento del Trabajo. No ha perdido ni un ápice de su estilo, su caballerosidad y su saber estar. Cataluña y España, España y Cataluña siguen en sus anhelos y en sus sueños.

Y eso nos lleva a Fomento del Trabajo, cerca de 250 años, desde 1771, cumpliendo siempre los objetivos para lo que fue creado: la defensa del mundo de la empresa. Eso lo ha desarrollado en momentos distintos y difíciles, siempre con sentido común, tenacidad y eficacia, lo que hace de Fomento del Trabajo un auténtico agente institucionalizado del cambio social; una referencia, tanto en Cataluña, como fuera de ella. Ésta es su obra, la de todos ustedes, y, por ello, deben congratularse y enorgullecerse.

Quiero felicitar también a Ana Patricia Botín, distinguida con la Medalla de Honor al Empresario del Año, y a las empresas premiadas hoy en las distintas categorías en que divide Fomento del Trabajo sus reconocimientos anuales: a la Fundación Repsol, por compromiso social; por I+D, a Barcelona Tech City; por medio ambiente, a Mango, y por internacionalización; a Roca, Corporación Empresarial S.A.

Señoras y señores,

Quiero continuar mi intervención diciéndoles que me resulta especialmente grato aceptar su invitación en esta ocasión, porque en las actuales circunstancias me parecen necesarios esta presencia y este respaldo a lo que ustedes, como empresarios catalanes, están haciendo para contribuir a normalizar una situación que, afortunadamente para todos, pero sobre todo para Cataluña, ya se va encauzando, y lo hace por las vías por las que siempre debió discurrir: las vías de la estabilidad, de la previsibilidad y de la seguridad jurídica; y las vías, también, de la convivencia y del diálogo. En ese agradecimiento quiero incluir, además, las principales organizaciones sindicales que han dado también ejemplo de sensatez, seriedad y responsabilidad.

Y es que hablar de Cataluña es, desde luego, hablar de emprendimiento, es hablar de innovación, es hablar de futuro, es hablar de apertura al mundo y es hablar de progreso. Todos estos rasgos, todas estas virtudes, que han hecho durante muchos decenios a Cataluña la punta de lanza de la modernización económica y social de España, tienen que seguir siendo parte del sello de identidad que ha hecho de Cataluña una enseña envidiada y admirada en el mundo.

El mejor concepto de Cataluña es inseparable de la idea de horizontes abiertos, de apertura al mundo y de un acendrado cosmopolitismo, y es precisamente todo esto lo que en los últimos años se ha visto minimizado y encogido; algo, no solo contrario a lo que el mundo actual demanda, sino opuesto a lo que históricamente ha hecho grande a Cataluña.

Señoras y señores,

No voy a recrearme en lo que es obvio ni insistir en el daño que se ha producido a Barcelona, a Cataluña y a toda España e, incluso, al conjunto de Europa. Lo importante es que hemos sido capaces, afortunadamente, de reaccionar a tiempo con los instrumentos que el Estado de Derecho pone a disposición de las autoridades cuando alguien lo amenaza. Y con esos instrumentos hemos restaurado en poco tiempo el orden constitucional amenazado, hemos devuelto la normalidad a la vida ciudadana y estamos empeñados en devolver también la normalidad, el dinamismo y la pujanza a la vida económica de Cataluña.

Lo hemos hecho y lo estamos haciendo con prudencia, con proporcionalidad y con mesura; y, sobre todo, lo estamos haciendo con el objetivo primordial que ha guiado todo el diseño estratégico: restablecer en el tiempo más breve posible el autogobierno de Cataluña en toda su plenitud, poniendo fin a una etapa de inestabilidad, incertidumbre e inseguridad que podría haberse llevado por delante buena parte de todo lo bueno que Cataluña ha conseguido en los últimos decenios.

Nunca hubiéramos querido llegar a estos extremos, nunca; pero nuestra obligación no es solo hacer cumplir la Ley, es también defender los derechos de todos y el bienestar del conjunto de la sociedad.

Quiero ser muy claro a este respecto: hemos aplicado el artículo 155 de la Constitución Española en cumplimiento de un deber para con la sociedad y hemos puesto en marcha el mecanismo preciso para restaurar el autogobierno y abrir una etapa que mire al futuro, que se preocupe de los problemas reales de los catalanes, que permita la dinamización de la economía y la reducción del desempleo, que restaure los lazos de convivencia que se han puesto en riesgo y que vuelva a darle dimensión, sentido y horizonte al futuro de Cataluña.

Insisto, el Gobierno de España ha aplicado un mecanismo excepcional para hacer frente a una situación excepcional y para abrir un nuevo horizonte en la política de Cataluña.

En este futuro les toca ahora a ustedes un papel muy importante: restaurar la confianza que se ha roto en los últimos tiempos. Sin confianza, como saben mejor que yo, ni hay inversión, ni hay trabajo, ni hay futuro. Este intangible, un material complejo que combina previsibilidad, certeza y seguridad, se desmorona cuando se ve a unas autoridades que no respetan las leyes y que no aceptan la realidad.

Ha sido preciso sustituirlas, pero eso solo no es suficiente. A partir del 21 de diciembre, una vez instalados en la normalidad y en la seguridad que brindan las leyes, a todos nos tocará hacer lo que esté en nuestra mano para que la confianza en Cataluña renazca en los inversores internacionales, en los consumidores y en las empresas de otras partes de España y del mundo. Y el empuje y la excelencia de los empresarios de Cataluña serán determinantes en esa tarea. Les aseguro que no va a faltar el apoyo del Gobierno de la nación. Reitero, a los catalanes, ni hoy ni nunca, les va a faltar el apoyo del Gobierno de España.

La noche en la que anuncié la puesta en vigor de las medidas en aplicación del artículo 155 dije algo que me gustaría repetir aquí: confiad, no saquéis más empresas fuera de Cataluña. Lo reitero hoy: contribuyan ustedes a restañar las heridas, a afianzar la normalidad y a promover la confianza.

España, y dentro de ella Cataluña de forma muy importante, ha tenido casi cuatro años excepcionales de crecimiento económico y de empleo desde 2014. Desde el primer trimestre de ese año hasta ahora se han creado en España 2.100.000 empleos netos, de los que 356.000, el 17 por 100, se han creado en Cataluña. Nuestra economía había recobrado la pujanza que tuvimos antes de 2008, lo que hace que sea, de hecho, la economía desarrollada con mayor crecimiento en tres años consecutivos. Poner esto en riesgo es gravísimo y perseverar en ello sería suicida.

El Gobierno de España se ha visto obligado a rebajar la previsión de crecimiento para 2018 del 2,6 al 2,3 por 100 del PIB por la situación política. El impacto negativo es difícil de estimar y mucho va a depender de lo que se tarde en restaurar plenamente la normalidad política e institucional. Por ejemplo, si esta se normalizara a finales de este año, es muy probable que el crecimiento a lo largo de 2018 se sitúe en el entorno del 2,8 por 100 e, incluso, como ha ocurrido en los últimos años, pudiera llegar al 3 por 100 de incremento.

La clave estará en la vuelta a la normalidad institucional y política. La clave estará en ser capaces de volver a mirarnos y reconocernos como miembros de una misma comunidad, como ciudadanos que comparten unos mismos valores cívicos. La clave está en recuperar la ambición de acometer retos compartidos, como hicieron en su día Carlos Ferrer Salat o Juan Antonio Samaranch, a quienes esta noche recordamos con cierta nostalgia.

Solo les citaré un ejemplo de cómo puede ser nuestro futuro inmediato socioeconómico, con especial incidencia en Cataluña. La revolución digital está acelerando nuestras dinámicas socioeconómicas y España es el séptimo país del mundo en convergencia económica hacia los más desarrollados en este ámbito digital. Para liderar estas transformaciones, Cataluña cuenta con los elementos necesarios para lograrlo, como ya le ocurrió en las dos primeras revoluciones industriales. Barcelona en concreto, con su cultura abierta e innovadora, dispone de un importe ecosistema emprendedor y está llamada a desempeñar un papel protagonista en este entorno. Insisto, esta ciudad se ha consolidado como un referente en digitalización y buena prueba de ello es que se ha convertido en un punto de encuentro de los principales congresos mundiales que, con el trabajo de todos y con el apoyo del Gobierno, estoy seguro de que van a seguir aquí, y por muchos años.

Señoras y señores,

Estamos hablando de un futuro que ya es presente, estamos hablando de transformaciones radicales que ya se están produciendo y estamos hablando de puestos de trabajo, empresas y subsectores que ya están ahí. No se trata únicamente de defender lo que ya tiene Cataluña y evitar que pueda avanzar el deterioro económico; se trata de buscar nuevas metas y objetivos. Recuperar la ambición de hacer país, no con una independencia que nos empobrece y aísla, sino con la riqueza y los éxitos que nos brindan la unión y la pertenencia a Europa.

Yo soy optimista. Yo confío en la capacidad de los catalanes para encabezar una profunda rectificación de la deriva que hemos visto, para propiciar un retorno a la realidad y a la convivencia, y para reorientar toda la energía estérilmente malgastada a ocuparse de los problemas cotidianos de las personas. Les propongo que me acompañen en este camino de esperanzas; de esperanza porque confío en el futuro y sé que Cataluña es una sociedad abierta y cosmopolita, muy diferente de esa comunidad cerrada que algunos han querido imponer.

En Cataluña no es necesario sembrar espíritu emprendedor, ni sentido comercial, ni laboriosidad, porque estas virtudes están aquí profundamente arraigadas y se reproducen solas si no se les ahoga y si no se las sofoca.

Yo confío en el futuro porque Cataluña cuenta y contará con el respaldo de la Constitución y de la Ley. Después de las elecciones, más allá de lo que digan las urnas, seguiré siendo el presidente de todos y con todos hablaré; pero, de la misma manera, exigiré a todos que respeten el marco que la Constitución y la Ley nos imponen a todos, porque en eso consiste mi obligación: en hacer cumplir la Ley y proteger la libertad. Lo haré porque es mi obligación, es la obligación del presidente del Gobierno; pero también lo haré con convicción, porque creo en los beneficios de la libertad, en su fecundidad y en que Cataluña volverá a ser pronto ella misma y a mirarse en el espejo de personas como las que hemos visto premiadas esta noche.

Señoras y señores,

Con ejemplos vitales tan claros y evidentes es obligado tener confianza en el futuro.

Muchas gracias.

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