Intervención del presidente del Gobierno en el Foro ABC

8.2.2018

  • x: abre ventana nueva
  • Whatsapp: abre ventana nueva
  • Linkedin: abre ventana nueva
  • Enviar por correo: abre ventana nueva

Madrid

Señora presidenta del Congreso de los Diputados, señora presidenta de la Comunidad de Madrid, señores ministros, señor presidente de Vocento, señora presidenta de "ABC", señores presidentes de Ferrovial y de Deloitte, señoras y señores, queridos amigos,

Muchas gracias a todos por su asistencia, que me honra, y agradezco también el hecho de ser invitado a este prestigioso Foro ABC.

Estuve aquí hace casi un año. Entonces les decía que veíamos con optimismo la recuperación de la economía española y con ese optimismo confiábamos en que España creciera un 2,5 por 100 en 2017 y se crearan cuatrocientos mil empleos. Pues bien, hemos cerrado, como aquí se ha recordado, 2017 con un crecimiento del 3,1 por 100 y una creación de más de seiscientos mil puestos de trabajo. Hoy les anuncio que este año 2018 tendremos una previsión de crecimiento de, al menos, un 2,5 por 100, con una creación de cuatrocientos mil empleos. Entenderán que me gustaría que lo que sucedió en el año 2017 también ocurriera en este año 2018 y que, por tanto, las previsiones del Gobierno se quedaran cortas y la realidad las superase. Trabajaremos para que así sea.

Hace un año les dije también que confiábamos en recuperar, a lo largo del ejercicio, toda la riqueza que destruyó la crisis. Hoy puedo decirles que ya hemos recuperado, como también se ha dicho aquí hace un momento, todo el PIB, así como los niveles de recaudación fiscal y dos tercios del empleo. Saben que, para el Gobierno, recuperar todo el empleo que se perdió durante la crisis y seguir impulsando la generación de oportunidades es la máxima prioridad.

Este crecimiento viene acompañado de algunos indicadores muy esperanzadores. Les daré solo cinco:

- 2017 ha sido el cuarto año consecutivo en el que se han creado alrededor de medio millón de empleos netos.

- Ya hemos alcanzado el nivel de diecinueve millones de ocupados y eso nos acerca a lograr nuestro objetivo de veinte millones de personas trabajando en España antes de 2020.

- Terminamos 2017 con más mujeres trabajando que nunca en la historia de España.

- El empleo entre los jóvenes crece a doble velocidad que la media nacional y ese es el mejor indicador de presente y la mejor garantía para el futuro.

- Además, España lleva cuatro años liderando la reducción de paro en Europa. Gracias a ello, nuestra tasa de desempleo, que sigue siendo muy elevada, es la menor desde 2008.

En aquel 2008 empezó una crisis económica sin precedentes. España padeció cinco años seguidos de recesión: de 2009 a 2013; un lustro de crecimiento negativo en el que perdimos la décima parte de nuestra riqueza y se destruyeron más de tres millones y medio de empleos. La tasa de paro se disparó hasta un estratosférico 26 por 100 y llegaron a estar sin empleo seis millones de personas. La pérdida de puestos de trabajo fue la faceta más dolorosa de la crisis más profunda del último medio siglo.

Con el esfuerzo de todos y una nueva política económica, logramos transformar la recesión en recuperación, la destrucción de empleo en creación de puestos de trabajo y la incertidumbre en certeza y en voluntad de ganar, juntos, un futuro mejor.

Esa nueva política económica que pusimos en marcha al finalizar 2011, al asumir la tarea de superar la crisis, se fundamentó y se mantiene en tres ejes:

- Primero, la estabilidad presupuestaria, que ha devuelto la confianza en nuestro país. Ya nadie se acuerda de esa prima de riesgo que llegó, efectivamente, a los 639 puntos; ahora baja, como aquí se ha dicho, de 70 y las agencias de calificación mejoran nuestra nota.

- En segundo lugar, el saneamiento de nuestro sistema financiero, que ha devuelto liquidez al tejido empresarial y la iniciativa, a los emprendedores.

- Y, en tercer lugar, la mejora de la competitividad de la economía española.

Todo ello fue el objeto de una ambiciosa agenda reformista, que arrancó con la difícil reforma laboral. Lo que entonces, para muchos, fue un error, hoy se ha demostrado un acierto.

La crisis castigó más a España por la acumulación insostenible de desequilibrios: déficit público, déficit exterior, inflación o pérdida de competitividad. Fue la consecuencia de un modelo de crecimiento basado en el endeudamiento externo. Hoy, en cambio, nuestro pujante sector exportador es uno de los principales protagonistas de la recuperación: vendemos al extranjero un tercio de nuestro PIB y somos el segundo país del mundo que más turistas recibe y en el que más dinero gastan los visitantes.

2017 es nuestro cuarto año consecutivo de crecimiento, creación de empleo y superávit externo. Es una combinación de tres elementos que en nuestro modelo de crecimiento no se había dado nunca y esa es la principal garantía de que esta etapa expansiva sea sostenible en el tiempo.

Señoras y señores,

Estamos impulsando una economía más fuerte y diversificada, más equilibrada y competitiva; una economía más abierta, más productiva y más capaz de adaptarse a la globalización. Todo ello, de la mano de la vocación constante y compartida de España: una activa nación europea, abierta al mundo y que comparte el español como lengua universal, fuente de cultura, unión y oportunidades.

Queremos todo esto con un objetivo muy claro, mejorar la vida de los españoles, porque ahora lo más importante es seguir consolidando la recuperación para que llegue a todos. Nuestra tarea se resume en el propósito de crear las condiciones para que la gente pueda vivir mejor.

Se vive mejor cuando hay libertad, seguridad y oportunidades; cuando todos pueden aspirar a labrar, con su trabajo, un mejor futuro para ellos y para sus hijos; cuando está garantizado que pueden hacerlo en un ambiente de estabilidad económica, normalidad política y serenidad social; y cuando todo el mundo es libre de pensar y creer lo que quiera, y sabe que su libertad solo está limitada por el respeto a la libertad de los demás; unos marcos de convivencia que, en democracia, regula la Ley y marca el Estado de Derecho.

Un buen Gobierno debe facilitar las condiciones para que esas legítimas aspiraciones de todos puedan dar frutos como mejor quiera cada uno. Esa es la tarea que nos hemos impuesto y esto, para mí, es hacer política: pensar en lo mejor para el país. Tenemos las ideas claras y, además, una buena hoja de servicios y una clara hoja de ruta que define nuestras prioridades. Y la principal, como les decía al principio, es el empleo; un empleo cada vez más estable y de mayor calidad. Y los datos demuestran que vamos por el buen camino:

- Encadenamos 48 meses seguidos de aumento en la contratación indefinida.

- Ya hemos recuperado el nivel de empleo indefinido previo a la crisis.

- Y en 2017, el paro de larga duración se redujo en casi medio millón de personas. De hecho, el año pasado nueve de cada diez desempleados que encontraron trabajo llevaban en el paro un año o más.

Esto demuestra que se está creando empleo y es empleo estable, y de calidad, que fomenta la igualdad de oportunidades y corrige las brechas de la desigualdad.

Es un objetivo del Gobierno trabajar para seguir corrigiendo las desigualdades. El esfuerzo merece la pena y ya está dando sus frutos: se ha producido una mejora en las condiciones de vida de las familias y se está reduciendo el riesgo de pobreza y de exclusión; las prestaciones por dependencia están en máximos históricos y la brecha salarial entre mujeres y hombres se está reduciendo en estos años.

Son algunos ejemplos de que las cosas van mejor; pero tenemos que continuar ganando productividad si queremos mantener esta línea, porque solo así podremos aumentar nuestros niveles de renta, mejorar los salarios y, en definitiva, lograr más bienestar y seguir mejorando en igualdad.

A ello se encaminan nuestros esfuerzos y, por eso, el Gobierno ha pactado con los agentes sociales una subida del Salario Mínimo para los próximos tres años, siempre que sigamos creciendo y creando empleo al ritmo actual. Esta subida se suma a la que acordamos con el PSOE en 2017. Entonces fue un pacto parlamentario y este ha sido un acuerdo social.

Ofrecemos diálogo y buscamos el pacto. Lo hacemos porque la política no puede ser un enfrentamiento eterno y estéril. La política es debatir, pero con el objetivo de acordar y aceptar que, para lograrlo, hay que compartir siempre los fines y hay que ceder, a veces, en las posiciones de partida.

Nuestra voluntad de diálogo y acuerdo es clara y sincera en todo aquello que puede mejorar la vida de los españoles. Por eso, pusimos todo de nuestra parte para la firma del acuerdo contra la violencia de género, que se cerró en el Congreso con el consenso de todos.

Esta Legislatura podría ser pródiga en pactos. Debería serlo. Los españoles votaron una composición política del Parlamento que exige buscar acuerdos y el momento económico, tras la tempestad de la crisis y sus urgencias, nos invita a pensar en el medio y largo plazo.

En el Parlamento están en marcha grupos de trabajo, subcomisiones y comisiones para estudiar la mejora y buscar el pacto en muchos asuntos importantes, a algunos de los cuales se ha hecho referencia aquí hace un momento: educación, pensiones, sistema autonómico, Justicia, ciberseguridad o menores; y también sobre medidas concretas para los trabajadores autónomos, con una ley que el pasado año aprobamos por unanimidad.

Creo que los acuerdos le sientan bien a nuestra economía y, por eso, creo que hay uno especialmente urgente si queremos poner todo de nuestra parte para que la recuperación siga adelante con más fuerza: los Presupuestos de 2018. La economía de cada uno de los españoles mejorará si hay un acuerdo para la economía de todos, porque los Presupuestos dan estabilidad y certidumbre, y generan nuevas inversiones que mejoran la vida de las personas.

Queremos pactarlos y espero que se imponga el sentido común y no otros intereses diferentes al sentido común. En cualquier caso, si esos intereses se impusieran --¡Dios no lo quiera!-- al sentido común, haremos todo lo posible para que ello no perjudique a los españoles. En todo caso, ya tenemos prorrogados los Presupuestos de 2017. Son unos buenos presupuestos, han impulsado el cuarto año consecutivo de crecimiento y podrían impulsar el quinto.

Pero todavía estamos a tiempo. El pacto presupuestario es posible y es lo mejor para el conjunto de los españoles.

Yo les pido a todos que no veamos los Presupuestos como una mera disputa política; tampoco la financiación autonómica. Ambos asuntos son clave para las inversiones públicas y los servicios esenciales que reciben los españoles.

Llevamos más de un año trabajando con las Comunidades Autónomas para alcanzar un acuerdo sobre financiación. Hemos evaluado el actual sistema, sus defectos y virtudes, y estamos escuchando a todos para conocer sus prioridades y sus propuestas. El objetivo es configurar un sistema que garantice el acceso de todos los ciudadanos a lo importante: la educación, la sanidad y los servicios sociales. En este caso, el concurso de todos es conveniente y el del PSOE, además de responsable, es imprescindible: es el principal partido de la oposición y gobierna en muchas Comunidades Autónomas y municipios. Espero y deseo que esté a la altura de su responsabilidad.

Necesitamos pactar un sistema que dé seguridad y que garantice que esos servicios públicos fundamentales no vuelvan a estar sometidos a los vaivenes del ciclo, como ocurrió al comienzo de la crisis; un sistema más sencillo, equitativo, estable y transparente, que no cree agravios entre Comunidades. Esta reforma es esencial y, además, éste es el mejor momento para hacerlo. Tanto el Gobierno como las Comunidades Autónomas estamos de acuerdo en que hay que cambiarlo. Están de acuerdo, incluso, aquellos que apoyaron el actual sistema, aprobado por el Gobierno socialista en 2009, pese al voto en contra de mi partido. Y la situación económica es hoy mucho mejor que la de hace unos años.

Señoras y señores,

Si somos capaces de ponernos de acuerdo en lo urgente, podremos dedicar más esfuerzos a los retos de las próximas décadas. Les hablo de asuntos que podemos agrupar en cuatro ejes: medio ambiente, globalización, proyección exterior o cuestiones demográficas. El bienestar futuro de los españoles depende de que seamos capaces de dar la mejor respuesta a estos importantes desafíos.

El primer eje es medioambiental y afecta al agua, a la energía y al cambio climático. Estamos cumpliendo con los compromisos internacionales y, próximamente, enviaremos al Congreso la primera Ley de Cambio Climático. Vamos a seguir apostando por las energías renovables, donde somos una potencia reconocida en el mundo, y me propongo alcanzar un Pacto Nacional por el Agua que sea integrador, consensuado y solidario.

El segundo eje es fruto del mundo global en que vivimos y tiene en la digitalización y los avances científicos sus demandas más acuciantes. Seguiremos respaldando la transformación digital de nuestra economía, industria y servicios, en un entorno de seguridad, garantías y confianza. Y debemos ser capaces de retener y atraer el mejor talento, con un sistema de ciencia e investigación mucho más apegado a las necesidades del tejido productivo. Estas son dos tareas, como se ha recordado también aquí hace un rato, esenciales para la creación de riqueza y oportunidades.

El tercer eje para el bienestar de España depende de que seamos capaces de seguir siendo activos protagonistas en Europa y en el mundo. Mi Gobierno está firmemente comprometido en la múltiple tarea de integración europea, porque Europa es el mayor espacio de libertad, bienestar y prosperidad del mundo. Pero, además, Europa es una responsabilidad. Por eso, queremos una Europa fuerte, abierta y segura; un proyecto capaz de exportar los valores de la democracia, el imperio de la Ley y los derechos humanos; un proyecto solidario, responsable y con visión de futuro que está en condiciones de ofrecer soluciones integrales a retos acuciantes como el de la inmigración.

El cuarto y último eje es el resultado de una gran noticia --vivimos más años y queremos vivir mejor hasta el final-- y de otra que no es tan buena: hay menos nacimientos. Es un tema amplio al que debemos aplicarnos en el futuro, pero hoy solo quiero referirme a las pensiones.

Es necesario dar la mejor respuesta a temas como el envejecimiento y hacerlo combinando la protección pública con el impulso y el respeto a la iniciativa de cada persona. Nadie mejor que uno mismo para evaluar sus necesidades presentes y futuras.

Como les decía, vivimos más y tenemos derecho a vivir mejor. Por eso estamos trabajando intensamente en la Comisión parlamentaria del Pacto de Toledo para alcanzar un acuerdo que dote de mayor solidez a nuestro sistema de pensiones. Hay muchos motivos para estar orgullosos de nuestro sistema de protección social, de los mejores del mundo, aunque a algunos, desconozco por qué, no quieran reconocerlo.

De lo que se trata es de preservarlo y, tras unos años difíciles, empieza a haber razones para el optimismo. Acabamos de saber que en 2017, por primera vez en nueve años, los ingresos por cuotas a la Seguridad Social crecieron más que el gasto en pensiones, y el cierre de 2017 arrojará los ingresos por cotizaciones sociales más elevados de la historia, a pesar de que aún no hemos recuperado completamente el nivel de empleo previo a la crisis, ni son aún suficientes para cubrir la totalidad del gasto en pensiones.

Pero estas buenas noticias no deben esquinar una enseñanza de los malos años pasados: la crisis no solo dejó sin empleo a mucha gente, sino que frustró sus expectativas y su confianza en el futuro. Ahora que las cosas empiezan a ir bien, es el momento de volver a ser previsores.

Desde los poderes públicos debemos incentivar que el ahorro piense en el largo plazo; un ahorro con un horizonte temporal prolongado, que sirva como complemento de la pensión pública pero también para otros planes vitales, como la educación de los hijos, un proyecto personal o superar cualquier revés que nos pueda traer la vida; una inversión para el futuro a la que se pueda recurrir cuando sea necesario. Por eso, mañana viernes voy a proponer al Consejo de Ministros la aprobación de un Real Decreto que permitirá a las personas que ahorran en planes y fondos de pensiones recuperar todo o parte de lo ahorrado a partir de los diez años de la aportación. Además, se van a rebajar muy sensiblemente las comisiones que los ahorradores pagan a las entidades gestoras.

En España el sistema de pensiones público está garantizado por el Estado; un derecho irrenunciable de los españoles que impulsamos con políticas económicas que favorecen el crecimiento y la creación de empleo. Pero también, como he dicho anteriormente, tenemos que seguir acordando entre todas las fuerzas políticas medidas para su estabilidad y mejora.

Todo esto es compatible con la iniciativa privada del ahorro. Los planes de pensiones privados existen en España desde hace treinta años. Complementan, no sustituyen, el modelo de pensiones públicas. El Pacto de Toledo, en sus recomendaciones, anima a reforzar estos sistemas complementarios de ahorro. Hoy, más de ocho millones de personas tienen un plan de pensiones, con un ahorro acumulado de más de cien mil millones de euros.

Según las estadísticas de la OCDE, los españoles dedicamos menos que los ciudadanos de otros países avanzados a los planes y fondos de pensiones. Ocupamos el puesto 21º en ese ranking, justo por detrás de Portugal, en esta forma de ahorro a largo plazo. La reforma que les acabo de anunciar intenta incentivar ese ahorro, apela a la responsabilidad individual y da más libertad y garantías al ahorrador, que puede disponer antes de su dinero.

Hablando de futuro y libertad, me van a permitir que concluya mi intervención refiriéndome al mayor desafío que ha afrontado nunca la democracia española.

En 1977, España recuperó la democracia; cuarenta años después, hemos estado a la altura cuando nos ha tocado defenderla. En 1978 nos dimos una Constitución de consenso; cuarenta años después, la democracia española ha demostrado que tiene instrumentos y fortaleza para defenderse cuando se la ataca. Y esa enseñanza queda, y debe quedar siempre, para el futuro.

Lo que ha ocurrido es bien conocido y la respuesta del Gobierno y de muchos más, también. Ha quedado meridianamente claro que este Gobierno no cede nunca a las imposiciones, menos aun cuando son ilegítimas e ilegales. También ha quedado claro que en España se cumple la Ley y que quien la incumple responde ante los Tribunales; unos tribunales de justicia que también cumplen su labor en nuestro Estado y, desde su absoluta independencia, protegen los derechos de todos y establecen las responsabilidades de los que se sitúan fuera de la Ley.

Algunos pensaron que podían vivir fuera de la Ley y lo único que han conseguido es acabar fuera del Gobierno. Fue una decisión difícil, pero era la única posible. Hicimos lo que teníamos que hacer en defensa de la Constitución, de la democracia y de la Ley, y lo hicimos con el más amplio respaldo posible; repito, con el más amplio respaldo posible.

Hubo que negociar mucho --repito, mucho-- para que el "no" al 155, ya fuera rotundo o veleidoso, se transformara en un "sí". Teníamos muy claro que había que buscar lo que nos une por encima de lo que nos separa, no caer en el "partidismo", porque yo creo, y siempre he defendido, que hay asuntos que están por encima de los idearios de los partidos, porque afectan a nuestros intereses como Nación.

Los desafíos al Estado se responden con políticas de Estado y deben contar con el respaldo unánime de quienes creemos que los derechos de todos se defienden desde la Ley.

Yo, como presidente del Gobierno, convoqué unas elecciones que dieron la voz a los catalanes, con toda la legalidad y la legitimidad. Los ciudadanos votaron con normalidad y ahora está en manos del nuevo Parlamento catalán elegir, de una forma normal, a un presidente normal. Algo tan sencillo como un candidato que pueda estar presente en su propia investidura, que esté en su sitio y que pueda estarlo, y, que una vez elegido, pueda ejercer su cargo y gobernar, debatir con la oposición y someterse a su control. Un presidente que no esté inmerso en procedimientos judiciales.

Cada vez son más los catalanes que se preguntan cuánto tiempo se puede mantener a una Comunidad Autónoma sometida a la voluntad y a los vaivenes de una sola persona. También comprendo que otros muchos no entiendan que no se presente una alternativa constitucionalista a la situación actual. Se puede y se debe hacer. A todos los que piensan una cosa y la otra les quiero mandar un mensaje de tranquilidad: mientras el nuevo Parlament busca un President que pueda serlo, o se repiten las elecciones si no lo encuentra, Cataluña no va a estar sin Gobierno, porque el artículo 155 es la garantía de que se siguen atendiendo los servicios esenciales y las necesidades reales de los catalanes.

Mi deseo es que todo vuelva cuanto antes a la normalidad. Es lo mejor para todos los catalanes y para el conjunto de España.

Señoras y señores,

Al final, los que nos dedicamos a la política estamos para solucionar problemas a la gente, no para generarlos. Por eso mi objetivo es siempre garantizar que haya serenidad, normalidad y estabilidad.

El Partido Popular puede cometer errores; pero creo que todo el mundo estará de acuerdo en que hoy es el único partido de España que pone la estabilidad del país por delante de sus intereses electorales. A veces, nos va mejor y, a veces, nos va peor; pero a mí lo que me importa es que le vaya bien a España y a los españoles porque, así, nos irá también mejor a algunos de esos españoles. Ese siempre ha sido mi objetivo en política y el objetivo del Partido Popular. Por eso estamos actualizando estos días nuestra oferta a los españoles para seguir rindiendo un servicio a nuestro país.

Termino ya. Hace una semana celebrábamos el 50º cumpleaños del Rey Felipe VI y este año conmemoramos el 40º aniversario de nuestra Constitución. En estas cuatro décadas de democracia hemos conseguido, entre todos, forjar la mejor España de la historia, la España a la que aspiraron nuestros padres: una España abierta, vital, moderna, pujante y hospitalaria, una España llena de razones para seguir trabajando.

Es la España a la que servimos y a la que queremos pero, sobre todo, es la gran nación que estamos obligados a cuidar para legar a las próximas generaciones de españoles.

Muchas gracias.